rodeó los centros de votación este domingo, a
través de tarantines de comidas y bebidas
Foto Archivo
Correo del Caroní
María Ramírez Cabello
7. Dic. 2015
La nueva Asamblea Nacional no podrá hacer magia. Lo dijeron los analistas antes de las elecciones parlamentarias de este 6 de diciembre, lo ratificaron los candidatos de la oposición y lo reseñaron los medios de comunicación. No hubo falsas promesas.
Mas sí, una clara convicción en torno a que la recuperación de la institucionalidad del Poder Legislativo, sienta las bases para empujar cambios que permitan recuperar el marco jurídico para atraer inversiones, promover la inversión privada, obligar al Poder Ejecutivo a rendir cuentas y un plan de políticas públicas anual y evitar el despilfarro sin contraloría por la vía de los créditos adicionales prácticamente a ciegas que se traducen en populismo. Un camino a la transformación, en suma.
Aún sin poderes mágicos, la mayoría de los electores que este domingo madrugaron para ejercer su derecho al voto lo hicieron empujados por una crisis que no discrimina y que aunque el Gobierno ha atribuido a una supuesta guerra económica, no es más que el resultado del descalabro de la producción nacional y la ausencia de políticas orientadas a revertir el desplome económico. En la calle, la mezcla se evidencia en colas por alimentos subsidiados, desabastecimiento e inflación.
Daños deliberados
En estos puntos insistieron una y otra vez los economistas más prominentes del país. En 2010, a seis días de las elecciones parlamentarias en las que el oficialismo obtuvo mayoría, destacaron que ya no existía la simple relación directa entre un precio del petróleo más alto y una mayor actividad económica venezolana, “los problemas y las distorsiones económicas acumuladas, la sorprendente desviación de más de 50% de los ingresos por exportación de Pdvsa a fondos y cuentas en el exterior y los errores de política gubernamental cometidos con base en la orientación ideológica socialista radical, han empeorado substancialmente la situación de Venezuela”.
“Esta crisis no obedece exclusivamente a políticas económicas desacertadas sino a una conducción gubernamental y concepción ideológica errada. Se trata de una crisis económica causada simultáneamente con el deterioro de instituciones públicas, las cuales ahora funcionan peor -como el Banco Central de Venezuela- o son deliberadamente convertidas en entes inoperantes por el gobierno del presidente Hugo Chávez -como es el caso del fondo de estabilización macroeconómica-”.
Sin discriminación
Dos factores importantísimos diferenciaban la situación económica de 2010 con la de ahora, sin dudas: peor. La primera era que el precio promedio de la cesta petrolera venezolana subía y se ubicaba entonces en alrededor de 70 dólares y, la segunda, el entonces presidente Hugo Chávez avanzaba en la instauración del socialismo del siglo XXI, a base de populismo y clientelismo político.
Cuatro años después, la situación es totalmente diferente. El declive productivo que hace cuatro años alarmaba, avanzó sin medida; el precio promedio de la cesta petrolera venezolana con la que el Gobierno financiaba su maxi chequera retrocedió a 34 dólares, al cierre del 4 de diciembre; y el comandante Chávez, artífice de la revolución bolivariana, murió, dejando una estela de ruina, empobrecimiento y corrupción y niveles de inflación sin precedentes en la historia venezolana.
En este escenario, no hubo rectificación, sino el intento de consolidar un modelo económico desvencijado y, más que eso, empobrecedor e improductivo.
En el caso de Guayana, en donde las empresas básicas operaban financiadas por el Gobierno, las transferencias ilimitadas sin contraprestación se detuvieron acelerando no solo su desgaste operativo, sino el deterioro progresivo de los beneficios de sus gordas plantillas de personal.
El resultado: todos -empleados públicos, privados e informales-, jóvenes y viejos, entraron en un solo saco. Ese que no discrimina.
Sin rédito
La inflación, cuyos indicadores dejó de publicar el Banco Central de Venezuela en diciembre de 2014, se duplicó con la proyección de cerrar en cerca de 200% este año, frente a un salario mínimo legal debilitado que no alcanza ni para cubrir el 10% de la cesta de alimentos y servicios para una familia venezolana.
Ese malestar, más que nada, más que incluso la inseguridad, motivó a votar en la búsqueda de un plan de transformación en todos los ámbitos, social, económico y político, porque finalmente la crisis castigó, pasó factura y no hubo sensación de bienestar que le valiera al Gobierno para tapar ese aprieto. El de las ollas y los bolsillos vacíos.
