Un amigo me ha solicitado escribir unas líneas acerca de "la relación entre justicia social y democracia política que se establece, tanto a nivel discursivo como práctico, dentro del llamado proyecto bolivariano". Creo que se trata del principal problema de nuestra historia contemporánea, y por lo tanto una respuesta profunda requeriría mucho más tiempo y espacio del que disponemos al escribir estas modestas líneas. Lo primero que podemos decir es que el actual gobierno surge como la expresión distorsionada de un largo proceso de luchas populares y de resistencia contra un modelo político que además de resguardar las enormes brechas entre una minoría explotadora y las mayorías populares, de ser el garante de la injusticia social, también se caracterizó por su carácter excluyente, su clientelismo, su cada vez menor permeabilidad a las reivindicaciones de las grandes mayorías emprobrecidas.
Decimos que es una expresión distorsionada porque la
dirección chavista se ha apropiado de los símbolos de esa resistencia popular
contra el régimen adeco-copeyano y ha cabalgado sobre el enorme rechazo a ese
régimen, construyendo un discurso de ruptura pero sin proponerse cambios de
fondo orientados a materializar esas dos exigencias cardinales del movimiento
popular, como lo son mayor justicia social y mayor participación de las
mayorías en la determinación de nuestro destino colectivo.
Ahora bien, el chavismo, o "bolivarianismo", es
una fuerza política muy heterogénea y contradictoria en su primera etapa, en la
que confluyen demócrata-cristianos, políticos de la izquierda reformista,
militares, ex adecos, entre otros. El chavismo fue como un Arca de Noé que
rescató a la más variada fauna política en vías de extinción, y la nucleó
alrededor de una dirección carismática. En un contexto social de masiva
protesta y movilización, de total crisis de gobernabilidad burguesa, surge el
discurso chavista acerca de la "nueva democracia participativa", como
contracara de la "vieja democracia representativa", por una parte, y
por la otra el discurso antineoliberal, contra la injusticia social. Todo muy
vago, sin plantear cómo se expresaría ese supuesto cambio de paradigma en la
organización del Estado, por ejemplo. La Constitución de 1999 contiene algunas
reformas que amplían las libertades democráticas, brindan mayores garantías en
materia de derechos humanos, reconocen derechos indígenas, elevan la autonomía
universitaria a rango constitucional, plantean el cálculo del salario mínimo en
correspondencia con el costo de la canasta básica, y ordenan la recuperación de
la retroactividad de las prestaciones sociales. El común denominador de todas
conquistas formales es que ninguna se ha materializado en la práctica.
La movilización popular y obrera derrotó a la ofensiva
fascistoide de 2001-2003 y abrió una etapa en la que el gobierno venezolano
adquirió una mayor independencia respecto del gobierno de los EEUU, e hizo
concesiones significativas al movimiento de masas, fundamentalmente en la forma
de programas asistenciales, llamados oficialmente "Misiones". Estas
conquistas sociales, que significaron un mayor acceso a servicios públicos y
gratuitos de salud y educación, son el producto de las victorias obtenidas por
el pueblo en las calles, fábricas, y en la industria petrolera. Sin embargo, no
significaron ni lejanamente transformaciones estructurales. El gobierno, a
partir del año 2006, incorpora el "socialismo" a su discurso, al
principio como horizonte estratégico, pero muy pronto ya como categoría
descriptiva referida a la ejecutoría concreta del gobierno. La peculiaridad de
este supuesto socialismo "del siglo XXI" es que, mientras que se
presenta con pretensiones "anticapitalistas" y de construcción de un
"Estado comunal", de apuntalar la "economía social", y por
ende de mayor justicia social y democracia política, en realidad cumple el rol
ideológico de presentar el actual estado de cosas como el nuevo "socialismo
bolivariano", e incluso para justificar ataques a los derechos de los
trabajadores y de las comunidades populares. En otras palabras, un socialismo
con multinacionales, banqueros, latifundistas, burócratas multimillonarios, y
explotadores de toda laya, hermano gemelo del capitalismo y sin puntos de
contacto con alguna de las concepciones socialistas conocidas anteriormente.
Lamentablemente los dos polos hegemónicos de la política venezolana, el
chavismo y la derecha agrupada en la "Mesa de la Unidad Democrática",
coinciden a la hora de describir la acción gubernamental como
"socialista", consolidando dicha patraña ideológica.
En nuestra opinión, hay dos hechos importantes que
clausuran las pretensiones antineoliberales y democratizantes del chavismo. Por
un lado, el plan de ajuste antipopular aplicado por el gobierno a partir del
año 2008 para hacer pagar a los trabajadores y al pueblo la crisis económica.
Se trata de un conjunto de medidas que han incluido el aumento en una tercera
parte del Impuesto al Valor Agregado, una devaluación monetaria del 100%,
congelamiento de las discusiones contractuales en el sector público, aumentos
del salario mínimo por debajo del índice inflacionario; mientras que por otro
lado se disminuyen los impuestos a las transnacionales petroleras, se crea un
Fondo Bicentenario para subsidiar al empresariado nacional, y se otorgan
cuantiosos dólares baratos a la burguesía. El gobierno terminó aplicando las
mismas recetas antipopulares que caracterizaron a los gobiernos del bipartidismo.
