(29 de noviembre-8 de diciembre de 1847)
El trabajo "Principios del
comunismo" es un proyecto de programa de la Liga de los Comunistas. Lo
escribió Engels en París por encargo del Comité Comarcal de la Liga. Sin
embargo, luego de que como resultado de su II Congreso (29 de noviembre-8 de
diciembre de 1847), la Liga les encargara a Marx y Engels la redacción de un
programa para la Liga, los autores abandonaron la forma de catequismo que marcó
la obra aquí reproducida y optaron por escribir el programa en forma de manifiesto.
El resultado se conoce como el Manifiesto del Partido Comunista. Al escribirlo, los autores
utilizaron las tesis expuestas por Engels en los "Principios del
comunismo".
I. ¿Qué es el comunismo?
El comunismo es la doctrina de las
condiciones de la liberación del proletariado.
II. ¿Qué es el proletariado?
El proletariado es la clase social
que consigue sus medios de subsistencia exclusivamente de la venta de su
trabajo, y no del rédito de algún capital; es la clase, cuyas dicha y pena,
vida y muerte y toda la existencia dependen de la demanda de trabajo, es decir,
de los períodos de crisis y de prosperidad de los negocios, de las
fluctuaciones de una competencia desenfrenada. Dicho en pocas palabras, el
proletariado, o la clase de los proletarios, es la clase trabajadora del siglo
XIX.
III. ¿Quiere decir que los
proletarios no han existido siempre?
No. Las clases pobres y trabajadoras
han existido siempre, siendo pobres en la mayoría de los casos. Ahora bien, los
pobres, los obreros que viviesen en las condiciones que acabamos de señalar, o
sea los proletarios, no han existido siempre, del mismo modo que la competencia
no ha sido siempre libre y desenfrenada.
IV. ¿Cómo apareció el proletariado?
El proletariado nació a raíz de la
revolución industrial, que se produjo en Inglaterra en la segunda mitad del
siglo pasado y se repitió luego en todos los países civilizados del mundo.
Dicha revolución se debió al invento de la máquina de vapor, de las diversas
máquinas de hilar, del telar mecánico y de toda una serie de otros dispositivos
mecánicos. Estas máquinas, que costaban muy caras y, por eso, sólo estaban al
alcance de los grandes capitalistas, transformaron completamente el antiguo
modo de producción y desplazaron a los obreros anteriores, puesto que las
máquinas producían mercancías más baratas y mejores que las que podían hacer
éstos con ayuda de sus ruecas y telares imperfectos. Las máquinas pusieron la
industria enteramente en manos de los grandes capitalistas y redujeron a la
nada el valor de la pequeña propiedad de los obreros (instrumentos, telares,
etc.), de modo que los capitalistas pronto se apoderaron de todo, y los obreros
se quedaron con nada. Así se instauró en la producción de tejidos el sistema
fabril. En cuanto se dio el primer impulso a la introducción de máquinas y al
sistema fabril; este último se propagó rápidamente en las demás ramas de la
industria, sobre todo en el estampado de tejidos, la impresión de libros, la
alfarería y la metalurgia. El trabajo comenzó a dividirse más y más entre los
obreros individuales de tal manera que el que antes efectuaba todo el trabajo
pasó a realizar nada más que una parte del mismo. Esta división del trabajo
permitió fabricar los productos más rápidamente y, por consecuencia, de modo
más barato. Ello redujo la actividad de cada obrero a un procedimiento
mecánico, muy sencillo, constantemente repetido, que la máquina podía realizar
con el mismo éxito o incluso mucho mejor. Por tanto, todas estas ramas de la
producción cayeron, una tras otra, bajo la dominación del vapor, de las
máquinas y del sistema fabril, exactamente del mismo modo que la producción de
hilados y de tejidos. En consecuencia, ellas se vieron enteramente en manos de
los grandes capitalistas, y los obreros quedaron privados de los úItimos restos
de su independencia. Poco a poco, el sistema fabril extendió su dominación no
ya sólo a la manufactura, en el sentido estricto de la palabra, sino que
comenzó a apoderarse más y más de las actividades artesanas, ya que también en
esta esfera los grandes capitalistas desplazaban cada vez más a los pequeños
maestros, montando grandes talleres, en los que era posible ahorrar muchos
gastos e implantar una detallada división del trabajo. Así llegamos a que, en
los países civilizados, casi en todas las ramas del trabajo se afianza la
producción fabril y, casi en todas estas ramas, la gran industria desplaza a la
artesanía y la manufactura. Como resultado de ello, se arruina más y más la
antigua clase media, sobre todo los pequeños artesanos, cambia completamente la
anterior situación de los trabajadores y surgen dos clases nuevas, que absorben
paulatinamente a todas las demás, a saber:
I. La clase de los grandes
capitalistas, que son ya en todos los países civilizados casi los únicos
poseedores de todos los medios de existencia, como igualmente de las materias
primas y de los instrumentos (máquinas, fábricas, etc.) necesarios para la
producción de los medios de existencia. Es la clase de los burgueses, o sea,
burguesía.
II. La clase de los completamente
desposeídos, de los que en virtud de ello se ven forzados a vender su trabajo a
los burgueses, al fin de recibir en cambio los medios de subsistencia
necesarios para vivir. Esta clase se denomina la clase de los proletarios, o
sea, proletariado.
V. ¿En qué condiciones se realiza
esta venta del trabajo de los proletarios a los burgueses?
