Reflexiones de economía política sobre un problema muy mal planteado
“No hay solamente respuestas incorrectas, hay también preguntas incorrectas. Hay preguntas que se refieren a un determinado problema real, pero la manera en que se formulan, efectivamente, ofuscan, mistifican y confunden el problema.” Slavoj Zizek
Según los expertos de derecha, buena parte de los de izquierda y según también -debe decirse- la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país, el principal problema de la economía venezolana y uno de los más importantes en términos generales es la inflación. Y no es de extrañar. Para demostrarlo están las cifras del BCV y de todos los organismos públicos y privados, nacionales e internacionales ocupados de estos temas, pero en realidad basta nada más con ir a un supermercado para darse cuenta que los precios ya no suben de manera continua y generalizada sino desbocada. Antes al menos era en algunos rubros y por temporadas. Ahora es en todo lo que uno vaya a comprar y siempre. El carro usado que no compraste en diciembre cuatro meses después vale casi el doble. Ir a una frutería es estar dispuesto a dejar 200 bolos por cuatro cosas y lo de las pescaderías no tiene sentido siquiera comentarlo. De tal suerte, que todo el mundo esté de acuerdo en que la inflación es el principal problema de la economía venezolana y el que más afecta a los ciudadanos es simple y llanamente estar conscientes de una realidad ante la cual no se necesitan mayores explicaciones. No hay que darle más vueltas. De lo que se trata es de buscar las medidas adecuadas para contrarrestarla, es decir, que los precios vuelvan a la normalidad dictada por una demanda racional y una oferta óptima dentro del marco de un mercado interno eficiente.
Sin embargo, lo que me motiva a escribir estas líneas es que particularmente no creo que el principal problema de la economía venezolana sea la inflación. No porque crea que es otro (digamos, el desempleo, la desinversión o la desigual distribución de la renta petrolera), sino porque en realidad la inflación no es un problema, lo cual no implica que no exista o no sea problema lo que en el párrafo anterior acabo de afirmar: la subida generalizada y desbocada de los precios de prácticamente todos los bienes y servicios en el país. No estoy negando esto último. Pero me parece importante recordar que en cuanto tal la inflación es un término y no un fenómeno, o para ser más precisos, una categoría perteneciente a un marco teórico -bastante ecléctico, como veremos después- que intenta explicar un fenómeno muy concreto: el dela formación de los precios en una economía capitalista por la vía del exceso por arriba (que es lo que se llama en sentido estricto “inflación”, es decir, cuando los precios “suben”) o por abajo (“deflación”, es decir, cuando “bajan”).En este sentido, lo que digo es que la definición clásica de inflación dominante entre los economistas de casi todas las tendencias y naturalizada en nuestro sentido común: “fenómeno caracterizado por el aumento continuo y generalizado de los precios de bienes y servicios que se comercializan en una economía determinada” es falsa de toda falsedad. Resulta de confundir el fenómeno con su descripción. Los precios –en cuanto expresiones monetarias del valor de las mercancías- no se “inflan” ni se “desinflan” así como no “suben” y no “bajan”, así utilicemos estos términos en la vida diaria y en el análisis económico para tratar de entender y hacer entender las variaciones que sufren. Es lo mismo que ocurre con el sol y con la luna que decimos que “salen” por un lado y se “ocultan” por otro. Desde un determinado modo de hablar e incluso ante nuestros ojos resulta cierto que hacen eso, pero después de todo coincidimos en que físicamente hablando tal afirmación no tiene sentido más allá del metafórico.
La lingüística, la psicología, la sociología y las ciencias sociales en general están llenas de situaciones como éstas donde la confusión de las palabras con las cosas parten del uso y abuso de expresiones retóricas, pero en ningún otro caso parece ser tan habitual como en la economía. Piénsese por ejemplo cuando se habla de “burbujas” financieras y se dice que estás se “inflan” y luego se “revientan”. O cuando se hace mención al “recalentamiento” económico y la necesidad de “enfriar” la economía, o a las economías “casino” los “paraísos” fiscales, las “depresiones”, los “crac”, las “corridas”, los “salvatajes”, los “corralitos”, etc. En todos y en cada uno de estos casos se emplean términos con gran carga figurativa que parecen decir mucho pero que en última instancia poco explican o en todo caso explican menos de lo que dejan sin aclarar. Ahora bien, lo singular de este asunto es que cualquiera más o menos familiarizado con la literatura económica sabrá que salvo contadas excepciones son realmente pocos los autores dados al arte del buen escribir, y de hecho, a la mayoría de los economistas les gusta presumir de rigurosidad eliminando todo aquello que –como suele decirse en la disciplina- no pueda ser luego cuantificado. Así las cosas, es poco probable que el uso de dichos recursos sea por puro gusto narrativo, teniendo entonces que buscarse las razones de ello en otra parte.
