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domingo, 25 de noviembre de 2018

Se consolida y potencia el reanimamiento del movimiento de los trabajadores venezolanos

Asamblea de trabajadores en la UCV
Por Nelson Gámez


La importancia de enarbolar la autonomía, 
la independencia política y la unidad de la 
clase trabajadora en sus luchas actuales

El 2018 arrancó con nuevos vientos que intentaban contrarrestar los efectos nocivos de la brutal ofensiva política, económica y social del gobierno, y las huracanadas ráfagas de la hiperinflación que destruían todo a su paso, entre ellos, la capacidad de compra de los salarios de la clase trabajadora venezolana. Con enero llegaron las primeras y tímidas manifestaciones, casi que individualizadas o de pequeñísimos grupos, de dirigentes sindicales y algunos trabajadores y trabajadoras de base, que jugándose el pellejo se atrevían a reclamar mejores salarios capaces de recomponer su capacidad adquisitiva.

Efectivamente no fueron muy notorias estas luchas y hasta parecían quiméricas, si se tenía en cuenta que sólo cinco o seis meses atrás la gran rebelión contra Maduro había sido sofocada fruto de la criminal acción ejercida por el gobierno a través de su aparato represivo y al desgaste político y físico, no menos criminal, al que la condujeron todos los integrantes de la mal recordada Mesa de la Unidad Democrática (MUD), quienes terminaron de espaldas a la población y de los luchadores, desarrollando una negociación que le brindó un importante tanque de oxígeno al gobierno y al régimen.


Pero más allá de su tamaño, de su capacidad de lucha, de su dispersión e incluso de sus posibilidades reales de triunfo, estas primeras acciones eran la expresión clara e inequívoca que se gestaba en las entrañas mismas de la clase trabajadora venezolana un resurgir, un reanimamiento que se coloca como un faro de luz y de esperanza en la difícil batalla contra un gobierno y un régimen político que ha degradado en una cruel dictadura.

Las luchas reactivan un gen que estaba adormecido: Autonomía e independencia

Eran exiguas, eran atomizadas e incluso hasta parecían que involucionaban políticamente, en tanto no señalaban como uno de sus aspectos principales la responsabilidad del gobierno de Maduro en la tragedia que les avasallaba. Simplemente exigían mejoras salariales sustanciales que les permitiesen sostener a sus familias y contener la fuerte presión de sus hijos, hermanos, hermanas y otros allegados que veían como única opción ausentarse temporalmente del país en busca de mejores oportunidades o simplemente de un refugio en donde guarecerse de la espantosa crisis venezolana.

Pero lo que pocos advertían a esas alturas, tal vez por lo microscópico del fenómeno, es que estas pequeñas acciones reactivan el gen de la autonomía y la independencia de los trabajadores y trabajadoras frente a las tradicionales direcciones políticas, Psuv-MUD, que coparon y polarizaron el espectro político en los últimos años. Debemos recordar que el gen de la autonomía y la independencia fue adormecido durante muchas décadas, tanto en la IV como en la V República, por AD, Copei y el Psuv.

No era casual. El Psuv y los burócratas sindicales rojo-rojitos ligados al gobierno, que supuestamente los representaban, eran vistos por los trabajadores y trabajadoras como sus verdugos y un obstáculo insalvable en tanto que ellos jerarquizan primero que todo la defensa de sus prebendas personales antes que asumir la luchar por los derechos de la clase trabajadora. Pero también sabían que del otro lado, desde el arco de los partidos de la MUD, más allá de sus subdivisiones entre “dialoguistas y radicales”, coincidían en mirar para otro lado y no involucrarse en acompañar al pueblo trabajador en la exigencia que se respetara el artículo 91 de la Crbv.

De allí que genéticamente las nuevas luchas que empezaron a desarrollarse a principios de este año y que marcaban el reanimamiento de la clase trabajadora en defensa de sus derechos, comenzara a reclamar la necesidad que su lucha fuese autónoma, independiente, en la que no terminaran usurpando sus decisiones los aparatos de los partidos políticos provenientes del gobierno o de la MUD/Frente Amplio.

La decisión no era caprichosa. Era una muestra de sensatez y madurez. Es que era apenas lógico, porque los que daban sus primeros pasos en la lucha escuchaban de los jerarcas del gobierno y de sus bonzos sindicales afirmar que la crisis era producto de una supuesta “guerra económica”, al tiempo que del otro bando, desde la oposición burguesa, escuchaban la hiriente afirmación que supuestamente los aumentos salariales alimentaban la hiperinflación. Alejarse de esos esperpentos, era simplemente cuestión de sentido común.

