miércoles, 5 de diciembre de 2018

Venezuela y la crisis sociosanitaria



Por Manuel Malavé

A Ralph Allinson Gómez Gil

La política económica reaccionaria del gobierno venezolano, consistente en contraer el monto de divisas destinado a importar bienes para destinarlos al pago de la deuda externa, al tiempo que emite dinero carente de respaldo a fin de solventar el déficit fiscal, se ha traducido en la desintegración de los programas de ayuda social, la destrucción de las infraestructuras, el desabastecimiento casi completo de alimentos, bienes e insumos médicos y farmacéuticos, y crecientes dificultades para acceder a servicios médicos de calidad, especialmente para los sectores menos favorecidos de la población.

El bárbaro índice de precios, aunado a las deficiencias para producir alimentos y al desabastecimiento provocado por la decisión gubernamental de reducir el gasto público destinado a importar bienes, ha traído como consecuencia que el país se encuentre con niveles de pobreza y desigualdad sin precedentes en su historia, lo que deja a un segmento creciente de la población en una posición de inseguridad alimentaria.

Economistas de distintas escuelas han señalado que las recientes decisiones del gobierno, como incrementar el IVA, exonerar a importadores y a las transnacionales petroleras del pago de impuestos, elevar el precio del transporte público e incrementar las tarifas de servicios públicos, solo agudizarán aún más el desabastecimiento y la hiperinflación, lo que se traducirá en más dificultades para la población para garantizarse una salud y alimentación apropiadas.


Voceros y partidarios de la MUD/Frente Amplio, se limitan a hacer una prédica neoliberal y a invocar la ayuda de organismos internacionales para resolver la crisis.

Distintos especialistas en ciencias de la salud y política sanitaria han insistido en que la utilización de políticas neoliberales no ha demostrado ser eficaz para desarrollar una política sanitaria que permita combatir las distintas enfermedades infecciosas a las que las poblaciones de los países del Tercer Mundo se encuentran más expuestos, y que se ha asociado a un creciente incremento de las dificultades para acceder a un servicio de salud apropiado o garantizarse una alimentación balanceada que cubra todas sus necesidades energéticas.

Es históricamente sabido que Occidente no tiene ningún interés ni voluntad en proveer de una atención sanitaria digna a las poblaciones más necesitadas, como se ha demostrado en los recientes brotes de ébola en el África subsahariana, donde solo ONG’s como Médicos sin Fronteras dispusieron de ayuda para controlar la epidemia.

Aunque el gobierno se empeñe en ocultar datos epidemiológicos elementales para ocultar que, irresponsable y cínicamente, no ha dedicado ni dedicará ningún esfuerzo en resolver la grave crisis sociosanitaria que afecta al país, muchas fuentes particulares o procedentes de ONG’s se dedican a informar, pese a sus limitaciones, del creciente número de convalecientes por enfermedades graves que requieren atención inmediata.

Es esperable que ocurra un incremento en la mortalidad, tanto por causas violentas como por enfermedades prevenibles, un descenso en la esperanza de vida, un incremento en la morbilidad de distintas enfermedades, un incremento en la mortalidad materna e infantil y un incremento en la desnutrición y la desnutrición infantil, tanto vinculada a la malnutrición calórico-proteica como por anemia ferropénica.

El ascenso al poder de Hugo Chávez y el subsecuente establecimiento de una Constitución trajo consigo una serie de transformaciones en el sistema de salud en un país que para la fecha mostraba porcentajes altos de desnutrición y desnutrición infantil, según datos del Banco Mundial. Dichas transformaciones tuvieron un importante calado en la población más allá de que se dieron en medio de una incidencia creciente de enfermedades infecciosas como dengue o paludismo, o de enfermedades crónicas y/o degenerativas como la hipertensión arterial o la cardiopatía isquémica, que siguieron y siguen representando causas importantes de mortalidad a nivel nacional y global.

La pretensión gubernamental de edificar un sistema de salud sólido, universal, gratuito y eficiente se quedó en el papel. Tras más de una década de gobierno, el sistema de salud pública venezolano seguía padeciendo de numerosas deficiencias durante el período previo a la crisis iniciada en 2012, si bien hubo conquistas relativas a una casi plena erradicación de afecciones clínicas como la desnutrición calórico-proteica, aunque la desnutrición por anemia ferropénica siguió teniendo una prevalencia relativamente amplia dentro de la población general e infantil.