7. Dic. 2015
La nueva Asamblea Nacional no podrá hacer magia. Lo dijeron los analistas antes de las elecciones parlamentarias de este 6 de diciembre, lo ratificaron los candidatos de la oposición y lo reseñaron los medios de comunicación. No hubo falsas promesas.
Mas sí, una clara convicción en torno a que la recuperación de la institucionalidad del Poder Legislativo, sienta las bases para empujar cambios que permitan recuperar el marco jurídico para atraer inversiones, promover la inversión privada, obligar al Poder Ejecutivo a rendir cuentas y un plan de políticas públicas anual y evitar el despilfarro sin contraloría por la vía de los créditos adicionales prácticamente a ciegas que se traducen en populismo. Un camino a la transformación, en suma.
Aún sin poderes mágicos, la mayoría de los electores que este domingo madrugaron para ejercer su derecho al voto lo hicieron empujados por una crisis que no discrimina y que aunque el Gobierno ha atribuido a una supuesta guerra económica, no es más que el resultado del descalabro de la producción nacional y la ausencia de políticas orientadas a revertir el desplome económico. En la calle, la mezcla se evidencia en colas por alimentos subsidiados, desabastecimiento e inflación.
Daños deliberados
En estos puntos insistieron una y otra vez los economistas más prominentes del país. En 2010, a seis días de las elecciones parlamentarias en las que el oficialismo obtuvo mayoría, destacaron que ya no existía la simple relación directa entre un precio del petróleo más alto y una mayor actividad económica venezolana, “los problemas y las distorsiones económicas acumuladas, la sorprendente desviación de más de 50% de los ingresos por exportación de Pdvsa a fondos y cuentas en el exterior y los errores de política gubernamental cometidos con base en la orientación ideológica socialista radical, han empeorado substancialmente la situación de Venezuela”.
“Esta crisis no obedece exclusivamente a políticas económicas desacertadas sino a una conducción gubernamental y concepción ideológica errada. Se trata de una crisis económica causada simultáneamente con el deterioro de instituciones públicas, las cuales ahora funcionan peor -como el Banco Central de Venezuela- o son deliberadamente convertidas en entes inoperantes por el gobierno del presidente Hugo Chávez -como es el caso del fondo de estabilización macroeconómica-”.
Sin discriminación
Dos factores importantísimos diferenciaban la situación económica de 2010 con la de ahora, sin dudas: peor. La primera era que el precio promedio de la cesta petrolera venezolana subía y se ubicaba entonces en alrededor de 70 dólares y, la segunda, el entonces presidente Hugo Chávez avanzaba en la instauración del socialismo del siglo XXI, a base de populismo y clientelismo político.
Cuatro años después, la situación es totalmente diferente. El declive productivo que hace cuatro años alarmaba, avanzó sin medida; el precio promedio de la cesta petrolera venezolana con la que el Gobierno financiaba su maxi chequera retrocedió a 34 dólares, al cierre del 4 de diciembre; y el comandante Chávez, artífice de la revolución bolivariana, murió, dejando una estela de ruina, empobrecimiento y corrupción y niveles de inflación sin precedentes en la historia venezolana.
En este escenario, no hubo rectificación, sino el intento de consolidar un modelo económico desvencijado y, más que eso, empobrecedor e improductivo.
En el caso de Guayana, en donde las empresas básicas operaban financiadas por el Gobierno, las transferencias ilimitadas sin contraprestación se detuvieron acelerando no solo su desgaste operativo, sino el deterioro progresivo de los beneficios de sus gordas plantillas de personal.
El resultado: todos -empleados públicos, privados e informales-, jóvenes y viejos, entraron en un solo saco. Ese que no discrimina.
Sin rédito
La inflación, cuyos indicadores dejó de publicar el Banco Central de Venezuela en diciembre de 2014, se duplicó con la proyección de cerrar en cerca de 200% este año, frente a un salario mínimo legal debilitado que no alcanza ni para cubrir el 10% de la cesta de alimentos y servicios para una familia venezolana.
Ese malestar, más que nada, más que incluso la inseguridad, motivó a votar en la búsqueda de un plan de transformación en todos los ámbitos, social, económico y político, porque finalmente la crisis castigó, pasó factura y no hubo sensación de bienestar que le valiera al Gobierno para tapar ese aprieto. El de las ollas y los bolsillos vacíos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por compartir con todos tus comentarios y opiones