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sábado, 25 de febrero de 2017

Cómo descubrí que era adoptada


Por: Las comadres púrpuras*

Decidí hace más de un año, dejar de trabajar en el Estado.

21 de febrero de 2017. Comencé a trabajar en la burocracia desde los 21 años. Mi primer empleo fue como Tutora política del Estado Vargas, por parte de una Institución de asistencia social. Me tocaba coordinar toda la gestión de la institución en dicho Estado, consolidar toda la política y sobre todo hacer seguimiento y control de todos los programas que promovíamos. Fue difícil asumir ese trabajo. Estudiaba, militaba y trabaja. No me había dado cuenta, pero desde este momento empezó mi cooptación.

Toda la plusvalía de mi militancia la absorbía el Estado, de verdad yo pensaba que estaba cambiando al mundo desde las entrañas del monstruo, de verdad pensé que ayudar a aquella señora dándole un bastón y diciéndole que esto es gracias a la revolución, pensaba: “Estoy haciendo el cambio” .

Fue muy duro para mi entender a esa edad y sobretodo con toda la pasión que sentía dentro de mi ser, que estaba privándome de algo sumamente importante, que hoy me pasa factura. Como dicen en el pueblo “a caballo regalado no se le mira colmillo” y “no le muerdas la mano a quien te da de comer” opté por dar como sobre entendido todo lo que sucedía en la superestructura de esa institución. Presencié como movilizaban partidas presupuestarias, vi como inflaban otras. Vi como los altos cargos cobraban viáticos innecesarios, todos los gerentes tenían cheques por caja a cada rato. Fui testigo de cómo un Gerente le gritó en la cara a una compañera: -Eres una inepta. Acto seguido, unas semanas después llegué temprano a la oficina, la puerta de la oficina del Gerente estaba entreabierta y pasmada vi como esa compañera le hacía sexo oral a este espécimen. Al mes fue promovida de cargo a Coordinadora en el área Formativa.


Desde los 21 años, participé en todas la marchas. Me encargaba de las pancartas, consideraba en ese momento que todo el potencial de la juventud debía verterse en los muros y telas de Caracas y que cada pared debía hablar, que quedara claro “La revolución llegó para quedarse”. Cada vez que por allí estaba mal parao un megáfono, lo tomaba con tal proeza y consigna que animaba hasta a un entierro. En cada evento sobraban refrigerios y lo que quedaba nos los repartíamos, me llevaba alrededor de 20 sándwich y 14 refresco, siempre iba cargada a la casa. Pensaba que eso era mi premiación por toda una jornada de activación política.

Cuando me tocaba asumir espacios de debates políticos, enaltecía lo grande que ha sido para la juventud el proceso Bolivariano, y que no es fácil “hacer leña del árbol caído”, “la 4arta República daño todo el aparato productivo de nuestro país”. “Nos tocó asumir un país en bancarrota”. Cada vez que asumía la palabra me incluía desde el “poder sobre” es decir me asumía como Estado… cuando no lo era y nunca lo fui.

Siempre mis compañeros del colectivo me lanzaban el micrófono para pulverizar con mi discurso a los movimientos que se nos oponían. La verdad la gente siempre me aplaudía con tal admiración, es que yo te recitaba desde un coplero sabanero hasta los artículos de la constitución. Dejaba bien parada siempre a mi organización. Y me gustaba insinuar que yo era nieta de las brujas que quemaron, yo soy hija del Caracazo y soy hermana de este proceso Revolucionario socialista y profundamente feminista. No me incomodaba cuando me tocaba estar frente a una tarima y escuchaba todas las barrabasadas machistas que insinuaban “todos los escuálidos son maricos” “a ese Capriles le falta es un hombre que lo domine” “acá te tengo Capriles un cartón de puro huevo” Hasta me reía como cualquier otro e inofensivo chiste.

Desde los 21 años fui adoptada por el Gobierno, maduré frente a un cuadro rojo, codeada de gente del Frente Francisco de Miranda y de puntos rojo para inscribirse en el PSUV. Me contrataron para una cosa muy distinta a las que empezaron a exigirme. Recuerdo como la oficina de atención a la ciudadanía se quedaba sola porque debíamos presentarnos en Miraflores para el discurso político del Presidente. Se supone que esa oficina brindaba asesoría y orientación a las personas víctima de violencia intrafamiliar y en situación de riego. De 5 días que se trabajaban, esta oficina, estaba vacía por lo menos de 3 a 4 veces por semana. Muy rara vez se trabajaba 3 días seguidos atendiendo al público. Más tiempo se pasaba en concentraciones, marchas, puntos rojos, movilizaciones, casa por casa, encuentros del partido y formación al personal. Allí sinceramente no se trabaja y cuando lo hacían la atención era pésima y sumamente revictimizante. Más de una vez a esa institución se le hicieron denuncias por maltrato al público, y nunca pasó a más que una simple denuncia. La misma gente siguió en sus puestos de “comando”, y para proteger a los encargados les asignaban otros cargos de envergadura.

Mi estructura cognitiva fue moldeada al mismo discurso y lugar común de fuerzas externas vengativas que iban a dañar lo que tanto nos costó construir como “pueblo”. Cuando osaba a pensar distinto y buscaba organizar las cosas desde otra perspectiva me llamaron “oportunista” o “quieres pescar en río revuelto”. Me acusaron muchas veces de ser una mujer infiltrada y sobretodo que se dejaba manipular por otras personas. Me despersonificaban cuando hacía algo en contra del nuevo y bolivariano establishment. Es decir que actuaba bajo efectos y circunstancias que atentaban con lo “bonito y bello” que se había construido.

La verdad de 100 pasos que se avanzaron, 200 fueron para poderío militar y las trasnacionales, cuestión que hasta el sol de hoy por la incertidumbre, el luto, el miedo, la comodidad, el hambre, la decepción y arrechera: empezamos a ver. No fue sino hasta hace unos días que conversaba con un amigo y compartíamos experiencias labores, que nos dimos cuenta de eso, se preguntarán exactamente de qué, pues, nosotras y nosotros, los jóvenes, fuimos adoptados en este proceso que inició hace 19 años por el Gobierno.

No conocemos algo más allá que este ombligo, fuimos concebidos como una juventud mecánica, sin facultades de discernimiento y cuando este se asomaba era suprimido o peor aún execrado. Una juventud ahogada en propagandas vacías, en consignas que atrofian el pensamiento crítico como la famosa “unidad, unidad, unidad” a costa de cualquier cosa, el “así es que se gobierna”, “comandante ordene” o “comandante eterno, supremo, etc.”, se anuló el espacio crítico, no hay cabida para otra cosa.

Un juventud criada y subordinada como un componente militar Fuimos testigos y hasta cómplices indirectos de una esterilización colectiva, ahora nos damos cuenta de que todo ese esfuerzo, toda esa militancia, no abonó en la construcción de un movimiento popular consciente, organizado, el poder popular, sino fue una transferencia instantánea del capital político revolucionario al Estado, a los parásitos de la renta, a los nuevos amos del Capital rentista, sin darnos cuenta, militamos 19 años en favor de nuevos ciclos de miseria.

¡Basta! ¡Camarón que se duerme se lo lleva la corriente!

*Editorial: Las Comadres Púrpuras

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