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viernes, 11 de agosto de 2017

La Pesca en Venezuelaen los últimos 10 años: En crisis, para sorpresa de nadie



Pepe Cardenas

En este entorno difícil, donde casi todos los pensamientos se concentran en cómo sobrevivir a la carestía y a la inseguridad, donde el simple gesto de alimentarse es un desafío, tratar y analizar el tema de la administración pesquera podría parecer como menor e inoportuno.
Sin embargo creo que, si bien no podemos descuidar lo inmediato, cualquier cosa que hagamos o dejemos de hacer ahora, tendrá efecto en el mediano y largo plazo y por lo tanto, en nuestra capacidad futura para recomponer este presente calamitoso.

La Pesca, a diferencia de otras formas de producción de materia prima, es una actividad susceptible de generar “victorias tempranas” y aliviar con relativa rapidez nuestras ingentes necesidades de proteínas de alto valor nutricional y, sobre todo, el enorme déficit alimentario que se registra en la población infantil, además de reactivar las cadenas de valor coligadas y redinamizar el empleo directo y asociado.

Para Venezuela, país costero con más de 600 mil km2 de mar que le son propios y con cuencas hidrográficas de primera magnitud, la pesca, y más recientemente la acuicultura, son, definitivamente, redinamizadores efectivos, pues, hasta hace muy poco han sido piezas fundamentales del aparato productivo y lo deben seguir siendo en nuestro propósito de alcanzar realmente niveles significantes para la soberanía y seguridad alimentarias, en el marco general de la producción de alimentos todos cuyos sectores, están igualmente tocados por la depresión y la ineficiencia.

La pesca y la acuicultura son esencialmente labores extractivas o de cría, pero que por su naturaleza particular constituyen un sector de alta complejidad que integra:
- Usanzas ancestrales
- Cultura popular
- Conocimiento empírico
- Habilidades técnicas y profesionales
- Cadenas de valor
- Circuitos comerciales nacionales e internacionales
- Interacción con diversos tipos de ecosistemas.

Dada esta complejidad, la promoción y desarrollo de la pesca y de la acuicultura deben ser abordados de manera sistémica y en procura de “equilibrio eficiente” entre los aspectos sociales, productivos, alimentarios, económicos y ambientales. Lejos de ese requerido equilibrio, el contexto actual es altamente crítico y se puede resumir en con los indicadores que siguen:
- Problemas de Producción:

- Descenso general de las capturas totales, a los niveles de la década de los 80, en relación a la cual la caída de cerca del 50 % (de 510 mil t en 1998, a 264 mil registradas para 2016; FAO/INSOPESCA).
- Para los rubros marcadores, atún y sardina, el descenso, para el primero, es del orden del 69 % con respecto a sus máximos (121 mil toneladas en 2004 vs. 33 mil toneladas en 2016), y del 70 % en el caso del segundo rubro (170 mil toneladas vs. 64 mil toneladas).
- Declive de la producción de pepitona desde máximos cercanos a las 70 mil toneladas, hasta 18 mil toneladas en 2011, a pesar del incremento del esfuerzo de pesca. Esto pone evidencia signos de sobrexplotación de los bancos naturales que suplen la industria conservera.
- Contracción de la producción derivada de la pesca continental del orden del 42 %, con respecto al máximo del período (43 mil toneladas vs. 25 mil toneladas).
- Estancamiento de la producción derivada de la acuicultura, con tendencia a la reducción (23 % de caída, en relación al máximo registrado en el periodo: 24 mil toneladas vs. 18 mil toneladas).
- Desaprovechamiento para el desarrollo de la acuicultura, de embalses y reservorios de agua, y cuerpos de agua bajo figuras de protección ambiental.
- Ausencia de respaldo efectivo a la profesionalización de la acuicultura: desaparición virtual de nuevas cohortes de técnicos; desactualización científica e instrumental.
- Instrumentos legales relativos al uso de la tierra y de los espacios acuáticos, opuestos al desarrollo de la acuicultura.

Políticas erróneas de subsidio y apoyo a la pesca; su impacto y consecuencias:

- Envejecimiento de la flota artesanal: incorporación de nuevas unidades sin sustitución de obsoletas, que se traduce un incremento de la flota (esfuerzo de pesca) sobre recursos que se hallan en su límite de rendimiento óptimo sostenible.
- Disminución de la capacidad pesquera atunera (del orden del 50 %) y consecuente reducción de la presencia de la flota nacional en aguas internacionales, en uso de derechos históricos. Presencia intermitente y no estratégica de Venezuela en las comisiones multilaterales de negociación de acuerdos (cuotas, sanciones, aumentos de capacidad).
- Políticas de incentivo para la adquisición de unidades pesqueras de baja eficiencia.
- Desprofesionalización de la gente de mar: infraestructura y capacidad académicas en el área, desatendidas, relegadas y subutilizadas; promoción del carácter empírico del oficio; desestímulo a la tecnificación y modernización de la flota por efecto de las ambigüedades de la Ley de Pesca y Acuicultura.
- Insuficiencia y obsolescencia de la flota científica de investigación pesquera.
- Incrementos de precios de rubros pesqueros en magnitudes del orden de las decenas de miles por ciento, a pesar de eliminación de aranceles para la confección de artes, motores e insumos, créditos preferenciales para la adquisición de unidades pesqueras y subsidio a los combustibles y lubricantes, además de las iniciativas diseñadas para la eliminación de intermediarios en la cadena de comercialización.

