Luis Fuenmayor Toro
Todos nuestros gobiernos han sido demagogos. Siempre han prometido cosas que saben no ejecutarán. Esta conducta ocurre sobre todo en campañas electorales, que en estos últimos 15 años ha sido siempre, pero también en otros momentos críticos se vuelven muy efusivos en cuanto a promesas. El gobierno de Chávez se caracterizó por desplegar esta conducta en grado máximo. La llevó, como hizo con todas las lacras adecocopeyanas, a niveles inimaginables. Ese fue el legado que recibió Nicolás Maduro y que ha continuado profundizando en la medida que se agravan los problemas.
Hemos visto multiplicare las promesas. La motivación era electoral. Las medidas de reducción compulsiva de precios han podido instrumentarse hace meses, pero el gobierno prefirió a vender con los mismos precios en sus automercados, con lo que se sumaba a la “especulación” reinante. Y así continuó hasta que los estudios de opinión demostraron un peligro real de perder las elecciones, ante el fracaso de los programas “Gobierno de calle”, “Patria segura” y el último de lucha contra la corrupción.
El fracaso estrepitoso de estos tres programas electorales lleva a la dirección bolivariana a buscar medidas de acción inmediata, efectistas, como las tomadas sobre los precios de bienes semidurables. Comprar a precios rebajados era ya muy bueno y mejor aún si era por la acción justiciera del gobierno. Con esta acción la imagen gubernamental se apreció punitiva para con los estafadores, reivindicadora de los derechos populares y generadora de un gran beneficio a los compradores.
Hemos visto multiplicare las promesas. La motivación era electoral. Las medidas de reducción compulsiva de precios han podido instrumentarse hace meses, pero el gobierno prefirió a vender con los mismos precios en sus automercados, con lo que se sumaba a la “especulación” reinante. Y así continuó hasta que los estudios de opinión demostraron un peligro real de perder las elecciones, ante el fracaso de los programas “Gobierno de calle”, “Patria segura” y el último de lucha contra la corrupción.
El fracaso estrepitoso de estos tres programas electorales lleva a la dirección bolivariana a buscar medidas de acción inmediata, efectistas, como las tomadas sobre los precios de bienes semidurables. Comprar a precios rebajados era ya muy bueno y mejor aún si era por la acción justiciera del gobierno. Con esta acción la imagen gubernamental se apreció punitiva para con los estafadores, reivindicadora de los derechos populares y generadora de un gran beneficio a los compradores.
Entre las promesas descaradamente demagógicas estuvo: “Vamos a cubrir al país con la
Gran Misión Barrio Nuevo, Barrio Tricolor, para llevar los servicios públicos que necesitan las comunidades, los ambulatorios, el sistema de agua, sistema de recolección de basura, las escuelas, los Simoncitos". Es decir, el gobierno decidió construir ciudades, algo que debió iniciar hace 15 años y que requerirá unas dos décadas para realizarlo. Mentira gigantesca, pero con un importante efecto electoral sobre los devotos del régimen, que al final era lo que importaba.
Pero hoy, luego de pasado el evento electoral, la realidad hace ya hablar de lo que no se dijo, siempre tratando de minimizar sus efectos. Ahora viene la realidad: gasolina a Bs. 2,70 el litro, incremento que se hará por parte y que dejará pálido al aumento del pasado adecocopeyano; alza de las tarifas eléctricas, pues un 30% de esta energía se genera con combustibles; aumento de pasajes urbanos e interurbanos, de los precios de alimentos y demás mercancías al elevarse los costos de producción, almacenaje y transporte.
Vendrá una nueva devaluación y otras medidas cambiarias, pero se dirá que no son imposiciones del FMI sino decisiones soberanas del gobierno del pueblo, que puede hacer su vida más miserable pero es su gobierno.
Pero hoy, luego de pasado el evento electoral, la realidad hace ya hablar de lo que no se dijo, siempre tratando de minimizar sus efectos. Ahora viene la realidad: gasolina a Bs. 2,70 el litro, incremento que se hará por parte y que dejará pálido al aumento del pasado adecocopeyano; alza de las tarifas eléctricas, pues un 30% de esta energía se genera con combustibles; aumento de pasajes urbanos e interurbanos, de los precios de alimentos y demás mercancías al elevarse los costos de producción, almacenaje y transporte.
Vendrá una nueva devaluación y otras medidas cambiarias, pero se dirá que no son imposiciones del FMI sino decisiones soberanas del gobierno del pueblo, que puede hacer su vida más miserable pero es su gobierno.
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