Mi hipótesis a este respecto es que no es por coqueteo literario sino por debilidades propias de las teorías económicas dominantes que tal cosa ocurre. Y es que si seguimos el patrón de uso de dichas expresiones podremos darnos cuentas que surgen justo cuando se hace necesario explicar cuestiones que son anatemas para tales teorías, en el sentido en que ponen en peligro sus postulados, revelan paradojas o verdades difícilmente digeribles. Ahora, cuando se revisa, no es difícil darse cuenta que estas debilidades solo en cierto nivel son teóricas, pues en realidad no se explican sino a partir de razones políticas. Es por este motivo que no es ocioso debatir el problema de los precios poniendo en cuestión primero la manera en que nos referimos al mismo. Y es que si bien alguien podría decir que poco importa cómo llamemos al problema o si los economistas están confundidos o no si lo cierto es que la gente cuando va al mercado la plata le alcanza cada vez menos, habría que responder sin ningún genero de dudas que sí es importante: en primer lugar, porque la solución de todo problema implica necesariamente un diagnóstico, pero todo diagnóstico a su vez implica unos presupuestos a partir de los cuales se realiza y que de hecho definen el estatus del problema mismo. Y en segundo lugar, porque el diagnóstico trae consigo las medidas a tomar para remediar el mal diagnosticado, y si el diagnóstico está mal puede esperarse lo mismo de las medidas. Así pues la comparación típica de la economía con la meteorología es justa sólo en lo que refiere al hecho popularmente conocido de que en ambas materias los expertos rara vez aciertan sus pronósticos. Y es que en honor a la verdad, la economía –por todo lo que acabamos de decir- se parece mucho más a la medicina en su modo de operar y esto es lo que la hace tan peligrosa.
Desde este punto de vista, si sostenemos que la hipótesis inflacionista en cuanto diagnóstico del problema de los precios es falsa porque confunde al fenómeno con su descripción metafórica, en realidad más que por querer abrir un debate de teoría de conocimiento lo hacemos porque en el menos malo de los casos dicha lectura no da cuenta del problema en toda su profundidad, pero además y sobre todo porque -fetichismo mediante- es una lectura no neutral y de hecho es abiertamente parcializada desde el punto de vista político, erigida no para revelar la naturaleza de la dinámica de formación y movimiento de los precios sino para ocultarla detrás de una serie de consideraciones y presupuestos cuya razón de ser es garantizar desde el plano teórico-ideológico que se mantengan intactas las condiciones socio-políticas y los intereses que el marco de las sociedades capitalistas determinan esa dinámica. Mi punto es que lo que solemos llamar “inflación” es una lectura de la fijación de los precios desde la perspectiva de quien los fija en detrimento de quien los paga con el agravante de que, en cuanto tal, más que explicar lo que busca es disimular la realidad de dicha fijación recurriendo a una serie de presupuestos que aunque se nos presentan rodeados de un aura de precisión científica, son irreales cuando no absurdos y hasta delirantes. En este sentido, sobre lo que quiero alertar es que cuando hablamos de inflación, aceptamos sus postulados y la asumimos como un fenómeno y no como una de tantas explicaciones posibles de dicho fenómeno, entramos de lleno en el corazón de la visión capitalista del mundo. Y como en este país se supone que tenemos como horizonte normativo trascender el capitalismo, el no tener conciencia de ello implica no sólo dejar intacta la base material del mismo sino además reforzarla tanto en el mundo de las ideas como en el de la práctica. La “inflación” no es una distorsión o anormalidad de los mercados capitalistas que debe corregirse con tales o cuales medidas institucionales que, por regla general, parten de la idea de crear condiciones de “competencia perfecta” que es el eufemismo utilizado a la hora de referirse a las condiciones de reproducción del capital. Ésta –como la especulación- es una práctica constitutiva de las sociedades capitalistas lo cual en el caso de la sociedad capitalista venezolana es todavía más cierto en cuanto los procesos de acumulación están orientados fundamental –que no exclusivamente- a la captura de la plusvalía en esferas como la intermediación financiera, el intercambio comercial y el cobro de renta mobiliaria e inmobiliaria, pero donde además los mercados más sensibles están altamente concentrados tanto en los productivo como en la distribución
A este respecto no está de más insistir en que este debate tiene sentido en el marco de un proceso de superación del capitalismo. Y es que por supuesto sin necesidad de plantearse ese propósito se pueden aplicar medidas que con mayor o menor grado de efectividad de tengan o incluso hagan bajar los precios o mitiguen sus efectos. Pero con esto no sólo no se transitará al socialismo sino que nos quedaremos en el ámbito de los síntomas y no de las causas de la enfermedad. Como acabamos de afirmar, para el caso de la economía venezolana el problema de los precios altos y de su aumento constante y generalizado es un fenómeno ya intrínseco a la que tiene que ver con las condiciones particulares del tipo de desarrollo histórico capitalista nacional. Incluso en tiempos cuando los índices de precios al consumidor indicaban que no habían problemas de inflación la realidad del intercambio mercantil señalaba que había notorios problemas de “precios altos” y fuera del alcance de las grandes mayorías. A este respecto, la mayoría de los trabajos sobre el tema nos dicen que no será sino hasta principios de la década de los 70 que la llamada inflación se vuelve un problema. Incluso, para efectos de la evolución histórica del índice de precios los autores se refieren al largo período de estabilidad transcurrido entre la segunda década del siglo XX y finales de los setenta principios de los setenta. Ahora bien, al mismo tiempo que dicha estabilidad reinaba los precios altos y especulativo al parecer también lo hacían, al menos de lo que se desprende de mucha literatura de la época incluyendo el célebre y también polémico Informe Técnico económico de la misión Fox publicado por primera vez en 1940. Como se recodará, dicha misión de expertos norteamericanos venida al país en 1939 a solicitud del estado venezolano para realizar un estudio de la realidad económica y plantear recomendaciones, señaló en su informe el problema del precio elevado de los principales productos de consumo incluyendo los de primera necesidad, si bien reconociendo que