domingo, 16 de marzo de 2014

Causas y repercusiones de la parálisis productiva


Trabajadores pueden ver con nerviosismo e incertidumbre una política
automotriz que privilegia la maquila y la importación indiscriminada


Hector Lucena
16 Marzo 2014


En medio de la peor crisis política de los últimos años, otra empresa del sector automotriz ha enviado a los trabajadores a sus hogares por no contar con materiales para producir. Este viernes 14 Chrysler se suma a Toyota que ya lo había hecho el mes pasado. La Cámara Automotriz de Venezuela (Cavenez) también reporta que la ensambladora de camiones Iveco de Venezuela tampoco armó vehículos en los dos primeros meses del año. La situación del resto de ensambladoras no es muy diferente, por lo pronto trabajan a un mínimo de su capacidad, con parte de la fuerza de trabajo en sus hogares o con horarios reducidos.


El estado de convulsión política que vive el país en estas últimas semanas contrarresta la atención a estos hechos complejos del mundo productivo y laboral, como es la parálisis de importantes centros de trabajo. Consideramos que las protestas generalizadas del último mes responden a varias preocupaciones de la población, una de ellas es el desabastecimiento de diversos productos, los más sentidos son los alimentos y medicinas, pero aunque menos expresado sabemos también las enormes dificultades de las familias, para adquirir un vehículo que por las limitadas condiciones del transporte colectivo y la inseguridad general, se ha convertido en un producto de primera necesidad de la población, y que su escasez por la baja de la producción haya dado lugar a la elevación de los precios.

Las dificultades de funcionamiento de todo el aparato económico han sido visibles por varios años. Lamentablemente ausencia de diálogo con los actores reales del funcionamiento productivo, tanto del capital como del trabajo, facilitaron la promoción y fomento de políticas que desde un principio mostraban sus fragilidades, y hoy muestran limitaciones y contradicciones extremas con elementales propósitos de la búsqueda de bienestar para los trabajadores y de fortalecimiento del sistema productivo. El discurso carismático y emocional del oficialismo no contó con el acompañamiento de resultados tangibles en materia productiva. Sus carencias se han tratado de subsanar con importaciones dadas por la bonanza petrolera y no por la eficiente administración, bonanza que ha sido la más generosa de toda nuestra historia como exportador de este bien primario. Este círculo lleva el país gradual e inevitablemente a peores situaciones en materia de bienestar. Tener la capacidad de ver este panorama es obviamente un estímulo de la protesta social.

Las políticas económicas que han venido arrinconando a las empresas, al final se traducen en dificultades para quienes en ellas trabajan. El discurso anti empresarial indiscriminado finalmente deviene en consecuencias para quienes viven de su trabajo, es decir la clase trabajadora, no sólo porque se pone en entredicho la viabilidad del mejoramiento progresivo de sus condiciones de trabajo, del sostenimiento y avance de los convenios colectivos, sino por el propio mantenimiento de la fuente de empleo. Y con ello las repercusiones en el encadenamiento productivo, que es inherente a todo tipo de producción que siempre está vinculada con proveedores, suministros, clientes, es decir mercado de uno y otro lado. Además al producir menos, ofertar menor cantidad de bienes y servicios, se reducen las contribuciones fiscales y parafiscales de las cuales se alimentan los entes públicos.

Los ingresos del Seniat todos los años se incrementan, ya que si bien ha habido un mayor control fiscal tanto a las empresas reales como a las personas naturales, también son incrementos de ingresos más nominales que reales, por la persistente alta inflación, además son ingresos que llenan el vacío que gradualmente va dejando la reducción de los aportes petroleros, ya sea por las deudas externas e internas de Pdvsa, como por sus compromisos adquiridos como proveedor subsidiario de otros países, lo que al final se traduce en que la sociedad venezolana no mejora su ingreso.

Destacamos en el párrafo anterior el mayor control sobre las empresas reales, ya que a más controles al final éstos son evadidos y emergen empresas de maletín que violan no sólo al estado a través del Seniat, sino a toda la sociedad venezolana al succionarle recursos que le hacen falta a los servicios esenciales de la población.

Ante las dificultades operacionales de empresas, es importante hacer un diagnóstico que se acerque a la verdad. Ya que si se asumen explicaciones como la de la llamada guerra económica, es decir que las empresas optan deliberadamente por producir menos, por no distribuir los productos, lo más expedito entonces es que se llegue a creer que estatizando se resuelva el problema, ya hemos visto bastantes casos que no es así. Es una lista larga de estatizaciones que al estar la empresa en manos del Estado, resulta en menos producción, menos pago de impuestos y servicios suministrados por otros entes estatales, más deuda con terceros, desmejoramiento de las condiciones de trabajo y de los convenios colectivos, menor estabilidad en el empleo por la incertidumbre y muy importante porque se aplican sesgos políticos e ideológicos por encima de la disciplina y responsabilidad laboral.

En el sector automotriz, las dificultades de las ensambladoras y las autopartistas, y toda la cadena de comercialización y distribución, hará que sus miles de trabajadores vean con nerviosismo e incertidumbre, una política automotriz que privilegia la maquila y la importación indiscriminada, y si a esto se le agregan improvisadas aspiraciones de estatización de las empresas manufactureras, vemos que la guerra económica es de estas políticas contra los que viven de su trabajo.

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