Creada el 28 de octubre de 1869, la Escuela Superior de Música está próxima a celebrar 150 años en una sede prestada, dado que la propia está inhabilitada y esperando se ejecute la promesa de restauración ofrecida por autoridades gubernamentales hace cinco años. Desde 1992 el edificio ubicado entre las esquinas Veroes a Santa Capilla se ha venido a menos ante la mirada nostálgica de alumnos, exalumnos y maestros.
Caracas. Con nueve años en la Escuela Superior de Música José Ángel Lamas, Juan Diego Gómez está por terminar sus estudios de guitarra clásica. Casi una década a la que le ha dedicado esfuerzo, empeño y tiempo, pero a la que desde hace cuatro le ha sumado sudor y lágrimas, pues lidia con el cambio de sede obligado, a raíz del deterioro físico de la escuela original. Esa situación trastocó la tradición y costumbres de él y otros alumnos.
La Escuela Lamas fue creada en 1869, pero no fue sino en 1877 —bajo la dirección del general Ramón De La Plaza— que la institución se mudó a un palacio colonial ubicado entre las esquinas de Veroes a Santa Capilla en la avenida Urdaneta.
En 1992, más de un siglo después, es que le hacen la primera reestructuración a la institución, “con el propósito de rescatar la casa y modernizarla”, según señaló el actual subdirector, Albín Zapata.
“Empezaron a hacer unas excavaciones, pero eso no llegó a nada. Todo se congeló y dejaron la escuela en ruinas. Funciona así desde 1992 y no ha habido más intentos de intervención a la planta física”, mencionó Zapata, quien también fue alumno y profesor.
En 2014, el Gobierno del Distrito Capital (GDC) —liderado por la exjefa de gobierno, Jacqueline Faría— asumió la recuperación de la infraestructura, declarada Monumento Histórico Nacional el 1° de abril de 1976.
En un principio, el plan consistía en recuperarla “en seis meses”. Tras la destitución de Faría y el nombramiento de Ernesto Villegas como nuevo jefe de Gobierno del Distrito Capital, los trabajos siguieron realizándose, pero esta vez con un plazo estimado de dos años, según detalló una fuente de la GDC a Crónica.Uno, que pidió mantener su nombre y cargo en reserva.
Por los proyectos, las clases se mudaron (en 2014) a los espacios del sótano 2 de la Biblioteca Nacional que, de acuerdo con los estudiantes, no son aptos para dar clases de música, debido a lo estrechas que son sus paredes.
“En la Escuela estudiábamos y practicábamos en los pasillos, era un lugar muy motivador dado el ambiente musical que se respiraba. Había espacios y salones para todo aquel que quisiera practicar y eso es algo que aquí en la Biblioteca no podemos hacer”, señala Juan Diego Gómez.
La misma visión la comparte su compañero Mario Reyes, estudiante del décimo y último año de piano. “La infraestructura estaba en mal estado, pero había luz y siempre había un salón disponible para que las agrupaciones o los estudiantes practicaran”, dice.
A la escuela la derribaron por dentro. Prácticamente dejaron el cascarón y construyeron unas fundaciones en la parte de atrás para levantar un nuevo edificio. El techo de zinc fue sustituido luego durante el paso de Juan Carlos Dugarte por la GDC.
Sin embargo, desde el año pasado las restauraciones están paralizadas. La directiva solicitó las llaves del recinto al IPC pues “malandros e invasores empezaron a meterse en la escuela”, mencionó el subdirector Zapata. Es por ello que solicitaron al Ministerio de Educación la designación de al menos seis vigilantes nocturnos “para que se queden allá cuando haya condiciones mínimas de seguridad física”.
A la escuela la derribaron por dentro. Prácticamente dejaron el cascarón y construyeron unas fundaciones en la parte de atrás para levantar un nuevo edificio. El techo de zinc fue sustituido luego durante el paso de Juan Carlos Dugarte por la GDC.
Sin embargo, desde el año pasado las restauraciones están paralizadas. La directiva solicitó las llaves del recinto al IPC pues “malandros e invasores empezaron a meterse en la escuela”, mencionó el subdirector Zapata. Es por ello que solicitaron al Ministerio de Educación la designación de al menos seis vigilantes nocturnos “para que se queden allá cuando haya condiciones mínimas de seguridad física”.
“El único proyecto de renovación de la escuela, aprobado por el Gobierno del Distrito Capital y el Instituto de Patrimonio Cultural (IPC), durante la administración de Faría, no era cónsono con la forma en que se debía mantener una estructura patrimonial de esa calidad”, dice Zapata.
La directiva, junto con la comunidad de la escuela (profesores, alumnos, exalumnos, representantes y trabajadores) ha llevado adelante jornadas de limpieza y mantenimiento de espacios ante la falta de respuesta de los ministerios de Educación y Cultura. “No hay dinero”, “hay que esperar”, son las frases que, asegura Zapata, salen desde las voces gubernamentales.
Pero si bien estas jornadas ayudan a mantener ordenado el lugar, no resuelven el problema de fondo y estructural de la escuela. Los espacios siguen sin ser aptos para impartir clases e incluso para ocuparlos por tiempos prolongados. Atrás quedó la época en la que los alumnos podían estar 12 horas seguidas practicando y presenciando clases pues actualmente las filtraciones, el polvo y los escombros están a la orden del día.
En 2018, durante un evento cultural que se llevaba a cabo en los espacios de la Biblioteca Nacional, la directora de esta institución, Lilia Marchán, expuso la situación en la que se encontraban alumnos y profesores, así como la paralización de las remodelaciones prometidas por la GDC. Ernesto Villegas, ministro de Cultura para entonces, se comprometió a retomar nuevamente los trabajos de reestructuración. Situación que no ocurrió.
