Sin tener otra alternativa para enfrentar la crisis, vendedores de comida de Villa Colombia suben sus precios, recurren a revendedores y vislumbran con preocupación el 2016 Archivo
Correo del Caroní
Raúl Vejar
Ciudad Guayana es la tercera ciudad con más crecimiento del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) del país según cifras (parciales) publicadas por el Banco Central de Venezuela (BCV) el 15 de enero, correspondientes a enero-septiembre de 2015.
Vendedores de comida que sobreviven en esta economía hiperinflacionaria y que deben mantener sus negocios contracorriente temen al avance de la inflación que solo complica aún más la obtención de materia prima y afecte más sus ventas.
Por ejemplo: quienes viven de la venta de empanadas, de cachapas y de almuerzos, en el sector Villa Colombia, en Puerto Ordaz, y tienen hasta siete años en sus puestos de comida, temen al golpe duro de la economía.
Sufren el doble filo de la espada de la espada: sus negocios y sus hogares. La canasta básica de 2015,que cerró con una cifra de 121 mil 853 bolívares, se cuadruplicó en un año.
Negocios en apuros
Para los que trabajan y no tienen tiempo de hacer cola, no les queda otra opción que comprar su materia prima a revendedores con precios muy altos.
Eurides Marcano vende maíz molido para cachapas y tiene seis años con su negocio. Para él son “inmensas” las preocupaciones para el inicio de este nuevo año: “Si todo sigue como va y uno no puede conseguir la mercancía, llegará el momento en que tengamos que cerrar”.
A pesar del violento avance de la hiperfinflación, el gobierno Venezolano continúa eludiendo responsabilidades, otorgándole gran parte de la culpa del déficit económico a factores externos y no a decisiones gubernamentales.
Para Marcano, la realidad es otra. Opina que la mala mano del gobierno lo ha empeorado todo y admite que el público siempre requiere precios justos pero, lamentándolo mucho, el aumento de su producto es inevitable, no solo por la compra a altos precios de su materia prima, sino por la misma inflación descuidada por el Ejecutivo que lo obliga a buscar ganancias adecuadas para el sustento de su familia. “Mientras más caro uno vende, la gente huye más de los puestos de comida”, lamenta.
Lo que ellos y los consumidores saben en la calle y desde sus bolsillos, el BCV lo ocultó hasta horas antes del balance de gestión de Maduro, el viernes: los alimentos fue el grupo con mayor inflación entre julio y septiembre del año pasado.
Trabajar o hacer cola
Janet Carreño tiene claro un tema: “Si voy a hacer cola, no trabajo”. Tiene siete años en su puesto y recurre constantemente a revendedores para sustentar su negocio y no parar las ventas. Productos que necesita para su venta de cachapas, como la mantequilla, el aceite y el azúcar, escasean todo el tiempo y asimismo sus precios aumentan.
Esta dinámica no es descabellada: se trata de la ley del mercado. 70 por ciento de los alimentos que se consumen en Venezuela son importados, es decir, requieren de divisas para su pago. Las regulaciones de precios que el gobierno se ha esmerado en imponer tienen un alcance sólo dentro de las fronteras; fuera de ellas se debe pagar… en moneda extranjera.
El BCV lo explica: “Los resultados reseñados se producen en un contexto general caracterizado por una reducción de la oferta de bienes de consumo final, debido a la baja en las importaciones y a la merma en la producción nacional, circunstancias a su vez influenciadas por la caída de los precios internacionales del petróleo”.
Si bien la caída de los precios de la cesta criolla de crudo no es la raíz de la crisis financiera nacional, el desplome del commodity termina apurando el desenlace del efecto burbuja en las finanzas nacionales: 95 por ciento de los dólares que ingresan en el país provienen de la venta del petróleo.
Los esfuerzos de estos ciudadanos que libran una lucha contra el colapso macroeconómico, catapultado durante todo el año 2015, son bastante forzosos. El retroceso productivo, la falta de una buena gestión económica y la caída de los precios del petróleo no pintan un panorama agradable para lo que depara el 2016.
Y para Carreño “lo que está a la vista es algo muy rudo”, debido a que obtener el sustento se le complica más día tras día.