En el aspecto democrático, hay dos hechos importantes que sepultan el discurso
de la democracia participativa: la creación del Partido Socialista Unido de
Venezuela (PSUV), como un gran aparato corporativizador para liquidar toda
tentativa de auto organización dentro del campo popular influenciado por el
chavismo; así como el contenido de la derrotada Reforma Constitucional, que
centralizaba aún más el poder en las instituciones antidemocráticas del Estado
burgués venezolano.
El chavismo es un proyecto nacionalista burgués en
decadencia, que disfraza con terminología "socialista" la entrega de
los principales recursos mineros y de hidrocarburos a las transnacionales por
la vía de las empresas mixtas, que favorece el robustecimiento de un sector de
la burguesía nacional estrechamente ligado a la élite que administra el Estado.
Existe una correlación entre este pronunciado giro a la derecha del gobierno
venezolano de los últimos cuatro años, irónicamente acompañado de un discurso
pseudosocialista, y el aumento de la protesta social. La respuesta del gobierno
a la combatividad del pueblo y los trabajadores ha sido un aumento en la
criminalización de la protesta. Los casos más emblemáticos han sido el
encarcelamiento del dirigente obrero Rubén González y el cacique yukpa Sabino
Romero, quienes se convirtieron en 2009 en los primeros presos políticos del
movimiento popular; junto con ellos, centenares de campesinos y trabajadores
han sido sometidos a juicios por defender sus derechos. Esto indudablemente
representa un importante retroceso en materia de libertades y se asemeja a la
práctica de los gobiernos adecos y copeyanos.
En términos de justicia social podemos decir que no sólo
el gobierno ha logrado revertir muchas de las conquistas sociales alcanzadas
entre 2003 y 2005, al disminuir la inversión social del Estado, sino que en
términos generales la distribución de la riqueza es más desigual hoy que en
1999. Hoy se encuentran en funcionamiento menos de la mitad de los módulos de
Barrio Adentro que funcionaban en 2007, la población beneficiaria de MERCAL y PDVAL
ha disminuido notablemente, el presupuesto educativo del 2011 fue
porcentualmente menor que el de 2007, mientras que el presupuesto militar ha
crecido de manera importante.
El componente privado de la economía creció,
entre 1999 y 2009, de 65% a más del 70%. La llamada "economía
social", conformada por cooperativas y pequeñas empresas familiares y
comunitarias, representa menos del 2%. La participación del conjunto de los
asalariados en la distribución de la riqueza por ellos creada, ha disminuido
notablemente en esa misma década en favor del conjunto de los patronos, de
acuerdo con las cifras del Banco Central de Venezuela recopiladas por el
economista Víctor Álvarez, afín al gobierno. Tal es el rostro del capitalismo
salvaje venezolano, desprovisto de la máscara roja del "socialismo
chavista".
Hay un aspecto adicional que me parece importante, en el
plano subjetivo. Casi todos los activistas jóvenes que conozco de esa
vanguardia juvenil que alcanzó la mayoría de edad en la época del golpe de
Estado y el sabotaje patronal, el punto más alto de la lucha de clases en esta
década, asociaban su oposición al golpismo a grandes expectativas de cambios
revolucionarios. La victoria obtenida en la revolución democrática de abril de
2002 parecía acercar la posibilidad de grandes transformaciones sociales que
apuntaran hacia una verdadera justicia social y una democracia radical. Debido
a la influencia del chavismo, hoy la gran mayoría de ellos tiene una actitud
más bien cínica y desencantada con respecto a la posibilidad de una revolución
socialista en nuestro país. Muchos activistas destacados que conocí en aquellos
años han sido cooptados por el aparato gubernamental, y suelen expresar en
privado que el gobierno chavista representa un mal menor frente a la derecha, o
que puede significar un período de acumulación de fuerzas para luchar por el
socialismo en un futuro indeterminado, pero que pelear por una alternativa
socialista hoy es utópico o "extremista", le hace el juego a la
derecha, o argumentos por el estilo. Una proporción menor de lo que fuera esa
vanguardia juvenil ha simplemente abandonado todo activismo, y realmente no
recuerdo a ninguno que haya engrosado las filas de la oposición de derecha. Ha arraigado
en ellos la idea de que no es realista luchar por la justicia social y la
superación de la explotación capitalista. Puede decirse que ese conservadurismo
es consustancial al carácter regresivo del chavismo hoy, y que esa
desmoralización es uno de los peores legados del actual gobierno.
Finalmente, las expectativas defraudadas con relación a
la justicia social y a la democratización de nuestro sistema político son la
causa del importante desgaste que ha sufrido el apoyo popular del gobierno. Al
identificar esta causa, podemos entender por qué no hay un crecimiento orgánico
de la derecha opositora, que circunstancialmente capitaliza en términos
electorales el descontento con el gobierno. Está completamente claro que la MUD
no tiene entre sus propósitos la superación de las enormes desigualdades que el
chavismo no combatió. De esto se desprende que están servidas las condiciones
para el surgimiento de una alternativa revolucionaria, basada en las luchas de
los sectores populares y obreros que realizaron más de 4500 protestas este año
por reivindicaciones sociales y económicas, para hacer consiente y organizar en
un programa aquella agenda de justicia social y democracia que se expresó de
manera no consiente durante El Caracazo y el 13 de Abril de 2002, y que sigue
hoy vigente.
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