Tomado de Kaosenlared
Espero que
Kaos, publicacion libre y alternativa de izquierda, que previamente publicó los
desatinos alocados de tal inmundicia sepa respetar mis derechos de responder
revolucionariamente como ciudadano del mundo y de la Cuba que merece una mejor
realidad y destino. De paso y para los que aún no se han percatado por sus
intereses o analfabetismo intelectual y político, cuando no, y también por lo
miserable y despreciable que han sido y siguen siendo, aupando todo lo peor de
un sistema que pudiera haber sido ejemplo y faro del mundo entero, pues para
esos también, esos miles de Cuba y del mundo que aún no entienden que payasos
dictadores y criminales como los de Libia, Egipto, Siria, Túnez y algunos otros
lugares tienen sus días contados si es que ya aun no los han desalojado de sus
poderes y prebendas, sus propios pueblos hastiados, pues para esos tambien es
esta carta de respuesta que me permite este ejemplar de la citada fauna,
Edmundo, qué inmundicia.
Edmundo:
Hace años
estás intentando hacerme una entrevista sin éxito, hasta el punto de resultar
insoportablemente insistente porque además, para colmo, en tu petición
posteriormente iban tus entrevistas adjuntas, esas entrevistas que no tuve más
remedio que clasificar como “correo no deseado”, para al fin librarme de ellas.
En esa
primera ocasión en que nos encontramos, ibas oportunamente mal acompañado y no
tuve más remedio que pensar para mis adentros “Dios los cría…”. No obstante te
explicaré por qué nunca hubiera hecho una entrevista contigo: vi en ti, con mi
intuición natural para esas cosas, las nueve señales del hijo de puta que son,
no sé si sabes, clasificaciones que hizo Don Camilo José Cela, en su novela
“Mazurca para dos muertos” y que ha llegado a ser, en la historia, famosa por
su visión extraordinaria de lo que es un ser execrable a primera vista. Voy a
mostrarte esas nueve señales que son:
1. Pelo ralo
2. Baja estatura y canijo
3. Cara pálida
4. Barba por parroquia
5. Manos blandas, húmedas y frías
6. Mirar huido
7. Voz atiplada
8. Pijo flácido y doméstico
9. Avaricia
2. Baja estatura y canijo
3. Cara pálida
4. Barba por parroquia
5. Manos blandas, húmedas y frías
6. Mirar huido
7. Voz atiplada
8. Pijo flácido y doméstico
9. Avaricia
Con esta
referencia sobra decirte por qué nunca he confiado en ti. Edmundo,
tienes una forma de hacer periodismo que no es tal; seleccionas a tus víctimas
(a tus entrevistados), no los indagas, los cuestionas, los destrozas con una
autoridad que no sé cuál ser poderoso te ha otorgado y terminas triunfante ante
una persona apabullada por el terror de tus palabras que recuerdan un viejo
estilo autoritario, ridículo y obsoleto. Esa es a mi juicio la esencia de tu
programa.
Cuando leí
tu panfleto mi primera reacción fue ver a una niña en la pubertad, asombrada y
ruborizada ante su primera menstruación, miedosa de cometer pecado ante una
manifestación natural de su desconocido organismo. Esa fue la primera
impresión, pero la segunda, fue más solemne y peligrosa: me di cuenta de que no
solamente eras todo lo que yo había pensado, sino más aún, estabas ingresando
en ese grupo selecto de la ultraderecha miamense que no admite
reconciliaciones, críticas y que cuyo único neolítico gesto es romper discos
con aplanadoras. Tú, al igual que ellos, no quieres amor, quieres odio, tú al
igual que ellos, no quieres reconciliación, quieres rencores y desunión, tú en
suma, no quieres al pueblo cubano, ni de allá ni de acá. Edmundo, tú no quieres
a nadie y no me hubiera extrañado verte en esa “enorme” turba gritando “Abajo,
abajo”, donde sin duda alguna hubieras sido bien recibido.
Has
insinuado que la prensa de Miami y España se aprovecha y utiliza mis palabras
en vez de beneficiarme de ese espacio para arremeter contra el imperialismo.
Edmundo, estás equivocado, soy yo el que me sirvo de esos periódicos para que
difundan las entrevistas que en Cuba me están negadas y que sueño con que
aparezcan en el Granma y las lea todo el pueblo y que un sólo periodista, uno
sólo de los tantos miles que hay en la isla, tenga lo que hay que tener para
dar a conocer lo que tantos años llevo expresando; es más, como un punto de
partida planteo que tu panfleto y esta carta se publiquen en el Granma y que el
pueblo las lea, piense, sepa discernir por si mismo, y de una vez, dónde está
la verdad y vayamos por el camino de las libertades individuales que tenemos
que rescatar y que tú con tu actitud estás negando.