su variación no había sido muy significativa a través de los años. El punto de comparación para ellos era el precio de los mismos o similares productos (y algunos servicios) en otros mercados aunque particularmente el norteamericano, encontrándose con la realidad de que en el caso venezolano resultaban significativamente mayores. Buena parte de la explicación para este diferencial, no obstante, se achacaba al factor importación y a los altos aranceles aduaneros, motivo por el cual el informe fue polemizado por empresarios de la época y expertos tan notables como Manuel Egaña partidarios del proteccionismo para favorecer a la industria nacional contra el auge importador ya crónico entonces. No tenemos tiempo aquí para referirnos en detalle a esta polémica, pero lo que me interesa destacar es que si bien lo anterior es cierto también lo era que en el informe se tomaron en cuenta productos nacionales detectándose el mismo fenómeno: “Otro punto característico de la estructura de precios en Venezuela (…) es el hecho de que, con pocas excepciones, tantos las mercancías producidas en Venezuela como las importadas se venden a altos precios. Este es el caso no solo donde los artículos importados compiten con los artículos venezolanos, sino también en los casos en que la competencia extranjera está prohibida en virtud de las tarifas (aduaneras) prohibitivas, o cuando la naturaleza del artículo es tal que la competencia extranjera es imposible.”[1]
Así pues, el problema de los precios altos en Venezuela no es reciente si bien la inflación en cuanto tal relativamente hablando si lo es, entendiendo por ello una novedad que tiene al menos cuatro décadas con sus altos y bajos. Esta disparidad, de por sí, ya nos da suficiente material para discutir sobre la pertinencia de los índices de precios como indicadores de la realidad de los precios en sí, pero más importante que este problema teórico-técnico resulta dar cuenta de por qué los precios en Venezuela históricamente tienen esa condición, por qué de un tiempo a esta parte se ha sumado a ella la volatilidad alcista y por qué aún la siguen teniendo, todo para poder ver luego en consecuencia qué podría hacerse para revertir.
En virtud de lo anterior, este trabajo se dividirá en tres partes que se irán publicando consecutivamente a partir de ahora. En una próxima entrega nos dedicaremos a analizar la hipótesis inflacionaria dentro del pensamiento económico moderno, cómo se origina y en razón de qué, cuáles son sus presupuestos así como sus implicaciones tanto teóricas como políticas todo para poder dar cuenta de cuál es el lugar que ocupa dentro de la dinámica de reproducción ideológica y material del orden capitalista. Posteriormente, nos dedicaremos a analizar el problema histórico de los precios en Venezuela, entre otras cosas para ver a través del mismo la realidad del funcionamiento capitalista nacional, entendiendo en cualquier caso que como cualquier otra economía pero especialmente en razón de su condición rentística la venezolana no es concebible fuera de su relación con los mercados internacionales. En una última entrega pasaremos al tema de las soluciones, es decir, a comentar sobre las medidas que se toman para contrarrestar la subida de los precios, su efectividad, etc., así como a justificar por qué para el caso venezolano la llamada “lucha contra la inflación” debería ser el trampolín que nos haga trascender el capitalismo hacia una sociedad con nuevos formas de producción y reproducción de la existencia.
Mi punto al respecto –insisto- es bastante simple y consiste en lo siguiente: el problema del aumento de los precios en nuestro país, así como los conexos de especulación y el acaparamiento, no podrán solucionarse satisfactoriamente y en términos justos mientras no se cambie la manera unilateral e interesada de ver dichos asuntos, esta es: la teoría económica transformada en sentido común y expresada con distintos grados de intensidad tanto por ciertas izquierdas como por derecha según la cual dicho aumento de precios consiste en un problema inflacionario derivado particularmente de la intervención del Estado en el libre juego de la oferta y la demanda en medio de mercados que, por su propia naturaleza, tendería al equilibrio si se elimina dicha intervención. Dicho en otras palabras, lo que sostengo para el caso de la economía es lo mismo que todo médico (y también todo paciente) sabe que aplica para el caso de la medicina: si se falla en el diagnóstico necesariamente se falla en el tratamiento, de modo tal que se corre el riesgo no solo de no curar la verdadera enfermedad sino de agravarla al tiempo que se causan males secundarios debidos a la aplicación de un tratamiento incorrecto. En nuestro caso, el mal diagnóstico comienza cuando se habla de “inflación” para referirse al problema de los altos precios de los bienes y servicios. Y sigue cuando se afirma que dicho problema es causado por la intervención del Estado –bien controlando los precios, bien aumentando unilateralmente los salarios, bien subsidiando los productos o bien emitiendo dinero para aumentar ficticiamente la demanda (el clásico tema del Estado populista que “regala” el dinero a los pobres a través de becas, etc.)- en medio de una realidad que sería armónica de no mediar dicha intervención. El lugar del paciente más que “la economía venezolana” en términos abstracto aquí lo ocupan los consumidores (que a su vez son trabajadores asalariados en su gran mayoría, o pequeños productores y comerciantes que se ven espoleados por los más grandes) que deben cobrar mayor conciencia no sólo de que el conocimiento de los males que lo afectan es condición esencial para iniciar la recuperación y eliminar los padecimientos, sino que su papel debe ser más activo para que sea efectiva dicha recuperación
Antes de seguir le pedimos al lector –sobre todo al no especialista- que si está pensando que este es un tema demasiado complejo no se deje engañar por esa falsa impresión que forma parte del mismo problema que venimos denunciando. Poco a poco se dará cuenta de que es un tema sencillo, que de por sí sabe más sobre el mismo de lo que se imagina y que los enredos –en especial los derivados del abuso de las matemáticas- son puestos a propósito por quienes le interesa que el tema lo manejen solo unos pocos. Por otro lado, allende la complejidad o no de los abordado, lo cierto es que es una gran oportunidad para discutir una temática que nos obliga por su propia naturaleza a dar cuenta del futuro y viabilidad del capitalismo como modo de producción y forma de vida así como el de las alternativas planteadas al mismo.
