Enero 12 de 2012
El Turrón. Colombia
2011 no fue un año fácil, pero sí muy satisfactorio para los
movimientos sociales y populares. Fue el año de la crisis global del
capitalismo, de las aventuras bélicas de Estados Unidos y sus aliados por el
petróleo en Libia, de la profundización de la intromisión gringa en distintas
regiones del mundo y del resquebrajamiento de la Unión Europea. Por otro lado,
también fue el de las revueltas en los países árabes, del levantamiento de los
indignados, del enfrentamiento de los jóvenes del mundo contra el sistema
financiero global, del resurgimiento de la lucha estudiantil en América Latina
y de los pequeños triunfos de los movimientos sociales con Colombia, que vieron
su mayor logro en el archivo de la reforma universitaria del gobierno de Santos
en noviembre.
El mundo presenció en 2011 cambios insospechados. En la plaza Tahrir de El Cairo aún resuenan las consignas de los cientos de miles que lograron sacar del poder a Mubarak y que hoy se enfrentan a la brutalidad con la que el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas de Egipto (Escaf, por su sigla en inglés) pretende continuar la dictadura, con el multimillonario apoyo de EE.UU.
Por su parte, los obreros, desempleados y jóvenes en Grecia
enfrentan con valor la dictadura de los monopolios bancarios franceses y
alemanes, que pretenden imponer con el paquetazo del FMI recortes a sus
derechos fundamentales, culpando a los pobres de la crisis por el simple hecho
de vivir y olvidando que son los especuladores y su codicia sin límite los
causantes de la quiebra del país, tal como ocurre en Italia y otras naciones
del Viejo Continente. Pese a las diferencias en sus propuestas políticas y en
sus tácticas, el enemigo que enfrentan los une a los indignados de la Plaza
Catalunya de Barcelona y la Puerta del Sol de Madrid, que demostraron que nuevas
expresiones organizadas de la rebeldía social empiezan a construirse y a
establecer iniciativas de movilización contra el capital financiero.
Ese 99%
del mundo, que hoy mira atónito sus acciones, nutrirá las luchas del nuevo año
y será de una importancia crucial cuando miles en la cuna del capital
globalizado ocupan Wall Street y otros puntos neurálgicos del inmenso poder
económico de los grandes monopolios internacionales.
En Colombia la situación tampoco dejó de sorprender. Los
antiguos aliados Santos y Uribe lideran hoy orillas opuestas en la pugna que el
nuevo ordenamiento de la economía y las políticas de restitución de tierras han
desatado entre los más ricos del país, en un reajuste del esquema de poder que
estremece tanto las salas de los clubes sociales, como los pasillos del
Capitolio, las estructuras de mando de la Fuerza Pública, los grandes negocios
bendecidos por el TLC, las viejas y nuevas rutas del narcotráfico, y los
señores de la guerra que hoy paralizan seis departamentos del país para demostrar
su poderío.
Al tiempo que el gobierno de la prosperidad democrática
celebra sus triunfos militares contra la insurgencia y, con la muerte de
Alfonso Cano, se asegura la continuidad del Plan Colombia, sigue buscando
entregar los recursos naturales del país a las multinacionales mineras y
petroleras, que planean gigantescas explotaciones en múltiples puntos del
territorio nacional con consecuencias que nadie ha medido en el medio ambiente
y la salud de los colombianos. Paralelamente, siguiendo la senda de su
antecesor y aprovechando su aplastante mayoría en el Congreso, Santos ha
impuesto reformas que siguen profundizando el neoliberalismo, concentrando la
riqueza en manos de los grandes monopolios y el sector financiero, aumentando
la brecha entre ricos y pobres en el cuarto país más desigual del mundo y el
primero en este vergonzoso lugar en América del Sur, entregando la salud a las
EPS, privatizando la educación, negando a los trabajadores salarios justos por
su labor y alejando de millones el sueño de pensionarse algún día.
Pero no todo estuvo de parte del aristocrático gobernante
bogotano. Mientras se ocupaba de sus peleas con su antiguo padrino político y
del efecto nefasto de unas lluvias que prácticamente no pararon en todo el año,
Santos debió enfrentar el resurgimiento de diferentes luchas populares que, de
una u otra manera, lo pusieron en apuros para adelantar algunos de sus planes o
le plantearon retos ante una opinión pública que no secundaba que a la protesta
social se le atendiera con madera, gas lacrimógeno y balas. No por nada ante el
paro camionero al incio del año el Ejecutivo optó por aplazar la aplicación de
las medidas que iban en contra de los intereses de los trabajadores y pequeños
propietarios del transporte de carga, ordenando una feroz represión nocturna
contra quienes dormían en los vehículos luego del acuerdo alcanzado.
Por su parte, otros sectores sociales continuaron caminando
hacia la unidad de sus sueños: la confluencia de cientos de organizaciones
populares en los procesos de la Comosoc, la Marcha Patriótica y el Congreso de
los Pueblos está poniendo sobre la mesa la necesidad de hacer confluir las
propuestas y las luchas de todos los que quieren un país diferente en un
programa común, en la formulación de los caminos de cambio que debe dar
Colombia. Nuevos aires se respiran luego del Encuentro Nacional por la Tierra y
la Paz de Barrancabermeja y del Congreso Nacional de Tierras, Territorios y
Soberanía de Cali, y es de esperar que se sigan profundizándose estas alianzas.
Adicionalmente, los estudiantes nos dieron a todos un gran
ejemplo de lucha: luego de más de una década de trabajo por unir a sus
organizaciones y procesos, lograron conformar la Mesa Amplia Nacional
Estudiantil (MANE) y, con ella, enfrentar una reforma educativa que se
encargaba de privatizar de hecho lo poco que le quedaba a los jóvenes del país.
A la reforma a la Ley 30 respondió masivamente el
estudiantado, los trabajadores y los profesores, en jornadas históricas, como
la del 10 de noviembre, que reunieron en las calles a centenares de miles de
personas por primera vez en décadas para exigir su derecho a una educación
digna, de calidad y pública, así como unos cambios a la Ley que atiendan los
deseos y aspiraciones de la mayoría de los colombianos. Rompieron el velo los
universitarios y demostraron su solidaridad con sus compañeros en Chile, con
los obreros petroleros en huelga en Puerto Gaitán, con los mineros, con los
indígenas, con los campesinos y con los demás sectores que, como ellos, hoy
luchan contra el gigantesco poder de los monopolios trasnacionales y sus
representantes en el gobierno.
Triunfaron los estudiantes, gracias a su determinación,
unidad y solidaridad. Y aunque sólo lograron el archivo de la reforma,
mostraron que también se pueden enfrentar las locomotoras del saqueo y ganar,
soñando que otro país sí es posible y que todos los sectores sociales pueden y
deben seguir su ejemplo. 2012 será el año del gran reto, de pensar en que está
en nuestras manos volver a caminar la ruta de nuestros sueños, pues en 2011
empezamos a retomar las calles para caminarla.
¡Compartir támbién es crear un mundo nuevo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por compartir con todos tus comentarios y opiones