En noviembre de ese mismo año, en un boletín público de la Fundación de Edificaciones y Dotaciones Educativas (Fede), se informaba sobre la rehabilitación y ampliación de los espacios de la escuela de música, una edificación de arquitectura colonial neoclásica. Se hizo, según esa nota de prensa, el armado de la losa del patio y se pusieron las vigas de riostra en la placa de fundación, además de la canalización de la red de recolección de aguas servidas para las salas de baños y el vaciado de losa.
Sentimientos encontrados
Ahora, los alumnos deben lidiar con las consecuencias que acarrea ver clases en lugares encerrados y de poca iluminación como el que ocupa la Escuela José Ángel Lamas en el sótano 2 de la Biblioteca Nacional, que colinda con la entrada a uno de los niveles del estacionamiento.
“Una vez un carro se recalentó y todo el humo entró a los salones y pasillos. La sede de la Escuela estaba hecha para que te pudieras relajar tanto dentro como fuera de ella. Allá no había comedor, pero comías sentado en el piso y era al aire libre escuchando cómo otros tocaban. Aquí no hay ambiente musical”, comenta Juan Diego Gómez.
Gómez está consciente de que las jornadas de limpieza representan una ayuda y respiro para la vieja sede, pero tanto él como otros compañeros se plantean la misma duda: “podemos limpiar, pero ¿quién remodela el edificio?”.
A pesar de todo, tanto la directiva como los alumnos le agradecen a la Biblioteca Nacional por permitirles usar sus espacios. “Tenemos las mejores relaciones con ellos. El problema acá es que hay horario de oficina, así que a las 5:00 – 5:30 p. m. ya todos tenemos que irnos y a esa hora es que empezaba la música en la Lamas”, dice Albín Zapata.
Buena parte de los estudiantes rondan los 25 o 30 años, la mayoría ya terminando sus estudios. Por lo general, solían llegar a la sede de Santa Capilla después de las 4:00 p. m., pues tenían compromisos laborales durante la mañana y parte de la tarde. Algunos se han adaptado, otros optaron por abandonar la carrera.
La crisis del transporte también afecta el traslado a la nueva sede. Con el tiempo, las líneas de autobuses que llegaban hasta la avenida Panteón fueron desapareciendo, por lo que la única opción de llegar a la Biblioteca Nacional para quienes van desde el centro de Caracas es a pie.
Por la edad o condiciones físicas que tienen, “muchos maestros pidieron jubilación porque se les hacía difícil llegar. Otros pidieron dar clases en sus casas u otros espacios”, menciona Juan Diego.
Sin embargo, las actuales condiciones de la Escuela Lamas no hacen sino inspirar a alumnos, maestros y representantes a seguir apostando por la promoción de la música en Venezuela. “Nosotros esperamos que las nuevas generaciones puedan desarrollarse en mejores condiciones que las que vivimos en la sede principal, que regrese el ambiente musical y la infraestructura lo permita”, señala una estudiante de canto lírico consultada por Crónica.Uno.
El reto es seguir promoviendo músicos de la talla de Alirio Díaz, Antonio Estévez, José Antonio Abreu y otros tantos egresados de dicha institución que han dejado el nombre del país en alto a nivel mundial. Tan solo el año pasado audicionaron entre 900 y 1000 aspirantes, cifra que esperan igualar o incluso superar en julio, cuando se dé inicio a un nuevo proceso de ingresos.
A pesar de todo, tanto la directiva como los alumnos le agradecen a la Biblioteca Nacional por permitirles usar sus espacios. “Tenemos las mejores relaciones con ellos. El problema acá es que hay horario de oficina, así que a las 5:00 – 5:30 p. m. ya todos tenemos que irnos y a esa hora es que empezaba la música en la Lamas”, dice Albín Zapata.
Buena parte de los estudiantes rondan los 25 o 30 años, la mayoría ya terminando sus estudios. Por lo general, solían llegar a la sede de Santa Capilla después de las 4:00 p. m., pues tenían compromisos laborales durante la mañana y parte de la tarde. Algunos se han adaptado, otros optaron por abandonar la carrera.
La crisis del transporte también afecta el traslado a la nueva sede. Con el tiempo, las líneas de autobuses que llegaban hasta la avenida Panteón fueron desapareciendo, por lo que la única opción de llegar a la Biblioteca Nacional para quienes van desde el centro de Caracas es a pie.
Por la edad o condiciones físicas que tienen, “muchos maestros pidieron jubilación porque se les hacía difícil llegar. Otros pidieron dar clases en sus casas u otros espacios”, menciona Juan Diego.
Sin embargo, las actuales condiciones de la Escuela Lamas no hacen sino inspirar a alumnos, maestros y representantes a seguir apostando por la promoción de la música en Venezuela. “Nosotros esperamos que las nuevas generaciones puedan desarrollarse en mejores condiciones que las que vivimos en la sede principal, que regrese el ambiente musical y la infraestructura lo permita”, señala una estudiante de canto lírico consultada por Crónica.Uno.
El reto es seguir promoviendo músicos de la talla de Alirio Díaz, Antonio Estévez, José Antonio Abreu y otros tantos egresados de dicha institución que han dejado el nombre del país en alto a nivel mundial. Tan solo el año pasado audicionaron entre 900 y 1000 aspirantes, cifra que esperan igualar o incluso superar en julio, cuando se dé inicio a un nuevo proceso de ingresos.
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