jueves, 1 de diciembre de 2016
Fidel y el Che: Dos políticas
Por: Miguel Sorans
La muerte de Fidel ha reabierto todo tipo de interpretaciones sobre su trayectoria y hasta sobre su legado. Tanto en los medios burgueses como entre los luchadores. Gran parte de la izquierda tiende a rescatar su figura positivamente. Muchos directamente escondiendo su verdadera trayectoria.
Nuestra corriente revolucionaria socialista, fundada por Nahuel Moreno, desde los primeros años del triunfo de revolución cubana alertó sobre los peligros que encerraban las características originales del movimiento castrista. Lo hizo en el marco de la defensa incondicional de la revolución cubana y repudiando el embargo y toda forma de agresión imperialista.
Por eso ante la muerte de Fidel no podemos dejar de señalar nuestras profundas y serias discrepancias con sus posturas y las de toda la conducción del Partido Comunista cubano. Para ser claros: llevamos más de medio siglo denunciando su rol de abandono de la revolución socialista en Cuba y fuera de ella.
Esta definición puede chocar a muchos jóvenes que desconocen la verdadera trayectoria de Fidel. Su fallecimiento actualiza la polémica. La verdad es que pasado los primeros años de la revolución, Fidel Castro fue abandonando su postura de revolucionario nacionalista e independiente, dirigente del Movimiento 26 de Julio (cuya lucha no fue apoyada durante muchos años por el PC cubano). A mediados de los ́60 Fidel, ya dirigiendo al PC, resolvió aliarse y pactar con la conducción burocrática del PC de la ex URSS, entonces conducida por Nikita Khrusov y luego Breznev. Y esto trabajo trágicas consecuencias para el proceso revolucionario latinoamericano y mundial. Hasta entonces Fidel y la dirección cubana, con el método equivocado del foco guerrillero, impulsaban o daban aliento a la rebelión popular latinoamericana. Se convocaba a reuniones internacionales como la Tricontinental o la OLAS. Pero al pactar con la burocracia del Kremlin todo ello se fue abandonando paulatinamente.
De hecho Fidel adoptó la política contrarrevolucionaria del PC de Moscú de “coexistencia pacífica” con el imperialismo, que Stalin y la burocracia habían pactado pos segunda guerra mundial. Significaba no impulsar ninguna nueva revolución socialista a cambio de que el imperialismo respetara su aparato de privilegios de los países con dictaduras seudo “socialistas” de la URSS y de Europa del Este. Lo que ideológicamente se justificaba bajo la falsa teoría estalinista del “socialismo en solo país”. Y también la de “revolución por etapas” que justifica apoyar como “revolucionarios” a gobiernos de colaboración de clases con “burgueses nacionales progresistas” y postergar el socialismo para un futuro indefinido. Por esa teoría la burocracia estalinista de los PC ruso y chino impulsó la traición de todo tipo de revoluciones en el mundo, empezando por la revolución española del 1936.
El Che se opuso a esa política
Poco se dice que en realidad desde 1964-65 se empezó a visualizar dos líneas o dos políticas en la dirección cubana. Una la de Fidel y la mayoría pro burocracia soviética y la otra la que encabeza el Che Guevara que, sin atacar directamente a Fidel, fue manifestando su total discrepancia. Y que terminó con su renuncia a sus cargos y la partida secreta de Cuba.
Nuestra corriente fue siempre crítica de las concepciones de la “guerra de guerrillas” del Che como de otros aspectos de sus orientaciones como no darle importancia al rol de la clase trabajadora y la necesidad de construir partidos revolucionarios. Pero por sobre esas diferencias rescatamos su internacionalismo consecuente y su defensa de la revolución socialista. Al punto que a su muerte, en octubre de 1967, Nahuel Moreno lo definiera como “héroe y mártir de la revolución permanente”*.
El Che estaba desencantando con lo que conoció en la URSS. Y empezó a oponerse en diversas polémicas a sus políticas y visiones de la “economía socialista”. Su visión internacionalista lo llevó a entender que la defensa de la revolución cubana pasaba por la extensión de la revolución a otros países de Latinoamérica. Por esa vía empezó a chocar cada vez más con las posturas de la burocracia soviética que se negaban a nuevas revoluciones socialistas. En febrero de 1965 pronunció un célebre discurso en Argel en el cual cuestionó la política de coexistencia pacífica de la conducción de la URSS y exigió el apoyo incondicional, con armas gratis, al pueblo de Vietnam. Lo que refuerza en su “carta testamento”: “El imperialismo norteamericano es culpable de agresión [...] pero (también) son culpables los que mantienen una guerra de denuestos y zancadillas comenzada hace ya buen tiempo por los representantes de las dos más grandes potencias del campo socialista [la URSS y China]”. El Che contraponía la política de “por dos o tres Vietnam”. Finalmente moriría en Bolivia aislado de todo apoyo, tratando, con un enfoque equivocado, de llevar adelante una política correcta de extender la revolución. Ya el Che había alertado también contra el burocratismo y con posibles retrocesos al decir “Revolución Socialista o caricatura de revolución”.
Fidel se negó a “nuevas Cuba” socialistas
Muchos simpatizantes de Fidel pueden decir: “ante el bloque yanqui y el asilamiento de los 60, Fidel no tenía otra alternativa que el pacto con Moscú”. No es así. La alternativa para romper el bloqueo y el aislamiento de Cuba era extender la revolución, como decía el Che y corrientes como la nuestra. Y condiciones hubo. Vietnam estaba vivo (los yanquis huyeron en 1975), en 1968 arrancó un poderoso ascenso. En Latinoamérica surgió el Chile del 70-73, con Salvador Allende. Pero fracasó por no avanzar al socialismo sino al pacto “pacífico” con la burguesía chilena y los militares “progresistas”. Así consideraban a Pinochet. En el 1979 triunfa la revolución contra el dictador Somoza en Nicaragua con el pueblo en armas, al poco tiempo caía la dictadura de El Salvador. Centroamérica era un polvorín y otra vez Fidel Castro daba la “línea” de no hacer nuevas Cuba y socialismo. Hoy día en Nicaragua y El Salvador siguen gobernando los ex guerrilleros castristas hambreando a sus pueblos y preservando el capitalismo. Esta es la triste realidad. Y desde allí no se detuvieron en su claudicación. Fidel no apoyó las revoluciones árabes del 2011 y defendió al genocida Bashar Al Assad.
Desde los años ́90, siguió dando apoyo a los falsos gobiernos “progresistas” de Latinoamérica que desviaban las luchas al terreno parlamentario y a sostener un capitalismo “nacional y popular”.
* Ver nota completa en www.nahuelmoreno.org
Publicado originalmente en El Socialista, No. 336, Argentina
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