En nutrición se establece que el cuerpo debe recibir diariamente cierta cantidad de calorías proporcionadas en forma de proteínas, hidratos de carbono y lípidos. Tal cantidad de calorías está determinada por la tasa metabólica basal, esto es, las calorías gastadas para mantener las funciones corporales en situación de reposo, y el gasto calórico diario, que son las calorías empleadas en mantener la actividad motora diaria.

La tasa metabólica basal se determina por medio de la edad, estatura y sexo. En general puede decirse que, a menor edad, mayor estatura y en el sexo masculino, mayores son las necesidades calóricas, si bien la estimación de las necesidades calóricas es distinta en niños y adultos, así como en embarazadas. Es decir, en dos personas de la misma edad y estatura, con gastos calóricos similares, pero de distinto sexo, el sexo masculino tenderá a tener una tasa metabólica mayor. En dos personas del mismo sexo y estatura y con el mismo gasto calórico, pero de distinta edad, la persona de menor edad tendrá una tasa metabólica mayor. Y en dos personas del mismo sexo y edad con el mismo gasto calórico, pero de diferente estatura, la persona de mayor estatura tenderá a tener una mayor tasa metabólica.

Si por causa de una alimentación deficiente, una persona no puede garantizar sus demandas energéticas, el cuerpo comenzará a emplear calorías de las reservas energéticas en el tejido adiposo. Si estas reservas son agotadas, se emplearán las proteínas del tejido muscular y posteriormente la de los órganos como fuente de energía. Esto finalmente conducirá al deceso por falla orgánica.

Existen dos situaciones clínicas asociadas a la malnutrición calórico-proteica por una alimentación deficiente. El marasmo es una condición clínica en la que tiende a predominar la deficiencia de calorías, lo que se expresa bajo anorexia, apatía, un aspecto envejecido. El kwashiorkor es una condición clínica en la que tiende a predominar la deficiencia de proteínas, lo que se expresa bajo un apetito voraz, piel, uñas y cabello quebradizo, anemia y en la que pueden aparecer edemas, localizados en el abdomen o generalizados.

Para valorar el estado nutricional de alguien, pueden emplearse distintos métodos antropométricos y biométricos. El IMC, que es la razón entre la estatura y el peso corporal, se emplea para estimar la magnitud del infrapeso asociado a alimentación deficiente. Si bien bajo determinadas condiciones clínicas es posible que el peso quede falseado, lo que privilegiará el estimado de las albúminas séricas, entre otros indicadores hematológicos, para valorar el estado nutricional del paciente.

La deficiencia calórico-proteica facilita la colonización y diseminación de agentes infecciosos. Otras situaciones clínicas, como traumatismos severos, neoplasias, insuficiencia cardíaca o respiratoria, pueden acelerar el metabolismo, lo que conllevaría a la exacerbación del déficit calórico-proteico. En las infecciones graves, la demanda proteica de inmunoglobulinas conllevará a que se empleen menos aminoácidos para sintetizar proteínas de reserva, como albúminas, lo que también agravará el cuadro de deficiencia proteica.

En Venezuela, la encuesta Encovi, efectuada conjuntamente por distintas universidades autónomas, como por el centro de investigaciones sociológicas Cisor, ha estudiado los hábitos alimentarios de los venezolanos desde el inicio de la crisis y a partir de la exacerbación de esta, a partir del año 2015, en que empezó a ocurrir un deterioro significativo en los hábitos alimenticios de la población general. Desde el año 2014 hasta el 2017, la pobreza general, incluida la pobreza extrema y relativa han aumentado desde un 48,4% hasta un 87%.

Los problemas para acceder a una alimentación balanceada han hecho que los sectores menos favorecidos empleen métodos como capturar o matar animales de granja, callejeros o salvajes para poder alimentar, o recolectar desperdicios de la basura.

