V. I. Lenin
Marzo 1913
Primera edición 1980
NOTA DEL EDITOR
La presente versión ha sido realizada sobre la base de
diversas ediciones en lengua castellana y confrontada con el original ruso.
TRES FUENTES Y TRES PARTES
INTEGRANTES DEL MARXISMO
INTEGRANTES DEL MARXISMO
La doctrina de Marx suscita en todo el
mundo civilizado la mayor hostilidad y el odio de toda la ciencia burguesa
(tanto la oficial como la liberal), que ve en el marxismo algo así como una
"secta perniciosa". Y no puede esperarse otra actitud, pues en una
sociedad que tiene como base la lucha de clases no puede existir una ciencia
social "imparcial". De uno u otro modo, toda la ciencia
oficial y liberal defiende la esclavitud asalariada, mientras que el
marxismo ha declarado una guerra implacable a esa esclavitud. Esperar que la
ciencia sea imparcial en una sociedad de esclavitud asalariada, sería la misma
absurda ingenuidad que esperar imparcialidad por parte de los fabricantes en lo
que se refiere al problema de si deben aumentarse los salarios de los obreros
disminuyendo los beneficios del capital.
Pero hay más. La historia de la filosofía y
la historia de la ciencia social muestran con diáfana claridad que en el
marxismo nada hay que se parezca al "sectarismo", en el sentido de
que sea una doctrina fanática, petrificada, surgida al margen de la vía principal que ha
seguido el desarrollo de la civilización mundial. Por el contrario, lo genial
en Marx es, precisamente, que dio respuesta a los problemas que el pensamiento
de avanzada de la humanidad había planteado ya. Su doctrina surgió como la continuación
directa e inmediata de las doctrinas de los más grandes representantes de la
filosofía, la economía política y el socialismo.
La doctrina de Marx es omnipotente porque
es verdadera. Es completa y armónica, y brinda a los hombres una concepción
integral del mundo, intransigente con toda superstición, con toda reacción y
con toda defensa de la opresión burguesa. El marxismo es el heredero legítimo
de lo mejor que la humanidad creó en el siglo XIX: la filosofía alemana, la
economía política inglesa y el socialismo francés.
Nos detendremos brevemente en estas tres
fuentes del marxismo, que constituyen, a la vez, sus partes integrantes.
1.- La filosofía del marxismo es el materialismo.
A lo largo de toda la historia moderna de Europa, y en especial en Francia a
fines del siglo XVIII, donde se desarrolló la batalla decisiva contra toda la
escoria medieval, contra el feudalismo en las instituciones y en las ideas, el
materialismo se mostró como la única filosofía consecuente, fiel a todo lo que
enseñan las ciencias naturales, hostil a la superstición, a la mojigata
hipocresía, etc. Por eso, los enemigos de la democracia empeñaron todos sus
esfuerzos para tratar de "refutar", minar, difamar el materialismo y
salieron en defensa de las diversas formas del idealismo filosófico, que se
reduce siempre, de una u otra forma, a la defensa o al apoyo de la religión.
Marx y Engels defendieron del modo más
enérgico el materialismo filosófico y explicaron reiteradas veces el profundo
error que significaba toda desviación de esa base. En las obras de Engels Ludwig
Feuerbach y Anti-Dühring, que -- al igual que el Manifiesto
Comunista -- son los libros de cabecera de todo obrero con conciencia
de clase, es donde aparecen expuestas con mayor claridad y detalle sus
opiniones.
Pero Marx no se detuvo en el materialismo
del siglo XVIII, sino que desarrolló la filosofía llevándola a un nivel
superior. La enriqueció con los logros de la filosofía clásica alemana, en
especial con el sistema de Hegel, el que, a su vez, había conducido al
materialismo de Feuerbach. El principal de estos logros es la dialéctica,
es decir, la doctrina del desarrollo en su forma más completa, profunda y libre
de unilateralidad, la doctrina acerca de lo relativo del conocimiento humano,
que nos da un reflejo de la materia en perpetuo desarrollo. Los novísimos
descubrimientos de las ciencias naturales -- el radio, los electrones, la
trasformación de los elementos -- son una admirable confirmación del
materialismo dialéctico de Marx, quiéranlo o no las doctrinas de los filósofos
burgueses, y sus "nuevos" retornos al viejo y decadente idealismo.
