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lunes, 15 de mayo de 2017

Opiniones y reflexiones: Venezuela: ni más independiente, ni soberana

Foto de Sergei Chirikov / AP

Por Emilio Ortiz Guinand / Mayo 8, 2017

Quiero en este momento, y con todo el respeto que merecen los jóvenes que arriesgan sus vidas en las calles de Venezuela enfrentando a la dictadura madurista, hacer un breve paréntesis para reflexionar sobre uno de los más agobiantes problemas que condenan a la economía venezolana. Su traducción política desmiente el nacionalismo de que hacen gala los líderes chavistas y su gobierno. Comencemos con la pregunta: ¿Es Venezuela más independiente y soberana que hace 30 años? ¿Qué hay de toda esa alharaca de Maduro y los oficiosos representantes del chavismo-madurismo, acerca del “imperio” y la soberanía popular?

Arpa, cuatro, maracas y Bolívar

Los regímenes nacionalistas, no son nacionalistas per se, es decir, no los motiva una fibra patriótica que les lleva a enarbolar las bondades de la llamada “patria”. Su nacionalismo va estrechamente ligado a una circunstancia político-social que les mueve a utilizar todo el arsenal vernáculo, para llevar a cabo sus objetivos. En algunas ocasiones pueden jugar un papel progresivo para el desarrollo de un pueblo, pero sus límites son cortos y siempre acaban por traicionar sus propias huestes.


La historia ha demostrado cuan perverso puede ser el uso del nacionalismo. Hitler y Mussolini fueron un claro ejemplo de dictadores, al frente de poderosos movimientos políticos y sociales, que usaron los atributos y glorias pasadas de sus regiones para cohesionar a sus pueblos tras de sí. Los símbolos patrios se volvieron una obligación, al igual que hacer de las tradiciones una religión y auto-proclamarse herederos y continuadores de las mejores épocas de sus terruños. En Italia, por ejemplo, Mussolini apeló a las muy viejas glorias del imperio.

En el caso de las naciones latinoamericanas hay una diferencia importante: el nacionalismo puede estar directamente relacionado con la soberanía de los países, su independencia económica frente a los grandes centros de poder político y económico mundiales, en especial respecto a los Estados Unidos de América. No es mi intención y escapa a mis posibilidades actuales, cavilar acerca de cómo las respectivas burguesías latinoamericanas surgieron, en mayor o menor grado, a la sombra de los grandes poderes económicos mundiales, Gran Bretaña a principios del siglo XX por ejemplo, o EEUU. Una parte importante de esa burguesía nació íntimamente ligada a los intereses de esas potencias y se enriquecieron jugando el rol de “facilitadores” de la explotación extranjera de recursos en sus naciones o asociados a negocios en los que las jóvenes repúblicas quedaban siempre en desventaja. De tal manera que el nacionalismo en Latinoamérica tiene una connotación de soberanía, de reafirmación de la nación frente a los poderes mundiales.

Dicho esto, permítanme recordar la pregunta inicial: ¿Es Venezuela hoy en día más soberana que hace 30 años? Desde que Chávez asumió el poder, la proliferación de la “venezolanidad” identificada con la música criolla, los símbolos patrios, y la exaltación de su héroe sempiterno – Bolívar- no ha parado. Su difusión sobrepasa a las ejecutorias del fallecido presidente Luis Herrera Campíns que nos hizo escuchar el himno cada seis horas por radio y televisión, entre otras cosas. Pero esto es alimento para las grandes masas, en especial cuando se tienen las arcas del Estado repletas de dinero. Se puede repartir y dispensar, incluso llevar a cabo obras impensadas en los gobiernos anteriores, todo bajo un fondo de música llanera, o tambor barloventeño o tal vez un polo oriental o un vals andino. Pero nada de eso representa soberanía, independencia o avance económico.

La clave de la dependencia venezolana está en la maldición de sus recursos naturales, o más bien, la maldición de los que han administrado esos recursos. No digo nada nuevo cuando pongo sobre el tapete el hecho de que mientras se dependiera de la venta del petróleo, Venezuela estaría condenada, tarde o temprano, al marasmo y el desastre económico. Siendo una nación rica en tan diversos renglones, desde la fuerza de sus ríos, tierras fértiles, sabanas extensas, amplia costa marítima, recursos minerales, Venezuela tenía todo para progresar ininterrumpidamente. Pero obtener ingentes cantidades de dinero por vender un recurso codiciado por el mundo le hizo una nación de burgueses haraganes y parásitos del Estado, siendo este último un enorme aparato de clientes, ávidos de recibir una tajada del ingreso de la gran tienda de venta de petróleo. Ahora preguntemos: ¿Qué hizo Chávez para cambiar esto?

