Por: Martín
Mangiantini (Revista Testimonios)
INTRODUCCIÓN A LA CORRIENTE MORENISTA
Para aquellas
organizaciones políticas revolucionarias que intervenían en la convulsionada
coyuntura argentina, la llegada al poder de la última dictadura militar en
1976, obligó a un replanteo sobre cómo darle una continuidad al trabajo
militante en un contexto que se vislumbraba extremadamente represivo. Por ello,
diversas organizaciones políticas experimentaron, tras la concreción del golpe
de Estado, una redefinición táctica y metodológica y un viraje en su accionar
cotidiano. La estructura política trotskista liderada en ese entonces por
Nahuel Moreno (1), el Partido Socialista de los Trabajadores (en adelante,
PST), no estuvo ajena a una ofensiva represiva generalizada.
Para un partido
que, como el PST, bregaba por una transformación revolucionaria de la sociedad,
el golpe de Estado obligó a sus militantes a realizar una discusión sobre el
accionar a implementar. Para un partido como el PST, con una dinámica militante
que fomentaba principalmente la construcción política en la clase obrera y, en
menos medida, la intervención política en el movimiento estudiantil, la
situación cambiaba notoriamente. Ante un contexto de mayor violencia y
autoritarismo, se tornó imposible para los miembros de este partido la
continuidad de mecanismos tales como acudir a las fábricas a vender sus
periódicos partidarios, dialogar con los trabajadores en los cambios de turno,
fomentar la realización de asambleas en ámbitos laborales o casas de estudio,
por lo que la táctica debió reformularse. Esto fue de la mano de otra
problemática que recayó en cómo preservar a aquellos militantes que, a lo largo
de la historia del partido, habían tenido mayor intervención y protagonismo en
las luchas cotidianas y por ende, se encontraban en una situación de probable detención.
Estas dudas no
eran infundadas dado que el PST había tenido protagonismo en diferentes
conflictos sindicales, poseía cierto peso en las universidades a través de su
juventud e incluso, había participado recientemente en dos campañas
presidenciales (2), con lo cual, se trataba de una organización con exposición
pública y militancia visible. De hecho, el año anterior a la concreción del
golpe, algunos de sus militantes habían perdido la vida en diversos atentados y
acciones perpetuadas por grupos paramilitares tales como las denominadas
“Masacre de Pacheco” y “Masacre de La Plata”. Paralelamente, uno de los
referentes principales del PST, José Páez (dirigente sindical cordobés de
Sitrac- Sitram), se encontraba detenido desde antes del golpe de Estado y a
disposición del Poder Ejecutivo Nacional. Por todo esto, esta organización ya
funcionaba, de hecho, en una semi-clandestinidad desde antes del 24 de marzo de
1976.
En esta
obligada reorientación metodológica que forzó el ascenso castrense, el PST optó
por dos tácticas paralelas. En primer lugar, desarrolló a nivel local una
estructura política con un funcionamiento clandestino que garantizó la
continuidad partidaria a través de la cautelosa difusión de publicaciones
ilegales, la circulación de documentos camuflados entre los militantes, la
realización de reuniones de forma más esporádica y la puesta en marcha de
normas y códigos aplicados rigurosamente a la hora de actuar con el objetivo de
evitar así el aparato represivo de la dictadura. Puede esbozarse como hipótesis
que el trabajo político de estos militantes que sostuvieron a este partido en
la clandestinidad significó, en buena parte, que éste no se disgregara y
pudiera sostenerse como organización a lo largo del proceso militar. En segundo
lugar, una de las resoluciones principales fue que aquellas figuras partidarias
más reconocidas de la organización salieran del país clandestinamente con un
objetivo no sólo de supervivencia sino también político. Esto último implicaba,
por un lado, que la dirección del PST continuara desarrollando la política
partidaria desde el exterior (básicamente, desde Colombia) y a resguardo de la
represión argentina y, por otro lado, que una vez instalados en otro país estos
dirigentes profundizaran el trabajo político a nivel internacional a través de
la construcción o integración de distintas organizaciones políticas en diversos
países que pudieran articularse entre sí y fortalecer una corriente política
internacional.
Esta
construcción de tipo internacionalista ya existía y siempre había sido una
constante en aquellos partidos de la denominada corriente morenista (3), pero
la salida forzosa de muchos dirigentes permitió una dedicación más tenaz de
este tipo de tarea militante. Por todo esto, puede afirmarse que la preservación
de los dirigentes y la tarea política internacional estuvieron estrechamente
ligadas. De esta manera, a raíz del inicio del proceso dictatorial argentino,
diversos referentes del PST iniciaron un trabajo político en Colombia, en donde
se instaló un número elevado de dirigentes argentinos y se centralizó la
corriente internacional impulsada por Moreno mientras que, paralelamente, se
conformó un partido político que intervino en la realidad de este país.
Paralelamente, diversos militantes de esta organización se insertaron en países
tales como Perú, Brasil, Venezuela e incluso en Europa (por ejemplo, en
España). Dentro de esta variedad de construcciones políticas realizadas por
esta corriente en el exterior, se destacará en el presente trabajo la experiencia
realizada en Nicaragua en 1979. La inserción en este país cobra importancia por
dos razones principales: en primer lugar, porque se trata de una participación
política en un proceso revolucionario que terminará con la histórica dictadura
de Anastasio Somoza y con la llegada al poder del sandinismo. Y, por otro lado,
porque este proceso permite analizar la puesta en práctica del bagaje teórico
que esta organización sostenía.
Un aspecto que
puede presentar interrogantes es preguntarse sí existió una contradicción entre
la postura contraria a la conformación de organizaciones guerrilleras por parte
del PST y la participación en una actividad armada como lo fue la participación
en la toma del poder por parte de los sandinistas. En este sentido, la
corriente morenista partía de la idea de que los objetivos políticos básicos y
estratégicos a aplicar eran, por lado, la movilización de las masas y, por
otro, la construcción de partidos (con las características del Partido
Bolchevique en Rusia y el legado programático de León Trotsky) que dieran la
pelea contra el imperialismo y el capitalismo en la búsqueda de una
transformación socialista de la sociedad.
Nahuel Moreno
distinguía entre ese objetivo y las tácticas a utilizar para su concreción y
argumentaba la necesidad de redefinir la táctica de acuerdo a la coyuntura. En
ese sentido, criticaba cuando la táctica se colocaba en un primer plano
convirtiéndose en un fin en sí mismo:
“(...) el
partido sólo podemos construirlo si utilizamos en cada momento tácticas diferentes
y adecuadas, que cambian tanto como cambia la lucha de clases. Si hay
elecciones podemos ser electoralistas. Pero si no las hay, no debemos serlo. Si
hay campesinos dispuestos a luchar en forma armada contra los terratenientes,
debemos ser guerrilleros rurales. Pero si no lo hay, no debemos serlo. Si nos
imponemos por cinco, diez o quince años ser guerrilleros rurales, nos atamos
las manos para cambiar tanto como sea necesario las distintas tácticas que
resultan imprescindibles para fortificar el partido y al movimiento de masas
junto con él.
(...) repitiendo como tartamudos la misma consigna, nunca
podremos hacer crecer al partido”.(4)
Se desprende de
esta cita, que esta corriente no descartaba la utilización de diversas tácticas
a implementar de acuerdo a la coyuntura política. Tomar las armas, decretar una
huelga general por tiempo indeterminado, practicar el entrismo (5), presentarse
a elecciones y dar la pelea política en ese terreno institucional, todas éstas
eran, para Moreno, opciones válidas como táctica, siempre y cuando, esté
presente como objetivo de fondo y como punto de partida la necesidad de la
construcción partidaria y de la movilización de las masas para la toma del
poder. En este sentido, vale aclarar que la corriente morenista, impulsora de
una brigada internacional para participar del proceso revolucionario
nicaragüense, no caracterizó que se formara parte así de una estrategia
guerrillera sino por el contrario, que se era partícipe de un proceso de
insurrección de masas contra una dictadura en crisis.