El trabajo es una mercancía como otra
cualquiera, y su precio depende, por consiguiente, de las mismas leyes que el
de cualquier otra mercancía. Pero, el precio de una mercancía, bajo el dominio
de la gran industria o de la libre competencia, que es lo mismo, como lo
veremos más adelante, es, por término medio, siempre igual a los gastos de
producción de dicha mercancía. Por tanto, el precio del trabajo es también
igual al costo de producción del trabajo.
Ahora bien, el costo de producción
del trabajo consta precisamente de la cantidad de medios de subsistencia
indispensables para que el obrero esté en condiciones de mantener su capacidad
de trabajo y para que la clase obrera no se extinga. El obrero no percibirá por
su trabajo más que lo indispensable para ese fin; el precio del trabajo o el
salario será, por consiguiente, el más bajo, constituirá el mínimo de lo
indispensable para mantener la vida.
Pero, por cuanto en los negocios existen
períodos mejores y peores, el obrero percibirá unas veces más, otras menos,
exactamente de la misma manera que el fabricante cobra unas veces más, otras
menos, por sus mercancías. Y, al igual que el fabricante, que, por término
medio, contando los tiempos buenos y los malos, no percibe por sus mercancías
ni más ni menos que su costo de producción, el obrero percibirá, por término
medio, ni más ni menos que ese mínimo. Esta ley económica del salario se aplicará
más rigurosamente en la medida en que la gran industria vaya penetrando en
todas las ramas de la producción.
VI. ¿Qué clases trabajadores existían
antes de la revolución industrial?
Las clases trabajadoras han vivido en
distintas condiciones, según las diferentes fases de desarrollo de la sociedad,
y han ocupado posiciones distintas respecto de las clases poseedoras y
dominantes. En la antigüedad, los trabajadores eran esclavos de sus amos, como
lo son todavía en un gran número de países atrasados e incluso en la parte
meridional de los Estados Unidos. En la Edad Media eran siervos de los nobles
propietarios de tierras, como lo son todavía en Hungría, Polonia y Rusia.
Además, en la Edad Media, hasta la revolución industrial, existían en las
ciudades oficiales artesanos que trabajaban al servicio de la pequeña burguesía
y, poco a poco, en la medida del progreso de la manufactura, comenzaron a
aparecer obreros de manufactura que iban a trabajar contratados por grandes
capitalistas.
VII. ¿Qué diferencia hay entre el
proletario y el esclavo?
El esclavo está vendido de una vez y
para siempre, en cambio, el proletario tiene que venderse él mismo cada día y
cada hora. Todo esclavo individual, propiedad de un señor determinado, tiene ya
asegurada su existencia por miserable que sea, por interés de éste. En cambio
el proletario individual es, valga la expresión, propiedad de toda la clase de
la burguesía. Su trabajo no se compra más que cuando alguien lo necesita, por
cuya razón no tiene la existencia asegurada. Esta existencia está asegurada
únicamente a toda la clase de los proletarios. El esclavo está fuera de la
competencia. El proletario se halla sometido a ello y siente todas sus
fluctuaciones. El esclavo es considerado como una cosa, y no miembro de la
sociedad civil. El proletario es reconocido como persona, como miembro de la
sociedad civil.
Por consiguiente, el esclavo puede tener una existencia mejor
que el proletario, pero este último pertenece a una etapa superior de
desarrollo de la sociedad y se encuentra a un nivel más alto que el esclavo.
Este se libera cuando de todas las relaciones de la propiedad privada no
suprime más que una, la relación de esclavitud, gracias a lo cual sólo entonces
se convierte en proletario; en cambio, el proletario sólo puede liberarse
suprimiendo toda la propiedad privada en general.
VIII. ¿Qué diferencia hay entre el
proletario y el siervo?
El siervo posee en propiedad y
usufructo un instrumento de producción y una porción de tierra, a cambio de lo
cual entrega una parte de su producto o cumple ciertos trabajos. El proletario
trabaja con instrumentos de producción pertenecientes a otra persona, por
cuenta de ésta, a cambio de una parte del producto. El siervo da, al proletario
le dan. El siervo tiene la existencia asegurada, el proletario no. El siervo
está fuera de la competencia, el proletario se halla sujeto a ella. El siervo
se libera ya refugiándose en la ciudad y haciéndose artesano, ya dando a su amo
dinero en lugar de trabajo o productos, transformandose en libre arrendatario,
ya expulsando a su señor feudal y haciéndose él mismo propietario. Dicho en
breves palabras, se libera entrando de una manera u otra en la clase poseedora
y en la esfera de la competencia. El proletario se libera suprimiendo la
competencia, la propiedad privada y todas las diferencias de clase.
IX. ¿Qué diferencia hay entre el
proletario y el artesano? 1
X. ¿Qué diferencia hay entre el
proletario y el obrero de manufactura?
El obrero de manufactura de los
siglos XVI-XVIII poseía casi en todas partes instrumentos de producción: su
telar, su rueca para la familia y un pequeño terreno que cultivaba en las horas
libres. El proletario no tiene nada de eso. El obrero de manufactura vive casi
siempre en el campo y se halla en relaciones más o menos patriarcales con su
señor o su patrono. El proletario suele vivir en grandes ciudades y no lo unen
a su patrono más que relaciones de dinero. La gran industria arranca al obrero
de manufactura de sus condiciones patriarcales; éste pierde la propiedad que
todavía poseía y sólo entonces se convierte en proletario.
XI. ¿Cuáles fueron las consecuencias
directas de la revolución industrial y de la división de la sociedad en
burgueses y proletarios?
