Tomdo de laclase.info
Foto: Santos, Hillary Clinton, Piñera y Chávez
Mientras que la juventud chilena y colombiana continúa su
lucha por una educación pública, gratuita y de calidad enfrentando una brutal
represión, los gobiernos de Venezuela, Bolivia y Ecuador están en la trinchera
opuesta, al lado de nuestros enemigos. Hugo Chávez es el mayor representante de
estos gobiernos en establecer acuerdos estratégicos con los gobiernos más
reaccionarios del sub-continente como son Sebastián Piñera en Chile y Manuel
Santos en Colombia. De esa forma, aliándose a ellos, Chávez se convirtió en
enemigo de la juventud latinoamericana.
La juventud chilena continua luchando en las calles de
Santiago, en las ocupaciones de colegios, al lado de los mapuches, de los
mineros, de los trabajadores de la salud y del pueblo pobre con sus
cacerolazos. Necesita de apoyo y solidaridad internacional para enfrentar el neoliberalismo
y las balas de Piñera. Sin embargo, acabó siendo apuñalada por la espalda por
el gobierno venezolano. En la reciente cumbre de fundación de las Comunidad de
Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), realizada en Caracas, Chávez le
entregó la presidencia del organismo al presidente de Chile. Como dice Simón
Rodríguez Porras de la juventud de la USI-PSL de Venezuela, “esa actitud
significa un insulto a los estudiantes chilenos”.**
También la juventud colombiana, inspirada por los
estudiantes chilenos, ocupó las calles de Bogotá contra la nueva ley de
Educación Superior del gobierno de Juan Manuel Santos. Las inmensas
manifestaciones tenían como objetivo derrotar el proyecto de privatización de
la educación. Las protestas fueron brutalmente reprimidas y líderes del
movimiento fueron detenidos en un país cuyo presidente acaba de asesinar a otro
líder de las FARC. Ahí también Hugo Chávez apareció en el campo opuesto al de
la lucha estudiantil para privilegiar los nuevos acuerdos económicos y diplomáticos
con el gobierno colombiano. No podemos olvidar que por esta nueva relación
privilegiada, Chávez entregó sumariamente a Santos al activista opositor al
régimen colombiano Pérez Becerra por supuestas vinculaciones con la guerrilla.
Fue la mayor prueba de su servilismo a la línea contra el terrorismo de la Casa
Blanca.
Los hechos son más grandes que la cordillera de Los Andes
o el río Amazonas, demostrando que el período de enfrentamientos parciales
entre Chávez y el imperialismo quedó en el pasado. Todos los activistas de
izquierda de nuestro continente, sobre todo los que todavía están vinculados al
bolivarianismo, deben reflexionar sobre este giro a la derecha del gobierno
venezolano, porque Bolivia y Ecuador siguen la misma senda.
Ese giro a la derecha, normalizando las relaciones con el imperialismo es
realizado en el contexto de la crisis económica mundial, de las revoluciones
del norte de África y de la intensificación de la lucha de clases en Venezuela,
Bolivia y Ecuador. Y la política de Chávez, Evo y Correa es aplicar ajustes
contra el pueblo pobre y trabajador, reprimir las protestas sociales y defender
las dictaduras sanguinarias del mundo árabe como una forma de justificar sus
políticas.
Frente a la decadencia de los llamados “gobiernos de izquierda” de nuestro
continente es necesario profundizar en el análisis de sus programas y
estrategias. El “Socialismo del siglo XXI”, así como el “Socialismo Andino” y
la “Revolución ciudadana”, fue aplicado a fondo en Venezuela, Bolivia y
Ecuador, demostrando las limitaciones de los proyectos nacionalistas burgueses.
Esos programas fracasaron, cerrando el reciente ciclo de apogeo del llamado
“nacionalismo latinoamericano” que, como todo nacionalismo burgués, termina
entregándose al imperialismo y enfrentando al movimiento obrero, indígena y
popular.
A pesar de los roces con el imperialismo o de algunas
conquistas sociales en su inicio fruto de las presiones del movimiento, hoy
están en evidente retroceso. Esa estrategia nada tenia de novedoso, se trata de
gobernar con los empresarios, con economías mixtas (privada y estatal),
elementos keynesianos, pactos con los golpistas (amnistía en Venezuela y
Constitución en Bolivia) e incrementando la burocracia estatal. Es semejante al
modelo sandinista, al de los dictadores capitalistas chinos y demás burócratas
del este europeo o a las experiencias de la socialdemocracia en Europa o de lo
que fue Chile. No se diferencia mucho de la línea “democrática y popular” del
PT brasileño, que desarmó al partido y lo llevó a las traiciones de los
gobiernos de Lula y Dilma. La crisis de esa estrategia también acompaña el
desastre social que caracteriza la dictadura del partido único en Cuba en medio
de la restauración capitalista bajo el reinado de los hermanos Castro.
