Por Simón Rodríguez Porras (PSL)
El 26 de febrero, el Partido Comunista de Venezuela (PCV) anunció su apoyo a la reelección del presidente Maduro. De esta manera se ratificaba una vez más el apoyo al chavismo, luego de dos décadas. Pese a que en muchos militantes de la base del PCV y la JCV existía la expectativa de que era posible romper con el gobierno y cesar el apoyo a la política ajustadora, represiva y entreguista de Maduro y Cabello, terminó por imponerse la tradición de colaboración de clases. La dirigencia del PCV planteó que el apoyo se dio en función de un acuerdo por el impulso de una salida revolucionaria a la crisis, para derrotaar el supuesto sabotaje de la economía con medidas como la nacionalización del comercio exterior. Se sigue alimentando la mitología de la “guerra económica” y las ilusiones en que el gobierno puede girar a la izquierda.
Para la mayor parte del activismo juvenil, sindical y de izquierda de Venezuela es evidente que el gobierno no quiere ni puede tomar medidas que apunten a una salida revolucionaria a la crisis, que no existe un bloqueo o un sabotaje económico coordinado sino que estamos ante los efectos de una política gubernamental de ajuste que, para sostener las ganancias de la burguesía importadora y pagar los vencimientos de deuda externa, ha destruido los salarios y reducido a la miseria a millones de trabajadores. Si esto resulta claro para la vanguardia militante y para millones de trabajadores y habitantes de las comunidades populares, ¿por qué se insiste el PCV en apoyar al gobierno? Algún joven activista podría considerar que se trata de un “error” circunstancial de la dirigencia. Pero es mucho más que eso. Se trata de una concepción estratégica que está en la base programática misma del PCV, eletapismo.
Una estrategia reformista
El razonamiento detrás del apoyo del PCV al chavismo, o antes los gobiernos de Medina Angarita, Larrazábal y Caldera se inscribe en una concepción según la cual la lucha por el socialismo debe ser antecedida por una etapa de “liberación nacional”, en la cual debe gobernar un sector burgués “progresista”, que durante varias décadas desarrolle las fuerzas productivas, industrializando al país. Jerónimo Carrera, para el momento presidente del PCV, estimaba en el año 2007 que harían falta 50 años para que Venezuela pasara a ser un país rico con posibilidades de construir el socialismo (Ver https://www.aporrea.org/actualidad/n90462.html).
La burguesía chavista, popularmente llamada “boliburguesía”, ha sido considerada por el PCV como ese sector burgués con el que corresponde tejer la “amplia alianza” de largo alcance. De hecho, en su XIII Congreso Extraordinario en 2007, el PCV caracterizaba al presidente Chávez como un “consecuente antiimperialista, antioligárquico, impulsor de la democracia popular y revolucionaria, con visión y perspectiva socialista”. En el mismo documento se consideraba que “transitamos un proceso revolucionario de liberación nacional que debe culminar con éxito las tareas de recuperación plena de la soberanía e independencia nacional, avanzar en la conquista de la justicia e igualdad social; profundización de la democracia popular revolucionaria, de contenido participativo y protagónico, de transformación y liquidación del viejo Estado oligárquico burgués”, para lo cual sería necesaria una alianza con la burguesía, una “amplia unidad nacional antiimperialista, que objetivamente viene dada por la construcción de una multifacética alianza de clases y capas sociales, que va desde la burguesía no monopólica (la que no mantiene vínculos de subordinación al gran capital transnacional imperialista), la pequeña burguesía, las capas medias, la clase obrera y demás sectores de trabajadores/ trabajadoras, el campesinado y otras capas sociales explotadas” (Ver http://www.rebelion.org/noticia.php?id=47341).
Todavía en 2017, mientras el gobierno de Maduro entregaba el Arco Minero del Orinoco a las transnacionales, pagaba la deuda externa a costa del hambre de millones y acordaba endeudamientos en condiciones leoninas con bancos imperialistas como Goldman Sachs, el XV Congreso del PCV hablaba de “profundizar” un supuesto proceso de liberación nacional en curso: “En síntesis, los cambios ocurridos en estos años son resultado, en gran medida, de una práctica social-reformista de tendencia patriótica y progresista, que debe ser superada mediante una nueva correlación de fuerzas populares y revolucionarias liderada por la clase obrera y trabajadora en general, a fin de garantizar la consolidación y profundización de la liberación nacional” (Ver https://issuu.com/tribuna_popular/docs/tribuna_xv_congreso).