En primer lugar, en virtud de que el
trabajo de las máquinas reducía más y más los precios de los artículos
industriales, en casi todos los países del mundo el viejo sistema de la
manufactura o de la industria basada en el trabajo manual fue destruido
enteramente. Todos los países semibárbaros que todavía quedaban más o menos al
margen del desarrollo histórico y cuya industria se basaba todavía en la
manufactura, fueron arrancados violentamente de su aislamiento. Comenzaron a
comprar mercancías más baratas a los ingleses, dejando que se muriesen de
hambre sus propios obreros de manufactura. Así, países que durante milenios no
conocieron el menor progreso, como, por ejemplo, la India, pasaron por una
completa revolución, e incluso la China marcha ahora de cara a la revolución.
Las cosas han llegado a tal punto que una nueva máquina que se invente ahora en
Inglaterra podrá, en el espacio de un año, condenar al hambre a millones de
obreros de China. De este modo, la gran industria ha ligado los unos a los
otros a todos los pueblos de la tierra, ha unido en un solo mercado mundial
todos los pequeños mercados locales, ha preparado por doquier el terreno para
la civilización y el progreso y ha hecho las cosas de tal manera que todo lo
que se realiza en los países civilizados debe necesariamente repercutir en
todos los demás, por tanto, si los obreros de Inglaterra o de Francia se
liberan ahora, ello debe suscitar revoluciones en todos los demás países,
revoluciones que tarde o temprano culminarán también allí en la liberación de
los obreros.
En segundo lugar, en todas las partes
en que la gran industria ocupó el lugar de la manufactura, la burguesía aumentó
extraordinariamente su riqueza y poder y se erigió en primera clase del país.
En consecuencia, en todas las partes en las que se produjo ese proceso, la burguesía
tomó en sus manos el poder político y desalojó las clases que dominaban antes:
la aristocracia, los maestros de gremio y la monarquía absoluta, que
representaba a la una y a los otros. La burguesía acabó con el poderío de la
aristocracia y de la nobleza, suprimiendo el mayorazgo o la inalienabilidad de
la posesión de tierras, como también todos los privilegios de la nobleza.
Destruyó el poderío de los maestros de gremio, eliminando todos los gremios y
los privilegios gremiales. En el lugar de unos y otros puso la libre
competencia, es decir, un estado de la sociedad en la que cada cual tenía
derecho a dedicarse a la rama de la industria que le gustase y nadie podía
impedírselo a no ser la falta de capital necesario para tal actividad. Por
consiguiente, la implantación de la libre competencia es la proclamación
pública de que, de ahora en adelante, los miembros de la sociedad no son
iguales entre sí únicamente en la medida en que no lo son sus capitales, que el
capital se convierte en la fuerza decisiva y que los capitalistas, o sea, los
burgueses, se erigen así en la primera clase de la sociedad. Ahora bien, la
libre competencia es indispensable en el período inicial del desarrollo de la
gran industria, porque es el único régimen social con el que la gran industria
puede progresar. Tras de aniquilar de este modo el poderío social de la nobleza
y de los maestros de gremio, puso fin también al poder político de la una y los
otros. Llegada a ser la primera clase de la sociedad, la burguesía se proclamó también
la primera clase en la esfera política. Lo hizo implantando el sistema
representativo, basado en la igualdad burguesa ante la ley y en el
reconocimiento legislativo de la libre competencia. Este sistema fue instaurado
en los países europeos bajo la forma de la monarquía constitucional. En dicha
monarquía solo tienen derecho de voto los poseedores de cierto capital, es
decir, únicamente los burgueses. Estos electores burgueses eligen a los
diputados, y estos diputados burgueses, valiéndose del derecho a negar los
impuestos, eligen un gobierno burgués.
En tercer lugar, la revolución industrial ha creado en todas partes el proletariado en la misma medida que la
burguesía. Cuanto más ricos se hacían los burgueses, más numerosos eran los
proletarios. Visto que sólo el capital puede dar ocupación a los proletarios y
que el capital sólo aumenta cuando emplea trabajo, el crecimiento del
proletariado se produce en exacta correspondencia con el del capital. Al propio
tiempo, la revolución industrial agrupa a los burgueses y a los proletarios en
grandes ciudades, en las que es más ventajoso fomentar la industria, y can esa
concentración de grandes masas en un mismo lugar le inculca a los proletarios
la conciencia de su fuerza. Luego, en la medida del progreso de la revolución
industrial, en la medida en que se inventan nuevas máquinas, que eliminan el
trabajo manual, la gran industria ejerce una presión creciente sobre los
salarios y los reduce, como hemos dicho, al mínimo, haciendo la situación del
proletariado cada vez más insoportable. Así, por una parte, como consecuencia
del descontento creciente del proletariado y, por la otra, del crecimiento del
poderío de éste, la revolución industrial prepara la revolución social que ha
de realizar el proletariado.
XII. ¿Cuáles han sido las
consecuencias siguientes de la revolución industrial?