Marx profundizó y desarrolló totalmente el
materialismo filosófico, e hizo extensivo el conocimiento de la naturaleza al
conocimiento de la sociedad humana. El materialismo histórico de
Marx es una enorme conquista del pensamiento científico. Al caos y la
arbitrariedad que imperan hasta entonces en los puntos de vista sobre historia
y política, sucedió una teoría científica asombrosamente completa y armónica,
que muestra cómo, en virtud del desarrollo de las fuerzas productivas, de un
sistema de vida social surge otro más elevado; cómo del feudalismo, por
ejemplo, nace el capitalismo.
Así como el conocimiento del hombre refleja
la naturaleza (es decir, la materia en desarrollo), que existe
independientemente de él, así el conocimiento social del hombre (es decir, las
diversas concepciones y doctrinas filosóficas, religiosas, políticas, etc.),
refleja el régimen económico de la sociedad. Las instituciones políticas
son la superestructura que se alza sobre la base económica. Así vemos, por
ejemplo, que las diversas formas políticas de los Estados europeos modernos
sirven para reforzar la dominación de la burguesía sobre el proletariado.
La filosofía de Marx es un materialismo
filosófico acabado, que ha proporcionado a la humanidad, y sobre todo a la
clase obrera, la poderosa arma del saber.
2.- Después de haber comprendido que el régimen
económico es la base sobre la cual se erige la superestructura política, Marx
se entregó sobre todo al estudio atento de ese sistema económico. La obra
principal de Marx, El Capital, está con sagrada al estudio del régimen
económico de la sociedad moderna, es decir, la capitalista.
La economía política clásica anterior a
Marx surgió en Inglaterra, el país capitalista más desarrollado. Adam Smith y
David Ricardo, en sus investigaciones del régimen económico, sentaron las bases
de la teoría del valor por el trabajo Marx prosiguió su obra; demostró
estrictamente esa teoría y la desarrolló consecuentemente; mostró que el valor
de toda mercancía está determinado por la cantidad de tiempo de trabajo
socialmente necesario invertido en su producción.
Allí donde los economistas burgueses veían
relaciones entre objetos (cambio de una mercancía por otra), Marx descubrió relaciones
entre personas. El cambio de mercancías expresa el vínculo establecido a
través del mercado entre los productores aislados. El dinero, al unir
indisolublemente en un todo único la vida económica íntegra de los productores
aislados, significa que este vínculo se hace cada vez más estrecho. El
capital significa un desarrollo ulterior de este vínculo: la fuerza de
trabajo del hombre se trasforma en mercancía.
El obrero asalariado vende su
fuerza de trabajo al propietario de la tierra, de las fábricas, de los
instrumentos de trabajo. El obrero emplea una parte de la jornada de trabajo en
cubrir el costo de su sustento y el de su familia (salario); durante la otra
parte de la jornada trabaja gratis, creando para el capitalista la plusvalía,
fuente de las ganancias, fuente de la riqueza de la clase capitalista.
La teoría de la plusvalía es la piedra
angular de la teoría económica de Marx.
El capital, creado por el trabajo del
obrero, oprime al obrero, arruina a los pequeños propietarios y crea un ejército
de desocupados. En la industria, el triunfo de la gran producción se advierte
en seguida, pero también en la agricultura se observa ese mismo fenómeno, donde
la superioridad de la gran agricultura capitalista es acrecentada, aumenta el
empleo de maquinaria, y la economía campesina, atrapada por el capital
monetario, languidece y se arruina bajo el peso de su técnica atrasada. En la
agricultura la decadencia de la pequeña producción asume otras formas, pero es
un hecho indiscutible.
Al azotar la pequeña producción, el capital
lleva al aumento de la productividad del trabajo y a la creación de una
situación de monopolio para los consorcios de los grandes capitalistas. La
misma producción va adquiriendo cada vez más un carácter social -- cientos de
miles y millones de obreros ligados entre sí en un organismo económico
sistemático --, mientras que un puñado de capitalistas se apropia del producto
de este trabajo colectivo. Se intensifican la anarquía de la producción, las
crisis, la carrera desesperada en busca de mercados, y se vuelve más insegura
la vida de las masas de la población.