Si examinamos las grandes medidas del gobierno y sus planes de desarrollo: NADA. Por el contrario, se desmanteló todo aquello que podía significar un piso para la diversificación y desarrollo de otras áreas de la economía. El centro de toda su orientación se basó en vender y recibir. Y se embriagó tanto de riquezas, por la coyuntura favorable que le tocó vivir en su primera etapa, que se dio el lujo de comprar apoyo político con petróleo. Pero más que eso y esto es lo importante: no sólo no hizo nada por independizar a Venezuela de la venta de su recurso natural por excelencia sino que hipotecó más aún a la nación venezolana, escuchando los cantos de sirena de otras potencias, también imperiales: China y Rusia.

Una estatua y una medalla

En una nota, publicada por el diario El Nacional, del 7 de octubre de 2016 podemos leer:

“En una ceremonia celebrada en Sabaneta, el presidente Nicolás Maduro develó un monumento del fallecido presidente Hugo Chávez Frías, una estatua de aproximadamente 6 metros de altura. La efigie, construida por el gobierno ruso en la plaza Hugo Chávez en la capital del estado natal del difunto mandatario venezolano, está hecha de bronce y granito. […] En Moscú, Rusia, se encuentra una igual.”

A simple vista suena como un tributo ruso a las buenas relaciones con el gobierno chavista-madurista, pero si investigamos un poco encontramos ciertas claves para la comprensión del futuro.

“El enorme monumento de bronce y granito, que muestra a Chávez (1954-2013) de pie con el puño izquierdo en alto, es obra del escultor Sergey Kazantzev y fue financiada por la empresa petrolera Rosneft por encargo del presidente ruso, Vladimir Putin.” (El Nuevo Herald)

Durante la ceremonia para develar el monumento a Chávez, el presidente Maduro aprovechó la oportunidad para informar acerca de “… la creación del premio ‘Hugo Chávez de la Paz y la Soberanía de los Pueblos’, en honor a su antecesor fallecido, y propuso al presidente ruso, Vladimir Putin, para ser el primer galardonado.” (El mundo.es)

Una estatua y una medalla, ambos expresión de unas relaciones particulares con Rusia y especialmente con Putin, a quien Maduro consideró merecedor obvio de la entrega del primer galardón “Hugo Chávez a la paz y soberanía”.

“Yo creo desde ya que este premio hay que entregárselo (…) a un líder que creo es el líder más destacado que hay en el mundo de hoy, luchador por la paz, luchador por el equilibrio del mundo, constructor del mundo pluripolar, multicéntrico”

Pocas horas antes, ambos gobiernos firmaban un acuerdo en el que Rusia invertiría unos 20 mil millones de dólares en Venezuela, antes de finalizar el año 2020. Se trataba de una financiación para adelantar proyectos petrolíferos y de gas en Venezuela.

La “donación” del monumento a Chávez provino de la gigante petrolera Rosneft, controlada por el estado ruso (Putin). Hacia finales del otoño de 2016 la empresa de petróleos del Estado venezolano, PDVSA, renegociaba una deuda de dos mil ochocientos millones de dólares y daba como garantía el 50.1% de las acciones de Citgo (la filial de PDVSA en los Estados Unidos). Además de esto, el gobierno madurista pidió a Rusia (Rosneft) un nuevo préstamo de mil quinientos millones de dólares, dando como garantía el 49.9% restante de las acciones de Citgo.

Las consecuencias políticas de estos movimientos son suficientes para despejar cualquier duda acerca de la “soberanía” de Venezuela bajo el gobierno “revolucionario” de Maduro-Cabello-Padrino. Pongamos el vivo ejemplo de la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos. Cualquiera puede notar que los alaridos anti-imperialistas de Maduro tuvieron un bajo perfil respecto a las elecciones norteamericanas y especialmente respecto al candidato Donald Trump. Pero pocos podrían imaginar que PDVSA donaría a través de su filial Citgo, 500 mil dólares al acto de inauguración presidencial de Donald Trump, sobrepasando las sumas de Coca Cola ($300 mil), Ford ($250 mil), Amazon (57 mil), e igualando las cantidades donadas por Exxon y British Petroleum. Ello, mientras la nación venezolana sucumbe por falta de alimentos y medicinas. La lista de donantes fue revelada al público por la Comisión Federal de Elecciones. (Si desea ver las contribuciones hechas por las empresas haga clic aquí).