La gran industria creó, con la
máquina de vapor y otras máquinas, los medios de aumentar la producción
industrial rápidamente, a bajo costo y hasta el infinito. Merced a esta
facilidad de ampliar la producción, la libre competencia, consecuencia
necesaria de esta gran industria, adquirió pronto un carácter
extraordinariamente violento; un gran número de capitalistas se lanzó a la
industria, en breve plazo se produjo más de lo que se podía consumir. Como
consecuencia, no se podían vender las mercancías fabricadas y sobrevino la
llamada crisis comercial; las fábricas tuvieron que parar, los fabricantes
quebraron y los obreros se quedaron sin pan. Y en todas partes se extendió la
mayor miseria. Al cabo de cierto tiempo se vendieron los productos sobrantes,
las fábricas volvieron a funcionar, los salarios subieron y, poco a poco, los
negocios marcharon mejor que nunca. Pero no por mucho tiempo, ya que pronto
volvieron a producirse demasiadas mercancías y sobrevino una nueva crisis que
transcurrió exactamente de la misma manera que la anterior. Así, desde
comienzos del presente siglo, en la situación de la industria se han producido
continuamente oscilaciones entre períodos de prosperidad y períodos de crisis,
y casi regularmente, cada cinco o siete años se ha producido tal crisis, con la
particularidad de que cada vez acarreaba las mayores calamidades para los
obreros, una agitación revolucionaria general y un peligro colosal para todo el
régimen existente.
XIII. ¿Cuáles son las consecuencias
de estas crisis comerciales que se repiten regularmente?
En primer lugar, la de que la gran
industria, que en el primer período de su desarrollo creó la libre competencia,
la ha rebasado ya; que la competencia y, hablando en términos generales, la
producción industrial en manos de unos u otros particulares se ha convertido
para ella en una traba a la que debe y ha de romper; que la gran industria,
mientras siga sobre la base actual, no puede existir sin conducir cada siete
años a un caos general que supone cada vez un peligro para toda la civilización
y no sólo sume en la miseria a los proletarios, sino que arruina a muchos
burgueses; que, por consiguiente, la gran industria debe destruirse ella misma,
lo que es absolutamente imposible, o reconocer que hace imprescindible una
organización completamente nueva de la sociedad, en la que la producción
industrial no será más dirigida por unos u otros fabricantes en competencia
entre sí, sino por toda la sociedad con arreglo a un plan determinado y de
conformidad con las necesidades de todos los miembros de la sociedad.
En segundo lugar, que la gran
industria y la posibilidad, condicionada por ésta, de ampliar hasta el infinito
la producción permiten crear un régimen social en el que se producirán tantos
medios de subsistencia que cada miembro de la sociedad estará en condiciones de
desarrollar y emplear libremente todas sus fuerzas y facultades; de modo que,
precisamente la peculiaridad de la gran industria que en la sociedad moderna
engendra toda la miseria y todas las crisis comerciales será en la otra
organización social justamente la que ha de acabar con esa miseria y esas
fluctuaciones preñadas de tantas desgracias.
Por tanto, está probado claramente:
1) que en la actualidad todos estos
males se deben únicamente al régimen social, el cual ya no responde más a las
condiciones existentes;
2) que ya existen los medios de
supresión definitiva de estas calamidades por vía de la construcción de un
nuevo orden social.
XIV. ¿Cómo debe ser ese nuevo orden
social?
Ante todo, la administración de la
industria y de todas las ramas de la producción en general dejará de pertenecer
a unos u otros individuos en competencia. En lugar de esto, las ramas de la
producción pasarán a manos de toda la sociedad, es decir, serán administradas
en beneficio de toda la sociedad, con arreglo a un plan general y con la
participación de todos los miembros de la sociedad. Por tanto, el nuevo orden
social suprimirá la competencia y la sustituirá con la asociación. En vista de
que la dirección de la industria, al hallarse en manos de particulares, implica
necesariamente la existencia de la propiedad privada y por cuanto la
competencia no es otra cosa que ese modo de dirigir la industria, en el que la
gobiernan propietarios privados, la propiedad privada va unida inseparablemente
a la dirección individual de la industria y a la competencia. Así, la propiedad
privada debe también ser suprimida y ocuparán su lugar el usufructo colectivo
de todos los instrumentos de producción y el reparto de los productos de común
acuerdo, lo que se llama la comunidad de bienes.
La supresión de la propiedad privada
es incluso la expresión más breve y mas característica de esta transformación
de todo el régimen social, que se ha hecho posible merced al progreso de la
industria. Por eso los comunistas la planteen can razón como su principal
reivindicación.
XV. ¿Eso quiere decir que la
supresión de la propiedad privada no era posible antes?
No, no era posible. Toda transformación
del orden social, todo cambio de las relaciones de propiedad es consecuencia
necesaria de la aparición de nuevas fuerzas productivas que han dejado de
corresponder a las viejas relaciones de propiedad. Así ha surgido la misma
propiedad privada. La propiedad privada no ha existido siempre; cuando a fines
de la Edad Media surgió el nuevo modo de producción bajo la forma de la
manufactura, que no encuadraba en el marco de la propiedad feudal y gremial,
esta manufactura, que no correspondía ya a las viejas relaciones de propiedad,
dio vida a una nueva forma de propiedad: la propiedad privada. En efecto, para
la manufactura y para el primer período de desarrollo de la gran industria no
era posible ninguna otra forma de propiedad además de la propiedad privada, no
era posible ningún orden social además del basado en esta propiedad.