Al aumentar la dependencia de los obreros
hacia el capital, el sistema capitalista crea la gran fuerza del trabajo
conjunto.
Marx sigue el desarrollo del capitalismo
desde los primeros gérmenes de la economía mercantil, desde el simple trueque,
hasta sus formas más elevadas, hasta la gran producción.
Y la experiencia de todos los países
capitalistas, viejos y nuevos, demuestra claramente, año tras año, a un número
cada vez mayor de obreros, la veracidad de esta doctrina de Marx.
El capitalismo ha triunfado en el mundo
entero, pero este triunfo no es más que el preludio del triunfo del trabajo
sobre el capital.
3.- Cuando fue derrocado el feudalismo y surgió
en el mundo la "libre" sociedad capitalista, en seguida se puso de
manifiesto que esa libertad representaba un nuevo sistema de opresión y
explotación del pueblo trabajador. Como reflejo de esa opresión y como protesta
contra ella, aparecieron inmediatamente diversas doctrinas socialistas. Sin
embargo, el socialismo primitivo era un socialismo utópico. Criticaba la
sociedad capitalista, la condenaba, la maldecía, soñaba con su destrucción,
imaginaba un régimen superior, y se esforzaba por hacer que los ricos se
convencieran de la inmoralidad de la explotación.
Pero el socialismo utópico no podía indicar
una solución real. No podía explicar la verdadera naturaleza de la esclavitud
asalariada bajo el capitalismo, no podía descubrir las leyes del desarrollo
capitalista, ni señalar qué fuerza social está en condiciones de
convertirse en creadora de una nueva sociedad.
Entretanto, las tormentosas revoluciones
que en toda Europa, y especialmente en Francia, acompañaron la caída del
feudalismo, de la servidumbre, revelaban en forma cada vez más palpable que la
base de todo desarrollo y su fuerza motriz era la lucha de clases.
Ni una sola victoria de la libertad
política sobre la clase feudal se logró sin una desesperada resistencia. Ni un
solo país capitalista se formó sobre una base más o menos libre o democrática,
sin una lucha a muerte entre las diversas clases de la sociedad capitalista.
El genio de Marx consiste en haber sido el
primero en deducir de ello la conclusión que enseña la historia del mundo y en
aplicar consecuentemente esas lecciones. La conclusión a que llegó es la
doctrina de la lucha de clases.
Los hombres han sido siempre, en política,
víctimas necias del engaño ajeno y propio, y lo seguirán siendo mientras no
aprendan a descubrir detrás de todas las frases, declaraciones y promesas
morales, religiosas, políticas y sociales, los intereses de una u otra
clase. Los que abogan por reformas y mejoras se verán siempre burlados por los
defensores de lo viejo mientras no comprendan que toda institución vieja, por
bárbara y podrida que parezca, se sostiene por la fuerza de determinadas clases
dominantes. Y para vencer la resistencia de esas clases, sólo hay un
medio: encontrar en la misma sociedad que nos rodea, las fuerzas que pueden --
y, por su situación social, deben -- constituir la fuerza capaz de
barrer lo viejo y crear lo nuevo, y educar y organizar a esas fuerzas para la
lucha.
Sólo el materialismo filosófico de Marx
señaló al proletariado la salida de la esclavitud espiritual en que se han
consumido hasta hoy todas las clases oprimidas. Sólo la teoría económica de
Marx explicó la situación real del proíetariado en el régimen general del
capitalismo.
En el mundo entero, desde Norteamérica
hasta el Japón y desde Suecia hasta el Africa del Sur, se multiplican
organizaciones independientes del proletariado. Este se instruye y educa al
librar su lucha de clase, se despoja de los prejuicios de la sociedad burguesa,
está adquiriendo una cohesión cada vez mayor y aprendiendo a medir el alcance
de sus éxitos, templa sus fuerzas y crece irresistiblemente.
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