Regulaciones desacertadas sobre los recursos pesqueros y sus hábitats:

- Uso de los recursos bajo regulaciones no avaladas con estudios biológico pesqueros recientes, o en ausencia total de tales estudios. Esta afirmación es todavía más contundente para los rubros de mayor importancia relativa: sardina y pepitona.
- Aunque estimados de manera ocasional o contingente y no sistemática, los índices pesqueros sugieren que todas las pesquerías están sobre o ya han rebasado su Rendimiento Máximo Sostenible.
- A pesar de las evidencias indicadas, no hay medidas precautelares formales para limitar y /o reglamentar el esfuerzo de pesca bajo las condiciones reales y actuales de explotación.
- Ausencia de consideraciones ambientales sistémicas, en el diseño de manejo de pesquerías.
- Proliferación de embarcaciones arrastreras artesanales y redes “mandinga” (se estiman unas 350 unidades a la fecha), operando en ecosistemas costeros de alta vulnerabilidad, con sistemas de pesca no selectivos y altamente impactantes sobre fondos y comunidades naturales.
- Degradación de hábitats por impactos antropogénicos (causados por el hombre): degradación ambiental del Lago de Maracaibo; alteración física y biológica, contaminación química de fondos duros biogénicos (bancos de conchas del norte de la Península de Araya); contaminación de naturaleza variada; interrupción de flujos naturales; resuspensión de sedimentos y polución mercurial en los principales cuerpos de agua dulce.
- Falta de alineación entre los planes de desarrollo infraestructural y estudios ambientales, con la consiguiente aparición de amenazas sobre comunidades naturales, ecosistemas y recursos acuáticos vivos potenciales o en uso (industria petrolera y conexas).
- Ausencia de programas permanentes de seguimiento de variables de estatus poblacional de especies de interés pesquero y de sus hábitats.
- Ausencia de integración en el diseño y manejo de Áreas Marinas Protegidas y pesquerías asociadas.
- Ausencia de estudios y previsiones sobre el impacto del cambo climático sobre ecosistemas acuáticos y sus componentes biológicos (recursos vivos); geomorfología e infraestructura costeras y sus habitantes (comunidades pesqueras; puertos base).

Afectación en la provisión de alimentos y calidad nutricional de la población:

- Caída de la oferta per cápita de sardina, con la consecuente disminución del consumo cultural per cápita, que desciende de 2,5 kg/año, a 0,5 kg/año.
- La oferta per cápita de atún, se encuentra en el límite del consumo cultural per cápita (1,4 kg/año) y con tendencia hacia la contracción.
- Descenso consiguiente de la disponibilidad de los rubros que están entre los principales aportadores de ácidos grasos en la dieta tradicional del venezolano.
- Disminución de ingesta de alimentos aportadores de grasas esenciales, como el omega 3, que disminuye los niveles de colesterol malo (LDL) y aumenta los niveles de colesterol bueno (HDL), así como disminución de la ingesta de proteínas fundamentales, vitaminas (A, B, D) y minerales (hierro, calcio, yodo y zinc), fundamentales para la salud de la población, dado que ayudan a prevenir las enfermedades cardiovasculares y contribuyen al desarrollo del sistema nervioso.

Impacto social: empleo e ingreso familiar

- Debilidad e informalidad laboral del gremio de pescadores artesanales, compuesto por más de 40 mil personas.
- Reducción promedio del 40 % en el ingreso real familiar, en un contexto general de hiperinflación y dificultad para la consecución de insumos y repuestos.
- Pérdida de más de 20 mil empleos directos, con la eliminación de la pesca industrial de arrastre, medida que fue acompañada con pautas compensatorias improvisadas e insuficientes.
- Cierre de plantas enlatadoras: nivel de ociosidad cercano al 90 % en la capacidad instalada para el procesamiento de sardina.

En síntesis: 

A pesar de la dificultad de obtener cifras consistentes y estadísticas regulares y sistemáticas de los indicadores pesqueros, por parte de las fuentes llamadas a proporcionarlos, hay claros indicios de que tenemos configurados escenarios actuales y/o inminentes de sobrexplotación, de caída general de la producción, de marginalización social de la gente de mar, de disminución progresiva de la oferta de alimentos de altísima calidad nutricional, de degradación de los ambientes acuáticos donde los peces habitan y la pesca se practica, riesgos de pérdida de derechos históricos en aguas internacionales, además de perspectivas de afectación de las pesquerías, como resultado de cambios climáticos de gran escala espacial.

[Tomado de http://pescandoelcambiove.blogspot.com.]

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