LA DICTADURA NICARAGÜENSE
En la década de
1930 se instauró en Nicaragua una de las más paradigmáticas dictaduras
latinoamericanas. Ésta fue dirigida por más de cuarenta años por una dinastía
familiar, los Somoza, quienes detentaron un poder que actuó en beneficio de un
cerrado círculo y, principalmente, de los intereses norteamericanos.
Esta dinastía
actuó, desde 1936, con un extremo grado de violencia a través la Guardia
Nacional, fuerza represiva preparada para desterrar todo sesgo opositor. En los
orígenes de esta dinastía, el poder de los Somoza fue consolidado sobre la base
del terror, con el asesinato de campesinos, obreros y estudiantes, y la
prohibición de palabras tales como huelga o Sandino. Hacia finales de la década
de 1960, Anastasio Somoza asumió el control de la presidencia y de la Guardia
Nacional.
Económicamente,
desde la década de 1950, los Somoza concertaron una débil paz con las familias
de la elite nicaragüense al dividir la propiedad de la riqueza del país en tres
partes: el grupo de los Somoza, el grupo del Banco de Nicaragua (en su mayoría
liberales dedicados al cultivo de algodón y al comercio) y el grupo del Bank of
America (conservadores, ganaderos, comerciantes y la oligarquía tradicional).
El modelo instaurado fue llamado irónicamente cleptocracia. Sobre el final de
la dictadura, se estimaba que los bienes de la familia Somoza ascendían a unos
mil millones de dólares mientras, en paralelo, el país se endeudaba
sistemáticamente. Al caer la dictadura, la deuda externa nicaragüense
promediaba los 1.500 millones de dólares: la mitad provenía de los préstamos
concedidos durante los dos últimos años del régimen cuando Anastasio Somoza
precisaba fondos para financiar la guerra contra el proceso revolucionario.
El Frente Sandinista
de Liberación Nacional (en adelante, FSLN), fue creado para unir a las diversas
ramas de la resistencia contra la dinastía somocista. Inicialmente, fue formado
por hombres que provenían de facciones radicalizadas del Partido Socialista y
que adherían al foquismo como estrategia (6). Pero, paulatinamente, la
estrategia del FSLN se redefinió. Por un lado, a partir de un incremento de la
influencia que, adentro de la organización, tuvieron quienes proponían una
estrategia insurreccional. Y, por otro lado, mediante la concepción de forjar
una política de alianzas con diversos sectores opositores al régimen como
táctica para aislar a la dictadura. Quienes sostuvieron esta tendencia buscaron
incluso la coordinación con sectores de oposición de la burguesía. Este aspecto
será, sin dudas, el principal polo de conflictos con las concepciones de
quienes, desde la corriente morenista, se dirigieron a Nicaragua para colaborar
con el proceso revolucionario.
Lo más
destacado del proceso fue que las masas acompañaron las acciones sandinistas
desde distintos ámbitos. Surgieron organizaciones en los barrios, en las
fábricas, de los estudiantes o entre las mujeres. La espontaneidad de las
masas, en varias oportunidades, sobrepasó a las propias decisiones del FSLN. De
hecho, se destaca que la particularidad de Nicaragua recayó en que, a
diferencia de otros procesos latinoamericanos, no fue el FSLN quien creó una
situación revolucionaria a través de sus acciones sino que, por el contrario,
éstas se insertaban dentro de una situación revolucionaria objetivamente dada
(7). La revolución fue una combinación de estrategia militar e insurrecciones
populares, no siempre coordinadas entre sí (8).
Este proceso de
organización popular fue incrementándose hasta que, en junio de 1979, se
realizó un llamado a la huelga general con un masivo acatamiento como resultado
en lo que fue la antesala de la caída de Somoza. El 19 de julio se produjo la
caída definitiva del régimen (Somoza había huido algunos días antes) y el
inicio del llamado Gobierno de Reconstrucción Nacional, constituido por
representantes de distintos sectores sociales (incluidos burgueses) y
políticos.
LA BRIGADA SIMÓN BOLÍVAR
La decisión de
participar del proceso revolucionario nicaragüense fue tomada por aquellos
militantes de la corriente morenista que se encontraban organizados
políticamente en Colombia9. Es menester recalcar cómo el Partido Socialista de
los Trabajadores de Colombia (organización impulsada por el morenismo en este
país) logró motorizar esta idea y conformar a un grupo de militantes (no
necesariamente miembros del partido) para colaborar con el proceso
revolucionario nicaragüense y llevar, a su vez, una política propia y un
accionar en concordancia a la misma.
La convocatoria
a formar una brigada internacionalista fue lanzada por el PST de Colombia el 13
de junio de 1979 en una conferencia de prensa. La repercusión fue rápida, no
sólo en Bogotá sino también en distintas regiones del país. Fue fundamental, a
los efectos de la difusión, el arraigo que la convocatoria tuvo en distintos
sectores de la opinión pública. De hecho, tuvo una importante influencia el
anuncio de la convocatoria vertido en la columna del periodista Daniel Samper
en El Tiempo, uno de los periódicos de mayor circulación de Colombia.
En cuanto a las
finanzas, cada uno de los brigadistas tomó como parte de la tarea el buscar los
recursos posibles para solventar su viaje. Buena parte del dinero restante fue
conseguido a través de los brigadistas gracias a un trabajo de militancia que
recaía en recorrer sindicatos, grupos estudiantiles y otros sectores sociales a
los que se pedía colaboración.
Es así como
aproximadamente un centenar de brigadistas partieron desde Colombia a
integrarse al proceso nicaragüense: en un breve e intenso período, colaboraron
militarmente con la caída de Somoza, sufrieron bajas y heridos, participaron de
la toma de la ciudad de Bluefields y de la construcción allí de su gobierno, tuvieron
una relevante labor organizativa en Managua con la conformación de los nuevos
sindicatos, presentaron discrepancias de fondo con la dirección sandinista y
terminaron siendo expulsados de Nicaragua para permanecer detenidos en Panamá.
La Brigada
internacionalista Simón Bolívar tuvo, por un lado, la pretensión de emular la
tradición, frecuente en la Guerra Civil española, de participar de un proceso
de lucha a través de brigadas formadas por componentes de distintos países. Por
otro lado, tuvo el objetivo de actuar, como Brigada, en forma independiente al
sandinismo. Así explica esta decisión una cita posterior al proceso
revolucionario:
“(...) los
socialistas revolucionarios latinoamericanos volcamos nuestra ayuda material y
física al bando sandinista, llamando a formar brigadas de combatientes y
formándolas nosotros mismos. A pesar de nuestras diferencias políticas con el
sandinismo, a pesar de su orientación de unidad con la burguesía opositora,
concretada en la formación del gobierno de reconstrucción nacional, integrado
por esa patronal. Con todas esas diferencias, pero reconociendo que eran la
dirección objetiva, real, del bando obrero y popular de Nicaragua, el que
peleaba contra la dictadura y el imperialismo”. (10)
De este párrafo
se desprende, que más allá de las diferencias conceptuales y del objetivo de
participar en el proceso revolucionario en forma independiente, la corriente
morenista reconocía al sandinismo como la dirección real de las luchas que se
estaban desarrollando en Nicaragua. Eso se verá posteriormente en el accionar
de la Brigada que, en parte, se desarrolló bajo las órdenes militares del
sandinismo.