En el corto audiovisual La Unidad Popular Revolucionaria, histórica política de los comunistas, presentado en el XIV Congreso del PCV en 2011, se explica que se trata de una orientación emanada por la burocracia estalinista en la década de 1930: “El concepto de la amplia alianza ha sido parte de la línea política de las y los comunistas de todo el mundo desde los propios orígenes de nuestros Partidos. En 1935, el VII Congreso de la Internacional Comunista (Comintern), bajo la dirección de Georgi Dimitrov, aprobó como orientación general para todos los Partidos Comunistas del planeta la política aliancista del «Frente Popular» (…) A lo largo de los años, este concepto ha variado de nombre y características, pero manteniendo su contenido; así por ejemplo el VII Congreso del PCV en 1985 usó la denominación «Amplia Conjunción de Fuerzas Democráticas y Progresistas», el XII Congreso en 2006 la llamó «Frente Amplio Nacional Patriótico», y en la arena electoral hemos usado en años recientes denominaciones como «Polo Patriótico» o «Alianza Patriótica». Pero en todos los casos, independientemente del nombre particular y de la forma concreta que se haya adoptado en correspondencia de las circunstancias de cada momento, la esencia de nuestra política se ha mantenido inalterable (…) La más polémica e incomprendida de esas construcciones fue la que en 1993, y por unos meses, nos llevó a apoyar el segundo gobierno Caldera. Para el PCV estaba claro que de lo que se trataba en ese momento era de contribuir a debilitar el sistema bipartidista y abrir las puertas a otras posibilidades en el futuro cercano, y, pese a la incomprensión que todavía subsiste, la historia ha demostrado que la decisión del Partido Comunista en ese caso fue la correcta (…) Y en 1998 ese mismo procedimiento de análisis y construcción colectiva nos llevó a convertirnos en el primer partido político que declaró oficialmente su apoyo a la candidatura presidencial de Hugo Chávez, una vez más dentro de una amplia alianza” (Ver https://www.youtube.com/watch?v=4LLFleXn4P4).
Para justificar esa alianza entre los trabajadores y sus explotadores “nacionales”, el PCV propone que la “contradicción principal” para esta etapa histórica es el antagonismo entre el bloque policlasista “progresista” y el imperialismo yanqui; la relación de explotación y opresión que la burguesía “progresista” ejerce sobre la clase trabajadora pasa a ser un eje político secundario: los trabajadores podrían pugnar por una correlación de fuerzas favorable dentro del bloque “antiimperialista” sin luchar contra el gobierno. Al cabo de dos décadas de un gobierno chavista que nos ha hundido en la más atroz dependencia, con un empobrecimiento masivo y un abaratamiento de la mano de obra nunca antes visto, está claro que no hay nada parecido a un “proceso de liberación nacional” y que ha sido la boliburguesía la única beneficiaria de esta alianza policlasista. Pero nada de ello ha llevado al PCV a revisar su apoyo al chavismo, la suya es una estrategia inamovible de colaboración de clases.
Es necesario volver al punto de partida para una auténtica política marxista, que es la independencia política de la clase trabajadora. Marx en su Circular del Comité Central a la Liga de los Comunistas de 1850 recomendaba a los trabajadores alemanes luego de la revolución de 1848: “ser conscientes de sus intereses de clase y adoptar la posición de un partido independiente. No deben ser apartados de su línea de independencia proletaria por la hipocresía de la pequeña burguesía democrática” (Ver https://www.marxists.org/espanol/m-e/1850s/50_circ.htm). Todo militante joven y honesto repudia el entreguismo de este gobierno, su hipocresía, su falso antiimperialismo, su brutalidad antiobrera, su responsabilidad en crímenes atroces como la desaparición forzada de Alcedo Mora o el asesinato de Sabino Romero, sus dispositivos de terrorismo de Estado como la Operación Liberación Humanista del Pueblo mediante la cual se ejecuta extrajudicialmente a jóvenes de los barrios populares, su arrodillamiento ante el capital financiero, su política petrolera entreguista. Ningún aspecto de la política oficial puede considerarse que abona a un “proceso de liberación nacional” ni mucho menos de “construcción del socialismo”. El rol de la boliburguesía y las demás fracciones burguesas, cuyo proceso de acumulación se desarrolla parasitando la renta petrolera, es netamente reaccionario. Ya hace más de medio siglo que el Che Guevara advertía que las burguesías nacionales latinoamericanas no son más que el furgón de cola del imperialismo.
Ese es el debate fundamental, si se debe apoyar a la burguesía emergente emplazándola a que adopte medidas como la nacionalización de la banca y el comercio exterior, o si por el contrario es necesario construir una referencia revolucionaria al calor de la movilización autónoma contra el gobierno, levantando un programa que incluya la nacionalización no solo de la banca sino también de la industria petrolera, la realización de una verdadera reforma agraria, la confiscación de las propiedades de los empresarios de maletín que sobrefacturaron importaciones, repatriación de capitales, dejar de pagar la fraudulenta deuda externa para aumentar el salario real y que cubra las necesidades de las familias trabajadoras, entre otras medidas. Además de defender las libertades sindicales y políticas, reclamando la libertad de los presos políticos obreros como Rodney Álvarez y Elio Palacios.
A todos los militantes que han roto con el PCV y con el chavismo, a los que aún no lo han hecho pero no están dispuestos a hacer campaña por la reelección de Maduro, los llamamos a articular esfuerzos, más allá de las diferencias y debates que persistan, en el frente de izquierda que hemos denominado Oposición de Izquierda en Lucha (OIL). Desde la unidad de acción que allí desarrollamos es posible avanzar en la construcción de una alternativa revolucionaria que supere el oportunismo estratégico del PCV, el PPT y demás “maduristas críticos”.
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