Emiliano Teran
Cada vez que se firma un nuevo conjunto de convenios entre Venezuela y China, prosigue una nueva ola de alabanzas oficiales respecto a la relación con el llamado “gigante asiático”. El presidente Maduro declaraba en Beijing el pasado 13 de septiembreque su visita marcaría “una nueva era en las relaciones entre China y Venezuela”, asegurando que se va a “engrandecer todo lo que ya construimos junto al comandante Chávez”. El Gobierno chino, por su parte, insistió en su ya tradicional axioma de las alianzas en pie de igualdad y respeto mutuo, de acuerdo con el principio de beneficio recíproco.
Sin embargo, antes que sólo un salvador o un buen aliado, la realidad es que China también es uno de los varios responsables de la grave crisis que vive Venezuela en la actualidad, en la medida en la que ha sido un actor clave en la profundización de los males del rentismo/extractivismo y de nuestra condición de dependencia y vulnerabilidad sistémica. El gobierno chino no sólo ha dirigido sus créditos e inversiones fundamentalmente al sector primario y de infraestructura –destacando que su patrón de inversiones directas en América Latina se dirige en casi un 90% a la extracción de recursos y energía–, sino que ha configurado un tipo de encadenamiento bilateral de sumisión basado en convenios de endeudamiento progresivo por parte de Venezuela, que son pagados con envíos diarios de petróleo, calculados en montos en divisas (US$) estimados según el precio del barril del día (bases de funcionamiento del Fondo Chino-Venezolano).
Esta fórmula en un primer momento (2007-2014) conformó la conexión desarrollismo-endeudamiento, colocando al crudo que será extraído en el futuro como principal garantía de pago (creando de hecho una situación hipotecaria), para así poder financiar el delirio desarrollista/extractivista de la “Venezuela Potencia Energética Mundial” (Plan de la Patria), basado fundamentalmente en el crecimiento de la producción en la Faja Petrolífera del Orinoco – FPO (Plan Siembra Petrolera). Esta expansión del extractivismo, en teoría, garantizaría el cumplimiento simultáneo de las amortizaciones de la deuda; la necesaria estabilidad e incremento del consumo interno, para así expandir la exportación de productos chinos a Venezuela (habiéndose previamente establecido en las líneas de crédito que una parte de los préstamos se gastarán en el consumo de mercancías asiáticas); y la ampliación de la oferta de petróleo venezolano, tomando en cuenta que China es el segundo consumidor mundial de crudo y que tiene interés en diversificar sus suplidores.