También se
observará hacia finales de la experiencia cuando, independientemente de las
diferencias y de la cercanía de la expulsión, desde el discurso de los
integrantes de la Brigada hacia el conjunto de la población, no se denunciaba a
la dirección sandinista ni se la criticaba abiertamente.
La Brigada
Simón Bolívar, si bien reclutó a un número importante de colombianos, también
contó con la presencia de militantes de diversas nacionalidades (como por
ejemplo, costarricenses, mexicanos o panameños). Por su parte, el PST argentino
contribuyó a la Brigada con la incorporación de dos militantes relevantes de
ese momento, Miguel Soranz, quien se desempañaba como miembro de la dirección
argentina en la clandestinidad y quien tenía un pasado de inserción tanto en el
movimiento universitario como en el sindical; y Nora Ciapponi, quien había
desarrollado su militancia en el movimiento obrero, participado en las luchas
de los ingenios azucareros tucumanos y sido candidata a vicepresidente de la
nación en la primera de las elecciones presidenciales de 1973. Ninguno de los
dos, ante la posibilidad de participar en la experiencia nicaragüense dudó sobre
su importancia:
“(...) cuando
yo me voy a Nicaragua ya habían pasado tres años de la dictadura militar. Yo
había tomado la tarea de los presos y los desaparecidos. Era una tarea muy
dura, hacíamos de todo un poco, teníamos un pequeño grupo que fuimos montando
que no tenía relación directa con el resto de la organización. Ya era un
personaje más conocido, había sido candidata en el ‘73, entonces quedarse en el
país (no me había querido ir) y tomar esa tarea implicó tres años de mucha
clandestinidad y de mucho dolor. O sea, cuando se abre la posibilidad de ir a
Nicaragua como corriente internacional, con el lanzamiento de la Brigada Simón
Bolívar hecho en Colombia, yo planteé inmediatamente que sí necesitaban gente
de Argentina yo viajaba. Se necesitaba gente con experiencia sindical, que
hubiera hecho trabajo con el movimiento de masas, y eso yo tenía”. (11)
La coyuntura
represiva que experimentaba Argentina, inserta en pleno proceso militar, fue un
factor determinante a la hora de tomar esta decisión. Las dudas o resquemores
que podrían traer aparejado el integrarse a un proceso como el nicaragüense, en
el que prácticamente la coyuntura era de guerra civil, se relacionaban con los
propios temores y cuidados que generaba el continuar con una actividad militante
en la Argentina, país en el que un número no despreciable de sus compañeros se
encontraban detenidos y desaparecidos. La influencia de la coyuntura local a la
hora de tomar la decisión, se percibe también en el otro militante argentino
integrante de la Brigada:
“Yo fui a Nicaragua desde Argentina. Era una tarea militante (...). Yo vivía
una militancia en Argentina muy difícil, entonces los riesgos que podía tener
en Nicaragua quedaban relegados. Obviamente, eso no quería decir que uno no
pudiera tener miedo de perder la vida, por supuesto que estaba. Siempre algún
temor tenés que tener. Pero lo asumimos entusiastamente porque Nicaragua era
una posibilidad que finalmente se dio”. (12)
Cuando la
Brigada Simón Bolívar se incorporó a la acción, el proceso revolucionario se
encontraba en un estado avanzado y el régimen somocista cercano a su caída. La
preparación militar de los brigadistas se realizó en Costa Rica, país
fronterizo con Nicaragua (y colaborador con la caída de la dictadura). La
preparación fue breve, dirigida por el sandinismo y realizada en los momentos
previos a la entrada en combate. La primera etapa del accionar de la Brigada
Simón Bolívar fue estrictamente militar. Las aspiraciones que llevaban consigo
de combatir en forma independiente, tal como lo habían hecho las brigadas
internacionales en la Guerra Civil española, fueron rechazadas por el
sandinismo. Es por esto, que en los primeros momentos, la Brigada Simón Bolívar
debió colocarse bajo el mando militar del FSLN.
En esta primera
etapa, la Brigada integró lo que se conoció como el Frente Sur, el cual tenía
la tarea de romper el cerco somocista de la ciudad de Rivas. En este frente, la
dictadura concentraba toda su fuerza para resistir la embestida sandinista con
el objetivo de cortar el paso que hiciera desembocar a los revolucionarios
hacia la capital, Managua. La Brigada Simón Bolívar tuvo un saldo de tres de
sus miembros muertos en combate. De las bajas que sufrió la Brigada, dos de
esos hombres eran colombianos y el restante nicaragüense. La prensa colombiana
reflejó en sus páginas la muerte de dos de sus compatriotas y el gobierno de
ese país, posteriormente, hizo los trámites para que sus restos viajaran a
Colombia. (13)
El 19 de julio
de 1979, el régimen somocista se retiró definitivamente del poder. En ese
momento, la Brigada desarrollaba su accionar político-militar en la ciudad
costera de Bluefields. En paralelo, en el centro de Nicaragua, se instaló un
gobierno provisional compuesto no sólo por el sandinismo sino también por personajes
de la burguesía nacional que habían sido oposición al somocismo en los últimos
tiempos del proceso revolucionario.
De hecho, el mismo gobierno provisorio
definió a la revolución que estaban protagonizando
como popular, democrática y
antiimperialista y se comprometía a “ir despacio” a la hora de desarrollar los
cambios. La política de alianzas con otros sectores sociales que el FSLN
desarrolló no fue una caracterización subjetiva de aquellos que pugnaban por
una radicalización del proceso y por un avance más profundo de las medidas a
tomar. Jaime Wheelock Román, un alto comandante sandinista, definía al proceso
de la siguiente manera:
“La salida que
levanta el Frente Sandinista no se presenta como liquidadora de los grupos
económicos criollos, sino como integradora de los sectores burgueses con opción
a participar en la reconstrucción nacional, brindando una oportunidad a los
productores privados. Una oportunidad ligada a un proyecto que buscaba, en
primer lugar, obtener la independencia económica y política de Nicaragua”.(14)
En este
sentido, es paradigmático el hecho de que se nacionalizaran las propiedades
somocistas pero sin poner en práctica una política de expropiación general de
las propiedades latifundistas. De hecho, se definió la política a implementar
como una economía mixta, lo cual implicaba dejar buena parte de las estructuras
económicas capitalistas de pie.
Por su parte, la corriente morenista,
respetando la dirección del sandinismo, defendió la necesidad de desarrollar
otro tipo de políticas, diferentes a las anunciadas por el nuevo gobierno. En
los días posteriores a la revolución, Nahuel Moreno realizó en Bogotá
(Colombia) una conferencia, la cual permite analizar cuáles eran los proyectos
y aspiraciones que su corriente consideraba más convenientes para Nicaragua, en
contraste con las tácticas políticas aplicadas por el nuevo gobierno. En primer
lugar, Moreno caracterizó las contradicciones del gobierno de Unidad Nacional
formado en Nicaragua y proyectó los problemas que éste tendría a futuro:
“(...) es un
gobierno de unidad nacional. Nicaragua vive un momento en que todos, excepto
los somocistas, están enloquecidos de alegría, se siente muy unidos; creen que
dentro de poco, tanto los burgueses como los obreros, van a ganar más y los campesinos
van a aceptar las reformas contentos. Todo el pueblo ha hecho una gran
revolución, ha triunfado, y éste es el sentimiento dominante (...). Es la etapa
de La Marsellesa. Después vendrá la época en que se dividirán entre los que
cantan La Marsellesa y La Internacional; después es posible que unos canten La
Internacional y otros La Giovinezza [Canción de los fascistas italianos]. Pero
lo fundamental es que esta ‘unidad’ desaparecerá pronto”. (15)
El planteo
desarrollado por Moreno tuvo como eje marcar las contradicciones de aquellos
procesos que conforman como alianzas políticas policlasistas. De acuerdo a los
análisis de esta corriente, un régimen con estas características no podría
sostenerse porque inevitablemente iría o bien, hacia una revolución de los
sectores más relegados o, por el contrario, hacia un proceso
contrarrevolucionario que derrotaría lo construido.
