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martes, 2 de mayo de 2017

A 80 años de la muerte de Antonio Gramsci, fundador del Partido Comunista Italiano



El revolucionario italiano murió el 27 de abril de 1937, cuando tenía 46 años. 
Su fallecimiento temprano le llegó como consecuencia de años de maltratos 
en las prisiones de Mussolini. Estuvo preso desde 1926. En 1921 fue parte 
de la fundación del Partido Comunista Italiano (PCI), tras su separación del 
viejo tronco socialista. Sus Cuadernos de la Cárcel son la parte substancial 
de la obra gramsciana. Sus aportes al marxismo son tema de debate en la 

izquierda mundial dada sus diversas interpretaciones.



Por: Miguel Sorans

Los Cuadernos de la Cárcel son escritos llenos de ambigüedades y contradicciones, aún en su idioma original, lo que siempre ha dado lugar a variadas interpretaciones. Durante los años de posguerra, esos textos fueron la base ideológica del poderoso Partido Comunista Italiano y de la mayor parte de los demás comunistas europeos, todos ellos profundamente reformistas y satélites de Stalin y la burocracia que gobernaba la Unión Soviética. En Argentina fueron editados en castellano en los 50 por un grupo de intelectuales ligados al Partido Comunista, encabezados por Héctor Agosti.



Luego de la caída del Muro de Berlín, en 1989, y la disolución de la URSS y del aparato estalinista, muchos textos de Gramsci fueron rescatados por diversos sectores de izquierda como una búsqueda de “reinterpretar al marxismo”. Así este autor fue reivindicado por todas las variantes del neoreformismo, el chavismo, el castrismo, los autonomistas y hasta por sectores del trotskismo (en especial por Ernest Mandel). Gramsci se volvió así una nueva fuente de referencia y debate en las universidades y fuera de ellas, como un marxismo “distinto” y “abierto”.

¿Quién fue realmente Gramsci y cómo interpretar su obra?

En primer lugar, debemos decir que fue un revolucionario honesto, un comunista antifascista y que soportó las peores condiciones en prisión sin perder el horizonte de lucha por el socialismo. Pero esto no niega sus confusiones y errores políticos y teóricos.

No se puede ignorar que Gramsci adhirió, luego de la muerte de Lenin, a la concepción antimarxista del “socialismo en un solo país” lanzada en 1924 por Stalin y la mayoría de la Tercera Internacional contra las posturas de la oposición encabezada por Trotsky. Fue un alineamiento equivocado en lo político y teórico. Pero Gramsci nunca fue un estalinista en el sentido de apoyar el burocratismo y los métodos criminales de Stalin y su camarilla. Incluso se sabe que envió una carta a Moscú alertando sobre los peligros de malos tratos a los dirigentes opositores. También se opuso al sectarismo del llamado “tercer período” dictado por Stalin entre 1928 y 1933, que era opuesto al frente único defensivo contra el fascismo que Gramsci pregonaba. En 1935 adhirió, equivocadamente, a la postura de los “frentes populares”. El vuelco del estalinismo hacia la unidad política con los reformistas socialistas y la burguesía “democrática” para gobernar. Gramsci pasó 8 años en la cárcel, salió a prisión domiciliaria ya muy enfermo en 1934, y no pudo conocer de cerca el proceso de burocratización del aparato soviético y su giro contrarrevolucionario.

Pero todo esto no significa que debamos dejar de señalar lo que consideramos equivocado de su pensamiento. Para ser rigurosos en el análisis de la obra gramsciana debemos responder a la siguiente pregunta: ¿su obra era esencialmente correcta o equivocada? Para nosotros era esencialmente equivocada y tendía a posturas reformistas. Por eso sus ambigüedades le sirvieron al estalinismo de pos guerra y a los neoreformistas pos caída del Muro. Esas posturas ya existían en sus textos anteriores a la prisión.

Uno de sus principales errores fue interpretar, quizás por la presión del triunfo del fascismo, que el ejemplo de la revolución rusa (oriente) no podía aplicarse a los países de Europa central y occidental. “La determinación, que en Rusia era directa y lanzaba las masas a la calle, al asalto revolucionario, en Europa central y occidental se complica con todas las sobreestructuras políticas creadas por el superior desarrollo del capitalismo, hace más lenta y más prudente la acción de las masas y exige, por tanto, al partido revolucionario toda una estrategia y una táctica mucho más complicadas y de más aliento que las que necesitaron los bolcheviques” 1. Esta definición sería básica para Gramsci. Aquí ya habla de otra “estrategia” diferente a la de los bolcheviques. Por eso polemizaría muy duro contra Trotsky y la teoría de la “revolución permanente”. A partir de allí desarrollaría su famosa comparación militar entre “guerra de movimiento” (en octubre del 17) y “guerra de posiciones” (en Italia y occidente). Y se iría deslizando cada vez más hacia posturas y visiones intelectuales y cada vez menos clasistas.

