Por: Simón Rodríguez
Porras (PSL)
¿Son exageradas las
exigencias salariales de los profesores?
Para tomar posición ante
cualquier conflicto social, el punto de partida debe ser intentar determinar
cuál es la causa justa, más allá de los propios intereses particulares o
sectoriales inmediatos. Echemos una mirada a la situación concreta de los
salarios en el sector universitario.
El salario mensual del
profesor titular a dedicación exclusiva, el escalafón más alto, hoy se
encuentra en Bs 15.927, lo cual a duras penas cubre el monto de la canasta
básica, según los criterios del Instituto Nacional de Estadística (aunque dicho
ente no ha publicado las cifras correspondientes al año en curso). Al escalafón
más bajo, el de profesor instructor, le corresponde un salario de Bs 7.854, si
su cargo es a dedicación exclusiva, apenas por encima del salario mínimo.
Realmente ha habido una
destrucción del salario de los profesores universitarios en la última década.
Mientras que en los primeros años de su gobierno, el presidente Chávez asumió
deudas acumuladas con el sector por gobiernos anteriores, especialmente el de
Rafael Caldera que fue un enemigo acérrimo de las universidades, y las
condiciones salariales mejoraron, esa tendencia se revirtió posteriormente.
En diciembre de 1998, el
salario del profesor titular era equivalente a $ 1041. En el año 2000, ascendió
a $ 2439. Actualmente se encuentra en su nivel más bajo históricamente, muy por
debajo de los $ 621 a los que descendió en 1989 con las medidas de ajuste
antipopulares de Carlos Andrés Pérez. Si se calcula en base a la tasa oficial
del Simadi, el salario del profesor titular hoy es de apenas $ 77 mensuales.
Como se emplean varias tasas de cambio en la economía venezolana, con
disparidades gigantescas, es difícil establecer el tipo de cambio promedio. En
el 2014 este fue de alrededor 35 bolívares por dólar, si muy conservadoramente
consideramos que el tipo de cambio promedio actual se ubica en 70 bolívares por
dólar, de todas maneras el salario más alto de la escala profesoral sería de
apenas $ 218. Sigue siendo el salario más bajo en la historia de las
universidades autónomas.
Los salarios de los
obreros y empleados son incluso peores. Por ejemplo, el 66% de los cargos de
los empleados administrativos de las universidades, con el aumento del 1 de
mayo, quedaron por debajo del salario mínimo. Y todo ello en un contexto de
inflación acelerada, que podría superar el 100% este año.
En esta situación de
deterioro creciente de los salarios de todos los trabajadores universitarios, y
particularmente de los docentes, la Apucv convoco a un paro de 24 horas la
semana pasada protestando ante el hecho de que el salario de un profesor
instructor a tiempo completo quedaba por debajo del nuevo salario mínimo. Esta
medida fue seguida y replicada en otras universidades. En la ULA, el sindicato
de obreros es dirigido por militantes del Psuv, pero la presión de las bases ha
llevado a que se incorpore al comando intergremial de conflicto.
¿Es la huelga un
instrumento legítimo de lucha en las universidades?
El paro universitario
del 2013, a pesar de los errores de su conducción, y de la ausencia de una
línea que apuntara a la unidad de acción con estudiantes, obreros y empleados
por parte de la dirigencia gremial profesoral, y pese al rol de esquiroles jugado
por las direcciones sindicales chavistas, con todo ello el paro permitió lograr
un aumento salarial por encima de la oferta gubernamental inicial, así como la
eliminación de cláusulas contractuales lesivas de la autonomía universitaria.
También obligó al gobierno a reconocer a las organizaciones gremiales
profesorales que pretendía suplantar con federaciones escasamente
representativas ligadas al Psuv. Esos logros parciales están en la memoria de
muchos miembros de la comunidad universitaria actualmente. Por eso hoy existe
la disposición de muchos profesores a impulsar medidas de lucha, incluyendo
la posibilidad de realizar paros, así como articular esfuerzos con los demás
sectores universitarios.
Los estudiantes son los
principales afectados por las suspensiones de clases, pero no por ello pueden
perder de vista la historia de su propio movimiento. Todas las reivindicaciones
socioeconómicas alcanzadas, como pasaje preferencial, comedor universitario,
becas, y las conquistas políticas como la persistencia del carácter público y
gratuito de las universidades autónomas, se han logrado en virtud de
movilizaciones que en muchos casos implicaron la suspensión de las actividades
académicas.
Por otra parte, el
movimiento estudiantil no podría oponerse al derecho a huelga de profesores,
obreros y empleados, sin convertirse en un elemento funcional a la política
gubernamental de cercenar al derecho a huelga, como lamentablemente ha sido el
caso con las organizaciones estudiantiles ligadas al chavismo, y más recientemente
con la postura de muchas organizaciones estudiantiles ligadas a la MUD que
controlan las federaciones de centros de estudiantes y que se oponen a los
paros profesorales.
Recordemos que así como
el gobierno alega que los maestros y profesores no pueden hacer huelga,
invocando el derecho a la educación, también en el sector agroalimentario se
limita el derecho a huelga invocando la soberanía alimentaria; las zonas de
seguridad restringen el derecho a huelga en las empresas básicas y la industria
petrolera, y la legislación antiterrorista criminaliza las huelgas en el sector
del transporte.
¿De qué forma apoyar a
los asalariados universitarios?
Apoyar el justo reclamo
salarial universitario no significa ser acríticos respecto de quiénes conducen
el conflicto, ni dejar de defender los derechos de los estudiantes. Las
organizaciones estudiantiles independientes, que no son meros ejecutores de las
órdenes del Psuv o de la MUD, tienen la responsabilidad de defender ese reclamo
incluso por una cuestión de supervivencia de las universidades autónomas. Un
aumento de la deserción de profesores en el mediano plazo comprometería la
continuidad de muchos planes de estudio. Además de ello, la depauperización
salarial agrava todas las tendencias políticamente regresivas que se observan
en esas instituciones actualmente.
Los estudiantes deben
apoyar las medidas de presión hacia el gobierno, defendiendo que se realicen
asambleas abiertas en las facultades para que las bases impulsen la toma de
decisiones de manera democrática. Apoyando la lucha y participando activamente,
los estudiantes pueden defender más efectivamente su derecho a participar de la
reprogramación de los lapsos académicos, así como plantear la realización de
cursos intensivos y otras fórmulas para mitigar la pérdida de clases. De igual
manera pueden presionar por el levantamiento de pliegos unitarios de exigencias
al gobierno que incluyan reclamos estudiantiles, como homologación de las becas
y preparadurías, mejoramiento de los servicios estudiantiles, entre otros.
Aportando una visión
crítica de la situación general de las universidades, los estudiantes pueden
incorporar al conflicto la discusión sobre la necesidad de una profunda
transformación democrática que permita enfrentar y revertir la degradación que
sufren estas instituciones, para que puedan a su vez jugar un papel relevante
en la crisis social, económica y política del país. Una derrota de los gremios
universitarios en conflicto alejaría aún más esa posibilidad.
Aunque en lo
inmediato implique perder clases, en el mediano y largo plazo, está en el mejor
interés de los estudiantes que los asalariados universitarios logren sus
reivindicaciones, por esa razón los estudiantes no deben oponerse a las
paralizaciones y acciones de protesta o permanecer neutrales ante la lucha
justa de todos los trabajadores universitarios.
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