Al interior del país, Maduro y Cabello pueden proferir cuantas afirmaciones quieran contra el “imperialismo” y acusar a la oposición de planear un golpe auspiciado por Estados Unidos, al que, eso sí, se le vende religiosamente el petróleo. Usando su monopolio de la información, usando la extorsión a los medios de comunicación, y auto-censura o abierta censura, el gobierno puede decir lo que le venga en gana a través del canal del Estado – Venezolana de Televisión, como lo hacen hoy en día al acusar de terroristas a los estudiantes que le enfrentan en la calle. Lo propio hace su mediocre y estalinista canal internacional – teleSur -, pero los hechos son los hechos: no existe la menor excusa para justificar la donación al acto inaugural de Donald Trump, como tampoco existe la menor justificación para otorgar un premio de la “Paz y soberanía” a uno de los asesinos más siniestros en lo que va del siglo: Vladimir Putin, quien se anexionó Crimea, quien ha ordenado la liquidación física de periodistas opositores, quien está íntimamente relacionado a los crímenes de guerra en Siria y cuya política internacional “bajo cuerdas” es menoscabar el poder competitivo de China o los Estados Unidos, para ubicarse privilegiadamente, accediendo a nuevos mercados y ayudando a los movimientos de derecha o ultra-derecha en los naciones europeas o EEUU. Enemigo de la soberanía de los pueblos y promotor de la guerra, ese es el depositario del premio que Maduro otorgó, y con esto Maduro ha mostrado su condición de lacayo, su servilismo a quien le ha suministrado los miles de millones de dólares que ha necesitado para subsistir como Estado y para seguir robando.

Pero antes de Rusia estuvo China… Cuando las arcas se encontraban llenas por los altos precios del crudo en el mercado mundial, el propio Hugo Chávez comprometió a Venezuela en numerosos acuerdos con China. Estas negociaciones iban desde el suministro de línea blanca (cocinas y electro domésticos), armamento (que Venezuela también compró de Rusia), hasta … exploración petrolera. Lo primero ayudaba a crear la sensación de que, a pesar de vivir en una vivienda miserable, los pobres podían adquirir una cocina nueva. El populismo chavista se vestía de insumos para el hogar para disfrute de los sectores populares, así como alardeaba de un ejército fortalecido (por las armas y tanques rusos y chinos) para defender la soberanía nacional. Pero por el otro lado, obtenía préstamos de China y se le otorgaba acceso a los recursos naturales de la nación (especialmente petróleo). Algunos de los acuerdos fueron confidenciales y mucho se auguró que China sería el gran socio comercial de la Venezuela chavista, con un gobierno que presumía que pronto el país consolidaría un parque industrial ayudado por la tecnología y la asesoría de la nación asiática. Como todo dependía de la bonanza petrolera, cuando ésta se desvaneció y el ingreso de divisas disminuyó drásticamente, Venezuela ya se encontraba endeudada hasta el cogote y pronto comenzaron los “rumores” de las dificultades de pago de los compromisos contraídos. La deuda con China asciende a 50 mil millones de dólares y por ahora PDVSA envía 500 mil barriles de petróleo diarios a ese país como pagos de deuda. Los augurios de grandes hazañas comerciales se evaporaron. La dirigencia china ve ahora a Venezuela con el ceño fruncido y sabe que han sido desplazados por Moscú.

El chavismo no sembró el petróleo, no desarrolló la industria nacional, no creó bases para reducir la dependencia del crudo. Por el contrario, confiado en una riqueza inagotable, abrió las puertas a otras potencias imperiales para el desarrollo de la explotación petrolera y se endeudó con una seguridad falsa en que siempre tendría capacidad de pago. Ahora, bajo Maduro-Cabello-Padrino, la bancarrota es inocultable. Las reservas internacionales han llegado a su nivel más bajo en la historia. La inflación es la más alta del mundo. La recesión campea y los únicos que se alimentan bien son los miembros de la boliburguesía y los petimetres del gobierno y especialmente los militares, cuya cúpula goza de escandalosos privilegios, entre ellos el de ser libres de hacer negocios con el narcotráfico. El cuadro del joropo, el liqui liqui, Bolívar y la bandera tricolor, quedan como una mueca cínica y patética, carentes de contenido real de soberanía o independencia.

Una estatua y una medalla muestran al que quiera ver la verdad, la impúdica entrega de una nación a las potencias extranjeras en nombre de una revolución que no es tal.

A la pregunta: ¿Es Venezuela hoy en día más soberana que hace 30 años? La respuesta, clara y directa es NO. Por el contrario, Venezuela nunca había estado tan sometida como ahora directamente a los dictados del mercado petrolero. Su economía está deshecha, la sociedad entera se encuentra en penurias, excepto la capa de burócratas, militares y los nuevos burgueses chavistas. Y no he ahondado en la corrupción o el narcotráfico. No he hablado de los presos políticos y la represión. Sólo he querido mostrar la falsedad de su supuesto basamento ideológico y su fanfarronería.

Mientras escribo esto los jóvenes luchan en las calles por la libertad y por echar abajo a este régimen corrupto de mercaderes y vagos de toda estirpe. Ha corrido la sangre de al menos 37 venezolanos. Mi homenaje a todos los que luchan y arriesgan sus vidas para acabar con la lacra de la dictadura de Maduro-Cabello-Padrino. El destino de las estatuas de Chávez, si el pueblo triunfa y en ello confío, es su derribo, por parte de unas masas que ven en ellas el símbolo del abuso, el oprobio y el dominio de los sinvergüenzas.


Tomado de http://extempforaneo.net/wordpress/archives/1522

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