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sábado, 11 de agosto de 2018

La lucha del sector salud y la oposición de izquierda



Por Manuel Malavé

La crisis venezolana de salud no es, como piensan los neoconservadores, un ejemplo de cómo la intervención del Estado trastorna el correcto funcionamiento de la sociedad civil sino, muy por el contrario, un ejemplo de lo que sucede cuando la salud pública desaparece. Esta “privatización de facto” no ha ocurrido porque el gobierno dirija una política fiscal y monetaria orientada a la austeridad y la macroestabilidad, es cierto, sino porque orienta la política fiscal y monetaria al pago de la deuda externa y a solventar el déficit fiscal por medio de la emisión de dinero inorgánico. Sin embargo, pese a ser propiciada por una política ampliamente intervencionista, la desintegración del sistema sociosanitario ejemplifica y no refuta la necesidad de que el conjunto de la población disponga de un sistema de salud pública, gratuita y eficiente que garantice el tratamiento de enfermedades graves. Supongan, por ejemplo, el caso de que alguien que ha sufrido un accidente de tráfico requiera de una traqueotomía que sea imposible efectuar debido a que los hospitales no disponen de insumos, ¿Qué ocurrirá en ese caso?


Cierto segmento de la izquierda “antichavista” se ampara en el argumento absurdo de que enarbolar discursos políticos antigubernamentales agudiza el conflicto entre los trabajadores y sectores populares que aún confían en el gobierno y los sectores que no lo hacen. Ahora bien, ese argumento es obviamente absurdo, porque (1) si no existen discursos políticos disidentes de parte de la izquierda contra el oficialismo, la consecuencia es que el gobierno monopoliza los discursos políticos de izquierda (aunque sus políticas no sean consecuentes con este), (2) si no existen discursos políticos disidentes ante la MUD, esta monopoliza los discursos opositores. Para propiciar una ruptura es necesario que en la esfera pública converjan todos los discursos y argumentos que tienen la posibilidad de articular una perspectiva autónoma con relación a las élites políticas. Un discurso que se abstenga de emplear todos los canales y medios posibles para vehicular su mensaje simplemente no logrará competir con los otros segmentos interesados en acceder a los centros de poder y en ampliar su influencia sobre la población ya que, dado que el medio es el mensaje, lo que no se ve, no existe.

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