Por: Miguel Lamas
El Socialista
A raíz del escándalo mundial por la filtración de datos de los usuarios de Facebook por Cambridge Analytica, el Congreso de los Estados Unidos pidió que el propio Zuckerberg, principal dueño de Facebook, vaya a dar explicaciones.
El mes pasado se reveló que la empresa de análisis de datos Cambridge Analytica había tenido acceso en 2014 a datos de los usuarios, recopilados por la compañía dirigida por Zuckerberg, lo que supone una violación de las condiciones de confidencialidad de esta última, que ya utiliza información de los usuarios de la red social para vender publicidad.
Se sospecha que la empresa de análisis de datos, que colaboró con el equipo de Trump durante la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2016, empleó dicha información para desarrollar un programa informático destinado a predecir las decisiones de los votantes y así poder influir en ellas con noticias falsas.
Facebook no es simplemente una red social para comunicarse. Se trata de una gigantesca compañía multinacional que ganó, sólo el año pasado, 11.600 millones de dólares. Su principal accionista Mark Zuckerberg tiene una fortuna calculada en 74.000 millones de dólares.
Todo esto, no vale solo para Facebook, sino para el conjunto de las redes sociales, buscadores de internet, firmas dedicadas al e-comerce (comercio virtual) y otras empresas líderes en lo que se denomina “las tecnologías de la información” (Twitter, Google, Yahoo, Amazon, Alibaba, etcétera). Muestra cómo el enorme avance técnico en las comunicaciones, que permitió en pocos años la conexión instantánea de personas de puntos distantes del planeta, en manos de los intereses de los grandes capitalistas, se convierte en una enorme fuente de engaño y desinformación. No hace a las personas más informadas y cultas, sino que en la mayoría de los casos las manipula sobre la base de noticias, a veces evidentemente falsas, pero que la mayoría de los usuarios no tienen los elementos formativos para notarlo.
En Argentina, por ejemplo, hechos importantísimos, como la forma en que hicieron su gran fortuna la familia Macri pasándole su deuda al Estado, o el “perdón” de la deuda del Correo a la familia del presidente, casi no llegan a la mayoría de los usuarios de las redes.
La aparente democratización de la información y opinión (el supuesto de que “cualquiera puede publicar”) no es tal, porque las noticias y opiniones que circulan masivamente son sobre todo las de los millonarios que pagan publicidad o las que les interesan a los dueños de Facebook u otras redes. Esto no es nuevo en el capitalismo, que en su momento utilizó los distintos medios de comunicación, como la radio, la televisión o los diarios impresos, para el mismo fin de engaño y manipulación.
Ese es el actual rol no solo de Facebook, sino del conjunto de las redes sociales y medios de comunicación en manos del gran capital, cuyo objetivo más general es mantener a la mayoría trabajadora sometida a sus intereses. Esto sólo puede cambiar radicalmente quitándole el poder político a los capitalistas, con el poder de los trabajadores y los jóvenes. Y que las leyes regulatorias de uso de estos medios estén bajo el control democrático de comités de usuarios electos y revocables y así ponerlas al servicio de brindar informaciones veraces y científicas, y del intercambio democrático de opiniones.
A raíz del escándalo mundial por la filtración de datos de los usuarios de Facebook por Cambridge Analytica, el Congreso de los Estados Unidos pidió que el propio Zuckerberg, principal dueño de Facebook, vaya a dar explicaciones.
El mes pasado se reveló que la empresa de análisis de datos Cambridge Analytica había tenido acceso en 2014 a datos de los usuarios, recopilados por la compañía dirigida por Zuckerberg, lo que supone una violación de las condiciones de confidencialidad de esta última, que ya utiliza información de los usuarios de la red social para vender publicidad.
Se sospecha que la empresa de análisis de datos, que colaboró con el equipo de Trump durante la campaña electoral para las elecciones presidenciales de 2016, empleó dicha información para desarrollar un programa informático destinado a predecir las decisiones de los votantes y así poder influir en ellas con noticias falsas.
Facebook no es simplemente una red social para comunicarse. Se trata de una gigantesca compañía multinacional que ganó, sólo el año pasado, 11.600 millones de dólares. Su principal accionista Mark Zuckerberg tiene una fortuna calculada en 74.000 millones de dólares.
Todo esto, no vale solo para Facebook, sino para el conjunto de las redes sociales, buscadores de internet, firmas dedicadas al e-comerce (comercio virtual) y otras empresas líderes en lo que se denomina “las tecnologías de la información” (Twitter, Google, Yahoo, Amazon, Alibaba, etcétera). Muestra cómo el enorme avance técnico en las comunicaciones, que permitió en pocos años la conexión instantánea de personas de puntos distantes del planeta, en manos de los intereses de los grandes capitalistas, se convierte en una enorme fuente de engaño y desinformación. No hace a las personas más informadas y cultas, sino que en la mayoría de los casos las manipula sobre la base de noticias, a veces evidentemente falsas, pero que la mayoría de los usuarios no tienen los elementos formativos para notarlo.
En Argentina, por ejemplo, hechos importantísimos, como la forma en que hicieron su gran fortuna la familia Macri pasándole su deuda al Estado, o el “perdón” de la deuda del Correo a la familia del presidente, casi no llegan a la mayoría de los usuarios de las redes.
La aparente democratización de la información y opinión (el supuesto de que “cualquiera puede publicar”) no es tal, porque las noticias y opiniones que circulan masivamente son sobre todo las de los millonarios que pagan publicidad o las que les interesan a los dueños de Facebook u otras redes. Esto no es nuevo en el capitalismo, que en su momento utilizó los distintos medios de comunicación, como la radio, la televisión o los diarios impresos, para el mismo fin de engaño y manipulación.
Ese es el actual rol no solo de Facebook, sino del conjunto de las redes sociales y medios de comunicación en manos del gran capital, cuyo objetivo más general es mantener a la mayoría trabajadora sometida a sus intereses. Esto sólo puede cambiar radicalmente quitándole el poder político a los capitalistas, con el poder de los trabajadores y los jóvenes. Y que las leyes regulatorias de uso de estos medios estén bajo el control democrático de comités de usuarios electos y revocables y así ponerlas al servicio de brindar informaciones veraces y científicas, y del intercambio democrático de opiniones.
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