Simón Rodríguez Porras |
Por: Irma Barreto
La reciente detención, interrogatorio y confiscación de libros a Simón Rodríguez Porras, del partido Socialismo y Libertad, en el aeropuerto de Maiquetía, es un evidente signo de que el gobierno venezolano está retornando a fases oscuras de la historia, fases que creíamos ya sepultadas.
Hechos como éste, sumados a la agobiante situación de carestía, inflación, escasez de productos básicos y medicinas, alarmante inseguridad, no pueden sumergirse en el silencio. Es responsabilidad no sólo de quienes hemos librado arduas batallas desde décadas pasadas, sino de las nuevas generaciones fogueadas en los sectores populares e incorporadas a la lucha social por una transformación real de la sociedad, hacer oír su voz sobre tales desmanes.
Métodos dictatoriales
Cuando en un aeropuerto internacional los pasajeros son sometidos a requisición de libros y publicaciones de libre circulación, algo anda muy mal en el seno de esa sociedad. Por lo general, en los aeropuertos hay detectores de metales (para evitar el paso de armas) y medidas de prevención contra el tráfico de drogas. Si tales medidas se extienden al material de lectura, estamos pisando el terreno de férreas dictaduras, temerosas de ser “desestabilizadas”.
¿Acaso Simón Rodríguez Porras portaba publicaciones “subversivas”, llamando a la rebelión, a la guerra, a la insurrección?
Veamos su denuncia: “El 16 de octubre llegué al aeropuerto internacional de Maiquetía, procedente de Buenos Aires. Durante la revisión de mi equipaje por parte de funcionarios del Seniat, éstos se percataron de que llevaba algunos libros y revistas sobre temas políticos e inmediatamente reportaron el caso al Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin) (…) Según palabras del funcionario superior a cargo, se trataba de materiales “desestabilizadores” y por eso requirió la actuación del Sebin (…)”
¿Cuáles fueron los peligrosos materiales “desestabilizadores” confiscados por las autoridades venezolanas?
En su denuncia señala Simón Rodríguez que traía algunos ejemplares del libro “Polémica con el Che Guevara”, compilación de textos del Che y de Nahuel Moreno publicada a cincuenta años del asesinato del revolucionario argentino, y dos ediciones de la revista Correspondencia Internacional; esta última con artículos sobre los 100 años de la revolución rusa.
El funcionario encargado de la “retención preventiva” de dichas publicaciones objetó que se trataba de “materiales desestabilizadores”.
Muy carcomidas deben estar las estructuras de un gobierno que teme ser desestabilizado por las enseñanzas centenarias de la revolución rusa o por las fogosas polémicas del Che Guevara, a 50 años de su asesinato.
El silencio, peligroso cómplice
Si preocupante es la aplicación de tales métodos en el siglo XXI, no lo es menos el silencio de luchadores, veteranos o de las nuevas generaciones, quienes convierten en pasividad lo que debiera ser una acción conjunta de protesta.
La situación caótica que atraviesa Venezuela en el plano económico, agravada con métodos inquisitoriales por discrepancia en el terreno político, está invocando respuesta inmediata de quienes no se sientan cómplices de tales desafueros. La cúpula hoy en el poder, obnubilada por la extraña “victoria” en las recientes elecciones regionales no ha tomado en cuenta un factor decisivo: el pueblo no retrocede. Así titulamos un artículo nuestro, publicado en Aporrea (https://www.aporrea.org/oposicion/a141371.html), cuya idea central es preciso retomar: “Las grandes mayorías que en 1998 votaron por Hugo Chávez estaban clamando por un cambio radical de la sociedad, que pusiera fin a la falacia de “democracia representativa” donde el pueblo jamás se sintió representado ni tomado en cuenta (…) Conscientes de que ese cambio radical no se ha operado, estas mayorías siguen dispuestas a convertirse en auténtico sujeto de la historia”. El pueblo venezolano no retrocede votando por sus opresores de ayer, pero no será cómplice de desafueros.
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