A su vez,
Moreno en esta conferencia esbozó un posible programa para Nicaragua con el fin
de avanzar y darle continuidad al proceso revolucionario. En primer lugar,
pugnó por la formación de organizaciones de las masas como por ejemplo, comités
de obreros y campesinos con un funcionamiento democrático y, a su vez, percibió
como fundamental la construcción de sindicatos, los cuales, desde su óptica,
deberían ir hacia una centralización y una coordinación por fuera del aparato
estatal. Como se verá más adelante, la mayor parte del esfuerzo de la Brigada
Simón Bolívar estuvo dirigido a la formación de los nuevos sindicatos y al
intento de coordinar a éstos entre sí. En la misma línea, Moreno aspiraba a que
de estas centrales obreras y campesinas, junto a las milicias populares,
surgiera un congreso nacional que reemplazara al gobierno de unidad que dirigía
en ese momento a Nicaragua.
Posteriormente,
Moreno desarrolló otros aspectos programáticos que podrían ser aplicados a la
coyuntura nicaragüense. Un planteo de peso recayó en la oposición al desarme de
la población impulsado por el FSLN. Esta era una tarea que el gobierno
nicaragüense consideró clave dado que, durante el transcurso de la revolución,
la población se armó masivamente para combatir al régimen y por eso, ahora
pretendía la formación de un ejército y una policía orgánicos, dependientes del
Estado. En contraposición, proponía que se mantuvieran las milicias populares y
que éstas crearan un organismo que las centralice. En otro orden, Moreno
propuso profundizar la reforma agraria, lo cual encontraba una contradicción
con la realidad nicaragüense que solamente había llevado la expropiación de
tierras a las propiedades somocistas. Por último, otro de los aspectos que
chocaba en cuanto a objetivos, era la aspiración de que Nicaragua contribuyera
a profundizar los procesos revolucionarios que paralelamente se desarrollaban
en otros países, puntualmente en El Salvador. Al contrastar ambos proyectos,
quedan en evidencia las causas que llevaron a que las diferencias se volvieran
insuperables entre los militantes del morenismo que habían participado en el
proceso nicaragüense conformando la Brigada y el gobierno impulsado por el
Frente Sandinista.
Pero, antes de
adentrarse en estas diferencias teóricas que terminarían con la expulsión de la
Brigada, resulta importante analizar el trabajo político que la corriente
morenista realizó en Nicaragua una vez tomado el poder.
PROTAGONISMO EN BLUEFIELDS Y ACCIÓN EN MANAGUA
La ciudad de
Bluefields, ubicada sobre la Costa Atlántica, era una región económicamente
importante para la dinastía somocista a causa de sus recursos pesqueros,
petroleros, agrícolas y madereros. La población que allí habitaba era
mayoritariamente pobre, con una mayoría negra y un relevante porcentaje de
indígenas, por lo que se experimentaba una doble exclusión: económica y racial.
Según los
combatientes de la Brigada Simón Bolívar, las relaciones de esta región con la
dirección del Frente Sandinista de Liberación Nacional eran muy frágiles.
Bluefields no estaba en una posición de privilegio en las preferencias de los
comandantes sandinistas a la hora planificar el ataque a los bastiones somocistas.
De hecho, quienes en Bluefields protagonizaron el proceso revolucionario fueron
un grupo de militantes, todos ellos negros, que se reivindicaban miembros del
FSLN pero que, en la realidad, tenían nulo contacto con ellos. A sabiendas de
esta situación y de las necesidades de ayuda en esta región para romper con los
resabios de la dictadura, la Brigada Simón Bolívar tomó la decisión de
organizar una columna independiente que se dirigiera a combatir a Bluefields,
con mayor protagonismo que en otras regiones en las que debían quedar bajo el
ala del sandinismo. La llegada de la Brigada se efectuó a través de las
relaciones políticas que previamente habían forjado desde Costa Rica, desde
donde zarparon hacia Bluefields. Allí, tomaron contacto con el núcleo del
sandinismo antes mencionado que prácticamente estaba finalizando la toma de la
ciudad derrotando así a la dictadura en esta región. Luego de algunos
enfrentamientos armados en los que la Brigada participó y de detenciones y
huidas de la región por parte del somocismo, el 19 de julio (el mismo día de la
caída de la dictadura en Managua), se rindieron los resabios de Somoza en esta
región.
A partir de la
caída del régimen, el accionar militar de la Brigada dio paso a una actuación
de tipo político. La Brigada Simón Bolívar, en conjunción con este grupo
sandinista sin contacto alguno con sus pares de Managua, comenzó de hecho a
gobernar esta región costera. Por algunos días, la dirección del FSLN, no tuvo
ningún tipo de información sobre lo que estaba aconteciendo en Bluefields. Una
de las primeras acciones que impulsó la Brigada Simón Bolívar en esta región
fue la colaboración en la formación de milicias populares. A lo largo del
proceso revolucionario, la población espontáneamente se había armado y combatido.
Los saqueos en los cuarteles fueron frecuentes en los últimos momentos del
régimen por lo que la población contaba con un importante número de armas en su
haber. Al caer la dictadura somocista, se conformaron milicias populares como
forma de defender el proceso político en curso y de repeler posibles intentos
contrarrevolucionarios. Lo rescatable del accionar de la Brigada Simón Bolívar
fue su aporte en la formación teórica brindada a los sectores de la población
que habían combatido contra la dictadura. En este sentido, recuerda Miguel
Soranz:
“(...) yo di
clases en Bluefields de socialismo básico a cuadros jóvenes, 40 ó 50 personas
por día. (...) explicaba el triángulo de las clases con ramitas de árboles o
escribiendo en el piso, explicándoles a compañeros que nunca habían recibido
ninguna clase de socialismo básico: qué son las clases, qué son las
instituciones, qué es el imperialismo, qué son los partidos patronales, qué es
la Iglesia, qué es esto y qué es lo otro. Con gente que había enfrentado y que
estaba dispuesta a tener un arma y seguir construyendo un poder popular”. (16)
A través de
esta cita se desprende el objetivo político, presente entre los militantes de
la corriente morenista, que pugnaron, en este caso, por fomentar que la
movilización de la población no quedara exclusivamente en el plano de lo
militar, en el combate contra la dictadura propiamente dicho, sino también en
la autodeterminación política y en la formación de un bagaje teórico –
ideológico anticapitalista y socialista. En este sentido, resulta coherente que
el mayor esfuerzo realizado por la Brigada tanto en Bluefields como en Managua
haya recaído en la creación de nuevos sindicatos, basados en la discusión de
los trabajadores y en la autoorganización de los mismos.
Específicamente
en Bluefields, la Brigada Simón Bolívar tuvo una intensa labor en lo sindical.
