Hoy Sidor produce menos de un tercio de la planta original, 250 mil toneladas métricas, con una nómina de 19 mil que juegan barajas en las plantas si acaso llegan Foto Archivo |
Correo del Caroní
Manuel Carrillo De León
08.04.2018
@mcarrillodeleon
A diez años de la reestatización de Sidor, el presidente de la Fundación Leopoldo Sucre Figarella, exsidorista, exferrominero y exCVG, Manuel Carrillo León recuerda el honor de haber trabajado en la siderúrgica, pero también, el lamento de ver quebrada hoy a una empresa a la que dice “te recompro pero te remato”.
Ser sidorista era un honor. Visitéla planta por primera vez en noviembre de 1984. Aterrizando me di cuenta de sus dimensiones. De las chimeneas brotaba humo de colores, rojo, gris, blanco, fundidos en una nube sobre el río Orinoco. Ví el tren de mineral de hierro llegando al patio. Y ya en tierra, la salida de los obreros en decenas de autobuses en fila desde el portón tres, marcaba el fin de ese espectáculo matutino. Con una capacidad instalada de 4.2 millones de TM, solo se producían 3.6 millones TM de acero por un cuello de botella en la planta de HyL. Productos semi elaborados según la línea de producción de planos y no planos, primero HRD, pellas y coladas de acero líquido para producir, planchones, palanquillas y luego láminas, bobinas, cabillas, vigas, planchas etc. Con 18.600 empleados, Sutiss era el segundo sindicato más grande del país. Había diez vuelos diarios a Caracas.
El origen y el final
El complejo Inocentti, la planta original para producir 800 mil TM, la adquirió Pérez Jiménez. El presidente Betancourt ordenó al general Rafael Alfonzo Ravard y al ingeniero Argenis Gamboa renegociar su valor para un descuento final de 40 millones de dólares a favor de la república. Así el IVHA de 1951 se convierte en Sidor en abril de 1964. Se produce acero de la mano de notables ingenieros venezolanos. Gamboa, Rivero, Hernández, Rodríguez, Marshall, Briceño, Mendoza y el maestro Barreto, entre otros quienes condujeron la empresa en democracia hasta su privatización.
Quizás el momento de oro fue la elaboración del Plan IV, cuando el país decidió aumentar su capacidad instalada a 4.2 millones de toneladas métricas. Llegó a Guayana un inmenso contingente de técnicos, obreros y profesionales para una epopeya: construir y ampliar una planta en operación y quintuplicar su producción, pero ese momento también marcó su destino, cuando el Estado la obligó a cargar una deuda impagable con los precios de sus productos controlados por debajo de los costos de producción. El contrapeso gerencial fue en tres direcciones. Primero, exportar con calidad 30% de la producción y solo para que el Estado se quedara con esas divisas y se las pagara al cambio controlado. Segundo, la reconversión industrial, pero el Estado no facilitó la totalidad de recursos para su propósito. Y tercero, adquirir más deuda para importar nueva tecnología y evitar la obsolescencia. Justo en el momento de lograr un crédito español vino el golpe de Estado de 1992 que cambió el panorama político y social de Venezuela. El chingo y el sin nariz, ya no había nada que hacer sino privatizar para salvar la planta y el esfuerzo de tres generaciones de venezolanos y extranjeros que dimos parte de nuestras vida por ella. El que hizo posible esa maravilla le había dado el primer tiro de gracia.
El amanecer y el segundo disparo
El renacer de la planta fue producto de una licitación internacional que en abril de 1997 gana el consorcio Amazonia de empresas siderúrgicas privadas latinoamericanas. Con una inversión inicial de 1.085 millones de dólarespor el 60% de las acciones y 800 millones adicionales en adecuación tecnológica. El éxito no se hizo esperar y la producción en los diez años de su privatización aumentó al punto del 100% de su capacidad instalada con solo 4 mil trabajadores. Hoy produce menos de un tercio de la planta original, 250 mil toneladas métricas, con una nómina de 19 mil que juegan barajas en las plantas si acaso llegan. ¡Qué vergüenza! Esa década Guayana volvió a ver asu industria insigne, hacer lo que mejor supo siempre, producir acero.
Este 9 de abril se cumplen diez años que el gobierno decidió recomprar Sidor a un costo de 1.970 millones de dólares. Desde ese momento la caída de su producción es dramática y solo falta decretar el cierre técnico y chatarrear lo que una vez fue un sueño hecho realidad. Lo cierto de esta historia es que el régimen no supo gerenciar el complejo y lo destruyó así como a todas las industrias básicas. Todo el mundo sabe que el Estado solo debe incentivar y poner reglas para que los privados produzcan, como hizo el consorcio argentino Ternium.
(*) Presidente de la Fundación Leopoldo Sucre Figarella. Exsidorista-ferrominero-CVG
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