Postulados fundamentales.
Aunque no siempre es buen plan señalar de entrada los postulados o conclusiones a las que llegará un texto, valga decir que dada la dinámica política nacional y del debate abierto tanto a lo interno del chavismo como en el país en general, me gustaría de entrada precisarlas en el entendido que en su desarrollo y argumentación consiste el texto en sí mismo:
Primer Postulado: La inflación no existe: en la vida real, esto es, cuando una persona va a un local y se encuentra con que los precios han aumentado no está en presencia de una “inflación”. En realidad, lo que tiene al frente es justamente eso: un aumento de los precios, problema del cual la inflación en cuanto teoría y sentido común dominante se presenta como la única explicación posible cuando en verdad es tan solo una y no la mejor. Se presenta como la única posible porque es la explicación del sector dominante de la economía en razón de la cual se la impone al resto. En tal sentido, debemos ver cómo se forma y cómo funciona esta idea, pero sobre todo qué cosa no nos muestra, qué cuestiones claves no nos deja ver ni nos explica tras todo lo que dice mostrarnos y explicarnos como obvio.
Segundo Postulado: El control de precios en los mercados es un falso problema porque en los mercados los precios siempre están controlados: en realidad, cuando los economistas se refieren al control de los precios como problema se están refiriendo al control de precios del Estado. Para la mayoría de ellos, como dijimos, debe dejarse que el “libre juego” de la oferta y la demanda se realice y autorregule los mercados. Sin embargo, en la única economía donde esa autorregulación funciona es en la de los manuales con que estudiaron dichos economistas que nos hablan de competencia perfecta y un conjunto de otras cosas que esos mismos manuales dicen que corresponden a tipos ideales y abstracciones que no se cumplen en la realidad. En un mercado suele suceder que los precios son impuestos por los productores y los ofertantes. Y en el caso venezolano eso es todavía más cierto dadas las condiciones oligopólicas y monopólicas de producción y comercialización. En este sentido, la opción al que el Estado controle los precios es que los precios sean controlados por los comerciantes y los productores, los cuales dadas las asimetrías correspondientes tenderán –como viene ocurriendo en la práctica más allá de la regulación- a imponerle al consumidor condiciones que van en desmedro de sus intereses. Por lo demás, argumentar que hay que eliminar un control de precios porque es malo, no cumple con su cometido, hace que suban más los precios, que se cree un mercado negro, el contrabando o la fuga de divisas, es tan absurdo como decir que hay que eliminar el código penal o las cárceles porque las autoridades no pueden meter a todos los delincuentes presos o existe impunidad. Nadie en su sano juicio pensaría eso. Si el control de precios no funciona o tiene fallas hay que mejorarlo pero no quitarlo pues quitarlo no soluciona el problema. Si el Estado no controla los precios los precios seguirán siendo controlados y nunca existirán mercados perfectamente equilibrados por la “mano invisible” del mercado. Eso ya lo sabía el mismísimo Adam Smith. Los precios serán impuestos por los productores y comercializadores tácita o concertadamente en perjuicio de los consumidores. La metáfora de la mano invisible inventada por Adam Smith y abusada por los economistas vulgares sólo sirve para invisibilizar las manos de quienes en verdad controlan y regulan la producción y comercialización de bienes y por tanto los precios.
Tercer Postulado: En nuestro país el problema de los precios no comenzó hace 14 años. Y en honor a la verdad tampoco empezó con los adecos o el puntofijismo, sino que forma parte de una característica intrínseca al tipo de capitalismo desarrollado a partir de la llegada del petróleo. Lo que se quiere decir en términos generales es que la economía capitalista venezolana se ha caracterizado a lo largo de su historia por tener precios altos, lo cual se ha traducido en las tasas históricamente altas de acumulación y distribución desigual del ingreso observadas en nuestro país.
Cuarto Postulado: El problema de los precios, dado lo anterior, deriva de un problema que es El problema de toda economía capitalista: el de la creación, distribución y acumulación de la riqueza una vez creada. Los precios altos no son un indicador de mercados distorsionados, es la expresión de la lucha de clases dentro de la sociedad capitalista venezolana.
Quinto Postulado: El control de precios por sí solo no elimina el problema. Es necesario pero no suficiente y de hecho puede agravarlo sino se toman medidas complementarias al nivel de la producción (aumentar la oferta de bienes y servicios producidos y ofertados), pero también cambiar las relaciones de producción para evitar que la acumulación y la ganancia sigan determinando a las relaciones entre las personas. Sustituir la acumulación individual y la explotación como principio organizador de lo económico y social por un modelo productivo basado en la lógica de lo común, lo cual por cierto también incluye la creación de un novedoso y sistema bancario, financiero y de intermediación distinto al privado pero también la público, que debería erigirse a partir de la experiencia de la banca comunal con un doble propósito: por una parte, financiar y reproducir el “socialismo productivo”; pero por la otra reducir y al largo plazo evitar que la renta petrolera, el presupuesto público en general y los propios recursos “hechos en socialismo” sigan drenando al capital financiero y comercial aumentando las condiciones de desigualdad, atrofia y concentración que caracterizan a nuestra economía y por tanto a nuestra sociedad.
[1]Informe técnico económico de la misión Fox. Presentación de Héctor Silva Michelena. BCV. Colección Memoria de la Economía Venezolana, Serie: Visión Foránea. Caracas. Venezuela. 2006.