El paquetazo antiobrero de Maduro paradójicamente contribuye a forjar la unidad de la clase trabajadora

De enero a esta parte del año, mucha agua ha transcurrido debajo del puente y la agresión contra el pueblo y la clase trabajadora por parte del gobierno, las multinacionales y todos los empresarios nativos sin excepción alguna, se ha profundizado, gracias al agravamiento de la crisis.

Maduro y la élite cívica y militar que le acompaña, está raspando la olla como se dice coloquialmente. Ese y no otro es el verdadero motivo del paquetazo económico denominado con el rimbombante nombre de Programa de Recuperación, Crecimiento y Prosperidad Económica (PRECP). Con dicho plan el presidente Maduro entrega sin ningún escrúpulo los recursos de la nación y no duda tampoco, en su desesperado afán por aferrarse al poder que se le escapa de las manos, en conducir a la clase trabajadora venezolana a una condición de semiesclavitud, en la que a duras penas se le garantice al trabajador o a la trabajadora una ración diaria de comida.

Pero muy a su pesar, el gobierno con su virulento ataque no hace más que contribuir indirectamente a que la clase trabajadora refuerce los criterios de la autonomía y la independencia política, y ahora se disponga a avanzar sustancialmente en dotarse de una poderosa herramienta de lucha, cual es su unidad de clase, que no significa otra cosa que la fraternidad y el trabajado mancomunado de trabajadoras y trabajadores, en un esfuerzo por defender a capa y espada los legítimos derechos conquistados a través de décadas de luchas.

Ese es el más nuevo y positivo síntoma de las luchas por estos días. La unidad que hasta hace poco parecía poco probable, hoy se materializa en el surgimiento de alianzas o plataformas sindicales que agrupan a diversas organizaciones sindicales, a sus dirigentes y a sus afiliados y afiliadas.

Al calor de la lucha que en forma valiente empezaron a desarrollar en todo el territorio nacional el gremio de la salud, se ha fraguado la solidaridad y ella ha dado paso a la unión en la acción y se atisban los primeros pasos de la coordinación y centralización de las luchas y las entidades sindicales para fortificar el combate.

A blindar la autonomía, la independencia política y la unidad

En Caracas y en varios estados del país, se vienen convocando nuevas acciones y se propone la realización de encuentros y actos públicos, en los que la clase trabajadora pueda debatir en forma clara cómo darle continuidad y coherencia organizativa a la lucha. Que mejores espacios que éstos para debatir con toda sinceridad y fraternidad, a modo de balance, que hoy más que nunca se requiere defender a toda costa la autonomía, la independencia política y la unidad, de tal forma que la clase trabajadora no siga siendo esclava de dirigentes y organizaciones comprometidas con el patrón-gobierno o con los partidos políticos que representan a los empresarios privados.

No significa lo anterior que la trabajadora o el trabajador no tengan derecho a su militancia política a título individual y que hasta equivocadamente terminen defendiendo los intereses de los patronos que son sus enemigos naturales de clase. Eso es comprensible, pero lo que si es definitivamente intolerable, es que sean las cúpulas de esos partidos quienes a través de la presión, la coerción, las dádivas, el chantaje político o la imposición por la fuerza por el poder económico que tienen, los que terminen imponiendo la agenda de lucha de la clase trabajadora como tal.

Será entre trabajadores y trabajadoras que se deberá debatir con franqueza todas las opiniones, y será la resultante democrática la que definirá mayoritariamente cuál será el derrotero a seguir. Esa fue, es y seguirá siendo la clave principal en los actuales momentos, si de verdad se quiere construir un sólido movimiento sindical aguerrido que defienda al cien por ciento los intereses de la clase trabajadora y esté comprometido con una visión de país que elimine de raíz toda forma de exclusión, discriminación, opresión, explotación y servidumbre.

La clase trabajadora y sus organizaciones sindicales han echado a andar, y el gran desafío es evitar a toda costa que se le interpongan obstáculos a su marcha. Blindemos el actual movimiento desde su nacimiento convirtiendo en principios básicos la autonomía, la solidaridad, la i
ndependencia política y la unidad.




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