En una escala pequeña de lo que posteriormente sería la actuación en Managua,
colaboró en la creación de más de diez sindicatos de la región y fomentó en
cada uno de ellos la discusión y la toma de decisiones entre los obreros. En
esta línea, los brigadistas reivindican de la experiencia de Bluefields la
expropiación de algunas empresas, como por ejemplo, la empresa pesquera Booths,
que se encontraba en manos norteamericanas. Motorizada por la Brigada, los
obreros de la empresa realizaron una asamblea en la que decidieron formar un
comité que organizara y dirigiera la producción y la empresa en general. En
todo este proceso, dada la falta de información de la dirección del FSLN, la
Brigada tuvo un rol de importancia. De hecho, a través de ésta se tramitaron
los decretos de expropiación. Miguel Soranz describe este proceso y narra cómo
la Brigada pudo accionar ante la falta de control del sandinismo pero también,
ante el protagonismo que repentinamente adquirieron gracias al proceso
revolucionario:
“Durante una
semana o diez días, el gobierno sandinista ni sabía lo que pasaba en la Costa
Atlántica porque a Bluefields se accedía por barco solamente. A la semana, sale
el primer barco y en eso viajo yo y vuelvo con las primeras resoluciones de
expropiación de propiedades somocista que incluía algunas de Bluefields. Una
revolución permite este tipo de cosas insólitas: no hay ejército, no hay
policía, imaginate, nosotros tomábamos los cuarteles, hacíamos las guardias,
nos levantábamos a las 5 de la mañana a izar la bandera nicaragüense y
sandinista en Bluefields. Después, al abrirse eso, se empezó a quejar la
Iglesia y los chamorristas: que había latinoamericanos, que había negros…”.(17)
Como recuerda
la cita, comenzó a gestarse en Bluefields un proceso contrarrevolucionario.
Efectivamente, esta zona costera contaba con una casta religiosa opuesta al
proceso revolucionario y con distintos sectores que, a diferencia de lo que
acontecía en Managua, no participaban en Bluefields del proceso político
posdictadura (18). Es así como, uno los últimos hechos protagonizados por la
Brigada en esta región, fue el intento de repeler una contrarrevolución local
impulsada por sectores conservadores y antiguos somocistas que se armaron y
atrincheraron. La respuesta de la Brigada fue movilizar a las milicias
populares y a los sindicatos con los cuales se habían relacionado, provocando
un enfrentamiento armado de varios días. Finalmente, el resultado fue la
rendición de los elementos conservadores y somocistas. Justamente, al finalizar
este conflicto, se produjo en Bluefields el desembarco de un gran número de
miembros del FSLN, para tomar el control de la ciudad e incorporarla a las
directivas políticas del conjunto del país.
El desarrollo
posterior de la Brigada Simón Bolívar se efectuó en la propia capital de
Nicaragua, Managua, centro principal del proceso político en gestación e
incluso, de los intentos de ataques para revertir esta situación (19). Es
menester dividir, por un lado, algunas concepciones y experiencias de tinte más
bien personal de los brigadistas, y por otro lado, analizar el desempeño
político de la Brigada. En cuanto al primer punto, uno de los aspectos que
llamó la atención a quienes concurrieron a Nicaragua es la situación de pobreza
extrema en la que se encontraba la población:
“(...) Es
tristísimo lo que yo vi en Nicaragua. En un país como el nuestro, a mí me
conmovía el hambre de los niños en Tucumán (...) en la década del ‘70. Yo creo
que ahí me arraigué con mucha fuerza a ser militante. Porque todo lo que era yo
en la fábrica, en los lugares de trabajo, éramos una clase obrera que comía.
(...) Entonces, lo de Tucumán fue un choque brutal. Pero en Nicaragua, nunca yo
me hubiera imaginado que se pudiera vender en la calle un gajo de naranja, y
que en la calle se pudiera vender una rodaja de pepino. Entonces el pepino se
abría como una flor y el que vendía era tan pobre como el que compraba.
Imaginate qué puede juntar ese tipo que vendía. Eran los momentos que no había
ni que comer. Nosotros comíamos donde podíamos, la misma gente nos daba de
comer (...)”. (20)
Al llegar a Managua, la Brigada recibió una propiedad somocista que hizo las
veces de sede de sus actividades políticas y de lugar de asentamiento y
vivienda de sus integrantes. Las crónicas y los relatos informan que el
asentamiento en el que se instalaron consistía en una mansión con una gran
cantidad de habitaciones. No obstante, los testimonios dan cuenta de que la situación
de la Brigada no era privilegiada:
“Se comía lo
mismo que comían miles y miles de nicaragüenses: arroz con frijoles de almuerzo
y cena. Esa era la comida que se distribuía, en los primeros meses de la
revolución, para las ollas populares de los barrios”. (21)
En relación a
las carencias que vivieron quienes integraban la brigada y a la convivencia de
aproximadamente un centenar de personas en el mismo asentamiento, puede
agregarse el aporte de Nora Ciapponi, quien al relato sobre las vivencias cotidianas
en ese recinto, agrega una visión de género (dada la abrumadora mayoría de
hombres en este grupo):
“No teníamos
nada, ni un mueble, nada de nada. No estaba amueblada la casa. (...) era una
casa deshabitada. Yo y todos dormíamos arriba de nuestras propias cosas, alguno
podría tener el lujo de dormir en alguna pequeña colchoneta. Como éramos pocas
las mujeres, yo tenía que dormir con los ojos abiertos, rodeada de 60 ó 70
hombres, en una situación como esa, te tenés que cuidar. No todos tienen la moral
y la conducta de gente militante hechos.
Pero evidentemente, algo improntábamos
porque no nos tocó nadie nunca”.(22)
Dentro de este
proceso, resulta fundamental realizar un repaso del trabajo político
desarrollado por la Brigada Simón Bolívar en Managua porque, a través de él,
puede descubrirse por un lado, la relación entre aquellas teorías y cuestiones
programáticas (anteriormente explicadas a través de la conferencia de Nahuel
Moreno) que la corriente morenista sostuvo para el proceso nicaragüense, y por
otro lado, las contradicciones y diferencias de proyectos con respecto a la
dirección de la revolución. Si bien los documentos internos de la corriente dan
cuenta de distintas labores políticas de trascendencia en manos de la Brigada
como por ejemplo, la colaboración en la formación y el aprendizaje político de
las milicias populares (tal como ocurrió y ya se describió en Bluefields) o la
participación en el reparto de tierras a los campesinos (por ejemplo, en el
Valle de Nejapa), es menester resaltar la relación que la Brigada Simón Bolívar
forjó con el movimiento obrero y el trabajo realizado con el objetivo de
conformar sindicatos y asociaciones de trabajadores con una metodología
inexistente hasta ese entonces en Nicaragua. Pero, es necesario previamente,
aclarar las características particulares del movimiento obrero existente en
Nicaragua. En primer lugar, una característica de larga duración en Nicaragua
que la revolución debía romper era la existencia de los llamados sindicatos
blancos, los cuales funcionaban con una metodología que consistía en que a los
delegados de los trabajadores eran elegidos directamente por los dueños de las
empresas. Y en segundo orden, vale aclarar que el movimiento obrero en general
no participó como tal en todo el proceso revolucionario nicaragüense que
terminó con el gobierno somocista. Esto último no implica que los obreros no
colaborarán con la caída del régimen pero lo hicieron, no a través de sus
ámbitos de trabajo, sino insertos en sus barrios y con sus redes sociales más
directas. Con lo cual, los trabajadores tenían tradición de luchas pero no
experiencias de organización dentro de sus fábricas.
A partir de la
concreción de la revolución, la Brigada Simón Bolívar se puso al servicio de un
movimiento obrero que pugnaba por organizarse de forma diferente. En este
sentido, rápidamente pudieron establecer relación con los sectores trabajadores
dado que, varios miembros de la Brigada (por ejemplo, los argentinos) eran
fuentes habituales de consulta debido a la experiencia previa en sus
respectivos países. Así, sobre la base de los reclamos y las inquietudes que
los obreros traían consigo, la Brigada forjó relaciones e ideas a su
organización. Los brigadistas entrevistados narran que, era habitual, que a
partir de las cinco de la mañana distintos núcleos de trabajadores tocaran la
puerta del local asignado a la Brigada y los llevaran a alguna fábrica o ámbito
de trabajo para organizar una asamblea o reunión de trabajadores.