Mientras
no se pueda conseguir una cantidad de productos que no sólo baste para todos,
sino que se quede cierto excedente para aumentar el capital social y seguir
fomentando las fuerzas productivas, deben existir necesariamente una clase
dominante que disponga de las fuerzas productivas de la sociedad y una clase
pobre y oprimida. La constitución y el carácter de estas clases dependen del
grado de desarrollo de la producción. La sociedad de la Edad Media, que tiene
por base el cultivo de la tierra, nos da el señor feudal y el siervo; las
ciudades de las postrimerías de la Edad Media nos dan el maestro artesano, el
oficial y el jornalero; en el siglo XVII, el propietario de manufactura y el
obrero de ésta; en el siglo XIX, el gran fabricante y el proletario. Es claro
que, hasta el presente, las fuerzas productivas no se han desarrollado aún al
punto de proporcionar una cantidad de bienes suficiente para todos y para que
la propiedad privada sea ya una traba, un obstáculo para su progreso. Pero hoy,
cuando, merced al desarrollo de la gran industria, en primer lugar, se han
constituido capitales y fuerzas productivas en proporciones sin precedentes y
existen medios para aumentar en breve plazo hasta el infinito estas fuerzas
productivas; cuando, en segundo lugar, estas fuerzas productivas se concentran
en manos de un reducido número de burgueses, mientras la gran masa del pueblo
se va convirtiendo cada vez más en proletarios, con la particularidad de que su
situación se hace más precaria e insoportable en la medida en que aumenta la
riqueza de los burgueses; cuando, en tercer lugar, estas poderosas fuerzas
productivas, que se multiplican con tanta facilidad hasta rebasar el marco de
la propiedad privada y del burgués, provocan continuamente las mayores
conmociones del orden social, sólo ahora la supresión de la propiedad privada
se ha hecho posible e incluso absolutamente necesaria.
XVI. ¿Será posible suprimir por vía
pacífica la propiedad privada?
Sería de desear que fuese así, y los
comunistas, como es lógico, serían los últimos en oponerse a ello. Los
comunistas saben muy bien que todas las conspiraciones, además de inútiles, son
incluso perjudiciales. Están perfectamente al corriente de que no se pueden
hacer las revoluciones premeditada y arbitrariamente y que éstas han sido
siempre y en todas partes una consecuencia necesaria de circunstancias que no
dependían en absoluto de la voluntad y la dirección de unos u otros partidos o
clases enteras. Pero, al propio tiempo, ven que se viene aplastando por la
violencia el desarrollo del proletariado en casi todos los países civilizados y
que, con ello, los enemigos mismos de los comunistas trabajan con todas sus
energías para la revolución. Si todo ello termina, en fin de cuentas, empujando
al proletariado subyugado a la revolución, nosotros, los comunistas,
defenderemos con hechos, no menos que como ahora lo hacemos de palabra, la
causa del proletariado.
XVII. ¿Será posible suprimir de golpe
la propiedad privada?
No, no será posible, del mismo modo
que no se puede aumentar de golpe las fuerzas productivas existentes en la
medida necesaria para crear una economía colectiva. Por eso, la revolución del
proletariado, que se avecina según todos los indicios, sólo podrá transformar
paulatinamente la sociedad actual, y acabará con la propiedad privada
únicamente cuando haya creado la necesaria cantidad de medios de producción.
XVIII. ¿Qué vía de desarrollo tomará
esa revolución?
Establecerá, ante todo, un régimen
democrático y, por tanto, directa o indirectamente, la dominación política del
proletariado. Directamente en Inglaterra, donde los proletarios constituyen ya
la mayoría del pueblo. Indirectamente en Francia y en Alemania, donde la
mayoría del pueblo no consta únicamente de proletarios, sino, además, de
pequeños campesinos y pequeños burgueses de la ciudad, que se encuentran sólo
en la fase de transformación en proletariado y que, en lo tocante a la
satisfacción de sus intereses políticos, dependen cada vez más del
proletariado, por cuya razón han de adherirse pronto a las reivindicaciones de
éste. Para ello, quizá, se necesite una nueva lucha que, sin embargo, no puede
tener otro desenlace que la victoria del proletariado.
La democracia sería absolutamente
inútil para el proletariado si no la utilizara inmediatamente como medio para
llevar a cabo amplias medidas que atentasen directamente contra la propiedad
privada y asegurasen la existencia del proletariado. Las medidas más
importantes, que dimanan necesariamente de las condiciones actuales, son:
1) Restricción de la propiedad
privada mediante el impuesto progresivo, el alto impuesto sobre las herencias,
la abolición del derecho de herencia en las líneas laterales (hermanos,
sobrinos, etc.), préstamos forzosos, etc.
2) Expropiación gradual de los
propietarios agrarios, fabricantes, propietarios de ferrocarriles y buques,
parcialmente con ayuda de la competencia por parte de la industria estatal y,
parcialmente de modo directo, con indemnización en asignados.
3) Confiscación de los bienes de
todos los emigrados y de los rebeldes contra la mayoría del pueblo.
4) Organización del trabajo y
ocupación de los proletarios en fincas, fábricas y talleres nacionales, con lo
cual se eliminará la competencia entre los obreros, y los fabricantes que
queden, tendrán que pagar salarios tan altos como el Estado.
5) Igual deber obligatorio de trabajo
para todos los miembros de la sociedad hasta la supresión completa de la
propiedad privada. Formación de ejércitos industriales, sobre todo para la
agricultura.
6) Centralización de los créditos y
la banca en las manos del Estado a través del Banco Nacional, con capital del
Estado. Cierre de todos los bancos privados.
7) Aumento del número de fábricas,
talleres, ferrocarriles y buques nacionales, cultivo de todas las tierras que
están sin labrar y mejoramiento del cultivo de las demás tierras en consonancia
con el aumento de los capitales y del número de obreros de que dispone la
nación.
8) Educación de todos los niños en
establecimientos estatales y a cargo del Estado, desde el momento en que puedan
prescindir del cuidado de la madre. Conjugar la educación con el trabajo
fabril.
