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viernes, 22 de agosto de 2014

Para promover el debate: Sobre el libre ejercicio del Periodismo



Hace una semana fue introducido, en La Asamblea Nacional, el proyecto de “Ley de Comunicación Social” que ha generado gran debate en el país.
 

En Deslinde creemos, en la defensa de los derechos democráticos, necesario promover este debate en todos los sectores vinculados a esta realidad, sindicatos, gremios y universidades. En tal sentido a continuación le presentamos el artículo del periodista y profesor de la Universidad Central de Venezuela Eloi Yagüe Jarque “El fin de las escuelas de periodismo” que publicó a través de Internet en http://ciudaddelostechosrojos.blogspot.com/ y donde nos ofrece su opinión y datos que ilustran este tan delicado tema.

El fin de las escuelas de periodismo 

Por Eloi Yagüe

Hace una semana fue introducido en la Asamblea Nacional un proyecto para desprofesionalizar el periodismo. Con el argumento de liberalizar el acceso a los medios se pretende sacar al periodismo de las universidades. “Ahora cualquiera podrá ser comunicador social”, dicen los promotores. Es una triste noticia. Como periodista y profesor universitario de Comunicación Social no puedo apoyar esta pretensión.

Cuando estudié periodismo, entre 1975 y 1980, dimos una fuerte lucha para que fuera aprobada la Ley de Ejercicio del Periodismo. Era necesaria porque hasta ese momento se fungía de periodista en Venezuela sin la debida preparación. Había muchos periodistas que no contaban con las condiciones necesarias para ejercer una profesión que demandaba cada vez mayor profesionalización, habida cuenta de los avances tecnológicos.
 

La Escuela de Periodismo de la UCV, fundada en 1946, cambió su nombre a Comunicación Social para adaptarse a los nuevos tiempos. Lo mismo hicieron otras escuelas del país. Veteranos periodistas, que también eran profesores, bien fueran de derecha o de izquierda, coincidían en esta necesidad. Así fueron promotores de la ley desde las aulas docentes como Eduardo Orozco, Héctor Mujica, Federico Álvarez, Jesús Rosas Marcano, Earle Herrera, Gilberto Alcalá, entre muchos otros, quienes también tuvieron una destacada actuación gremial.
 

En las universidades se debatía la necesidad de una ley y marchamos varias veces para que fuera aprobada hasta que lo logramos. Sentimos entonces que era un triunfo democrático, que la libertad de expresión estaría mejor cuidada desde un Colegio Nacional de Periodistas que velara por el cumplimiento del Código de Ética para el ejercicio de la profesión, así como ocurre en todas las profesiones.
 

Con el paso del tiempo y la aplicación de la ley, el ejercicio del periodismo se dignificó en el país, ya se trataba de periodistas jóvenes que habían obtenido en la universidad los conocimientos necesarios para afrontar una difícil, y a veces riesgosa, actividad. Un comunicador social necesita saber de tecnología comunicacional pero también de sociología, historia, geografía, filosofía, literatura, psicología social, entre otras disciplinas complementarias de su formación. Pero, además, desarrollar un sentido crítico y ético así como valorar el carácter independiente de la profesión.
 

Si se aprueba este proyecto las escuelas de Comunicación Social desaparecerán porque ya no tendrán sentido. Desprofesionalizar la comunicación social es un exabrupto que nos llevará de nuevo al siglo 19, cuando los periodistas eran propagandistas al servicio de partidos políticos, caso Antonio Leocadio Guzmán, quien siempre sirvió a la ideología liberal y a los intereses de su hijo, el presidente Guzmán Blanco.
Piénsese por un momento qué ocurriría si se desprofesionalizara la medicina, por ejemplo. Volveríamos al tiempo de los brujos y curanderos que más que sanar, mataban. Alguno me dirá: pero no es lo mismo un médico que un comunicador social. Quienes así responden son los que creen realmente que la cultura es accesoria, que no sirve para nada y no se dan cuenta de que la cultura es nuestra verdadera potencia. Ninguna computadora funciona sin un programa. La cultura es el programa.
 

Como están las cosas no puedo sino desconfiar: el mencionado proyecto, aunque impulsado aparentemente por nobles intenciones, no tiene otro propósito que el de coronar todo el proceso de apropiamiento de medios que lleva a cabo el gobierno mediante testaferros, crear una legión de “comunicadores sociales” que no sean más que amanuenses del poder, loros que repitan incesantemente lo que sus amos les enseñaron. Ahora para ejercer el periodismo no hará falta un título universitario sino un carnet de partido. Como en los tiempos de Antonio Leocadio.
 

Y un cenáculo de comisarios políticos evaluarán lo que se difunde, lo que se filma, lo que se graba, lo que se emite por radio y televisión, harán las correcciones necesarias, darán “un toque” a quienes se desvíen de lo políticamente correcto (¿quién lo decide?). Y así, poco a poco, iremos ingresando en la pesadilla orwelliana de un país donde el poder lo ejerce la Policía del Pensamiento. ¿Eso es lo que queremos para Venezuela? ¿Qué opinan las escuelas de comunicación social, el gremio, los sindicatos, los comunicadores críticos que aún nos quedan?
 

Así como hay enfermedades del cuerpo las hay también del alma social. Un país donde cualquier improvisado pueda ejercer la comunicación social es un país que no puede llamarse democratico. Para que haya democracia tiene que haber libre flujo de ideas, libertad de pensamiento y de expresión. Si no corremos el peligro de convertirnos en una especie de Corea del Norte donde la dictadura mantiene al pueblo sumergido en un espantoso estado de ignorancia y desinformación.

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