“No hay solamente respuestas incorrectas, hay también preguntas incorrectas. Hay preguntas que se refieren a un determinado problema real, pero la manera en que se formulan, efectivamente, ofuscan, mistifican y confunden el problema.” Slavoj Zizek
Según los expertos de derecha, buena parte de los de izquierda y según también -debe decirse- la mayoría de los ciudadanos y ciudadanas de nuestro país, el principal problema de la economía venezolana y uno de los más importantes en términos generales es la inflación. Y no es de extrañar. Para demostrarlo están las cifras del BCV y de todos los organismos públicos y privados, nacionales e internacionales ocupados de estos temas, pero en realidad basta nada más con ir a un supermercado para darse cuenta que los precios ya no suben de manera continua y generalizada sino desbocada. Antes al menos era en algunos rubros y por temporadas. Ahora es en todo lo que uno vaya a comprar y siempre. El carro usado que no compraste en diciembre cuatro meses después vale casi el doble. Ir a una frutería es estar dispuesto a dejar 200 bolos por cuatro cosas y lo de las pescaderías no tiene sentido siquiera comentarlo. De tal suerte, que todo el mundo esté de acuerdo en que la inflación es el principal problema de la economía venezolana y el que más afecta a los ciudadanos es simple y llanamente estar conscientes de una realidad ante la cual no se necesitan mayores explicaciones. No hay que darle más vueltas. De lo que se trata es de buscar las medidas adecuadas para contrarrestarla, es decir, que los precios vuelvan a la normalidad dictada por una demanda racional y una oferta óptima dentro del marco de un mercado interno eficiente.
Sin embargo, lo que me motiva a escribir estas líneas es que particularmente no creo que el principal problema de la economía venezolana sea la inflación. No porque crea que es otro (digamos, el desempleo, la desinversión o la desigual distribución de la renta petrolera), sino porque en realidad la inflación no es un problema, lo cual no implica que no exista o no sea problema lo que en el párrafo anterior acabo de afirmar: la subida generalizada y desbocada de los precios de prácticamente todos los bienes y servicios en el país. No estoy negando esto último. Pero me parece importante recordar que en cuanto tal la inflación es un término y no un fenómeno, o para ser más precisos, una categoría perteneciente a un marco teórico -bastante ecléctico, como veremos después- que intenta explicar un fenómeno muy concreto: el dela formación de los precios en una economía capitalista por la vía del exceso por arriba (que es lo que se llama en sentido estricto “inflación”, es decir, cuando los precios “suben”) o por abajo (“deflación”, es decir, cuando “bajan”).En este sentido, lo que digo es que la definición clásica de inflación dominante entre los economistas de casi todas las tendencias y naturalizada en nuestro sentido común: “fenómeno caracterizado por el aumento continuo y generalizado de los precios de bienes y servicios que se comercializan en una economía determinada” es falsa de toda falsedad. Resulta de confundir el fenómeno con su descripción. Los precios –en cuanto expresiones monetarias del valor de las mercancías- no se “inflan” ni se “desinflan” así como no “suben” y no “bajan”, así utilicemos estos términos en la vida diaria y en el análisis económico para tratar de entender y hacer entender las variaciones que sufren. Es lo mismo que ocurre con el sol y con la luna que decimos que “salen” por un lado y se “ocultan” por otro. Desde un determinado modo de hablar e incluso ante nuestros ojos resulta cierto que hacen eso, pero después de todo coincidimos en que físicamente hablando tal afirmación no tiene sentido más allá del metafórico.
La lingüística, la psicología, la sociología y las ciencias sociales en general están llenas de situaciones como éstas donde la confusión de las palabras con las cosas parten del uso y abuso de expresiones retóricas, pero en ningún otro caso parece ser tan habitual como en la economía. Piénsese por ejemplo cuando se habla de “burbujas” financieras y se dice que estás se “inflan” y luego se “revientan”. O cuando se hace mención al “recalentamiento” económico y la necesidad de “enfriar” la economía, o a las economías “casino” los “paraísos” fiscales, las “depresiones”, los “crac”, las “corridas”, los “salvatajes”, los “corralitos”, etc. En todos y en cada uno de estos casos se emplean términos con gran carga figurativa que parecen decir mucho pero que en última instancia poco explican o en todo caso explican menos de lo que dejan sin aclarar. Ahora bien, lo singular de este asunto es que cualquiera más o menos familiarizado con la literatura económica sabrá que salvo contadas excepciones son realmente pocos los autores dados al arte del buen escribir, y de hecho, a la mayoría de los economistas les gusta presumir de rigurosidad eliminando todo aquello que –como suele decirse en la disciplina- no pueda ser luego cuantificado. Así las cosas, es poco probable que el uso de dichos recursos sea por puro gusto narrativo, teniendo entonces que buscarse las razones de ello en otra parte.
