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domingo, 4 de febrero de 2018

Núñez versus Maduro: ¡Si el Presidente supiera…!



Por: Alejandro Bruzual

Si el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, hubiera leído a Enrique Bernardo Núñez (E.B.N)., podría imaginarlo avergonzándose hoy con el milmillonario desfalco que se ha hecho durante su gobierno, el peor en la historia del mundo. Se opondría a la intransigencia y creciente actitud estalinista del PSUV, y se ofendería con el desprecio a la crítica y el irrespeto al trabajo intelectual que impera entre sus filas. Para E.B.N., el rol del escritor era cuestionar la soberbia de los gobernantes, la prepotencia de los que más tienen, la amoralidad de los que roban el erario, y la inercia del pueblo, cuando es inercia. Por eso, E.B.N. incomodó a todos los sectores políticos de su tiempo y, en particular, atacó el antinacionalismo de los líderes, como lo haría hoy con el oficialismo-atila (Ramírez incluido), que ha destruido hasta PDVSA y el escaso parque industrial que existía. En medio de una crisis humanitaria innegable, los depredadores de charreteras siguen extrayendo contrabando hacia Colombia, y sus secuaces siguen royéndole a la nación uno y cada uno de los vergonzosos dólares a 10 bolívares. Un comportamiento que es el similar-opuesto de las huestes residuales de la MUD y su Dolar Today, que hunden también el país al propiciar tasas de cambio que se alejan de los cien mil, pretendiendo ser quienes renazcan de las cenizas de la quiebra. ¡Que se vayan todos!


Si el Presidente Nicolás Maduro Moros hubiera leído Orinoco y Tres momentos en la disputa de límites de Guayana, supiera que E. B. Núñez sopesaría su actitud débil y contradictoria en el manejo de las relaciones internacionales y en la pérdida definitiva de nuestro Esequibo; esas miles de millas terrestres y marítimas repletas de recursos, que hoy Guyana explota en contra de los acuerdos bilaterales establecidos, dejándolos en control de empresas transnacionales y con apoyo de naciones del Caribe que recibieron la generosidad de Venezuela, ahora sin reciprocidad, a través de Petrocaribe y otras vías de préstamos a saco roto; entre ellas una Cuba que nos traiciona y nos quita nuestra participación en la refinería de Cienfuegos, precisamente hoy que tanto la necesitamos. Esa Cuba que sin nuestra solidaridad se hubiera hundido definitivamente en su atroz pobreza, y se habrían perpetuado sus períodos especiales, que no fueron más que hambre y jineteras enlutadas del fracaso soviético. Esa Cuba voraz asume hoy, de manera desleal, que una Venezuela desechable le debe cada vez más; hijos desnaturalizados de un bolivariano José Martí, porque quien recibe sin consciencia de lo que recibe, y sin merecerlo, cree obligatoria la dádiva, y no se sacia hasta destruir la fuente que lo alimenta.

Si el Presidente Maduro hubiera oído hablar de El hombre de la levita gris, supiera que Enrique Bernardo Núñez rechazaría el pago de una deuda pública odiosa, mientras el gobierno se jacta de buen pagador con el hambre que conmueve las calles y la escasez culposa de medicinas que asesina a nuestros enfermos. Y supiera los muchos nombres de la hidra del imperialismo, y que igual subyuga el gringo, el chino o el ruso, pues son palos del mismo tronco torcido. Supiera que las deudas internacionales crecen solas cuando las dejan, y que hay que contabilizarlas, auditarlas, vigilarlas como hierbas venenosas, y no dejaría que no nos aplicaran las peores condiciones del mundo, y nos acosen con guerras en las que el gobierno es cómplice y no víctima. Y supiera que, hace más de un siglo, Cipriano Castro hizo que el imperialismo europeo bajara a un tercio sus pretensiones de cobrador engañoso. Deudas contratadas con dolo, caja de pandora de burócratas corruptos, empresarios corruptos, banqueros corruptos, agentes de bolsa corruptos, que eso sí lo sabe el Presidente a detalle limpio.

Si Nicolás Maduro se paseara por el relato Don Pablos en América, pudiera interpretar los rostros pícaros de su entorno, ministros que rotan un poder vicioso, cargos que enriquecen y envilecen a gente sin talento ni probidad. Supiera descifrar que tras su convencimiento pícaro ríe la mentira y el beneficio personal. Pudiera oír que sus voces pícaras hablan de socialismo y redistribución, mientras su riqueza crece sobre la desgracia ajena. Pícaros que todavía cosechan prebendas de sus muertos del pasado. Pícaros de la nueva burguesía bolivariana que fecundan su desvergüenza en la de la vieja burguesía cuartorepublicana, perezjimenista, gomecista, federal (la del Miguel Franco en Después de Ayacucho)…, y que sus hijos y los hijos de sus hijos serán lo que dijeron siempre negar: mezclados entre ellos, casados con ellos, transformados en ellos.

Si Maduro al menos hubiera hojeado Cubagua, supiera que el novelista Enrique Bernardo Núñez saca sus puños de las páginas para denunciar los acuerdos del Arco Minero del Orinoco y del desarrollo de la Faja Petrolífera como traiciones de lesa patria, porque implican la destrucción étnica y ecológica de un territorio inmenso e incluso del mismo proyecto económico-rentista con el cual creen justificarlo, al arbitrio del más vil y depredador capital extranjero (beneficiado por aberradas Áreas Económicas Especiales), en pacto con lo peor del capital nacional (Cisneros, entre otros). Burócratas cómplices confabulados con militares convertidos en empresarios a rédito violento, amparados por jueces tramposos, violando a un pueblo desmoralizado por el hambre y el desánimo, que no encuentra la salida de este infierno. Es difícil que Maduro se vea en el espejo de Ramón Leiziaga encarcelado; ni entienda que el Esteban Emilio Mosonyi que expulsa de la Universidad Indígena es fray Dionisio aún vivo, y que Nila Cálice es toda la rebeldía popular que espera y lo espera. ´

Si supiera un ápice de lo que fue; si hubiera leído unas pocas líneas de la obra del intelectual valenciano Enrique Bernardo Núñez, narrador y ensayista, historiador y académico, periodista de opinión y cronista oficial de Caracas, referencia de la potencialidad creativa y moral de lo venezolano, sabría que representa exactamente su contrario, y no se habría atrevido a citarlo ni a nombrarlo en ese discurso presidencial de fin de año, tan lleno de ingenuidad culpable, de cinismo, tan lleno de vacío.

Si supiera, quizás, si supiera… se quedara en silencio.

Tomado de Aporrea.org

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