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miércoles, 28 de septiembre de 2016

Debate: La reconstrucción del tejido productivo


Héctor Lucena
hector.lucena@gmail.com


Los gobiernos de Chávez y Maduro hicieron de las relaciones laborales una extensión de la política militarista y autoritaria del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) 
En el país hay un compromiso con el sistema productivo. Su actual estado obliga a replantearse propuestas para superar las dificultades que presentan la mayoría de las empresas en su funcionamiento. Cierto que es más notorio en las estatales, sean de las tradicionales o de las incorporadas en los últimos diecisiete años, pero también en las privadas el complejo contexto no le es ajeno; es por lo que la situación obliga a analizar empezando por indagar qué fue lo que ocurrió para que estemos en esta catástrofe productiva y organizacional, para inmediatamente construir propuestas de alternativas y salidas productivas.

Es importante distinguir que antes de que una porción de las empresas pasaran a ser influenciadas unas y hasta intervenidas otras con los nuevos conceptos que emergen en el llamado período de la revolución bolivariana, no todas las empresas andaban bien. Evidente que en el país se requería una reestructuración productiva, pero la generalidad de las empresas cumplían con sus compromisos laborales, con sus proveedores, con el Estado, y el país no vivió los extremos de escasez, inflación y corrupción que hoy se conocen. Está planteado encarar el desafío explicativo sobre qué fue lo que pasó para que nuestro país pasara en tan breve tiempo de un sistema que atendía necesidades de su propio aparato productivo, y lo más importante, las necesidades de sus ciudadanos, a la actual situación. En este lapso se incluye el período en el cual el país recibió la mayor riqueza en divisas de toda su historia.


Desbaratamiento productivo

En el presente se contabilizan en lo social todo tipo de indicadores de escasez de alimentos y productos esenciales; de desnutrición, con su consecuente secuela de conflictos; violencia, y extrema pobreza. Es una tarea a ser encarada en la reconstrucción del aparato productivo nacional.

En cuanto a la reconstrucción productiva no es extraño oír a interesados destacar la preocupación por la actitud poco comprometida que se pueda haber estimulado hacia el trabajo, en el sentido de destacar que la revolución bolivariana no ha mostrado mayor preocupación por fortalecer valores que se derivan del trabajo.

Uno de ellos es el acentuado sectarismo que ha creado situaciones de apartheid político que se han llevado a extremos al interior de las organizaciones productivas. Listas de miembros del partido, listas de opositores, que de paso se tiende incluso a concebirlos como enemigos, listas de recomendaciones, el nepotismo que es más acentuado cuando proviene de los niveles más altos de la pirámide de gobierno, y finalmente la extendida militarización, que en esta fase del madurismo amplió sus tentáculos. Y todo esto por otro lado ha sacrificado a millones de venezolanos en sus carreras, sus méritos, profesionalización, esfuerzo, y la antigüedad en las organizaciones, dejando insatisfacción no sólo en los afectados directos, sino a familiares y en especial a los jóvenes que ven una perspectiva sombría a sus futuras carreras laborales.

Los nuevos paradigmas productivos que tarde llegaron a nuestro país, como consecuencia del retraso en industrializarse y modernizarse como país productor de bienes y servicios distintos a los hidrocarburos y los minerales, fueron los que sustentaron la economía por largas décadas. Eran los intentos desde los años 60 en adelante de construir una nueva economía basada en la industria que a su vez sustituyera importaciones, y que años más tarde por los acuerdos de integración, era necesario abrirse a los mercados regionales, para ir especializando aquellos sectores con ventajas comparativas en una primera fase.

En pocas actividades económicas se avanzó en crear organizaciones modernas que acogieran nuevos paradigmas productivos, conceptos de justo a tiempo, de formación permanente, de grupos de trabajo, de esquemas participativos, de énfasis en la calidad y la competitividad, de eliminar los desperdicios y evitar los re trabajos, las devoluciones y los atrasos, recibir auditorías de productos, de procesos y de todo aquello que conforma el quehacer productivo, y someterse a las comparaciones con competidores para ir superando metas, en la inversión en innovación y en mejoramiento de procesos. Todo esto demandaba una gerencia disciplinada, con liderazgo, estudiosa, con credibilidad en los valores del trabajo, la disciplina, la ética, el respeto a cada miembro de los equipos de trabajo. Así también en los cuadros del equipo que tenía responsabilidades en la conducción del negocio, que reconoce a cada miembro del personal como un ser con plenas capacidades de análisis y operatividad, de aportar mejoras a los procesos, y de ser partícipe de la gestión.

Nunca es tarde

Sí reconocemos que no se avanzó suficiente en estos esquemas organizacionales para lograr mejores productos, ambientes de trabajo y altas calificaciones de los trabajadores, pero sí se estaban dando pasos algo tímidos en algunos sectores y empresas. Incluso con insuficiente orientación desde el Estado y las políticas públicas, y también con insuficiente integración con el sistema académico de las universidades nacionales, en cuanto a la formación de los recursos humanos y a la investigación, ya que todo esto tiene un importante potencial de aportes.

Hay que reconocer que estos esquemas productivos en aquellos centros productivos en donde alcanzaron un cierto grado de avance, el contexto de funcionamiento económico y político de estos últimos años ha dado lugar al surgimiento y existencia de obstáculos para su permanencia y desarrollo.

Toca reconstruir el maltrecho tejido productivo, replantearse cuáles han de ser los esquemas más idóneos para atender un país que lleva años sin invertir, sin actualizarse tecnológicamente, que hoy cualquier otro país de menor dimensión en su economía nos supera, para que se relance a recuperar los niveles de consumo y producción perdidos, y que al mismo tiempo construya una visión de país que supere las heridas y traumas que se han multiplicado en estos últimos años, que son un lastre para ver con optimismo una mejor sociedad para todos.



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