En poco tiempo,
se produjo en Managua una veloz organización de sindicatos debido a que, entre
los obreros, existió una rápida difusión de las medidas tomadas en los
respectivos lugares de trabajo. Así, en distintos ámbitos laborales, los
trabajadores tomaron diferentes medidas: exigieron el pago de las semanas
anteriores a la caída de Somoza, momento en el que se encontraban en un proceso
de huelga general; pidieron el cambio del personal administrativo y de la
dirección de algunas empresas; organizaron asambleas para elegir nuevos
delegados y echaron de las mismas a aquellos que habían servido durante el
régimen, etc. En todo este proceso, la Brigada Simón Bolívar participó
activamente, integrando las asambleas, discutiendo con los obreros, recogiendo
las propuestas de los trabajadores y complementando ellas con otras diferentes,
y a su vez, acompañando a los trabajadores al Ministerio de Trabajo una vez
concluidas las distintas asambleas, ya sea para exigir el pago de sueldos o
principalmente, para legalizar un sindicato o un comité de fábrica recién conformado.
Miguel Soranz cuenta una experiencia que permite ejemplificar cómo era la
dinámica y la rapidez de la organización de los trabajadores en ese contexto:
“Yo por ejemplo, ayudé a organizar el sindicato de la Pepsi y de la Coca Cola.
La Pepsi tenía la mala suerte que le habían tirado un bombazo y se la habían
liquidado porque, en las últimas semanas, Somoza hizo bombardear los barrios de
alrededor de Managua porque eran los barrios populares y obreros (...). Y como
había resistencia, lo bombardeaban. Entonces caía una bomba en cualquier lado y
cayó una en la fábrica. Y ahí el reclamo surgió porque querían que les pagara
la Pepsi Cola: ‘Somoza nos tiró una bomba, nosotros no tenemos la culpa, nos
tienen que estar pagando los días’, decían. Ese era el reclamo. Yo recuerdo
haber ido, de uniforme, hacer la asamblea y decir: ‘Perfecto, vamos al
ministerio una delegación con un petitorio’. Formamos la primer comisión, se
formó sindicato y se exigió que se paguen los días hasta que la fábrica no se
reestablezca. Así se formó el sindicato. Pero pasaban los días y no pagaban y
yo me acuerdo haber aparecido en un camión de la Pepsi Cola, con el que nos
habían ido a buscar al local nuestro, y fui yo con el uniforme. Cuando entramos
a la oficina me decían: ‘Adelante comandante’. Por eso digo, las cosas de la
revolución: ¿Yo quién era? No tenía nada que ver con la estructura ni nada.
Todos temblaban en el Ministerio: fueron con las valijas a pagar. El sandinismo
se enteraba después de todo lo que se hacía. Ordenar una revolución no es
fácil, hay que hacer todo el Estado de vuelta. Sobre esa base, se fortalecían
los sindicatos. Después fuimos a la Coca Cola con la Pepsi Cola y la
organizamos. Y así fueron surgiendo sindicatos”.(23)
Efectivamente,
como da cuenta la cita anterior, los sindicatos se formaron rápidamente y en
mayor número. Los documentos internos de la corriente reflejan que la Brigada
participó aproximadamente en la conformación de un centenar de sindicatos en el
tiempo que estuvo en Nicaragua. Ambos entrevistados, experimentados en el
terreno sindical, resaltan la rapidez con la que los trabajadores efectuaban
los cambios y la importante cantidad de ideas que surgían en sus debates entre
los trabajadores. Sirve como ejemplo la siguiente descripción de las asambleas
que los trabajadores realizaban y de las cuales la Brigada participaba:
“Yo robé una
máquina de escribir de un ex senador somocista donde estábamos instalados, yo
era muy rápida con la máquina de escribir, entonces me llevaban a mí a hacer
elegir los delegados. Entonces les decía: ‘juntémonos todos, hagamos una
asamblea, busquemos un cajón para pararnos’; (...) la mayoría de las veces se
conseguía funcionar en las playas de estacionamiento de las fábricas (...) la
mayoría de los patrones huyeron y dejaron las fábricas pero volvieron a entrar
los obreros, la hacían producir y mientras tanto hacían todo lo que necesitaban
hacer. Entonces me decían: ‘bueno, ¿ahora que hacemos?’. ‘Bueno, ¿qué es lo que
consideran ustedes que hay que hacer’?, decía yo. ‘Y acá’, me decían a mí, ‘lo
que no puede pasar es que nosotros estemos todos juntos con los buchones del
somocismo, de la patronal anterior’. ‘Bueno’, decía yo, ‘díganme, ¿ustedes los
conocen?, entonces hablen fuerte, digan quiénes son’. ‘Bueno’, decían, ‘que se
vayan de esta asamblea fulano, sultano, mengano, etc.’. Se ponían de acuerdo
muy rápido entre ellos, empezaban a decir: ‘que se vaya éste, aquel, el de más
allá, y que fuera’, gritaban: ‘¡fuera perro! ¡Por traidor, por buchón!’ Y
salían como perros, a nadie les daba lástima, nadie tenía una sola duda de
quién era el hijo de puta que habían soportado durante 20, 30 ó 40 años. Y que
llegaba el momento en el que no le iban a perdonar nada, al que no era tan hijo
de su madre lo dejaban a prueba, pero los capataces afuera. Después era muy
sencillo. Les decía: ‘bueno, en quiénes creen ustedes’. Y me decían: ‘¿y
cuántos delegados podemos elegir?’. Y yo decía, como no había leyes ni nada:
‘elijamos más o menos, uno cada quince o cada veinte’. Entonces se elegían,
todos aplaudíamos, después me acompañaba un sector de ellos, hacíamos los
papeles e íbamos al Ministerio de Trabajo a que se legalizara el sindicato”.
(24)
Como corolario
de este proceso de conformación de sindicatos y de organización de los
trabajadores, surgió del seno de la Brigada Simón Bolívar el proyecto de
construir una coordinación de todo este activismo sindical nacido de la caída
del somocismo. Este proyecto fue dialogado entre los miembros de la Brigada y
los distintos sectores de obreros que diariamente concurrían al local asignado
a ella para pedir asesoramiento sindical o asistir a cursos básicos sindicales
que daban los brigadistas. De este proceso, surgió la convocatoria a un
plenario con el objetivo de discutir posibles mecanismos de coordinación de
este movimiento obrero de reciente organización. Efectivamente, este plenario
se realizó con una alta concurrencia de delegados de las recientes
organizaciones pero, a su vez, con un componente inesperado como lo fue la
presencia de representantes del FSLN que concurrieron a ese encuentro para
proponer una reunión diferente, motorizada por la dirección sandinista, para
conformar una Central Sandinista de los Trabajadores. Se produjo así un choque
de intereses. Por un lado, el proyecto de la Brigada consistente en que los
nuevos sindicatos se organizaran y coordinaran entre sí independientes de
cualquier organismo superior y, por otro lado, la aparición del FSLN con la
intención de nuclear al sindicalismo bajo una central dirigida por el propio sandinismo
(25).
Las diferencias
en torno al tipo de organización sindical seguramente fueron un detonante de la
expulsión que se avecinaba, mientras en paralelo, avanzaba un proyecto político
a través del Gobierno de Reconstrucción Nacional (ya anteriormente
caracterizado), por demás diferente al que los militantes de la corriente
morenista insertos en Nicaragua impulsaban.