Manifiesta con preocupación la aparición de quejas por el precio de las cachapas (200 bolívares una sola, 400 con queso y mantequilla; con cochino, mil) pero busca la forma más correcta de cuadrar sus costos; según dice, no todos son muy conscientes de lo que implica mantener un negocio de comida en estos tiempos.
Panorama complicado
Quienes asumen la inflación como un modo de hacer política siempre pensaran que existe una inflación buena y una mala, siendo buena en la medida que contribuya a diluir imperceptiblemente los ingresos de los ciudadanos a favor del financiamiento de las políticas del Estado, y mala cuando se haga visible e incontrolable la erosión de los ingresos de los ciudadanos como producto del financiamiento público con impresión de dinero sin respaldo. Willians Ruiz, economista y profesor de Teoría y Política Monetaria, para cedice.org.ve.
El economista y profesor de Política Monetaria, en la Universidad de Carabobo, Willians Ruiz, afirma que se debe atajar este problema de raíz: eliminar la emisión de dinero sin respaldo.
“No es posible hablar de inflación como una consecuencia que tiene asidero en ataques especulativos, incrementos de costos, aumentos de demandas, etc. Hay que tener responsabilidad y entender que la inflación no es otra cosa que el deterioro del poder adquisitivo del dinero y que en Venezuela ha sido una política continuada, incluso está en los planes de quienes aún no asumen el poder. Debemos obligar a los políticos a ser eficientes, establecer presupuestos equilibrados y a procurar restablecer el poder adquisitivo”, sostiene en un análisis reciente para la asociación civil Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice Libertad).
Para finales de 2015, 23 de los 58 productos de la canasta básica escasearon, entre ellos: la leche en polvo, atún enlatado, pollo, carne de res, margarina, azúcar, pernil, aceite de maíz y huevos. Ante la posible llegada de una crisis alimentaria peor que la vista el año pasado, José Carvajal, que tiene una venta de empanadas, vislumbra un año dificultoso.
“La mayoría de los productos están sumamente elevados, porque la mayoría de los negocios venden a exagerados precios, debido al trabajo que tengo no tengo tiempo para hacer cola”, expresa Carvajal. Hace un año sus empanadas tenían un costo de 80 bolívares, este año alcanzaron los 150 bolívares
Correo del Caroní
Raúl Vejar
Ciudad Guayana es la tercera ciudad con más crecimiento del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC) del país según cifras (parciales) publicadas por el Banco Central de Venezuela (BCV) el 15 de enero, correspondientes a enero-septiembre de 2015.
Vendedores de comida que sobreviven en esta economía hiperinflacionaria y que deben mantener sus negocios contracorriente temen al avance de la inflación que solo complica aún más la obtención de materia prima y afecte más sus ventas.
Por ejemplo: quienes viven de la venta de empanadas, de cachapas y de almuerzos, en el sector Villa Colombia, en Puerto Ordaz, y tienen hasta siete años en sus puestos de comida, temen al golpe duro de la economía.
Sufren el doble filo de la espada de la espada: sus negocios y sus hogares. La canasta básica de 2015,que cerró con una cifra de 121 mil 853 bolívares, se cuadruplicó en un año.
Negocios en apuros
Para los que trabajan y no tienen tiempo de hacer cola, no les queda otra opción que comprar su materia prima a revendedores con precios muy altos.
Eurides Marcano vende maíz molido para cachapas y tiene seis años con su negocio. Para él son “inmensas” las preocupaciones para el inicio de este nuevo año: “Si todo sigue como va y uno no puede conseguir la mercancía, llegará el momento en que tengamos que cerrar”.
A pesar del violento avance de la hiperfinflación, el gobierno Venezolano continúa eludiendo responsabilidades, otorgándole gran parte de la culpa del déficit económico a factores externos y no a decisiones gubernamentales.
Para Marcano, la realidad es otra. Opina que la mala mano del gobierno lo ha empeorado todo y admite que el público siempre requiere precios justos pero, lamentándolo mucho, el aumento de su producto es inevitable, no solo por la compra a altos precios de su materia prima, sino por la misma inflación descuidada por el Ejecutivo que lo obliga a buscar ganancias adecuadas para el sustento de su familia. “Mientras más caro uno vende, la gente huye más de los puestos de comida”, lamenta.
