Por: Mercedes Petit
El Socialista, Argentina
Ese año millones de obreros y campesinos se insurreccionaron contra la dictadura de los zares rusos. A la miseria y opresión seculares se le sumó los sacrificios impuestos por la guerra entre Rusia y Japón. Luego de 1917, cuando la revolución triunfó, se lo bautizó como su “ensayo general”.
El 9 de enero de 1905 fue el Domingo Sangriento en San Petersburgo, la capital del imperio de los zares. Una enorme manifestación de obreros con sus familias, encabezados por un cura, Gapón, se dirigió pacíficamente, desde los distintos barrios obreros, hacia el Palacio de Invierno. Llevaban íconos religiosos y retratos del zar, a quien rogaban “justicia y protección”. Pedían amnistía, libertades públicas, separación de la iglesia y el estado, las ocho horas, aumento de salarios, cesión progresiva de la tierra al pueblo y, fundamentalmente, una Asamblea Constituyente elegida por sufragio universal. Desde el 3 de enero hubo una huelga en una de las más grandes fábricas metalúrgicas, Putilov. Para el 7 de enero, había 140.000 huelguistas en Petrogrado.
El zar ordenó masacrar a los manifestantes. Hubo centenares de muertos y miles de heridos.