Partidos como el PSUV (Partido Socialista Unido de
Venezuela), con empresarios bolivarianos, o el MAS (Movimiento al Socialismo),
con golpistas de Santa Cruz en sus filas, no pueden ser calificados como
revolucionarios. De socialistas solo tienen el nombre. En ese sentido, las
políticas surgidas desde Miraflores en Caracas o el Palacio Quemado en La Paz,
nada tienen en común con la izquierda socialista latinoamericana.
Llegamos al final de un ciclo en función del agotamiento
de los líderes que representaron las aspiraciones del Caracazo venezolano, de
la Guerra del Agua boliviana o de la revolución indígena que derrotó a Mahuad
en Ecuador. Llegaron a la presidencia impulsados por la movilización, pero no
aplicaron los programas que garantizaron sus victorias. El gas boliviano o el
petróleo venezolano continúan en manos de las multinacionales mediante las
empresas mixtas, por ejemplo. Al mismo tiempo, indígenas, estudiantes,
sindicalistas, militares, el pueblo pobre que lucha, es apresado, reprimido y
tiene sus organizaciones bajo intervención del Estado o es acusado cínicamente
de “agente de los yanquis”. Sin embargo, las acciones reaccionarias de esos
gobiernos, no consiguen poner fin a las luchas que dieron origen a esos
movimientos, cuyas bases continúan movilizadas por sus antiguas demandas. Esto
es así, porque no ha habido derrotas en la lucha de clases en Venezuela,
Bolivia o Ecuador. Por eso la izquierda clasista, aquella que no capitula a la
vieja derecha ni al supuesto nacionalismo gobernante, está en mejores
condiciones para crecer.
Podemos decir entonces que estamos asistiendo a la agonía
de una izquierda reformista, pro-capitalista, que capituló al imperialismo y
traicionó las luchas que las masas están dando en América Latina y en el mundo.
Se trata de la crisis de las corrientes castro-chavistas, que en los últimos
años se convirtieron en un gigantesco obstáculo al avance de los
revolucionarios en nuestro continente. Esto no significa que estos aparatos van
a desaparecer rápidamente. Seguramente van a continuar ganando elecciones, como
seguramente ocurrirá en Venezuela. Pero sus políticas nefastas los hacen perder
el magnetismo “izquierdista” que sedujo a millares de honestos luchadores que
creyeron ver una alternativa política en la década pasada.
Las nuevas luchas, como el gasolinazo, la Marcha de
TIPNIS, las protestas da FADESS y la fantástica lucha de los jóvenes chilenos
están pariendo nuevos dirigentes. La tarea del momento es la batalla permanente
para ayudar a esos nuevos dirigentes que surgen o rompen con las viejas
direcciones a forjar organizaciones revolucionarias de masa. Estamos en medio
de un proceso que en mayor o menor grado cruza todos los países. La derrota de
Camila Vallejo en la última elección del FECH es un ejemplo del avance de la lucha
anti burocrática que está en curso en las escuelas y universidades chilenas.
Este hecho evidencia los desafíos y posibilidades abiertas para los
revolucionarios frente a una vanguardia juvenil que se reivindica
anticapitalista y repudia la conciliación de clases al estilo de los gobiernos
de la Concertación.
Al vincularnos con estos procesos, aprendiendo con las
nuevas experiencias, podremos contribuir para que los luchadores perciban la
relación que existe entre sus reivindicaciones y la necesidad de derrotar el
régimen como un todo. Para eso partimos de las propuestas y programas que los
conflictos ya gestaron o están gestando en sus batallas contra las traiciones
de los gobiernos y de los aparatos hegemónicos de la izquierda. Ese es el caldo
de cultivo para construir una izquierda clasista, que se diferencia claramente
del espontaneismo horizontalista y de la esterilidad de los ultraizquierdistas.
Una izquierda que construya el partido o la “herramienta política” como dicen
la resolución de los mineros bolivianos, que batalle por gobiernos obreros,
indígenas y populares para expropiar a los capitalistas, garantizar una
educación pública, gratuita y de calidad, controlar nuestro subsuelo, cuidar de
nuestra biodiversidad y garantizar socialismo y libertad.
Estamos con los estudiantes chilenos para forjar esa verdadera izquierda
latinoamericana en momentos en que la indignación contra el sistema capitalista
marca el sentido de nuestra historia. El socialismo de nuestro tiempo, así como
en el pasado, es siempre sin patrones ni privilegios. Él se templa en la lucha
encarnizada contra los burócratas y los agentes de la contrarrevolución, contra
todos aquellos que no nos representan.
* Miembro de la Dirección Nacional del PSOL/Brasil y de
la Coordinación de la CST
Diciembre de 2011
Diciembre de 2011
Más Información:
http://vamosalutanacional.blogspot.com
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