9) Construcción de grandes palacios
en las fincas del Estado para que sirvan de vivienda a las comunas de
ciudadanos que trabajen en la industria y la agricultura y unan las ventajas de
la vida en la ciudad y en el campo, evitando así el carácter unilateral y los
defectos de la una y la otra.
10) Destrucción de todas las casas y
barrios insalubres y mal construidos.
11) Igualdad de derecho de herencia
para los hijos legítimos y los naturales.
12) Concentración de todos los medios
de transporte en manos de la nación.
Por supuesto, todas estas medidas no
podrán ser llevadas a la práctica de golpe. Pero cada una entraña
necesariamente la siguiente. Una vez emprendido el primer ataque radical contra
la propiedad privada, el proletariado se verá obligado a seguir siempre
adelante y a concentrar más y más en las manos del Estado todo el capital, toda
la agricultura, toda la industria, todo el transporte y todo el cambio. Este es
el objetivo a que conducen las medidas mencionadas. Ellas serán aplicables y
surtirán su efecto centralizador exactamente en el mismo grado en que el
trabajo del proletariado multiplique las fuerzas productivas del país.
Finalmente, cuando todo el capital, toda la producción y todo el cambio estén
concentrados en las manos de la nación, la propiedad privada dejará de existir
de por sí, el dinero se hará superfluo, la producción aumentará y los hombres
cambiarán tanto que se podrán suprimir también las últimas formas de relaciones
de la vieja sociedad.
XIX. ¿Es posible esta revolución en
un solo país?
No. La gran industria, al crear el
mercado mundial, ha unido ya tan estrechamente todos los pueblos del globo
terrestre, sobre todo los pueblos civilizados, que cada uno depende de lo que
ocurre en la tierra del otro. Además, ha nivelado en todos los países
civilizados el desarrollo social a tal punto que en todos estos países la
burguesía y el proletariado se han erigido en las dos clases decisivas de la
sociedad, y la lucha entre ellas se ha convertido en la principal lucha de
nuestros días. Por consecuencia, la revolución comunista no será una revolución
puramente nacional, sino que se producirá simultáneamente en todos los países
civilizados, es decir, al menos en Inglaterra, en América, en Francia y en
Alemania. Ella se desarrollará en cada uno de estos países más rápidamente o
más lentamente, dependiendo del grado en que esté en cada uno de ellos más
desarrollada la industria, en que se hayan acumulado más riquezas y se disponga
de mayores fuerzas productivas. Por eso será más lenta y difícil en Alemania y
más rápida y fácil en Inglaterra. Ejercerá igualmente una influencia
considerable en los demás países del mundo, modificará de raíz y acelerará
extraordinariamente su anterior marcha del desarrollo. Es una revolución
universal y tendrá, por eso, un ámbito universal.
XX. ¿Cuáles serán las consecuencias
de la supresión definitiva de la propiedad privada?
Al quitar a los capitalistas privados
el usufructo de todas las fuerzas productivas y medios de comunicación, así
como el cambio y el reparto de los productos, al administrar todo eso con
arreglo a un plan basado en los recursos disponibles y las necesidades de toda
la sociedad, ésta suprimirá, primeramente, todas las consecuencias nefastas
ligadas al actual sistema de dirección de la gran industria. Las crisis
desaparecerán; la producción ampliada, que es, en la sociedad actual, una superproducción
y una causa tan poderosa de la miseria, será entonces muy insuficiente y deberá
adquirir proporciones mucho mayores. En lugar de engendrar la miseria, la
producción superior a las necesidades perentorias de la sociedad permitirá
satisfacer las demandas de todos los miembros de ésta, engendrará nuevas
demandas y creará, a la vez, los medios de satisfacerlas. Será la condición y
la causa de un mayor progreso y lo llevará a cabo, sin suscitar, como antes, el
trastorno periódico de todo el orden social. La gran industria, liberada de las
trabas de la propiedad privada, se desarrollará en tales proporciones que,
comparado con ellas, su estado actual parecerá tan mezquino como la manufactura
al lado de la gran industria moderna. Este avance de la industria brindara a la
sociedad suficiente cantidad de productos para satisfacer las necesidades de
todos. Del mismo modo, la agricultura, en la que, debido al yugo de la
propiedad privada y al fraccionamiento de las parcelas, resulta difícil el
empleo de los perfeccionamientos ya existentes y de los adelantos de la ciencia
experimentará un nuevo auge y ofrecerá a disposición de la sociedad una
cantidad suficiente de productos. Así, la sociedad producirá lo bastante para
organizar la distribución con vistas a cubrir las necesidades de todos sus
miembros. Con ello quedará superflua la división de la sociedad en clases
distintas y antagónicas. Dicha división, además de superflua, será incluso
incompatible con el nuevo régimen social. La existencia de clases se debe a la
división del trabajo, y esta última, bajo su forma actual desaparecerá
enteramente, ya que, para elevar la producción industrial y agrícola al
mencionado nivel no bastan sólo los medios auxiliares mecánicos y químicos. Es
preciso desarrollar correlativamente las aptitudes de los hombres que emplean
estos medios. Al igual que en el siglo pasado, cuando los campesinos y los
obreros de las manufacturas, tras de ser incorporados a la gran industria,
modificaron todo su régimen de vida y se volvieron completamente otros, la
dirección colectiva de la producción por toda la sociedad y el nuevo progreso
de dicha producción que resultara de ello necesitarán hombres nuevos y los
formarán. La gestión colectiva de la producción no puede correr a cargo de los
hombres tales como lo son hoy, hombres que dependen cada cual de una rama
determinada de la producción, están aferrados a ella, son explotados por ella,
desarrollan nada más que un aspecto de sus aptitudes a cuenta de todos los
otros y sólo conocen una rama o parte de alguna rama de toda la producción. La
industria de nuestros días está ya cada vez menos en condiciones de emplear
tales hombres. La industria que funciona de modo planificado merced al esfuerzo
común de toda la sociedad presupone con más motivo hombres con aptitudes
desarrolladas universalmente, hombres capaces de orientarse en todo el sistema
de la producción. Por consiguiente, desaparecerá del todo la división del
trabajo, minada ya en la actualidad por la máquina, la división que hace que
uno sea campesino, otro, zapatero, un tercero, obrero fabril, y un cuarto,
especulador de la bolsa. La educación dará a los jóvenes la posibilidad de
asimilar rápidamente en la práctica todo el sistema de producción y les
permitirá pasar sucesivamente de una rama de la producción a otra, según sean
las necesidades de la sociedad o sus propias inclinaciones. Por consiguiente,
la educación los liberará de ese carácter unilateral que la división actual del
trabajo impone a cada individuo.