Lo que ellos y los consumidores saben en la calle y desde sus bolsillos, el BCV lo ocultó hasta horas antes del balance de gestión de Maduro, el viernes: los alimentos fue el grupo con mayor inflación entre julio y septiembre del año pasado.
Trabajar o hacer cola
Janet Carreño tiene claro un tema: “Si voy a hacer cola, no trabajo”. Tiene siete años en su puesto y recurre constantemente a revendedores para sustentar su negocio y no parar las ventas. Productos que necesita para su venta de cachapas, como la mantequilla, el aceite y el azúcar, escasean todo el tiempo y asimismo sus precios aumentan.
Esta dinámica no es descabellada: se trata de la ley del mercado. 70 por ciento de los alimentos que se consumen en Venezuela son importados, es decir, requieren de divisas para su pago. Las regulaciones de precios que el gobierno se ha esmerado en imponer tienen un alcance sólo dentro de las fronteras; fuera de ellas se debe pagar… en moneda extranjera.
El BCV lo explica: “Los resultados reseñados se producen en un contexto general caracterizado por una reducción de la oferta de bienes de consumo final, debido a la baja en las importaciones y a la merma en la producción nacional, circunstancias a su vez influenciadas por la caída de los precios internacionales del petróleo”.
Si bien la caída de los precios de la cesta criolla de crudo no es la raíz de la crisis financiera nacional, el desplome del commodity termina apurando el desenlace del efecto burbuja en las finanzas nacionales: 95 por ciento de los dólares que ingresan en el país provienen de la venta del petróleo.
Los esfuerzos de estos ciudadanos que libran una lucha contra el colapso macroeconómico, catapultado durante todo el año 2015, son bastante forzosos. El retroceso productivo, la falta de una buena gestión económica y la caída de los precios del petróleo no pintan un panorama agradable para lo que depara el 2016.
Y para Carreño “lo que está a la vista es algo muy rudo”, debido a que obtener el sustento se le complica más día tras día.
Manifiesta con preocupación la aparición de quejas por el precio de las cachapas (200 bolívares una sola, 400 con queso y mantequilla; con cochino, mil) pero busca la forma más correcta de cuadrar sus costos; según dice, no todos son muy conscientes de lo que implica mantener un negocio de comida en estos tiempos.
Panorama complicado
Quienes asumen la inflación como un modo de hacer política siempre pensaran que existe una inflación buena y una mala, siendo buena en la medida que contribuya a diluir imperceptiblemente los ingresos de los ciudadanos a favor del financiamiento de las políticas del Estado, y mala cuando se haga visible e incontrolable la erosión de los ingresos de los ciudadanos como producto del financiamiento público con impresión de dinero sin respaldo. Willians Ruiz, economista y profesor de Teoría y Política Monetaria, para cedice.org.ve.
El economista y profesor de Política Monetaria, en la Universidad de Carabobo, Willians Ruiz, afirma que se debe atajar este problema de raíz: eliminar la emisión de dinero sin respaldo.
“No es posible hablar de inflación como una consecuencia que tiene asidero en ataques especulativos, incrementos de costos, aumentos de demandas, etc. Hay que tener responsabilidad y entender que la inflación no es otra cosa que el deterioro del poder adquisitivo del dinero y que en Venezuela ha sido una política continuada, incluso está en los planes de quienes aún no asumen el poder. Debemos obligar a los políticos a ser eficientes, establecer presupuestos equilibrados y a procurar restablecer el poder adquisitivo”, sostiene en un análisis reciente para la asociación civil Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (Cedice Libertad).
Para finales de 2015, 23 de los 58 productos de la canasta básica escasearon, entre ellos: la leche en polvo, atún enlatado, pollo, carne de res, margarina, azúcar, pernil, aceite de maíz y huevos. Ante la posible llegada de una crisis alimentaria peor que la vista el año pasado, José Carvajal, que tiene una venta de empanadas, vislumbra un año dificultoso.
“La mayoría de los productos están sumamente elevados, porque la mayoría de los negocios venden a exagerados precios, debido al trabajo que tengo no tengo tiempo para hacer cola”, expresa Carvajal. Hace un año sus empanadas tenían un costo de 80 bolívares, este año alcanzaron los 150 bolívares
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