De allí en más, en sus Cuadernos…, desarrolló categorías equivocadas desde el punto de vista del marxismo y sus claras definiciones en relación a las clases sociales. Por ejemplo, el peso de la relación “estado-sociedad civil”; la necesidad de un “bloque histórico” y “construir hegemonía”, sin especificar el rol de las distintas clases. De su esquema sobre la “guerra de posiciones” y de un “cambio cultural a largo plazo” derivaba el concepto equivocado de “revolución pasiva”. Decía Gramsci: “El concepto de revolución pasiva me parece exacto no sólo para Italia sino también para los demás países que modernizaron el estado a través de una serie de reformas o guerras nacionales, sin pasar por la revolución política de tipo radical jacobina”2. Es evidente una visión reformista en Gramsci al barajar la posibilidad de una revolución sin cambio radical, sin las experiencias del octubre ruso y sin un enfoque clasista. De todo ello se toma el neoreformismo para negar la lucha por el poder obrero y popular, sustituyéndola por “construir poder desde abajo”; reemplazando a la clase obrera por la “sociedad civil” e identificar “bloque histórico” con unidades políticas policlasistas, los frente populares y gobiernos de la “izquierda” compartidos con la burguesía para disputar “hegemonía”. Todas esas ambigüedades en los escritos de Gramsci son las que aprovecharon los viejos partidos comunistas en el siglo XX y usan ahora los neoreformistas en el siglo XXI.

1. Carta a Togliatti, Tasca, Terracini y otros (Viena, 9/2/ 1924), en Gramsci, Escritos página 201) 2. Cuadernos… 2, página 216.
Dos balances frente al triunfo del fascismo

Gramsci tuvo un balance diferente del triunfo del fascismo en Italia del que hizo la Tercera Internacional bajo la conducción de Lenin y Trotsky. Esto es poco tomado en cuenta por los seguidores de su obra.

El IV Congreso, en 1922, señalaba que “estaban dadas las condiciones objetivas para una revolución victoriosa. Sólo faltaba el factor subjetivo, faltaba un partido revolucionario […]. El viejo Partido Socialista […] abrigaba en su seno elementos reformistas que lo paralizaban a cada paso. […] No se reparó en ningún medio para traicionar a la clase obrera” (Resolución sobre la cuestión italiana, 1922).

Gramsci tuvo una definición opuesta. Académica y no política, ya que para él la derrota se debió a que el PSI “no produjo un solo libro”: “No conocían el terreno en que hubieran debido dar la batalla […] en más de treinta años de vida el Partido Socialista no produjo un solo libro que estudiara la estructura económico-social italiana” 1.

1. En Escritos de Gramsci, 1923, páginas 168-169).
Diferencias con Trotsky

Gramsci en su contraposición entre la revolución rusa y las revoluciones en Europa cuestionó a Trotsky y a su teoría de la revolución permanente. Teoría que rechazaba la revolución por “etapas” y el gobierno con un sector burgués.

“Está por ver si la famosa teoría de Trotsky sobre el carácter permanente del movimiento no es el reflejo político de […] las condiciones económicas-culturalsociales generales en un país en el que las estructuras de la vida nacional son embrionarias y laxas, e incapaces de convertirse en ´trincheras` o ´fortalezas`.1

En otra parte decía: “Las debilidades teóricas de esta forma moderna del viejo mecanicismo están disfrazadas por la teoría general de la revolución permanente, que no es más que una previsión genérica presentada como dogma, y que se destruye por sí sola, por el hecho de que no se manifiesta efectivamente”2.

1. Cuadernos… 2, páginas 865-6, citado en Las antinomias de Antonio Gramsci, de Perry Anderson, pp. 22-23.

2. Cuadernos… 5, página 157, citada en Leer Gramsci, de Daniel Campione, página 103.
La vida de Gramsci

Gramsci había nacido en la isla de Cerdeña en 1891. En 1911 ingresó al Partido Socialista Italiano (PSI). Luego del triunfo de la Revolución Rusa, el PSI pide el ingreso a la III° Internacional en 1919. En ese año también se funda el movimiento fascista. Los ecos de la revolución rusa se reflejarán en Italia con el ascenso revolucionario del movimiento obrero. En 1919-1920 se daría el movimiento generalizado de tomas de fábricas y el surgimiento de los “consejos obreros”. En especial en la industria automovilística de Turín y Milán. Gramsci participa a fondo de ese proceso. En 1921surgen diferencias entre el PSI y la III° internacional y la mayoría reformista rompe. La minoría revolucionaria, encabezada por Bordiga y Gramsci, funda el PCI en enero de 1921. En abril de 1922 el PSI firma un “pacto de pacificación” con el movimiento fascista. Este seguirá golpeando al movimiento obrero y en octubre del 1922, luego de la “Marcha sobre Roma”, Benito Mussolini es designado primer ministro. En 1924 Gramsci es elegido diputado nacional y secretario general del PCI. En enero de 1926 redacta los documentos fundamentales del congreso del PCI, que se hace en Lyon, Francia. En noviembre es arrestado por el gobierno de Mussolini, previa anulación de su inmunidad parlamentaria. El fascismo estaba consolidado. En prisión Gramsci escribiría los Cuadernos de la Cárcel, en más de quinientas cartas manuscritas. En 1933 se agrava su salud. En1934 le otorgan libertad condicional internado en una clínica. En 1937 le dan libertad plena pero ya cuando agonizaba. Sus cartas fueron recopiladas y editadas, en 1947, después de la segunda guerra, por Palmiro Togliatti, quien era y fue secretario general del PCI hasta su muerte en 1964.

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