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domingo, 18 de diciembre de 2016

Desastre monetario de Maduro desató estallido social en Ciudad Bolívar


Correo del Caroní
Marcos David Valverde

Tanto Francisco Rangel Gómez como Sergio Hernández, gobernador de Bolívar y alcalde de Heres respectivamente, pretendieron disminuir lo que ocurrió en el estado Bolívar el viernes. Para ambos, las protestas y los saqueos eran una burda trama de un plan del “oposicionismo” para crear caos, un guión sin importancia y desestimable que no iba a trascender.

Pero la madrugada y sus cosas traen sorpresas. La sorpresa fue una turba que saqueó un Mercal en La Sabanita en esas horas. La sorpresa, además, fue que no todo quedó allí.

Este sábado, Ciudad Bolívar fue el centro noticioso del día. Fue también una muestra macro del descalabro social que un empecinado gobierno llama, desde sus primeros tiempos, hombre nuevo.


Muchos hablarán del hambre, que la hay. Pero algo no termina de cuajar cuando se revisa el balance del día. En Ciudad Bolívar, este sábado, no solo saquearon supermercados, abastos y panaderías. En Ciudad Bolívar saquearon, además, ferreterías, agencias de carros, quincallas y farmacias.

Desde la mañana todo quedó resumido en una palabra: caos. Es difícil llevar un orden cronológico sobre lo que ocurrió. Porque después del incidente Mercal, el chorro quedó abierto y la llave, dañada. No hubo militarización ni despliegue policial que valiera.

La Sabanita. Los Próceres. Psiquiátrico. Vista Hermosa. Mercado Periférico. El Perú. San Rafael. La Fundación. Andrés Eloy Blanco. Avenida 17 de Diciembre. La Paragua. Negro Primero.

La lista, a vuelo de pájaro, sintetiza. Se queda corta, la verdad. Lo que ocurrió parece concebido por instinto de termitas. El modus operandi se multiplicó por decenas: los saqueadores se movieron en manadas. Cuando arrasaban con un local, seguían con el otro.

Los supermercados chinos, las panaderías y las bodegas eran el plato favorito. Hubo una imagen que resumió el día: un hombre de rasgos asiáticos, arrodillado, levanta su cara y sus manos hacia el cielo, como reclamando a algún ente de sus creencias. Detrás, un cartel: Comercial Víveres 88. A su alrededor, los rastros de la rebatiña. El compendio del desespero.

Un fragmento importante, más temprano, fue el Central Madeirense, en la urbanización Andrés Eloy Blanco: durante varias horas, los clientes estuvieron detenidos porque la gerencia prefirió cerrar las puertas antes que la norma del caos también hiciera casa en el recinto.

El Súper Baratón, en frente de la redoma del Hospital Psiquiátrico, quedó con los estantes vacíos. Más tarde fue un almacén de Plumrose. Penetrados con minuciosidad y tesón por la turbas.

La medida sin medida

En la tarde, Rangel Gómez anunció el toque de queda (inconstitucional, por cierto) y la detención en todo el estado de 135 personas involucradas en los saqueos.

Además de eso, y como para calmar ánimos, dijo que los billetes de 100 bolívares podrían utilizarse y que él, personalmente, se encargaría de hacerlos llegar al Banco Central de Venezuela.

Qué cosas tan raras, pero la rebatiña se intensificó después de su alocución: tanto así, que el presidente de Fedecámaras Bolívar, Fernando Cepeda, estimó que hasta finales de la tarde, 60 negocios habían sido violentados.

“De todos los negocios importantes en la ciudad no quedó ninguno en pie, solo (el supermercado) El Diamante, que se salvó”, dijo.

Para él, además, hubo un gran causante de todo: “Al gobernador le dijimos que las medidas económicas implementadas por el Gobierno con la eliminación del billete de Bs. 100 generó todo esto”.

La larga noche

¿Recuerda el toque de queda? Bien, ni eso ni los helicópteros militares que sobrevolaron la ciudad sirvió para despertar el respeto hacia las autoridades por parte de los saqueadores.

La prueba: en la noche continuó el derrape. En el Mercado Periférico regresaron los saqueadores. En la urbanización La Paragua hubo reportes, por vía Twitter, de intentos de robos a varias bodegas.

Se habló también del miedo que hubo por el posible saqueo a Farmatodo y a Construhierro. Hasta la madrugada del domingo continuaron los mensajes de denuncia al respecto.

Desde varios flancos gubernamentales se habló de los saqueos como hechos aislados. Es decir, como una especie de combustión espontánea que surgió en el contexto social.

Vaga teoría. Lo ocurrido en Ciudad Bolívar devela, además de la incapacidad del gobierno para atajar estos descontroles, que el monstruo que creó y alimentó se le vino encima: a quienes saquearon no les importó el famoso toque de queda. Continuaron en lo suyo sin que los uniformados intervinieran.

Fue un sorbo de anarquía. Un plato de caos servido en la salsa que el mismo gobierno inventó y que en esta hora pretende desconocer. Su creación se volvió en su contra. Ciudad Bolívar resumió este viernes la cara verdadera del Socialismo del Siglo XXI.

El despliegue militar no sirvió de mucho

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