Mi hipótesis a este respecto es que no es por coqueteo literario sino por debilidades propias de las teorías económicas dominantes que tal cosa ocurre. Y es que si seguimos el patrón de uso de dichas expresiones podremos darnos cuentas que surgen justo cuando se hace necesario explicar cuestiones que son anatemas para tales teorías, en el sentido en que ponen en peligro sus postulados, revelan paradojas o verdades difícilmente digeribles. Ahora, cuando se revisa, no es difícil darse cuenta que estas debilidades solo en cierto nivel son teóricas, pues en realidad no se explican sino a partir de razones políticas. Es por este motivo que no es ocioso debatir el problema de los precios poniendo en cuestión primero la manera en que nos referimos al mismo. Y es que si bien alguien podría decir que poco importa cómo llamemos al problema o si los economistas están confundidos o no si lo cierto es que la gente cuando va al mercado la plata le alcanza cada vez menos, habría que responder sin ningún genero de dudas que sí es importante: en primer lugar, porque la solución de todo problema implica necesariamente un diagnóstico, pero todo diagnóstico a su vez implica unos presupuestos a partir de los cuales se realiza y que de hecho definen el estatus del problema mismo. Y en segundo lugar, porque el diagnóstico trae consigo las medidas a tomar para remediar el mal diagnosticado, y si el diagnóstico está mal puede esperarse lo mismo de las medidas. Así pues la comparación típica de la economía con la meteorología es justa sólo en lo que refiere al hecho popularmente conocido de que en ambas materias los expertos rara vez aciertan sus pronósticos. Y es que en honor a la verdad, la economía –por todo lo que acabamos de decir- se parece mucho más a la medicina en su modo de operar y esto es lo que la hace tan peligrosa.
Desde este punto de vista, si sostenemos que la hipótesis inflacionista en cuanto diagnóstico del problema de los precios es falsa porque confunde al fenómeno con su descripción metafórica, en realidad más que por querer abrir un debate de teoría de conocimiento lo hacemos porque en el menos malo de los casos dicha lectura no da cuenta del problema en toda su profundidad, pero además y sobre todo porque -fetichismo mediante- es una lectura no neutral y de hecho es abiertamente parcializada desde el punto de vista político, erigida no para revelar la naturaleza de la dinámica de formación y movimiento de los precios sino para ocultarla detrás de una serie de consideraciones y presupuestos cuya razón de ser es garantizar desde el plano teórico-ideológico que se mantengan intactas las condiciones socio-políticas y los intereses que el marco de las sociedades capitalistas determinan esa dinámica. Mi punto es que lo que solemos llamar “inflación” es una lectura de la fijación de los precios desde la perspectiva de quien los fija en detrimento de quien los paga con el agravante de que, en cuanto tal, más que explicar lo que busca es disimular la realidad de dicha fijación recurriendo a una serie de presupuestos que aunque se nos presentan rodeados de un aura de precisión científica, son irreales cuando no absurdos y hasta delirantes. En este sentido, sobre lo que quiero alertar es que cuando hablamos de inflación, aceptamos sus postulados y la asumimos como un fenómeno y no como una de tantas explicaciones posibles de dicho fenómeno, entramos de lleno en el corazón de la visión capitalista del mundo. Y como en este país se supone que tenemos como horizonte normativo trascender el capitalismo, el no tener conciencia de ello implica no sólo dejar intacta la base material del mismo sino además reforzarla tanto en el mundo de las ideas como en el de la práctica. La “inflación” no es una distorsión o anormalidad de los mercados capitalistas que debe corregirse con tales o cuales medidas institucionales que, por regla general, parten de la idea de crear condiciones de “competencia perfecta” que es el eufemismo utilizado a la hora de referirse a las condiciones de reproducción del capital. Ésta –como la especulación- es una práctica constitutiva de las sociedades capitalistas lo cual en el caso de la sociedad capitalista venezolana es todavía más cierto en cuanto los procesos de acumulación están orientados fundamental –que no exclusivamente- a la captura de la plusvalía en esferas como la intermediación financiera, el intercambio comercial y el cobro de renta mobiliaria e inmobiliaria, pero donde además los mercados más sensibles están altamente concentrados tanto en los productivo como en la distribución
A este respecto no está de más insistir en que este debate tiene sentido en el marco de un proceso de superación del capitalismo. Y es que por supuesto sin necesidad de plantearse ese propósito se pueden aplicar medidas que con mayor o menor grado de efectividad de tengan o incluso hagan bajar los precios o mitiguen sus efectos. Pero con esto no sólo no se transitará al socialismo sino que nos quedaremos en el ámbito de los síntomas y no de las causas de la enfermedad. Como acabamos de afirmar, para el caso de la economía venezolana el problema de los precios altos y de su aumento constante y generalizado es un fenómeno ya intrínseco a la que tiene que ver con las condiciones particulares del tipo de desarrollo histórico capitalista nacional. Incluso en tiempos cuando los índices de precios al consumidor indicaban que no habían problemas de inflación la realidad del intercambio mercantil señalaba que había notorios problemas de “precios altos” y fuera del alcance de las grandes mayorías. A este respecto, la mayoría de los trabajos sobre el tema nos dicen que no será sino hasta principios de la década de los 70 que la llamada inflación se vuelve un problema. Incluso, para efectos de la evolución histórica del índice de precios los autores se refieren al largo período de estabilidad transcurrido entre la segunda década del siglo XX y finales de los setenta principios de los setenta. Ahora bien, al mismo tiempo que dicha estabilidad reinaba los precios altos y especulativo al parecer también lo hacían, al menos de lo que se desprende de mucha literatura de la época incluyendo el célebre y también polémico Informe Técnico económico de la misión Fox publicado por primera vez en 1940. Como se recodará, dicha misión de expertos norteamericanos venida al país en 1939 a solicitud del estado venezolano para realizar un estudio de la realidad económica y plantear recomendaciones, señaló en su informe el problema del precio elevado de los principales productos de consumo incluyendo los de primera necesidad, si bien reconociendo que