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lunes, 20 de noviembre de 2017

Con octubre llegaron la sombra del default y la hiperinflación



Por: Nelson Gámez


El gobierno y la MUD lograron desactivar la rebelión popular y democrática que incendió a Venezuela por los cuatro costados entre abril y agosto. Gracias a ese acuerdo, se impusieron las elecciones fraudulentas a la ANC y las regionales. Y en pocos días se desarrollarán las elecciones de alcaldes, en las que el gobierno se asegurará un nuevo fraude. Pero en lo que el gobierno no pudo avanzar en lo más mínimo, fue en la resolución de la grave crisis económica que no tiene parangón en nuestra historia.

Con octubre llegaron el default y el azote de la hiperinflación. El pronunciamiento a favor de la reestructuración y refinanciación de la deuda externa por parte de Nicolás Maduro, es la demostración palmaria de que llegó a su límite la política del gobierno de hambrear a la población reduciendo las importaciones para pagar deuda externa. Se redujo las importaciones en un 77% en cuatro años, se contrajo el PIB en un 40%, todo para pagar más de 70 mil millones de dólares en servicios de deuda, pero al final han tenido que optar por renegociar los pagos, pues las reservas internacionales están en su mínimo histórico y la producción de petróleo está en niveles no vistos en las últimas dos décadas.


No podía ser de otra manera. El modelo económico chavista, parasitario al igual que sus antecesores, adobado con prebendas y grandes ventajas a los corruptos para que se convirtieran en los nuevos zares de la economía local, aunado a la complacencia con las grandes multinacionales que usufructúan nuestros recursos y sobreexplotan la mano de obra nativa, sólo podía llevar a la dramática situación que hoy padecen millones de venezolanos.

El capitalismo es insaciable y no domesticable como pretenden los reformistas de todo pelaje. O se le confronta y se le derrota en la perspectiva de la revolución socialista internacional, o se llegará a la tragedia que padece Venezuela. El chavismo se arrodilló y no avanzó ni en una sola medida de corte transicional hacia el socialismo, llevando a que los trabajadores y el pueblo pague con su miseria las consecuencias funestas de esa política de sometimiento al imperialismo y sus socios nacionales. A las pruebas hay que remitirse.

Parasitismo rentista y endeudamiento externo


El chavismo gozó de lo lindo cuando el precio del petróleo describió un ascenso de precios que llegó hasta los 150 dólares por barril y su alegría se desbordó con el incremento de precios de otras materias primas básicas derivadas de la minería y la industria siderúrgica. Antes que promover el desarrollo del aparato productivo y aupar una profunda reforma agraria que garantice la soberanía alimentaria para suplir las necesidades básicas de la población, se profundizó la condición semicolonial del país y la penetración de los capitales transnacionales. Mediante lesivos convenios de empresas mixtas, las multinacionales quedaron facultadas para invertir y hasta apropiarse de un 40% de la producción petrolera. Por su parte China, Rusia, e India entre otros, compraron a precio futuro con grandes descuentos, millones de barriles de petróleo a cambio de unos pocos dólares. Emitieron deuda de Pdvsa a través bonos, en una cifra cercana a los 60 mil millones de dólares. La Faja Petrolífera del Orinoco se entregó en bloques, aceptando a cambio miseriables bonificaciones “donadas” por las empresas del sector petrolero. También se vendió a futuro, a precio de gallina flaca, la producción de los derivados de la industria ferrosa, del acero y del aluminio que generaban Ferrominera, Sidor, Alcasa, Venalum, y el resto de empresas básicas de Guayana. La mayoría de las empresas que fueron compradas por el gobierno a precio de mercado fueron entregadas al férreo control de la burocracia y hoy naufragan en medio del saqueo y la superexplotación de la fuerza laboral a la que le arrebataron sus derechos básicos de organizarse sindicalmente y negociar contratos colectivos.

Cuando cayeron los precios del petróleo vinieron los más feroces ajustes. También el gobierno del Socialismo del Siglo XXI para ganar indulgencias con los explotadores capitalistas locales e internacionales, les permitió tener una calificada mano de obra al precio más barato del mercado mundial.

La anterior, es la síntesis de 18 años de gestión económica por parte del chavismo. Y las consecuencias, son más que conocidas porque las padecemos casi un 90% del total de la población.

