Extemp"F"oraneo
Introducción
31 de enero de 2019. En las últimas semanas he presenciado entre los venezolanos el crecimiento de una simpatía velada o abierta a la posibilidad de una intervención norteamericana en Venezuela. Se ha llegado a un punto en el que pareciera que o se está a favor de una intervención, o se está con la dictadura de Maduro. En este mismo sentido he visto como muchos venezolanos consideran superfluo que además la intervención sea auspiciada por la administración de Donald Trump. Curiosamente, a algunos de esos venezolanos les tiene sin cuidado la política xenófoba de Trump hacia los inmigrantes mexicanos y centroamericanos, entre otros, y sin embargo denuncien – con justicia – los actos xenófobos de pueblos latinoamericanos contra los venezolanos en naciones como Ecuador, Brasil o Perú. Yo no acepto el chantaje de que nadie me ubique del lado madurista – chavista. Hay mucho de película norteamericana en la cabeza de esos venezolanos que creen que una eventual invasión sería un plan perfecto, con bombas lanzadas sólo en puntos muy claves y sin ninguna consecuencia para la población civil. Imágenes de soldados norteamericanos heroicos que después de la batalla reparten chocolates a los niños. Imágenes de una nación que es capaz de intervenir en otro país para salvaguardar la libertad y la democracia. Han llegado al punto de insinuar que más muertos hay en Venezuela sin una intervención de los Estados Unidos. ¡Qué vergüenza!
A esto ha llevado al pueblo venezolano la dictadura de Maduro y el socialismo del siglo 21. Este es el resultado de un capitalismo de estado, vicioso, corrupto como ninguno, formado por una caterva de lúmpenes que protegidos por Chávez, se hicieron del poder y han liquidado al país.
El pueblo venezolano tiene el absoluto derecho a derribar la tiranía, arrestar a sus protagonistas de ser posible y hacerles pagar por sus crímenes, pero esa es una obra que sólo los venezolanos deben tomar en sus manos. A continuación mi posición:
Es vergonzoso y criminal apoyar una intervención de los Estados Unidos, bajo el supuesto de la bandera de la libertad y la democracia.
Los Estados Unidos no defienden – y menos aún bajo la administración de Trump – las banderas de la libertad y la democracia en el mundo. Los ejemplos de dictaduras criminales apoyadas y ayudadas por el gobierno norteamericano son abundantes. No le doy el derecho a Estados Unidos a pisar suelo venezolano, provocando muertes de civiles inocentes, en consonancia con sus intereses políticos y económicos en el área.
Estoy absolutamente por la caída de la dictadura de Maduro y su gobierno criminal, pero eso debe ser obra de los propios venezolanos.
Estimular y apoyar la intervención extranjera en Venezuela es avalar la intervención de cualquier potencia en los asuntos de otras naciones. De la misma manera que me opondría a una invasión rusa a Ucrania, o la intervención criminal de Arabia Saudita sobre Yemen, de la misma manera y bajo los mismos principios me opongo absolutamente a una intervención militar de los Estados Unidos.
Por si fuera poco, la administración Trump, que pretende fungir de defensora de la libertad para Venezuela, es la misma que ha propiciado la xenofobia contra los inmigrantes mexicanos y centroamericanos y ha creado campos de concentración donde se veja la dignidad humana, se separa a los niños de sus padres y en los que han muerto al menos dos niños. Es la misma administración que arremete contra los beneficios sociales del pueblo norteamericano, estimula a las organizaciones neo-nazis y la supremacía blanca, combate contra los derechos de la mujer, promueve el odio racial especialmente contra negros, árabes y el anti-semitismo.
Rechazo categóricamente la visión de un ejército “liberador” compuesto de marines norteamericanos, abriéndose paso entre un pueblo que los saluda. Esa es la imagen vergonzosa de una nación que, a la dramática calamidad de la dictadura, agrega la de la entrega de su nación a los designios de terceros, con la consecuente muerte de civiles inocentes a manos de una potencia extranjera.
La infame dictadura de Maduro y su putrefacta cúpula militar ha llevado a Venezuela a la descomposición y disolución. Ha entregado la economía a Rusia, China y al narcotráfico. Los cuerpos de seguridad son entrenados por el G2 cubano, con la abierta participación del castrismo en la orientación de la represión a los venezolanos. Ha envilecido las ideas de justicia social y libertad, ha condenado al hambre y la falta de salud a toda la nación y ahora ofrecen a los Estados Unidos una tremenda justificación, en bandeja de plata, para intervenir y afianzar sus intereses en el área.
La dirigencia opositora, por su parte, durante estos últimos años no ha hecho más que ayudar una y otra vez al fracaso de las luchas del pueblo, especialmente de la juventud venezolana. Una y otra vez los caudillos de la oposición venezolana ayudaron a confundir, a desgastar las movilizaciones populares, las cuales utilizaron para presionar y no para derribar al gobierno.
Ahora, desde esa misma dirigencia opositora, se estimula una intervención, porque ya no pueden negociar nada más con un régimen que les ha cerrado todas las puertas para sobrevivir políticamente.
La tragedia venezolana es también, la tragedia de seguir caudillos ciegamente. Ahora la gran mayoría le da un voto de confianza plena a Guaidó. Yo NO se lo doy y menos aún a un venezolano que propicia la intervención foránea en acuerdo con los Estados Unidos.
No pretendo discutir mi postura. Estoy irrevocablemente contra una intervención de los Estados Unidos en Venezuela y si lamentablemente llegara ese momento y el pueblo mayoritariamente apoya ilusamente tal acción sentiré una profunda vergüenza.
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