su variación no había sido muy significativa a través de los años. El punto de comparación para ellos era el precio de los mismos o similares productos (y algunos servicios) en otros mercados aunque particularmente el norteamericano, encontrándose con la realidad de que en el caso venezolano resultaban significativamente mayores. Buena parte de la explicación para este diferencial, no obstante, se achacaba al factor importación y a los altos aranceles aduaneros, motivo por el cual el informe fue polemizado por empresarios de la época y expertos tan notables como Manuel Egaña partidarios del proteccionismo para favorecer a la industria nacional contra el auge importador ya crónico entonces. No tenemos tiempo aquí para referirnos en detalle a esta polémica, pero lo que me interesa destacar es que si bien lo anterior es cierto también lo era que en el informe se tomaron en cuenta productos nacionales detectándose el mismo fenómeno: “Otro punto característico de la estructura de precios en Venezuela (…) es el hecho de que, con pocas excepciones, tantos las mercancías producidas en Venezuela como las importadas se venden a altos precios. Este es el caso no solo donde los artículos importados compiten con los artículos venezolanos, sino también en los casos en que la competencia extranjera está prohibida en virtud de las tarifas (aduaneras) prohibitivas, o cuando la naturaleza del artículo es tal que la competencia extranjera es imposible.”[1]
Así pues, el problema de los precios altos en Venezuela no es reciente si bien la inflación en cuanto tal relativamente hablando si lo es, entendiendo por ello una novedad que tiene al menos cuatro décadas con sus altos y bajos. Esta disparidad, de por sí, ya nos da suficiente material para discutir sobre la pertinencia de los índices de precios como indicadores de la realidad de los precios en sí, pero más importante que este problema teórico-técnico resulta dar cuenta de por qué los precios en Venezuela históricamente tienen esa condición, por qué de un tiempo a esta parte se ha sumado a ella la volatilidad alcista y por qué aún la siguen teniendo, todo para poder ver luego en consecuencia qué podría hacerse para revertir.
En virtud de lo anterior, este trabajo se dividirá en tres partes que se irán publicando consecutivamente a partir de ahora. En una próxima entrega nos dedicaremos a analizar la hipótesis inflacionaria dentro del pensamiento económico moderno, cómo se origina y en razón de qué, cuáles son sus presupuestos así como sus implicaciones tanto teóricas como políticas todo para poder dar cuenta de cuál es el lugar que ocupa dentro de la dinámica de reproducción ideológica y material del orden capitalista. Posteriormente, nos dedicaremos a analizar el problema histórico de los precios en Venezuela, entre otras cosas para ver a través del mismo la realidad del funcionamiento capitalista nacional, entendiendo en cualquier caso que como cualquier otra economía pero especialmente en razón de su condición rentística la venezolana no es concebible fuera de su relación con los mercados internacionales. En una última entrega pasaremos al tema de las soluciones, es decir, a comentar sobre las medidas que se toman para contrarrestar la subida de los precios, su efectividad, etc., así como a justificar por qué para el caso venezolano la llamada “lucha contra la inflación” debería ser el trampolín que nos haga trascender el capitalismo hacia una sociedad con nuevos formas de producción y reproducción de la existencia.
Mi punto al respecto –insisto- es bastante simple y consiste en lo siguiente: el problema del aumento de los precios en nuestro país, así como los conexos de especulación y el acaparamiento, no podrán solucionarse satisfactoriamente y en términos justos mientras no se cambie la manera unilateral e interesada de ver dichos asuntos, esta es: la teoría económica transformada en sentido común y expresada con distintos grados de intensidad tanto por ciertas izquierdas como por derecha según la cual dicho aumento de precios consiste en un problema inflacionario derivado particularmente de la intervención del Estado en el libre juego de la oferta y la demanda en medio de mercados que, por su propia naturaleza, tendería al equilibrio si se elimina dicha intervención. Dicho en otras palabras, lo que sostengo para el caso de la economía es lo mismo que todo médico (y también todo paciente) sabe que aplica para el caso de la medicina: si se falla en el diagnóstico necesariamente se falla en el tratamiento, de modo tal que se corre el riesgo no solo de no curar la verdadera enfermedad sino de agravarla al tiempo que se causan males secundarios debidos a la aplicación de un tratamiento incorrecto. En nuestro caso, el mal diagnóstico comienza cuando se habla de “inflación” para referirse al problema de los altos precios de los bienes y servicios. Y sigue cuando se afirma que dicho problema es causado por la intervención del Estado –bien controlando los precios, bien aumentando unilateralmente los salarios, bien subsidiando los productos o bien emitiendo dinero para aumentar ficticiamente la demanda (el clásico tema del Estado populista que “regala” el dinero a los pobres a través de becas, etc.)- en medio de una realidad que sería armónica de no mediar dicha intervención. El lugar del paciente más que “la economía venezolana” en términos abstracto aquí lo ocupan los consumidores (que a su vez son trabajadores asalariados en su gran mayoría, o pequeños productores y comerciantes que se ven espoleados por los más grandes) que deben cobrar mayor conciencia no sólo de que el conocimiento de los males que lo afectan es condición esencial para iniciar la recuperación y eliminar los padecimientos, sino que su papel debe ser más activo para que sea efectiva dicha recuperación
Antes de seguir le pedimos al lector –sobre todo al no especialista- que si está pensando que este es un tema demasiado complejo no se deje engañar por esa falsa impresión que forma parte del mismo problema que venimos denunciando. Poco a poco se dará cuenta de que es un tema sencillo, que de por sí sabe más sobre el mismo de lo que se imagina y que los enredos –en especial los derivados del abuso de las matemáticas- son puestos a propósito por quienes le interesa que el tema lo manejen solo unos pocos. Por otro lado, allende la complejidad o no de los abordado, lo cierto es que es una gran oportunidad para discutir una temática que nos obliga por su propia naturaleza a dar cuenta del futuro y viabilidad del capitalismo como modo de producción y forma de vida así como el de las alternativas planteadas al mismo.
