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viernes, 23 de junio de 2017

Opinión: La feminización de la pobreza es parte del legado de Chávez


Por: Adriana Cantaura

Mucho se dice sobre las nefastas secuelas que nos han dejado las políticas gubernamentales del finado Presidente Hugo Chávez, las más relevantes son la escasez de comida y medicinas. Sin embargo, hasta ahora, poco se ha dicho acerca de la particular agresión y perjuicios que dichas políticas han provocado en un sector social tan particular como lo somos las mujeres. La actual crisis que atraviesa el país nos ha afectado a todos, de eso no hay dudas, pero si hiciéramos el ejercicio de humanizar la pobreza, si debiéramos personificar la crisis, si nos tocara dibujarle un rostro y elegirle un nombre, les aseguro que ese rostro sería el de una mujer, ese nombre sería el de una mujer.

Las colas para adquirir productos regulados y las de comprar el pan están repletas de mujeres; las interminables expediciones para buscar las medicinas de los abuelos, de los padres, de los hijos, las llevan a cabo las mujeres. En esta sociedad tan profundamente machista y patriarcal, que por aprendizaje cultural endosa la mayor parte de las responsabilidades familiares a las mujeres, lo cual limita considerablemente nuestro desarrollo profesional y laboral, a esa ya establecida vulnerabilidad nuestra, se le suman consecuencias específicas del ajuste aplicado por la vía del recorte de las importaciones y el recorte al gasto en salud. Hasta hace unos meses adquirir una toalla sanitaria ya era una proeza, la alternativa de la copa menstrual era impagable para muchas, incluyéndome, en un país donde el salario promedio ronda los 50 dólares mensuales. Hacerse un chequeo médico rutinario (citología, ecografía, mamografía) es un lujo en este país, y no solo por el factor económico, sino también por la falta de insumos médicos, de lo cual ni las clínicas privadas se salvan. Pero nada se compara con el hecho de convertirnos en madres, y me excuso por el tono trágico, porque no es contra la maternidad que apunto esta flecha, sino hacia el hecho de que poco o nada hace el Estado venezolano por resguardar la integridad de las mujeres y menos aún de las madres.


Bien, comencemos por nuestro derecho al control de natalidad. Entre las muchas cosas que escasean figuran los anticonceptivos (píldoras, implantes, DIU, anillos y preservativos). La angustiosa zozobra que hemos vivido las mujeres venezolanas en los últimos tres años para acceder a los anticonceptivos “disponibles” en el mercado o en las redes ambulatorias públicas y privadas es, sin lugar a dudas, una forma de violencia de género orquestada por el mismísimo Estado venezolano. Lo que hace que esta escasez sea aún más perversa, ante la falta de anticonceptivos y el inminente riesgo de un embarazo no deseado, es el hecho de que en este país el aborto está penalizado. Con o sin penalización los abortos ocurren clandestinamente y las historias al respecto son aterradoras, pues es una experiencia verdaderamente traumática en condiciones poco seguras y sin todas las garantías de una atención médica adecuada, lo cierto es que a pesar del discurso “feminista” del Gobierno, seguimos guardando las formas patriarcales e imponiendo estas posturas pacatas.

Por otro lado, y aprovecho de aclarar que no promuevo el aborto, pero sí creo que es necesario despenalizar su práctica, pues hasta ahora lo único que garantiza su penalización es que unas pocas resulten “ilesas”, mientras a muchas otras mujeres les puede costar la vida, pues la penalización del aborto es otra forma de segregación social debido al género y en ese sentido va mi crítica.

Ahora bien, si ocurriese que la mujer decide continuar este embarazo no deseado pues esta mujer ahora se enfrentará, una vez más, a los perversos alcances de esta crisis, pues no tendrá cómo acceder a las vitaminas prenatales, por la sencilla razón de que no las hay; tampoco contará con un control prenatal adecuado, pues la historia de cada hospital público de este país es “no estamos haciendo ecografías, porque la máquina no sirve” o “no tenemos reactivos para realizar las pruebas de laboratorio”, y la crisis es tan profunda que esta realidad ya alcanza a algunas clínicas privadas. La escasez y sus “no hay”, “no sirve” y “no se consigue” nos arropó a todas.

Estas consecuencias políticas, económicas y sociales que nos han dejado 18 años de chavismo, representan una agresión sistemática a las mujeres, y por favor les pido a las compañeras chavistas que se ahorren los discursos de libreto y las referencias a las leyes promulgadas en los últimos años, porque reconozco que algunas de ellas representan una reivindicación simbólica, pero en la práctica, hermanas mías, en la práctica solo vemos que se han vulnerado nuestros más elementales derechos, como lo es el control sobre nuestros cuerpos. Por favor ahórrense también las referencias a prácticas ancestrales de anticoncepción, como conocer nuestros ciclos e identificar las fechas de ovulación. Adoptarlos debe ser una decisión individual que cada mujer tome, porque aunque yo respete y hasta practique dichos métodos, y lo hago con convicción, adoptarlos es una decisión individual que cada mujer toma y que va a depender de muchos factores, entre ellos el conocimiento y el acceso a la información sobre dichos métodos, y ustedes, hermanas mías, saben que de esa pata cojea su gobierno.

Lo sistemático de las agresiones que el género femenino viene sufriendo en este país, es algo así como una cuña de “Tele compra”, de esas que pasan en las noches después del noticiero: cuando tú crees que ya no se puede agregar nada más a la oferta, surge un nuevo elemento que termina por dejarte boquiabierta. Bueno, así mismito ocurre con nosotras las venezolanas, no es solo que el Estado no garantice el acceso a los anticonceptivos, que penalice el aborto, que no provea de vitaminas prenatales a las que deciden gestar, que no garantice tampoco el control prenatal, si no que luego, cuando la mujer madre y la criatura que gestó logran sortear todas estas vicisitudes, ocurre que no hay pañales, tampoco vacunas y si esta mujer con mucho esfuerzo logró alimentarse bien y traer al mundo un bebé sano, ahora debe continuar la batalla por una buena alimentación que le permita amamantar sin desnutrirse ella. No es cualquier cosa lo que digo, basta con remitirse a las estadísticas de desnutrición en madres gestantes y bebés recién nacidos que hiciera públicas aquella Ministra de Salud que de inmediato fue destituida.

Las compañeras chavistas podrán responder que “los pañales ecológicos son una solución”, pero hay que tomar en cuenta realidades, como por ejemplo que el servicio de suministro de agua (también competencia del Estado) es una verdadera calamidad, y que hay sectores de La Guaira-Estado Vargas, donde resido, que pasan hasta 45 días sin agua. ¿Qué madre va a acumular 45 días de pañales sucios? Entonces, díganme: ¿hay o no hay una sistemática agresión hacia la mujer?, ¿no es cierto que los anhelos y luchas de las feministas las ha intercambiado el chavismo por migajas? Cabe destacar también que si al hecho de ser mujer, le agregas el hecho de ser pobre ¡ahí sí que te jugaste todos los números de la rifa! Porque a fin de cuentas lo que va a marcar la diferencia entre acceder o no a los anticonceptivos, contar o no con un aborto seguro, ingerir o no vitaminas prenatales, gozar o no de control prenatal, tener o no pañales desechables o ecológicos, alimentarse bien o no para amamantar, va a ser el nivel adquisitivo de la mujer. A eso se resume el “legado de Chávez”, a la demagogia de un gobierno con discurso inclusivo y prácticas excluyentes que han acrecentado la brecha de clases y profundizado las desigualdades de género, arremetiendo sin tregua contra todas nosotras.

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