Hector Lucena
01.02.2014
La política salarial impuesta en los últimos años ha prescindido de la revisión de los salarios de quienes ganan por encima del salario mínimo, la mayor parte de la población laboral. No ha habido en los 15 años del actual régimen una revisión general diferente a la del salario mínimo, o al menos el impulso y la promoción de mecanismos que den lugar a su revisión.
Algunos pocos sectores al servicio del Estado, han sido objeto de revisión salarial sin que se tenga una periodicidad establecida, y muy importante destacar que ello ha ocurrido al margen de procesos de diálogo y negociación de manera paritaria, aunque sí con presión y conflictividad gremial.
Con los altos niveles de aumento inflacionario es imprescindible una revisión global salarial al menos de una o dos veces al año, y no al final de ocurrida la inflación de un año determinado. Por ejemplo si se revisaran los salarios en enero de este año, y sólo se tomara en cuenta la inflación de todo el pasado año 2013, no estaríamos sino intentando reponer la pérdida de poder adquisitivo, es decir cuando el deterioro ya ocurrió, en fin es a destiempo y con consecuencias desventajosas en los precios, que harían polvo el aumento, y si se trata de controlarlos al final ocurre lo que vemos cotidianamente, la escasez y la existencia de los mercados negros.
En materia salarial hay que intentar actuar en tiempo real, sino se pierde la oportunidad de tomar conciencia en todo el sistema económico de un plan antiinflacionario con compensaciones y compromisos para todos los sectores, que tengan incidencia en salarios, precios y costos. En nuestro caso de análisis, el ajuste salarial ha debido hacerse al menos a mitad del año, digamos en junio-julio de 2013, tomando en cuenta la inflación del primer semestre y un estimado de la que ocurriría en el segundo semestre, por lo que en enero de 2014 tocaría hacer el ajuste según lo que en concreto ocurrió en materia de precios en el segundo semestre del 2013.
Por supuesto que una política salarial ha de conectarse directamente con la producción y la productividad, contando con metas e índices que han de ser progresivos para ir avanzando y monitoreándolos a través de mecanismos que comprometan a los actores productivos -empleadores y trabajadores- y regulatorios.
Lo propuesta demanda un apoyo técnico que brinde las confianzas y garantías para que los actores laborales se sientan confiados para adoptar los índices establecidos, así como la adecuación y la creación de los que sean necesarios. El tema es para irlo construyendo. Del lado sindical requiere armonizar sus diferencias en este aspecto, que parece ser uno de los que más viabilidad tiene para construir consensos en su interior.
Del lado gubernamental, un problema que conspira contra una política salarial amplia y que logre ser internalizada por los actores laborales, es su poca confianza en el movimiento sindical, y al mismo tiempo el fomento de otras alternativas de representación que no están afincadas en el trabajo, como son aquellas que se vinculan más con comunidades y otras que están influidas por visiones militaristas.
Hay que destacar que tradicionalmente la revisión salarial de gruesos segmentos de la población laboral ha sido excepcional por vía de leyes, más bien ha sido canalizada por vía de los convenios colectivos. Pero esta institución ha venido a menos, ya que el número de convenios negociados y firmados anualmente se ha reducido sustancialmente. Hace un cuarto de siglo, el número de convenios colectivos firmados anualmente, cuadruplicaba lo que hemos visto en los últimos años. Hoy se han congelado numerosos convenios colectivos, lesionando la revisión salarial de los niveles de trabajadores que están por encima del salario mínimo.
El hacer depender la política salarial casi exclusivamente en la revisión anual del salario mínimo, determina gradualmente un achatamiento de las escalas salariales en el colectivo laboral. Esto puede parecer una política de igualdad, pero lamentablemente tiende a igualar hacia abajo, es decir hacia el nivel del salario mínimo. Se sabe que igualar hacia arriba es difícil que sea lo promovido por el estado empleador, su nómina ya bastante cargada no resistiría. En contraste, en cuanto a los salarios de los niveles más altos, se revisan regularmente, ya que en esos niveles juega un papel importante la calificación y las competencias. Por supuesto que esto se corresponde más que todo con las empresas grandes y medianas.