Postulados fundamentales.
Aunque no siempre es buen plan señalar de entrada los postulados o conclusiones a las que llegará un texto, valga decir que dada la dinámica política nacional y del debate abierto tanto a lo interno del chavismo como en el país en general, me gustaría de entrada precisarlas en el entendido que en su desarrollo y argumentación consiste el texto en sí mismo:
Primer Postulado: La inflación no existe: en la vida real, esto es, cuando una persona va a un local y se encuentra con que los precios han aumentado no está en presencia de una “inflación”. En realidad, lo que tiene al frente es justamente eso: un aumento de los precios, problema del cual la inflación en cuanto teoría y sentido común dominante se presenta como la única explicación posible cuando en verdad es tan solo una y no la mejor. Se presenta como la única posible porque es la explicación del sector dominante de la economía en razón de la cual se la impone al resto. En tal sentido, debemos ver cómo se forma y cómo funciona esta idea, pero sobre todo qué cosa no nos muestra, qué cuestiones claves no nos deja ver ni nos explica tras todo lo que dice mostrarnos y explicarnos como obvio.
Segundo Postulado: El control de precios en los mercados es un falso problema porque en los mercados los precios siempre están controlados: en realidad, cuando los economistas se refieren al control de los precios como problema se están refiriendo al control de precios del Estado. Para la mayoría de ellos, como dijimos, debe dejarse que el “libre juego” de la oferta y la demanda se realice y autorregule los mercados. Sin embargo, en la única economía donde esa autorregulación funciona es en la de los manuales con que estudiaron dichos economistas que nos hablan de competencia perfecta y un conjunto de otras cosas que esos mismos manuales dicen que corresponden a tipos ideales y abstracciones que no se cumplen en la realidad. En un mercado suele suceder que los precios son impuestos por los productores y los ofertantes. Y en el caso venezolano eso es todavía más cierto dadas las condiciones oligopólicas y monopólicas de producción y comercialización. En este sentido, la opción al que el Estado controle los precios es que los precios sean controlados por los comerciantes y los productores, los cuales dadas las asimetrías correspondientes tenderán –como viene ocurriendo en la práctica más allá de la regulación- a imponerle al consumidor condiciones que van en desmedro de sus intereses. Por lo demás, argumentar que hay que eliminar un control de precios porque es malo, no cumple con su cometido, hace que suban más los precios, que se cree un mercado negro, el contrabando o la fuga de divisas, es tan absurdo como decir que hay que eliminar el código penal o las cárceles porque las autoridades no pueden meter a todos los delincuentes presos o existe impunidad. Nadie en su sano juicio pensaría eso. Si el control de precios no funciona o tiene fallas hay que mejorarlo pero no quitarlo pues quitarlo no soluciona el problema. Si el Estado no controla los precios los precios seguirán siendo controlados y nunca existirán mercados perfectamente equilibrados por la “mano invisible” del mercado. Eso ya lo sabía el mismísimo Adam Smith. Los precios serán impuestos por los productores y comercializadores tácita o concertadamente en perjuicio de los consumidores. La metáfora de la mano invisible inventada por Adam Smith y abusada por los economistas vulgares sólo sirve para invisibilizar las manos de quienes en verdad controlan y regulan la producción y comercialización de bienes y por tanto los precios.
Tercer Postulado: En nuestro país el problema de los precios no comenzó hace 14 años. Y en honor a la verdad tampoco empezó con los adecos o el puntofijismo, sino que forma parte de una característica intrínseca al tipo de capitalismo desarrollado a partir de la llegada del petróleo. Lo que se quiere decir en términos generales es que la economía capitalista venezolana se ha caracterizado a lo largo de su historia por tener precios altos, lo cual se ha traducido en las tasas históricamente altas de acumulación y distribución desigual del ingreso observadas en nuestro país.
Cuarto Postulado: El problema de los precios, dado lo anterior, deriva de un problema que es El problema de toda economía capitalista: el de la creación, distribución y acumulación de la riqueza una vez creada. Los precios altos no son un indicador de mercados distorsionados, es la expresión de la lucha de clases dentro de la sociedad capitalista venezolana.
Quinto Postulado: El control de precios por sí solo no elimina el problema. Es necesario pero no suficiente y de hecho puede agravarlo sino se toman medidas complementarias al nivel de la producción (aumentar la oferta de bienes y servicios producidos y ofertados), pero también cambiar las relaciones de producción para evitar que la acumulación y la ganancia sigan determinando a las relaciones entre las personas. Sustituir la acumulación individual y la explotación como principio organizador de lo económico y social por un modelo productivo basado en la lógica de lo común, lo cual por cierto también incluye la creación de un novedoso y sistema bancario, financiero y de intermediación distinto al privado pero también la público, que debería erigirse a partir de la experiencia de la banca comunal con un doble propósito: por una parte, financiar y reproducir el “socialismo productivo”; pero por la otra reducir y al largo plazo evitar que la renta petrolera, el presupuesto público en general y los propios recursos “hechos en socialismo” sigan drenando al capital financiero y comercial aumentando las condiciones de desigualdad, atrofia y concentración que caracterizan a nuestra economía y por tanto a nuestra sociedad.
[1]Informe técnico económico de la misión Fox. Presentación de Héctor Silva Michelena. BCV. Colección Memoria de la Economía Venezolana, Serie: Visión Foránea. Caracas. Venezuela. 2006.
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