El default arropa al gobierno

No sabemos a ciencia cierta, por la escasa u opaca información de las cifras económicas que de vez en cuando difunden voceros del BCV, cuál es el monto real de la deuda de la nación y la estatal petrolera, ni cómo está programado el pago de las obligaciones. Algunos estudiosos que han logrado rastrear los datos, al sumar, hablan de una cantidad que supera de largo los 150 y se acerca a los 200 mil millones de dólares, la deuda contraída con organismos financieros internacionales, gobiernos extranjeros, multinacionales, empresas particulares de comercio y servicios, y tenedores de bonos, entre otros.

El gobierno confesó a mediados de este año, haber abonado a capital e intereses la escandalosa cifra de 73 mil millones de dólares en los últimos 36 meses, jactándose de ello. Mientras cancelaban oportunamente a los buitres financieros, el pueblo venezolano sufría una mengua brutal de alimentos y medicinas debido al recorte vertical de las importaciones.

Pero en octubre este esquema se agotó, Maduro confesó que no podía seguir cumpliendo con el cronograma de pagos. Para encubrir el desastre, habló de reestructuración y refinanciación de la deuda, y acusó como responsable de la situación a las sanciones ordenadas por el gobierno estadounidense, a los que hoy se suman por unanimidad las naciones de la Unión Europea y Canadá. Todo demócrata honesto, más aún si es revolucionario, debe repudiar consecuentemente las actuaciones de los gobiernos de Estados Unidos y de Europa por las sanciones anunciadas. Pero la crisis no se explica por tales sanciones, ni muchos menos por la cacareada guerra económica que el gobierno de Nicolás Maduro y su séquito todavía argumentan. Semanas más o semanas menos, la crisis explotaría y haría inocultable la incapacidad del gobierno para seguir pagando.

Ahora intentará ganar tiempo procurándose un respiro con las negociaciones de reestructuración y refinanciación, que podrán avanzar o no pero el problema seguirá latente, porque el daño ya está hecho y porque económicamente el modelo chavista es inviable e insostenible.

La crisis sigue profundizándose, es indispensable una alternativa revolucionaria

La inflación desbordará este fin de 2017 la barrera anualizada del 1.000% y la loca carrera de los precios de los productos de la canasta familiar, como pollo descabezado, seguirá indetenible su curso arrasando lo que encuentre a su paso, provocando mayores penalidades a la población.

La responsabilidad “absoluta, total, plena como la luz de la luna” será del modelo chavista y sus ejecutores, caracterizado por la corrupción, el saqueo, la venta del país y la complacencia con los explotadores locales e internacionales.

El miserable aumento salarial del 30%, decretado por enésima vez de forma unilateral por parte del gobierno, sin dar cumpimiento al artículo 91 de la CRBV que obliga a tener como referencia para el salario mínimo el costo de la cesta básica, muestra de cuerpo entero a un gobierno enemigo de los trabajadores.

¿Ante este descalabro qué plantea la oposición patronal agrupada en la MUD? Es evidente que no tiene diferencias de fondo con el chavismo. No por casualidad quien primero propuso reestructuración de la deuda fue Julio Borges. Al tercer día Nicolás Maduro la adoptó como política oficial. Y cuando la MUD y los acreedores internacionales constataron que el gobierno había caído en incumplimiento de pago, la cúpula podrida de la MUD ha salido a decir que está lista para la negociación, para darle un nuevo aire a Maduro a cambio de concesiones mínimas. Tienen la expectativa de que pueden usar a su favor la presión de los acreedores internacionales, tal como antes intentaron capitalizar las protestas populares contra el hambre y la represión. Pero en definitiva la política colaboracionista de la MUD se ha convertido en uno de los puntos de apoyo del régimen cívico-militar.

De ahí que sea de gran urgencia la construcción de una oposición obrera y popular, desvinculada totalmente de la oposición patronal, que sea consecuente en la movilización contra el gobierno y que plantee una salida alternativa a la crisis del país, partiendo del no pago de la deuda externa, la repatriación de capitales, la confiscación de las propiedades de las empresas de maletín y la nacionalización del 100% de la industria petrolera, sin empresas mixtas ni transnacionales. Esas medidas que no pueden impulsar ni el decadente chavismo ni la MUD, son las que resultan imprescindibles para comenzar a superar la horrible crisis capitalista en las que nos hundió la boliburguesía.



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