Las dificultades para acceder a agua potable, debido a la destrucción de infraestructuras propiciada por la política económica criminal del régimen chavista, crean condiciones sanitarias inapropiadas, especialmente en los sectores de menos recursos y los que pasan grandes períodos sin obtener agua potable. Esto, en general, es caldo de cultivo para favorecer la aparición de enfermedades bacterianas y parasitarias.

Parasitosis como las colitis amebianas, y las gastroenteritis víricas y bacterianas, favorecen la deshidratación y los trastornos electrolíticos, y son una causa importante de muerte en poblaciones pediátricas, geriátricas y en pacientes inmunodeprimidos. Si estas enfermedades evolucionan a disenterías, la ausencia de un tratamiento antibiótico apropiado puede conllevar la muerte por absceso hepático, peritonitis o sepsis. Para tratar estas gravísimas afecciones, se requiere de tratamientos quirúrgicos, el no disponer de material adecuadamente esterilizado para efectuar una laparotomía, o cirugía laparoscópica, que también se requieren para tratar ciertos tipos de cáncer, puede comprometer la vida del paciente. Otras parasitosis, como las helmintiasis, que se asocian a condiciones sanitarias deficientes, conllevan un empeoramiento de la deficiencia calórico-proteica, pueden inducir anemia por hemorragia y diseminarse a otros órganos del cuerpo, incluyendo el sistema nervioso central.

En Venezuela, los segmentos poblacionales y los grupos étnicos que viven en condiciones sanitarias o habitacionales deficientes tienen mayores prevalencias de infecciones helmínticas y otros trastornos gastrointestinales, como las infecciones por Shigella o Campylobacter. Al tratarse también de grupos con mayores dificultades para asegurarse una alimentación balanceada, las condiciones sociosanitarias inapropiadas, así como las infecciones parasitarias o poliparasitarias concomitantes, les exponen a otras enfermedades infecciosas potencialmente más graves como a otro tipo de complicaciones médicas de gravedad.

Dentro de las parasitosis, la malaria, enfermedad vectorial provocada por apicomplejos del género Plasmodium, resalta como una importante causa de mortalidad asociada a infecciones por parásitos y protozoos. Plasmodium falciparum, que es el patógeno causante de malaria de mayor interés clínico, se asocia a muerte por sepsis, malaria cerebral o hipoglucemia severa. En Venezuela, dada la imposibilidad de hallar antimaláricos como la cloroquina o el Malarone, la enfermedad, que ya presentaba brotes esporádicos nunca controlados por la fraudulenta política sanitaria del gobierno chavista, se ha convertido en una verdadera epidemia, y una verdadera causa de morbimortalidad en la población infantil.

La tuberculosis es la más importante de todas las infecciones bacterianas, tanto por su letalidad como por la amplia heterogeneidad de manifestaciones clínicas que la infección por las bacterias del complejo Mycobacterium tuberculosis son capaces de adoptar, así como por las características epidemiológicas de la enfermedad y la contagiosidad y virulencia del patógeno. En América Latina, si bien está lejos de estar erradicada, es una enfermedad controlada en la mayoría de los países, con salvedades como Haití o algunas regiones de Colombia, Argentina, Perú o México, en que aún sigue siendo un problema de salud pública.

El deterioro de las condiciones de salud, las infraestructuras, las vías de comunicación y el transporte público han propiciado la aparición de brotes infecciosos de la enfermedad, que se consideraba un problema menor hasta hace poco. Las malas condiciones higiénicas y el hacinamiento, al que se hayan expuestas las poblaciones de pocos recursos, los usuarios de drogas, las poblaciones carcelarias y las etnias indígenas, son factores de riesgo importantes en el desarrollo de la enfermedad.

El tratamiento efectivo de la tuberculosis requiere un régimen quimioterapéutico que conste de fármacos de primera línea como la isoniazida, la rifampicina, el etambutol o la pirazinamida. La tuberculosis pulmonar, forma de neumonía crónica de alta letalidad y gran incidencia a nivel global, se está convirtiendo en un problema creciente. La tos y las expectoraciones facilitan la transmisión del bacilo.

