Desde hace un par de meses, anaqueles y estanterías de comercios caraqueños comenzaron a llenarse de productos de primera necesidad en presentaciones reducidas, con menos gramos que las tradicionales. Con un salario mensual que no llega a cinco dólares, pastas de un cuarto de kilo o pan de sánduches para el día se convirtieron en la opción para las familias, aunque no siempre represente un ahorro, es para lo que alcanza
–Ahora todo viene en pequeñito, ¿no?– le comenta a otra mujer que está pagando.
–Versión gourmet, como dice mi sobrina– le responde y ambas se ríen.
Los vendedores informales también se han adaptado
a la necesidad de compra de la población.
El que no puede pagar ni siquiera el medio cartón de huevo,
lleva seis unidades | María Jesús Vallejo
Los comerciantes estiman que estas presentaciones aparecieron entre abril y mayo. José Quintero, encargado de un local en la parroquia Sucre, asegura que, por ejemplo, la margarina de 250 gramos cuesta 20.000 bolívares, mientras que la de medio kilo Bs. 32.000. Él no considera que llevar la más pequeña represente una ganancia, pero es lo que la gente puede pagar.
Los datos de la economía venezolana respaldan su opinión. De acuerdo con el último informe del Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores (Cenda), para adquirir la canasta básica alimentaria durante el mes de julio se requerían 41 salarios mínimos, fijados en 40.000 bolívares.
Además, la capacidad de compra de una familia venezolana era, hasta ese momento, de 2,4 %. Si bien parte de la ciudadanía dejó de tomar el bolívar como referencia, solo 20 % de la población tiene acceso a divisas y, por tanto, puede presupuestar en moneda dura, según economistas del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico (Cedice Libertad).
El “Pan pal’ día” trae solo 10 rebanadas, en comparación
con el de 650 gramos, de 22 rebanadas,
y cuesta la mitad del precio | María Jesús Vallejo
“No es que ahorramos, pero es que no nos alcanza para más”, dice. Un kilogramo de azúcar, hasta la primera semana de septiembre, costaba 24.000 bolívares, si la familia de Diana decidía comprarlo, no podía llevar otras cosas; pero si escogían el empaque de 250 gramos por 5.000 bolívares, también podían comprar 100 gramos de café y una margarina de un cuarto de kilo.
El ingreso mensual de los padres de Diana es de 80.000 bolívares, que, si se cambia a tasa Dicom, da un monto mensual de 3,4 dólares para cubrir las necesidades de su familia de cuatro integrantes. El Banco Mundial establece que la medida para hablar de pobreza es 1,90 dólares al día por persona.
Incluso los vendedores informales se han adaptado a las necesidades de los consumidores.
No es que ahorramos, pero es que no nos alcanza para más
Diana Álvarez, estudiante universitaria
Aun con la opción de pagar la mitad por productos de primera necesidad con las nuevas presentaciones, la hiperinflación pulveriza la capacidad de compra: para el cierre de 2019, el Fondo Monetario Internacional (FMI) prevé que cierre por debajo de 1.000.000 %.
Aura Barrios vive en Pinto Salinas, parroquia El Recreo, y la pensión del Instituto Venezolano de Seguros Sociales (Ivss) le alcanza para medio cartón de huevos y una malta que se compra cuando sale, para mitigar el calor.
Según comerciantes, desde el segundo trimestre del año,
la margarina de 250 gramos comenzó a ser distribuida
y para muchos consumidores se convirtió en una forma
de economizar | María Jesús Vallejo
Aura depende de sus hijos e hijas, por eso siempre intenta economizar. Desde hace dos meses comenzó a comprar margarina de 250 gramos. La primera vez le costó 15.000 bolívares; 15 días después, la consiguió en Bs. 16.500; luego de una semana ya estaba en Bs. 19.000.
Aunque admite que le rinde y le gusta, cada vez le cuesta más pagar por ella. Aun así, Aura se niega a renunciar a sus gustos, prefiere comprar de a poco y en cantidades pequeñas que dejar que las dificultades económicas le arrebaten sus costumbres: “La gente me dice ‘ay, ¿pero para qué necesitas margarina?’. Pero la verdad es que me gusta, siempre me ha gustado y cuando no hay queso para la arepa, hay margarina”.
Aunque admite que le rinde y le gusta, cada vez le cuesta más pagar por ella. Aun así, Aura se niega a renunciar a sus gustos, prefiere comprar de a poco y en cantidades pequeñas que dejar que las dificultades económicas le arrebaten sus costumbres: “La gente me dice ‘ay, ¿pero para qué necesitas margarina?’. Pero la verdad es que me gusta, siempre me ha gustado y cuando no hay queso para la arepa, hay margarina”.
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