Así, la sociedad organizada sobre bases
comunistas dará a sus miembros la posibilidad de emplear en todos los aspectos
sus facultades desarrolladas universalmente. Pero, con ello desaparecerán
inevitablemente las diversas clases. Por tanto, de una parte, la sociedad
organizada sobre bases comunistas es incompatible con la existencia de clases
y, de la otra, la propia construcción de esa sociedad brinda los medios para
suprimir las diferencias de clase.
De ahí se desprende que ha de
desaparecer igualmente la oposición entre la ciudad y el campo. Unos mismos
hombres se dedicarán al trabajo agrícola y al industrial, en lugar de dejar que
lo hagan dos clases diferentes. Esto es una condición necesaria de la
asociación comunista y por razones muy materiales. La dispersión de la
población rural dedicada a la agricultura, a la par con la concentración de la
población industrial en las grandes ciudades, corresponde sólo a una etapa
todavía inferior de desarrollo de la agricultura y la industria y es un
obstáculo para el progreso, cosa que se hace ya sentir con mucha fuerza.
La asociación general de todos los
miembros de la sociedad al objeto de utilizar colectiva y racionalmente las
fuerzas productivas; el fomento de la producción en proporciones suficientes
para cubrir las necesidades de todos; la liquidación del estado de cosas en el
que las necesidades de unos se satisfacen a costa de otros; la supresión
completa de las clases y del antagonismo entre ellas; el desarrollo universal
de las facultades de todos los miembros de la sociedad merced a la eliminación
de la anterior división del trabajo, mediante la educación industrial, merced
al cambio de actividad, a la participación de todos en el usufructo de los
bienes creados por todos y, finalmente, mediante la fusión de la ciudad con el
campo serán los principales resultados de la supresión de la propiedad privada.
XXI. ¿Qué influencia ejercerá el
régimen social comunista en la familia?
Las relaciones entre los sexos
tendrán un carácter puramente privado, perteneciente sólo a las personas que
toman parte en ellas, sin el menor motivo para la ingerencia de la sociedad.
Eso es posible merced a la supresión de la propiedad privada y a la educación
de los niños por la sociedad, con lo cual se destruyen las dos bases del
matrimonio actual ligadas a la propiedad privada: la dependencia de la mujer
respecto del hombre y la dependencia de los hijos respecto de los padres. En
ello reside, precisamente, la respuesta a los alaridos altamente moralistas de
los burguesotes con motivo de la comunidad de las mujeres, que, según éstos,
quieren implantar los comunistas. La comunidad de las mujeres es un fenómeno
que pertenece enteramente a la sociedad burguesa y existe hoy plenamente bajo
la forma de prostitución. Pero, la prostitución descansa en la propiedad privada
y desaparecerá junto con ella. Por consiguiente, la organización comunista, en
lugar de implantar la comunidad de las mujeres, la suprimirá.
XXII. ¿Cuál será la actitud de la
organización comunista hacia las nacionalidades existentes?
- Queda 2.
XXIII. ¿Cuál será su actitud hacia
las religiones existentes?
- Queda.
XXIV. ¿Cuál es la diferencia entre
los comunistas y los socialistas?
Los llamados socialistas se dividen
en tres categorías.
La primera consta de partidarios de
la sociedad feudal y patriarcal, que ha sido destruida y sigue siéndolo a
diario por la gran industria, el comercio mundial y la sociedad burguesa creada
por ambos. Esta categoría saca de los males de la sociedad moderna la
conclusión de que hay que restablecer la sociedad feudal y patriarcal, ya que
estaba libre de estos males.
Todas sus propuestas persiguen, directa o
indirectamente, este objetivo. Los comunistas lucharán siempre enérgicamente
contra esa categoría de socialistas reaccionarios, pese a su fingida compasión
de la miseria del proletariado y las amargas lágrimas que vierten con tal
motivo, puesto que estos socialistas:
1) se proponen un objetivo
absolutamente imposible;
2) se esfuerzan por restablecer la
dominación de la aristocracia, los maestros de gremio y los propietarios de
manufacturas, con su séquito de monarcas absolutos o feudales, funcionarios,
soldados y curas, una sociedad que, cierto, estaría libre de los vicios de la
sociedad actual, pero, en cambio, acarrearía, cuando menos, otros tantos males
y, además, no ofrecería la menor perspectiva de liberación, con ayuda de la
organización comunista, de los obreros oprimidos;
3) muestran sus verdaderos
sentimientos cada vez que el proletariado se hace revolucionario y comunista:
se alían inmediatamente a la burguesía contra los proletarios.