A mi regreso
a La Habana y en concordancia con el párrafo anterior, le digo por este medio a
la intelectualidad cubana, a los artistas, a los músicos y a los altos cargos
del Estado, que no me susurren más al oído: “estoy de acuerdo contigo pero…
imagínate!”. Yo no estoy arrepentido de incinerarme sólo en mi actitud, pero es
triste y vergonzoso que haya un silencio cómplice tan funesto como tu
manifestación, Edmundo. Estas dos conductas, una en Miami y otra en La Habana,
increíblemente al final convergen en su propia contradicción.
Sobre la
intelectualidad miamense que comentas que me ha apoyado en sus artículos, te
diré que no tengo absolutamente ningún miedo ni prejuicio en recibir una frase
amable y receptiva. No soy su compañero de viaje, pero Edmundo, me gusta sumar
mientras que a ti te gusta dividir porque de eso vives, para eso estás en esta
ciudad.
También te
has atrevido a decir que he mal influenciado a artistas del talento y el
prestigio de Serrat, Sabina, Víctor Manuel y Ana Belén. No hay duda de que en
este terreno también eres un ignorante, debías de saber que Juan Manuel Serrat
es uno de los hombres más admirados por su entereza, caballerosidad y su
limpieza durante toda su vida, y su posición ante el franquismo arriesgando su
carrera y su vida, lo llevó hasta la cima de la dignidad. Que Joaquín Sabina,
que a los 23 años se exilió a Inglaterra en su oposición a Franco y a su propio
padre, es uno de los artistas más sinceros y honestos que conozco (esto lo sabe
bien Fidel) independientemente de su talento. Que Víctor Manuel y Ana, antes de
nacer tú, y andar por esos rumbos inciertos, que todos conocemos, para llegar a
ser el extremista que eres hoy, pertenecían al Partido Comunista de España, en
la época de Franco, y eso, Edmundo, les pudo costar la vida. Esas personas que
tú no has respetado, tienen talento propio, criterios propios y no se dejan
influenciar por nadie, al contrario porque son ciertamente su talento y sus
principios los que han influenciado a medio mundo.
Edmundo, mis
53 años de militancia revolucionaria me otorgan el derecho, que muy pocos
ejercen en Cuba, de manifestarme con la libertad que requieran mis principios y
esa libertad implica que no tengo ningún compromiso a muerte con los dirigentes
cubanos, a los que he admirado y respetado, pero no son Dioses, ni yo soy
fanático, y cuando siento que puedo hacer un reproche y decir no, lo digo, sin
miedo y sin reservas. Cuando veo que unas señoras vestidas de blanco protestan
en la calle y son maltratadas por hombres y mujeres, no puedo por menos que
avergonzarme e indignarme y, de algún modo, aunque no estemos de acuerdo
absolutamente, solidarizarme con ellas en su dolor; porque lo más vil y lo más
cobarde puede ser que una horda de supuestos revolucionarios ataque
despiadadamente a estas mujeres. No hay ningún código que defienda eso en el
mundo, es más, la violencia de género se queda corta al ver esas salvajes
manifestaciones. Estos dos conceptos que te he expresado, pero tú no has
entendido – no hay duda de que estás en tu época de infantilismo revolucionario
-, no implica que esté en desacuerdo con Fidel y tampoco implica que esté de
acuerdo con las Damas de blanco. Pero tú vas al blanco o al negro, (más al
negro que al blanco) y no tienes matices y los años irremediablemente te van a
hacer aprender lo que es un verdadero revolucionario o inexorablemente vas a
ingresar en ese mundo en el que he visto a tantos como tú, vagando, perdido en
la nada.
Edmundo,
ayer creo que sufriste un revés que no te apliqué yo precisamente, sino los
varios miles de personas que asistieron a un recital, carísimo para su bolsillo
en crisis, demostrando que es posible el amor, que si anteayer decían “No” y
ayer decían “Tal vez”, hoy dijeron “Sí”, un sí contundente, más fuerte que tus
sucias y ofensivas palabras.
Edmundo, te
invito a que cojas tus maletas y regreses a tu país y allí tengas el valor de
denunciar todo lo malo que veas, porque Edmundo, te advierto, esa lucha sí es
dura y no te calles como esos miles periodistas de allá, cómplices lamentables
del silencio.
En muchas
ocasiones he dicho que me sentaré en el portal de mi casa para ver pasar el
“cadáver” de mis enemigos, ahí te espero.
Solamente te
exijo una cosa: saca mi nombre definitivamente de tu boca irrespetuosa y falsa,
son demasiados los méritos que me ha otorgado el pueblo para que un desalmado
como tú los manche con sus sucias palabras.
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