Clodovaldo Hernandez
El Universal
30.11. 2014
30.11. 2014
"Lo único socialista que tendrán estas zonas
es que las empresas allí instaladas serán chinas"
Míresele por donde quiera mirársele, las Zonas Económicas Especiales no son socialistas. Mejor dicho, dejando a un lado los eufemismos, en verdad son perfectamente antisocialistas. Es más, puede afirmarse -sin temor a incurrir en una típica hipérbole acatarrada-, que son el sueño dorado (¡muy dorado!) de un capitalista manchesteriano: un territorio sin Ley del Trabajo, sin sindicatos, sin impuestos, sin controles cambiarios y sin restricciones ambientalistas. "¿Para qué más?", diría cualquier fedecamarada si los especímenes de tal fauna estuvieran convocados a comer en esa mesa.
¿Cómo algo así puede significar un avance hacia el socialismo? Es una de esas preguntas (muy frecuentes últimamente) que generan tremendas turbulencias endógenas, razón por la cual es mucha la gente que prefiere engullirlas con malabarismos de tragaespadas circenses o reservarlas para los momentos de extrema sinceridad característicos de las barras de los bares y los divanes de los psiquiatras.
Las zonas especiales o estratégicas podrán crearse de acuerdo a una de las leyes aprobadas por el Presidente Nicolás Maduro por vía habilitante. Como formó parte de un paquete de 28 instrumentos legales, no fue mucho lo que se dijo del tema. El jefe del Estado comentó que "son zonas que iremos activando". Pero basta echarle una lectura superficial a la ley para sentir escalofrío en el espinazo de la soberanía.
"Lo único socialista que tendrán estas zonas es que las empresas allí instaladas serán chinas y, bueno, ya sabemos que China se las arregla para ser el país comunista más capitalista de la historia", ironiza mi amigo, el Profesor de Historia, perteneciente al extenso sector de los chavistas desconcertados.
Ciertamente, serán las grandes firmas asiáticas las principales (tal vez las únicas) beneficiarias de estas zonas en las que prácticamente ninguna de las leyes nacionales de los campos económico, laboral y ecológico tendrá validez. De hecho, las tales zonas se parecen mucho a los grandes enclaves de industrialización que han catapultado a China al lugar que tiene actualmente como superpotencia económica mundial. ¿Qué hay de malo en eso?, preguntará cualquier lector en la tranquilidad dominical. Mano de obra casi esclavizada y una voracidad ambiental que retrotrae a los tiempos de la primera Revolución Industrial son apenas dos botones de muestra de los riesgos en ciernes.
A primera vista, semejante escenario es absolutamente opuesto al Plan de la Patria que, como bien se sabe, habla de independencia, de soberanía productiva, de propiedad social y de salvar al planeta. De allí que la necesidad de discutir ampliamente este tema tendría que partir desde las entrañas del propio chavismo, en especial de los sindicalistas (tan preocupados por sincerar el precio de la gasolina) y de los ecosocialistas. Hace falta alguien que no se trague la espada y grite -como el ingenuo niño de la fábula- que el rey está desnudo o, para ser más precisos, chino en pelota.
clodoher@yahoo.com
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