La segunda categoría consta de
partidarios de la sociedad actual, a los que los males necesariamente
provocados por ésta inspiran temores en cuanto a la existencia de la misma.
Ellos quieren, por consiguiente, conservar la sociedad actual, pero suprimir
los males ligados a ella. A tal objeto, unos proponen medidas de simple
beneficencia; otros, grandiosos planes de reformas que, so pretexto de
reorganización de la sociedad, se plantean el mantenimiento de las bases de la
sociedad actual y, con ello, la propia sociedad actual. Los comunistas deberán
igualmente combatir con energía contra estos socialistas burgueses, puesto que
éstos trabajan para los enemigos de los comunistas y defienden la sociedad que
los comunistas quieren destruir.
Finalmente, la tercera categoría
consta de socialistas democráticos. Al seguir el mismo camino que los
comunistas, se proponen llevar a cabo una parte de las medidas señaladas en la
pregunta... 3,
pero no como medidas de transición al comunismo, sino como un medio suficiente
para acabar con la miseria y los males de la sociedad actual. Estos socialistas
democráticos son proletarios que no ven todavía con bastante claridad las
condiciones de su liberación, o representantes de la pequeña burguesía, es
decir, de la clase que, hasta la conquista de la democracia y la aplicación de
las medidas socialistas dimanantes de ésta, tiene en muchos aspectos los mismos
intereses que los proletarios. Por eso, los comunistas se entenderán con esos
socialistas democráticos en los momentos de acción y deben, en general,
atenerse en esas ocasiones y en lo posible a una política común con ellos,
siempre que estos socialistas no se pongan al servicio de la burguesía
dominante y no ataquen a los comunistas. Por supuesto, estas acciones comunes
no excluyen la discusión de las divergencias que existen entre ellos y los
comunistas.
XXV. ¿Cuál es la actitud de los
comunistas hacia los demás partidos políticos de nuestra época?
Esta actitud es distinta en los
diferentes países. En Inglaterra, Francia y Bélgica, en las que domina la
burguesía, los comunistas todavía tienen intereses comunes con diversos
partidos democráticos, con la particularidad de que esta comunidad de intereses
es tanto mayor cuanto más los demócratas se acercan a los objetivos de los
comunistas en las medidas socialistas que los demócratas defienden ahora en todas
partes, es decir, cuanto más clara y explícitamente defienden los intereses del
proletariado y cuanto más se apoyan en el proletariado. En Inglaterra, por
ejemplo, los cartistas 4,
que constan de obreros, se aproximan inconmensurablemente más a los comunistas
que los pequeño burgueses democráticos o los llamados radicales.
En Norteamérica, donde ha sido
proclamada la Constitución democrática, los comunistas deberán apoyar al partido
que quiere encaminar esta Constitución contra la burguesía y utilizarla en
beneficio del proletariado, es decir, al partido de la reforma agraria
nacional.
En Suiza, los radicales, aunque
constituyen todavía un partido de composición muy heterogénea, son, no
obstante, los únicos con los que los comunistas pueden concertar acuerdos, y
entre estos radicales los más progresistas son los de Vand y los de Ginebra.
Finalmente, en Alemania está todavía
por delante la lucha decisiva entre la burguesía y la monarquía absoluta. Pero,
como los comunistas no pueden contar con una lucha decisiva con la burguesía
antes de que ésta llegue al poder, les conviene a los comunistas ayudarle a que
conquiste lo más pronto posible la dominación, a fin de derrocarla, a su vez,
lo más pronto posible. Por tanto, en la lucha de la burguesía liberal contra
los gobiernos, los comunistas deben estar siempre del lado de la primera,
precaviéndose, no obstante, contra el autoengaño en que incurre la burguesía y
sin fiarse en las aseveraciones seductoras de ésta acerca de las benéficas
consecuencias que, según ella, traerá al proletariado la victoria de la
burguesía. Las únicas ventajas que la victoria de la burguesía brindará a los
comunistas serán: 1) diversas concesiones que aliviarán a los comunistas la
defensa, la discusión y la propagación de sus principios y, por tanto,
aliviarán la cohesión del proletariado en una clase organizada, estrechamente
unida y dispuesta a la lucha, y 2) la seguridad de que el día en que caigan los
gobiernos absolutistas, llegará la hora de la lucha entre los burgueses y los
proletarios. A partir de ese día, la política del partido de los comunistas
será aquí la misma que en los países donde domina ya la burguesía.
Escrito en alemán por F. Engels a
fines de octubre y en noviembre de 1847. Se publica de acuerdo con el
manuscrito. Publicado por vez primera como edición aparte en 1914.
NOTAS
[1] Aquí Engels deja en blanco el manuscrito para redactar luego la
respuesta a la pregunta IX.
[2] En
el manuscrito, en lugar de respuesta a la pregunta 22, así como a la siguiente,
la 23, figura la palabra «queda». Por lo visto, estima que la respuesta debía
quedar en la forma que estaba expuesta en uno de los proyectos previos, que no
nos han llegado, del programa de la Liga de los Comunistas.
[3] En
el manuscrito está en blanco ese lugar; trátase de la pregunta XVIII.
[4] Se
les llamó Chartists o cartistas los participantes en el movimiento obrero de
Gran Bretaña entre los años 1830s y 1850s que se libró con la reivindicación de
la aprobación de una "Carta del Pueblo" que garantize, entre otras
cosas, el sufragio universal.
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