Igualmente hay que destacar que este achatamiento erosiona una política de fomento del desarrollo del capital humano, al ir colocando los salarios de los sectores no calificados con poca o ninguna experiencia, en situación salarial casi igual con quienes han invertido en formación y acumulan una experiencia y destrezas a lo largo de la vida laboral.
Los diferenciales salariales son un estímulo al fomento de la cultura del trabajo y de la formación, su eliminación tiene efectos en el mediano y largo plazo. Por ejemplo, los jóvenes calificados que emigran, lo hacen porque son víctimas de varios factores, y uno de ellos es el tema salarial, ya que nuestro país se caracteriza por la existencia de muy bajos niveles salariales, si lo miramos comparativamente. El control de cambios ha incentivado que los venezolanos viajen más, aún con controles y cuotas limitadas de divisas, entonces poder ver el funcionamiento de otros sistemas económicos, y en otros casos contar con familiares y conocidos que ya se han instalado y observar sus condiciones de vida, han tenido un efecto magnético en cientos de miles de jóvenes venezolanos. Por otro lado, la formación universitaria en los centros nacionales de mayor antigüedad ha demostrado su buen nivel, al observar la receptividad de estos profesionales en otras economías.
La conversión de los salarios en Venezuela, sea el mínimo o cualquier otro, con la tasa de Bs 6.30 es un engaño, ya que nadie que quiera convertir, para sus propósitos personales, sus bolívares en la moneda de USA logrará tal fin, es decir convertir sus Bs 3.100 en US$ 500, ya sabemos que hoy quién disponga de este monto de divisas, lo convierte en una cantidad diez veces superior al salario mínimo.
hector.lucena@gmail.com
@hl_lucena
La política salarial impuesta en los últimos años ha prescindido de la revisión de los salarios de quienes ganan por encima del salario mínimo, la mayor parte de la población laboral. No ha habido en los 15 años del actual régimen una revisión general diferente a la del salario mínimo, o al menos el impulso y la promoción de mecanismos que den lugar a su revisión.
Algunos pocos sectores al servicio del Estado, han sido objeto de revisión salarial sin que se tenga una periodicidad establecida, y muy importante destacar que ello ha ocurrido al margen de procesos de diálogo y negociación de manera paritaria, aunque sí con presión y conflictividad gremial.
Con los altos niveles de aumento inflacionario es imprescindible una revisión global salarial al menos de una o dos veces al año, y no al final de ocurrida la inflación de un año determinado. Por ejemplo si se revisaran los salarios en enero de este año, y sólo se tomara en cuenta la inflación de todo el pasado año 2013, no estaríamos sino intentando reponer la pérdida de poder adquisitivo, es decir cuando el deterioro ya ocurrió, en fin es a destiempo y con consecuencias desventajosas en los precios, que harían polvo el aumento, y si se trata de controlarlos al final ocurre lo que vemos cotidianamente, la escasez y la existencia de los mercados negros.
En materia salarial hay que intentar actuar en tiempo real, sino se pierde la oportunidad de tomar conciencia en todo el sistema económico de un plan antiinflacionario con compensaciones y compromisos para todos los sectores, que tengan incidencia en salarios, precios y costos. En nuestro caso de análisis, el ajuste salarial ha debido hacerse al menos a mitad del año, digamos en junio-julio de 2013, tomando en cuenta la inflación del primer semestre y un estimado de la que ocurriría en el segundo semestre, por lo que en enero de 2014 tocaría hacer el ajuste según lo que en concreto ocurrió en materia de precios en el segundo semestre del 2013.