EXPULSIÓN
Las diferencias
políticas desembocaron en la convocatoria a una reunión por parte del
sandinismo con los integrantes de la Brigada Simón Bolívar. En el local de la
Brigada algunos de sus miembros barajaban la expulsión del país como
posibilidad.
Otros, intuían que se les iba a pedir que se disolvieran como Brigada y que se
integraran a distintos espacios de trabajo bajo la dirección del sandinismo.
Ante la posibilidad de la expulsión, la decisión de los brigadistas fue la de
convocar a los distintos sectores de trabajadores con los cuales se habían
relacionado y colaborado.
Los testimonios
dan cuenta que, promediando las cinco de la mañana, en las inmediaciones del
local se aglomeraron alrededor de cinco mil personas. Obviamente el discurso de
estos nicaragüenses no era de oposición al gobierno sandinista sino más bien,
de planteos de defensa de los brigadistas como, por ejemplo, el pedido de
otorgarles la ciudadanía nicaragüense. A partir de allí, la decisión de la
Brigada fue dirigirse hacia el punto de encuentro con la dirección del FSLN
pero acompañados deuna movilización de esos sectores convocados como forma de
ejercer presión. Los brigadistas recuerdan que una vez llegados al lugar
realizaron un acto de larga duración en el que ellos hablaron como así también
lo hicieron representantes de distintos sindicatos y de las milicias.
Finalmente, los brigadistas entraron a la reunión con la dirección del FSLN. De
acuerdo a lo narrado por quienes estuvieron presentes en esta reunión, poco
importaba qué podrían decir. De hecho, en la reunión, los miembros de la
Brigada tuvieron pocas oportunidades de intervenir y simplemente se dedicaron a
escuchar los planteos de los dirigentes del Frente. Finalmente, los miembros de
la Brigada fueron llevados a una celda y, bien entrada la madrugada, fueron
sacados violentamente de las mismas y transportados hasta un colectivo en donde
los hicieron acostar mientras eran apuntados. Según cuentan los testimonios, en
ese trayecto los brigadistas no hablaron entre sí, pero coincidieron luego en
que el pensamiento fue que el destino era el fusilamiento. No obstante, el
colectivo llegó a un aeropuerto en donde los esperaba un avión de la fuerza
aérea panameña para sacarlos de Nicaragua, en lo que fue un pedido del FSLN al
gobierno de Torrijos.
La experiencia
política propiamente dicha de la Brigada Simón Bolívar en la revolución
nicaragüense terminó a partir de ese momento. Lo que continuó luego recae en
las experiencias vividas durante el tiempo en el que permanecieron detenidos e
incomunicados en Panamá. Los temores principales recayeron en los argentinos
dado que, si el gobierno panameño tomaba la decisión de deportar a cada uno de
los brigadistas a sus respectivos países, los argentinos sabían que serían
detenidos a raíz de la represión existente aún en su país y de la actividad que
ellos habían tenido anteriormente en el PST argentino.
La mayor parte
del tiempo en Panamá, la Brigada pasó su estadía en la cárcel Modelo, una
prisión de presos comunes. En esos días, sufrieron el intento de llevarlos más
lejos, a un cuartel en Tinajitas, pero los guardias no lograron hacerlo dado un
escándalo que se produjo al querer separar a los brigadistas por nacionalidad
al llegar a ese lugar. También en ese proceso, los brigadistas tuvieron una
reunión con el gobierno panameño a través de Manuel Noriega (quien años después
gobernaría elpaís) en la que les fue permitido establecer contacto con los
miembros panameños de la corriente morenista, quienes iniciaron una campaña
internacional para liberarlos.
A partir de la
experiencia en prisión, se narran pintorescas historias tanto en la relación
entre los propios brigadistas como en el trato de estos militantes con los
presos comunes detenidos en esa cárcel. Sobre estos días, recuerda Miguel
Soranz:
“(...) Eso fue
entre cómico y represivo. Ahora uno lo ve con ribetes más simpáticos. (...)
éramos una banda de colombianos, mexicanos, costarricenses, panameños, un
alemán. Y estábamos todos juntos, hombres y mujeres en un gran calabozo. Y
claro, de noche cantábamos ‘la Internacional’. O había una parte cultural
porque, como ya estábamos tan aburridos, cada país hacía una representación: a
nosotros nos tocaba cantar tangos, los mexicanos contaban chistes contra los
curas. Las tardes culturales, les decíamos. Entonces los presos comunes,
armaban un jolgorio tremendo. Claro, cien tipos cantando. Y cuando cantábamos
‘la Internacional’ todos juntos, los presos comunes aplaudían. Por eso, en un
momento trataron de sacarnos de ahí, de llevarnos a un cuartel”. (26)
Por su parte,
Nora Ciapponi da cuenta de la relación que lograron establecer con los presos
comunes que se encontraban detenidos en ese momento:
“(...) teníamos
buena relación con los otros presos. A mí me ayudaron muchísimo los
homosexuales: me lavaban la ropa, me la planchaban, me prestaban su ropa, me
cuidaban. Nos ayudaban a trasmitir de un lugar a otro (..). Y toda la cárcel,
la habíamos ganado. A la mañana nos levantábamos y decíamos: ‘¡Buenos días
compañeros detenidos!’ Y ellos nos saludaban todos. Habíamos hecho un quilombo
en esa cárcel”. (27)
Posteriormente
a este paso por Panamá, los brigadistas fueron deportados, muchos a Costa Rica
(sobre todo, aquellos con nacionalidad centroamericana) y otros tantos
(incluidos los argentinos) a Colombia, en donde algunos pudieron ingresar
(incluso sin documentación alguna) gracias a los contactos con trabajadores del
aeropuerto de ese país. Colombia fue justamente el lugar en el que, luego de un
acto, se disolvió oficialmente la Brigada Simón Bolívar.
EL BALANCE
De acuerdo a
los testimonios recogidos y a los documentos analizados, el análisis de la
experiencia de la Brigada Simón Bolívar y la participación en el proceso
revolucionario nicaragüense fue positiva y sobre todo, influyente para sus
protagonistas. La historia oral permite conocer que, quienes participaron de
ese proceso, aún narran apasionadamente todas sus instancias, entusiastamente
todos sus logros e incluso con bronca el final de su participación. Vale un
testimonio como síntesis de la memoria de quienes participaron de ese proceso:
“Si yo algo
tengo que decir de mi experiencia, lo que de lejos más me impactó, es lo que
transforma una revolución a los seres humanos. Hay que creer el que le gente se
puede autodeterminar, que no es una política, que es un hecho. Y que si vos vas
contra eso, vas contra todo. Porque el día que a nosotros nos dijeron por
primera vez: ‘Vengan, ayúdennos a organizar’ Y yo lo único que hacía era
decirles: ‘Bueno, hablá a tus compañeros’. Y balbuceaba el primer día. Y el
segundo día eran oradores, imaginate generaciones enteras, durante décadas y
décadas, de los padres, de los abuelos que nunca podían hablar más allá de lo
bajito porque si se llegaba a enterar la policía, la Guardia Nacional del
somocismo, eran hombres muertos. Entonces de la noche a la mañana se hace una
revolución y la gente puede hablar. Y vos decís: ‘Bueno, capaz que hay que
esperar un proceso...’ Pero empujás un poco y la gente es impresionante, son
poetas arriba del estrado hablando, les sale toda la vena humana, les sale todo
lo lírico, todo lo bello. Supongo que lo feo también, pero yo esos días sólo vi
belleza”.28
El proceso que continuó
en Nicaragua tras la expulsión de la Brigada Simón Bolívar no es objeto de
estudio de este trabajo como tampoco lo fue su análisis historiográfico
académico.
