viernes, 27 de febrero de 2015

Opinión - Llevando cuentas


Antulio Rosales

A veces no provoca escribir, la indignación lleva al silencio. Eso pasa con el asesinato de Kluiverth Roa. Escribir sobre su muerte es muy doloroso. Precisamente desde la indignacion del hecho y las circunstancias que lo encierran, hay que trascender el dolor y nombrarlo, pasar del silencio paralizante a la voz que reclama. El reto es no permitir que un hecho como éste sea naturalizado. 

La estupefacción se apoderó de la opinión pública y un horrendo hecho provocó la reacción de quienes detentan el poder. No tenían espacio para otra cosa. Las voces más audaces que los apoyan no dudaron en posicionar su narrativa, condenar la muerte pero sumarla a una cuenta histórica que debe comenzar en 1958 y en la cual—aseguran—siguen llevando la delantera en bajas inocentes. Que un policía de 23 años haya detonado una escopeta de perdigones contra un niño desarmado de 14, según Nicolás Maduro, es un hecho inverosímil, que seguramente es resultado de la presión que recibían aquellos efectivos que pasaban por ahí. Tenía el presidente, a pocas horas del hecho, una verdad preliminar de lo sucedido, sanseacabó. Hacía responsable a los ‘violentos’, al que protesta, de la acción desmedida del Estado. Según esa verdad, esos chamos, y quizás este chamo estaba cooptado por sectas de derecha, así nomás quedó plasmado en televisión nacional. En el caso de un niño desarmado, víctima de un disparo en el rostro, no hay justificaciones válidas. La protesta es al represor lo que la mini falda es al violador, tan solo una excusa.

Los defensores de derechos humanos que apoyan al gobierno aplaudieron la celera actitud del Estado venezolano que ya imputará al PNB en cuestión. Estas posiciones dejan entrever que éste no solo es un hecho aislado, sino que visto bajo la larga óptica de la historia nacional, es un accidente incomparable con los 40 años de represión pre-revolucionaria. Hoy las fuerzas represivas del Estado son garantes de la paz nacional y tienen como norma el uso progresivo y diferenciado de la fuerza. Como la llamó Vladimir Padrino López, la ‘hermosísima’ resolución 008610 no ha sido realmente cuestionada y aún ahora no ha sido revocada, pese a tímidas denuncias de algunos de los más insignes personeros de la cúpula estatal. El crimen contra Roa ocurre además sin que ella esté activa, es decir, sin la acción de la Guardia Nacional Bolivariana y sin el uso de armas de guerra.

En medio de la rabia y el dolor, es imperativo escribir, por el adolescente asesinado, y por los que siguen precariamente vivos y no tienen cuentas históricas que pagar.

[Tomado de https://fueraderadar.wordpress.com/2015/02/26/llevando-cuentas.]

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