Las demoras en el diagnóstico y el tratamiento facilitan la diseminación del bacilo a otras regiones del cuerpo, presentándose complicaciones como la pleuritis tuberculosa, la tuberculosis miliar (hematógena), las linfadenopatías tuberculosas, la tuberculosis endobronquial, la diseminación por ingesta de secreciones bronquiales facilita la diseminación del bacilo al tracto gastrointestinal (gastroenteritis tuberculosa) y la diseminación hematógena facilita que el bacilo atraviese la barrera hematoencefálica (meningitis tuberculosa).

La aparición de brotes de difteria y sarampión se explica apelando a la ausencia de la aplicación de programas de vacunación efectivos que contrarresten la diseminación de ambas enfermedades, dentro y fuera del territorio nacional.

La difteria, enfermedad bacteriana provocada por el bacilo Corynebacterium diphteriae, es una enfermedad que causa infecciones en la faringe, vagina, y que puede diseminarse hasta el miocardio, constituyendo esta su complicación más peligrosa. El sarampión por su parte constituye una fiebre exantemática vírica que se manifiesta por un exantema papular diseminado que se acompaña de fiebre y tos.

Las afecciones psiquiátricas representan más de un quinto de la morbilidad asociada a enfermedad en la población general, afecciones como la depresión, las drogodependencias o los trastornos por ansiedad continúan representando una importante causa de disminución de la productividad laboral. En la crisis de la Venezuela chavista hallar medicamentos como fármacos psicotrópicos se ha vuelto severamente complicado por lo altamente costosos o escasos. Enfermos de epilepsia se enfrentan a complicaciones como daño cerebral severo si no hallan anticonvulsivos como la carbamazapina o la oxcarbazepina, el biperideno, el carbonato de litio o el ácido valproico.

Los hospitales psiquiátricos, que en muchos casos sirven de asilo para discapacitados intelectuales y psicosociales o para enfermos crónicos de enfermedades graves como el trastorno bipolar y la esquizofrenia, se han convertido en casas de la tortura donde apenas se dispone de camas y personal para atender a los enfermos, se carece de medicamentos actualizados como antipsicóticos atípicos, benzodiacepinas y estabilizadores del humor y se priva a los residentes de una alimentación adecuada, sometiéndolos a graves penurias.

Las enfermedades neuropsiquiátricas, como las demencias tipo Alzhéimer, frontotemporal o tipo Parkinson, constituyen una grave causa de discapacidad en la población general, las inapropiadas condiciones sociosanitarias impuestas por el gobierno chavista tanto en el país en general como en los hospitales en particular, asilos para ancianos y hospitales geriátricos incluidos, se vuelven en fuente de calvario para los enfermos y para los familiares que se ven en la obligación de proveerles cuidado y atención.

Los profesionales sanitarios, particularmente los trabajadores de enfermería, son trabajadores desvalorizados, que bajo la política económica criminal del gobierno chavista han visto caer a pique el valor de sus salarios, y que ante la casi absoluta escasez de insumos médicos y medicamentos, se ven imposibilitados para ejercer correctamente sus labores. Tras varias semanas de manifestaciones, el gobierno ha acabado cediendo con un aumento salarial que es por sí mismo insuficiente, y que no servirá de nada si no se suspende el pago de la deuda externa para suministrar material médico a los hospitales y centros clínicos.

La sustracción de recursos del sistema sociosanitario para favorecer al capital transnacional crea las condiciones para una privatización “de facto” en que existe un sistema de salud pública, pero este es incapaz de proveer atención primaria, y donde los sistemas privados funcionan con precios excesivamente elevados, fuera del alcance de la mayor parte de la población.

Determinados servicios médicos, como las jornadas de vacunación, las hemodiálisis para pacientes con insuficiencia renal, o los costosísimos medicamentos para pacientes que han recibido transplantes, como inmunosupresores que también requieren pacientes con enfermedades autoinmunes, como la Enfermedad de Crohn o la artritis reumatoide.

Por ello, es necesario retomar la protesta contra el gobierno represivo, denunciar la política económica criminal y el ejercicio dictatorial del poder, y tomar medidas urgentes para atender a las comunidades en que están apareciendo brotes infecciosos de enfermedades como tuberculosis, difteria, malaria o sarampión, así como garantizar el tratamiento médico de pacientes inmunodeprimidos, o que requieren de inmunosupresores.

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