Por Cristina Gil
5 Oct. 2013
Aquel movimiento popular con potencialidades transformadoras que otrora fuera el chavismo se encuentra en su declinación, y su situación actual obliga una revisión objetiva de nuestra historia más reciente. Hasta el año 2006, la movilización y autoorganización popular fueron la base sobre la cual se apoyó el gobierno para enfrentar el golpismo de la derecha. No obstante, una vez derrotada la ofensiva antipopular de los empresarios, la Iglesia, la burocracia sindical y los partidos tradicionales, el gobierno arrastró a esos sectores a una mesa de negociaciones y con su mira puesta sobre el entonces fortificado movimiento popular, apuntaló su corporativización con la creación del malquerido Psuv. La consecuencia más inmediata de esta medida fue la domesticación de las fuerzas populares y el abono de un terreno propicio para la conciliación y consolidación de los pactos.
Aquel movimiento popular con potencialidades transformadoras que otrora fuera el chavismo se encuentra en su declinación, y su situación actual obliga una revisión objetiva de nuestra historia más reciente. Hasta el año 2006, la movilización y autoorganización popular fueron la base sobre la cual se apoyó el gobierno para enfrentar el golpismo de la derecha. No obstante, una vez derrotada la ofensiva antipopular de los empresarios, la Iglesia, la burocracia sindical y los partidos tradicionales, el gobierno arrastró a esos sectores a una mesa de negociaciones y con su mira puesta sobre el entonces fortificado movimiento popular, apuntaló su corporativización con la creación del malquerido Psuv. La consecuencia más inmediata de esta medida fue la domesticación de las fuerzas populares y el abono de un terreno propicio para la conciliación y consolidación de los pactos.