Pero vale decir, a modo de conclusión, que diversos factores
dictaminaron el ocaso de la revolución sandinista. Por un lado, la política de
conciliación entre diferentes sectores sociales y la aplicación de la
denominada ‘economía mixta’ implicaron la ausencia de medidas que terminaran
con la pobreza, la falta de tierras y el desempleo, por lo que el común de la
población continuó en un estado de miseria como el existente antes de la caída
de Somoza. La política de conciliación con EEUU tampoco trajo frutos positivos:
este país continuó constantemente hostigando el proceso a través de los contras,
lo que a su vez, implicaba un importante gasto a nivel estatal que recaía sobre
el conjunto de la población. Las medidas políticas posteriores, con la
liberación de los somocistas y de los contras pegaron hondo en el sentir de una
población que había luchado. En ese contexto, el gobierno llamó a elecciones
para 1990, en las cuales se impuso Violeta Chamorro dando por finalizada la
etapa sandinista y dejando una reflexión abierta:
“Los líderes
revolucionarios no pueden dar por el sentado el apoyo popular, acercarse
después al capital privado y esperar que ese apoyo se mantenga”. (29)
Notas
1.- Hugo Miguel
Bressano, más conocido como Nahuel Moreno, nació el 24 de abril de 1924 en
Alberdi (Provincia de Buenos Aires). Comenzó su proceso de acercamiento a la
política a través de la filosofía dado que participaba de una Asociación
Cultural formada por intelectuales y estudiantes, en donde asistía y dictaba
charlas. A través de esa asociación se relacionó con el Teatro del Pueblo, un
ámbito en donde confluía la intelectualidad de izquierda. Se acercó al
trotskismo a través del grupo de Liborio Justo. A los 20 años, fundó su primera
organización, el Grupo Obrero Marxista, luego transformada en Partido Obrero
Revolucionario que finalmente se integraría al Partido Socialista de la
Revolución Nacional.
Tras la caída del peronismo, experimentó un crecimiento político a través de la
publicación Palabra Obrera, que desembocó en la formación del Partido
Revolucionario de los Trabajadores tras la fusión con el grupo de los hermanos
Santucho. El PRT se dividiría en medio de un debate en torno a la utilidad o no
de adoptar la estrategia de la lucha armada y la corriente de Moreno pasaría a
denominarse PRT “La Verdad”, que luego se fusionaría con un sector proveniente
del Partido Socialista Argentino (encabezado por Juan Carlos Coral) dando
origen al Partido Socialista de los Trabajadores en 1972.
2.- En las dos
elecciones presidenciales de 1973 el PST presentó las fórmulas Juan Carlos
Coral – Nora Ciapponi y Juan Carlos Coral – José Páez respectivamente
aprovechando, en ambos casos, la posibilidad de realizar campañas electorales
para difundir así los principales aspectos programáticos.
3.- Para
aquellos agrupamientos liderados por Nahuel Moreno, ninguna construcción a
escala local era pensada sino en razón de una construcción más amplia, a nivel
internacional. Por ello, cualquier organización política nacional debía
impulsarse de la mano de la conformación a nivel mundial de la IV Internacional
como estructura política aglutinadora.
4.- MORENO,
Nahuel. Un documento escandaloso (En respuesta a ‘En defensa del leninismo, en
defensa de la Cuarta Internacional’ de Ernest Germain). Ediciones Antídoto,
Buenos Aires, 1989. pp.131-132.
5.- La táctica
del entrismo consistía en la entrada de militantes a una organización con una
ideología diferente a la propia, pero con arraigo en los sectores populares con
el objetivo de provocar que sus integrantes giraran ideológicamente hacia la
izquierda. La corriente morenista puso en práctica esta táctica en el interior
del movimiento obrero peronista.
6.- MIRES,
Fernando. La rebelión permanente. Las revoluciones sociales en América Latina.
Siglo XXI Editores, México, 1988, p.405.
7.- MIRES,
Fernando. La rebelión…, cit. p. 407.
8.- MIRES,
Fernando. La rebelión…, cit. p. 429.
9.- El propio
Nahuel Moreno era parte de ellos y, junto a él, varios referentes del PST
argentino exiliados.
10.- Opción.
Edición especial dedicada a Nicaragua. Bs. As. 30 de julio de 1979.
11.- Entrevista
a CIAPPONI, NORA, dirigente del PST y partícipe de la revolución nicaragüense
como miembro de la Brigada Simón Bolívar. Realizada el 08-01-06 en Capital
Federal, Buenos Aires. Entrevistador: Martín Mangiantini.
12.- Entrevista
a SORANZ, Miguel, dirigente del PST y partícipe de la revolución nicaragüense
como miembro de la Brigada Simón Bolívar. Realizada el 13-01-06. en Capital
Federal, Buenos Aires. Entrevistador: Martín Mangiantini.
13.- Los
miembros de la BSB muertos en el proceso revolucionario fueron Mario Cruz
Morales, un colombiano de 20 años con un pasado de participación política en su
país, quien logró los recursos para viajar a Nicaragua gracias a la
colaboración de los sindicatos de la zona industrial de Bogotá; Pedro Ochoa
García, de 35 años, quien también tenía una trayectoria de militancia en su
país. Y por último, Max Leoncio Senguí, un nicaragüense de tan sólo 19 años,
quien se encontraba en Colombia estudiando una carrera universitaria cuando
conoció la noticia del reclutamiento para la Brigada Simón Bolívar y decidió
retornar a su país de esa forma y dentro de ese grupo.
14.- HÁRNECKER,
Marta. Nicaragua, el papel de la vanguardia. Contrapunto, Buenos Aires, 1986,
p.22.
15.- MORENO,
Nahuel. Las perspectivas políticas y la política revolucionaria después del
triunfo de la revolución nicaragüense. Informe de Nahuel Moreno al Comité
Central del Partido Socialista de los Trabajadores de Colombia (PST-C), agosto
de 1979.
16. Entrevista
a Miguel Soranz. Op. Cit.
17.- Ibidem.
18.- Cuando se
hace referencia a los chamorristas, se refieren a los conservadores dirigidos
por Violeta Chamorro, quien integró el gobierno de transición en Managua.
19.- Desde sus
inicios, la revolución nicaragüense sufrió la oposición de lo que se denominó
los contras, el brazo armado de la contrarrevolución nicaragüense, organizado y
financiado por la Inteligencia norteamericana (CIA), formado sobre todo a
partir de los elementos de la antigua Guardia Nacional. En los momentos
inmediatamente posteriores a la caída de Somoza, esto se manifestó en ataques
nocturnos a distintas sedes de poder sandinista o a la existencia de ex
somocistas actuando como francotiradores, por lo que el toque de queda fue una
medida adoptada en los días posteriores a la llegada del sandinismo al poder.
La propia Brigada Simón Bolívar todas las noches recibía disparos en su sede de
funcionamiento y realizaba acciones de defensa para contrarrestarlos.
20.- Entrevista
a Nora Ciapponi… Cit.
21.- Cuadernos
Socialistas (una publicación de Alternativa Socialista). Mayo de 1999, Buenos
Aires, p.46.
22.- Entrevista
a Nora Ciapponi... Cit.
23.- Entrevista
a Miguel Soranz... Cit.
24.- Entrevista
a Nora Ciapponi... Cit.
25.-
Efectivamente con el tiempo se creó la denominada Confederación Sandinista del
Trabajo.
26.- Entrevista
a Miguel Soranz... Cit.
27.- Entrevista
a Nora Ciapponi... Cit.
28.- Entrevista
a Nora Ciapponi... Cit.
29.- PETRAS,
James. “La derrota electoral del sandinismo”. En: Diario Brecha. Montevideo.
30
de marzo de 1990.
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