La muerte de
Kadafi ratifica el fin de la dictadura que, en realidad, se había producido en
agosto cuando los milicianos del pueblo rebelde tomaron Trípoli. Fue solo el
último capítulo de su caída. Por eso terminó refugiado en una alcantarilla,
casi en soledad y solo armado con una pistola de oro.
La imágenes del final del otrora poderoso Kadafi, fruto de un video casero de un combatiente, ratifican también que fue el pueblo rebelde armado y no la OTAN los que terminaron con este déspota. Durante horas las cadenas noticiosas dieron la versión de muerto por un bombardeo de la OTAN. Pero las imágenes lo desmintieron. Fueron los combatientes los que lo capturaron y resolvieron su final. Ni el gobierno libio del CNT ni el imperialismo pudieron dar ninguna orden ni participar de esta resolución. Bastó ver a Hillary Clinton sorprenderse de la noticia, mirando su Blackberry, para confirmarlo.
No es un hecho
menor sino la confirmación de que en Libia hubo un triunfo de una revolución
democrática, que es parte de la “primavera árabe” que se inició en Túnez y
Egipto. Los bombardeos de la OTAN en Libia siempre tuvieron el objetivo de
buscar una negociación entre Kadhafi y los opositores para evitar que
triunfara una nueva revolución árabe, pero esta vez de un pueblo armado.
En realidad
trataban de salvar a un amigo. Por eso tampoco la OTAN nunca dio armas a los
rebeldes que se armaron con lo que encontraban a su paso.
Kadafi era
un ex nacionalista burgués (al estilo Nasser, Perón o Chávez hoy) devenido,
desde los 90, en aliado y agente del imperialismo y las multinacionales del
petróleo. Es lamentable que aún existan dirigentes políticos, como el
presidente Hugo Chávez, que definan al dictador y asesino de Kadhafi como un
”mártir” de la revolución y del antiimperialismo. Hasta los documentos
encontrados en su ex bunker, demostraron que fue agente de la CIA y que,
durante la guerra civil, lo asesoraban ex funcionarios de Bush.
La muerte de
Kadafi no da por terminada la revolución en Libia ni en los demás países
árabes. Eso es lo que pretenden el imperialismo y los nuevos gobiernos
capitalistas que se hicieron del poder en Egipto, Túnez y Libia. Los Obama,
Sarkozy o Berlusconi, que antes apoyaban a los dictadores árabes ahora
proclaman que ya “triunfó la democracia” para pasar a sostener a los nuevos
gobiernos y pactar con ellos la continuidad de las multinacionales y los planes
de ajuste a los pueblos.
En realidad
el proceso revolucionario árabe continua y en él se combinan distintas tareas.
En Siria, Yemen, Bahrein, Argelia, Marruecos y otros países, sigue la lucha por
terminar con sus dictaduras. En especial, la tarea de apoyar durante la guerra
civil la lucha de los pueblos por derribar al carnicero sirio de Bashar Al
Assad y al régimen dictatorial de Saleh de Yemen. En Túnez, Egipto y Libia la
tarea de los pueblos pasa por enfrentar a los nuevos gobiernos que
quieren congelar las revoluciones y que no se salga de los marcos del
capitalismo.
En Libia, el
gobierno del Consejo Nacional de Transición (CNT) está integrado por ex
ministros de Kadhafi y ha pactado con la OTAN y el imperialismo seguir los
negocios petroleros. Por eso se inicia un nuevo capítulo de la revolución. El
pueblo libio que luchó para tener libertades, control sobre el petróleo y un
mejor nivel de vida, va a ver defraudadas sus expectativas y terminará
enfrentado al nuevo gobierno. Esto ya empieza a suceder en Túnez y Egipto donde
la juventud y los trabajadores no ven cambios sustanciales en su situación
social. Ninguna multinacional ha sido expropiada. En Túnez y Egipto se han dado
huelgas por reclamos salariales o por trabajo. Solo en Túnez se han registrado
más de 1500 conflictos laborales luego de la caída de la dictadura. En el
Cairo, los estudiantes salieron a reclamar reformas al sistema educativo. La
juventud fue reprimida cuando tomaron la embajada de Israel reclamando una
ruptura de relaciones con el sionismo.
Por eso, en
Túnez, Egipto y Libia, la tarea de los socialistas revolucionarios es apoyar la
movilización de los trabajadores y la juventud por un programa de lucha para
lograr salario, trabajo, salud y educación para todos, por la expropiación de
las multinacionales y de los bienes de los ex gobernantes, los militares, y sus
familias por el juzgamiento y la cárcel a todos los genocidas, en la
perspectiva de lograr un nuevo poder de los trabajadores, la juventud y el
pueblo.
En ese
camino hay que fortalecer y desarrollar todas las formas de autoorganización
como los comités revolucionarios y las milicias populares de Libia; las
organizaciones juveniles o los nuevos sindicatos independientes como los que
han surgido en Túnez y Egipto.
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