jueves, 5 de enero de 2012

“La revolución no es nada si depende sólo de Chávez”




Roland Denis, ex viceministro venezolano, desmenuza las razones que lo llevan a cuestionar el actual proceso bolivariano, al tiempo que explica su alejamiento del gobierno de Hugo Chávez.  


Los críticos más destacados del presidente venezolano Hugo Chávez sobresalen siempre entre los sectores conservadores. Por eso, el dirigente Roland Denis se convierte en una voz disonante de ese panorama, al cuestionar la Revolución Bolivariana comandada por Chávez desde una mirada de las organizaciones populares. Filósofo y figura política vinculada a los movimientos de base, es autor de varios libros que retratan las rebeliones sociales de Venezuela, como Los fabricantes de rebelión (2001).


En su paso por Buenos Aires, presentó su último trabajo, Las tres repúblicas. Retrato de una transición desde otra política, donde realiza una crítica de las contradicciones internas que vive el actual proceso venezolano. Militante del Movimiento 13 de Abril y Nuestra América, Denis formó parte de la dinámica política que culminó, hace doce años, con Chávez en la presidencia. Además, ejerció como viceministro de Planificación y Desarrollo del gobierno bolivariano, en 2002 y 2003.

Usted plantea contradicciones en el gobierno de Hugo Chávez. ¿Cómo las sintetizaría?
Nos encontramos con un proceso de conquistas y de avances muy importante. Pero,  a la vez, se presentan puntos grises que van desarrollándose en la medida en que pasa el tiempo y que ponen en peligro el destino mismo de lo que puede ser un movimiento histórico de transformación. El hecho de que Chávez haya llegado al poder es producto de un movimiento de masas populares que se organiza de una manera volcánica entre de los años 89 y 98, precisamente cuando Chávez ganó las elecciones. Se trata de un movimiento que logra una unidad importantísima alrededor de la figura del presidente y de postulados programáticos básicos, como la refundación de la república, el desarrollo del proceso constituyente, la conquista de un proceso de igualdad que los venezolanos nos merecíamos. Ese movimiento ahora se enfrenta a un Estado avasallante, pero no por su exigencia y capacidad institucional, sino todo lo contrario, por su fortaleza de recursos gracias al petróleo.

¿Cómo se da esa situación?
Es el Estado quien bloquea gran parte de la fuerza transformadora que se había gestado en esos años. Y que se desarrolló en forma geométrica en los primeros tiempos de la Revolución Bolivariana, sobre todo entre los años 2001 y 2004, cuando la conspiración de derecha contra el gobierno actual nos obligó a estar prácticamente en guerra civil.

¿Cuál es entonces la actual relación de los movimientos sociales con el gobierno?
El Estado interviene en el movimiento y lo convierte en una masa que sirve a los intereses de la casta burocrática y tecnocrática que se va consolidando en el poder con el transcurso de los años. Entonces, hay como una doble agenda. Una trasformadora, de compromiso histórico, en la cual, en efecto, se ha podido avanzar. Y otra oscura, reaccionaria, y que aunque en la superficie asuma los lenguajes formales del proceso de transformación, sin embargo, hace todo lo contrario: rompe con el movimiento popular, lo despolitiza, lo atrapa en sus redes, lo hace perder capacidad de autodeterminación. Por supuesto que estamos hablando de cosas genéricas.

¿Entonces?
Es el Estado burocrático corporativo que se va generando a diferencia de la anterior república liberal democrática, ligada a los partidos de derecha, la burguesía y oligarquía nacionales, vinculadas con los intereses más reaccionarios, cuyos miembros son quienes se manifiestan en contra del gobierno de Chávez en los medios de comunicación las 24 horas del día y con total libertad. De todos modos, preexiste, a desgracia de todos estos intereses, una república autogobernante ligada a las bases que ya no acepta esta situación, ya no le corre tan bien el discurso “rojo rojito” como se dice en Venezuela. Me estoy refiriendo a una realidad naciente, que hoy podemos ver con mayor claridad que hace diez años cuando yo era parte del gobierno y cuando muchos de los cuadros fundamentales que militamos y que forjamos el movimiento de los años ochenta estuvimos en el gobierno. Insisto, este pone a trabajar en función de sus intereses a todo este gigantesco movimiento popular de base para convertirlo en estamento de su propio poder.

¿Cómo se explica la burocratización y corrupción que usted adjudica al gobierno de Chávez?

Tiene que ver con el hecho de que el país se sostenga con la renta petrolera. Venezuela, que tiene la reserva de crudo más importante del mundo, padece históricas carencias productivas, tecnológicas e industriales. Ese contexto propicia la constitución de una clase de burócratas y tecnócratas; en definitiva, gente que gira alrededor de esa renta. Y es lo que sucedió. Cuando Chávez asumió, se fue generando una nueva casta de intereses, que reemplazó en parte a la anterior. Ello se evidencia por ejemplo en el hecho de que un directivo de Pdvsa, la petrolera estatal del país, goce de una numerosa serie de privilegios y tenga un sueldo millonario, al mismo tiempo que se proclama socialista o izquierdista.

¿A qué se debió su salida del Ejecutivo?
Eso habría que preguntárselo a Chávez, fue él quien gestionó mi salida. Creo que, en mi caso, jugué un papel que sirvió en el contexto dramático que se vivió en 2002, por ejemplo. Me refiero a la crisis que significó el golpe de Estado, por el cual el gobierno cayó frente al movimiento conspirativo y fascista. Pero después del fracaso del paro petrolero, de 2002 y 2003, yo comenzaba a entrar en contradicción con esas pequeñas unidades de interés corruptas que ya desde esos años empezaban a hacerse evidentes.

La creación del Gran Polo Patriótico, para apoyar la reelección de Chávez en octubre próximo, reúne a múltiples organizaciones sociales. ¿Cómo interpreta esto a la luz de sus planteos?
La figura de Chávez siempre es respetada, tiene una gran capacidad de convocatoria y simbólicamente es muy importante. Otra cosa es decir: “Con Chávez todo, sin Chávez nada”, como sostienen muchos que están en el gobierno. ¡Pobre hombre! Entonces, tiene una carga muy pesada. Por otra parte, Chávez todo el tiempo apela a las bases porque sabe que son su tabla de salvación.

En ese sentido, la noticia de que tenía cáncer despertó el debate de la sucesión.
La revolución no es nada si sólo depende de Chávez, sólo de un hombre. Porque, además, la postura de hacer imprescindible al presidente le viene bien a la derecha. Es un argumento funcional a sus intereses y a las continuas operaciones mediáticas que se sostienen con el fin de derrocarlo. Entonces, para sus enemigos, es fundamental que Chávez sea un sujeto imprescindible y, lo que es más importante, insustituible por una conducción colectiva revolucionaria. Para ellos, es importante que el pueblo venezolano no se vea a sí mismo como un cuerpo con autodeterminación política. Se intenta que pensemos que sin Chávez no somos nada, porque a la hora de gobernar la derecha será la primera en denegar de las líneas políticas del presidente y, rápidamente, se van a postular ellos mismos como imprescindibles.  


Revista de opinión Debate.

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