Por supuesto que una política salarial ha de conectarse directamente con la producción y la productividad, contando con metas e índices que han de ser progresivos para ir avanzando y monitoreándolos a través de mecanismos que comprometan a los actores productivos -empleadores y trabajadores- y regulatorios.
Lo propuesta demanda un apoyo técnico que brinde las confianzas y garantías para que los actores laborales se sientan confiados para adoptar los índices establecidos, así como la adecuación y la creación de los que sean necesarios. El tema es para irlo construyendo. Del lado sindical requiere armonizar sus diferencias en este aspecto, que parece ser uno de los que más viabilidad tiene para construir consensos en su interior.
Del lado gubernamental, un problema que conspira contra una política salarial amplia y que logre ser internalizada por los actores laborales, es su poca confianza en el movimiento sindical, y al mismo tiempo el fomento de otras alternativas de representación que no están afincadas en el trabajo, como son aquellas que se vinculan más con comunidades y otras que están influidas por visiones militaristas.
Hay que destacar que tradicionalmente la revisión salarial de gruesos segmentos de la población laboral ha sido excepcional por vía de leyes, más bien ha sido canalizada por vía de los convenios colectivos. Pero esta institución ha venido a menos, ya que el número de convenios negociados y firmados anualmente se ha reducido sustancialmente. Hace un cuarto de siglo, el número de convenios colectivos firmados anualmente, cuadruplicaba lo que hemos visto en los últimos años. Hoy se han congelado numerosos convenios colectivos, lesionando la revisión salarial de los niveles de trabajadores que están por encima del salario mínimo.
El hacer depender la política salarial casi exclusivamente en la revisión anual del salario mínimo, determina gradualmente un achatamiento de las escalas salariales en el colectivo laboral. Esto puede parecer una política de igualdad, pero lamentablemente tiende a igualar hacia abajo, es decir hacia el nivel del salario mínimo. Se sabe que igualar hacia arriba es difícil que sea lo promovido por el estado empleador, su nómina ya bastante cargada no resistiría. En contraste, en cuanto a los salarios de los niveles más altos, se revisan regularmente, ya que en esos niveles juega un papel importante la calificación y las competencias. Por supuesto que esto se corresponde más que todo con las empresas grandes y medianas.
Igualmente hay que destacar que este achatamiento erosiona una política de fomento del desarrollo del capital humano, al ir colocando los salarios de los sectores no calificados con poca o ninguna experiencia, en situación salarial casi igual con quienes han invertido en formación y acumulan una experiencia y destrezas a lo largo de la vida laboral.
Los diferenciales salariales son un estímulo al fomento de la cultura del trabajo y de la formación, su eliminación tiene efectos en el mediano y largo plazo. Por ejemplo, los jóvenes calificados que emigran, lo hacen porque son víctimas de varios factores, y uno de ellos es el tema salarial, ya que nuestro país se caracteriza por la existencia de muy bajos niveles salariales, si lo miramos comparativamente. El control de cambios ha incentivado que los venezolanos viajen más, aún con controles y cuotas limitadas de divisas, entonces poder ver el funcionamiento de otros sistemas económicos, y en otros casos contar con familiares y conocidos que ya se han instalado y observar sus condiciones de vida, han tenido un efecto magnético en cientos de miles de jóvenes venezolanos. Por otro lado, la formación universitaria en los centros nacionales de mayor antigüedad ha demostrado su buen nivel, al observar la receptividad de estos profesionales en otras economías.
La conversión de los salarios en Venezuela, sea el mínimo o cualquier otro, con la tasa de Bs 6.30 es un engaño, ya que nadie que quiera convertir, para sus propósitos personales, sus bolívares en la moneda de USA logrará tal fin, es decir convertir sus Bs 3.100 en US$ 500, ya sabemos que hoy quién disponga de este monto de divisas, lo convierte en una cantidad diez veces superior al salario mínimo.
hector.lucena@gmail.com
@hl_lucena
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