domingo, 25 de agosto de 2013

¿Adónde va la “primavera árabe”?


Por:  Miguel Sorans  
Correspondencia Internacional
Unidad Internacional de los Trabajadores 
UIT-CI.


El golpe y la salvaje represión de los militares en Egipto y la liberación del ex dictador Mubarak, abren dudas en miles de luchadores en el mundo. ¿Está acabando el proceso de la Primavera árabe? A esto hay que sumar nuevas acciones criminales de Bacher al Assad en la indefinida guerra civil siria. ¿Se está cerrando el ciclo de las revoluciones triunfantes que derrocaron a las dictaduras de Túnez, Egipto y Libia? ¿Estamos ante el peligro de que triunfe una contrarrevolución sangrienta, como mínimo en Egipto, imponiendo un retroceso regional al proceso revolucionario abierto a comienzos del 2011?

Son varios los hechos que muestran avances de las fuerzas contrarrevolucionarias y agentes del imperialismo. En Egipto se ha dado un golpe militar contrarrevolucionario y el dictador Mubarak ha logrado salir de la cárcel y pasar al arresto domiciliario. En Túnez se vienen produciendo el asesinato de importantes dirigentes del Frente Popular, que viene impulsando la movilización popular contra el gobierno islámico Ennahda. La furia de la dictadura siria ha cobrado más de mil nuevas víctimas civiles de un barrio rebelde de Damasco. El gobierno ha aceptado la existencia de la masacre, pero rechaza las evidencias que mostrarían que utilizó un gas letal. Estos hechos sobran para mostrar la difícil situación que atraviesa la lucha revolucionaria de los pueblos de la región. En ese contexto, se agudiza el enfrentamiento entre la revolución y la contrarrevolución.

¿Qué fueron las revoluciones triunfantes?

El ascenso de masas y la caída de las dictaduras ha sido un proceso complejo y lleno de contradicciones desde sus inicios. Un factor decisivo que provocó una enorme confusión fue el hecho de que los gobiernos de Hugo Chávez en Venezuela, de Cuba y los viejos partidos comunistas, así como Putin y la dictadura china, apoyaron en todo momento a dictadores como Kadafi y luego Bashar Al Assad en Siria, a quien siguen apoyando, con el falso argumento de que “eran atacados por el imperialismo”.


Por nuestra parte, decíamos que en Túnez, Egipto y Libia “triunfaron grandes revoluciones democráticas que, por la falta de una dirección revolucionaria, no consiguieron avanzar hasta el triunfo de una revolución socialista. […] La ausencia de una dirección organizada, más allá de líderes locales, define el carácter espontáneo de estas revoluciones. Tanto la fuerza como las limitaciones de estas revoluciones surgen de ese carácter. Por otra parte, sobre todo en Túnez y Egipto, a pesar de la caída de las dictaduras, siguen incluso manteniéndose aspectos del antiguo régimen dictatorial y fundamentalmente la continuidad de la explotación capitalista. Con lo cual significa que son revoluciones inacabadas. Por eso se ha abierto una nueva etapa del proceso revolucionario, y nuevas tareas, donde el eje ordenador del programa de la lucha pasa por lograr el poder de los trabajadores para resolver definitivamente tanto los problemas democráticos como los sociales del salario, trabajo, pan, salud o educación.” (Tesis Políticas Mundiales, edición especial de CI, pág. 27/28).

Mientras rechazábamos la nefasta política de la izquierda chavista de avalar a los dictadores, insistíamos en que esos triunfos democráticos nacían “inacabados”, con “aspectos del antiguo régimen dictatorial”. Y alertábamos sobre la política del imperialismo y las direcciones burguesas y reformistas (laicas o islámicas), que pretenderían frenan la movilización de las masas y canalizar sus triunfos en regímenes “constitucionales” burgueses y proimperialistas, la llamada “reacción democrática”.

La realidad fue mostrando el fracaso de este plan, en especial en el caso de Egipto, de tratar de desviar la revolución vía “gobiernos civiles” islámicos y con ciertas libertades. Esos gobiernos fracasan por su total incapacidad para responder a las demandas de las masas, no solo de libertades, sino de lograr condiciones dignas de vida. Por eso en Egipto la movilización se siguió desarrollando, ahora contra Mursi. Entonces, ante el peligro de un total desborde, pasaron a un plan B: la variante contrarrevolucionaria, la vuelta de los militares al poder y una represión masiva.

Para el caso de Siria, la contrarrevolución tiene logros porque los gobiernos de Rusia y China (con el apoyo de los partidos comunistas y el chavismo) vienen dando armas al dictador, y fue clave el apoyo de Irán, a través de Hezbollah, para apuntalar al régimen en momentos en que tambaleaba ante la ofensiva rebelde.

La contrarrevolución quiere levantar la cabeza

La ausencia de una dirección revolucionaria dio lugar en Egipto a que las masivas movilizaciones contra el gobierno de Mursi fueran manipuladas por el ejército (que recibe cifras millonarias de financiamiento por parte de los yanquis), logrando el apoyo masivo de sectores juveniles laicos. Está planteado el peligro de que con la represión y la confusión instalada entre las masas se fortalezca una nueva dictadura. La persecución contra la Hermandad Musulmana se va a extender a los sindicatos, el movimiento obrero y las organizaciones que salgan a la lucha contra el gobierno militar. Un nuevo desafío está planteado para el movimiento obrero y todo el pueblo egipcio. La consolidación de una nueva dictadura sería un golpe no solo para ellos, sino para el proceso revolucionario en toda la región.

Sin duda, los militares en el gobierno egipcio, el imperialismo yanqui y los sionistas de Israel están apostando a eso. El matutino The New York Times recibió la información oficial israelí sobre la actividad de sus embajadores en Washington, Londres, París, Berlín y otras capitales, que buscan reunirse con los respectivos cancilleres para manifestar su apoyo al ejército egipcio, al que definen como “la única esperanza de evitar más caos” (Clarín, Argentina, 21/8/2013). El ejército israelí está actuando en estrecha cooperación con el egipcio para reprimir a los combatientes propalestinos y controlar férreamente la frontera del Sinaí.

El problema de dirección es clave

En estos más de dos años de “primavera árabe” se fue manifestando con creciente gravedad la ausencia de una dirección socialista revolucionaria. Las masas hicieron las revoluciones pero surgieron como direcciones de recambio, corrientes islámicas burguesas como la Hermandad Musulmana (Egipto y Siria), Ennahda en Túnez o las fuerzas que componen el CNS en Siria, avalados por los gobiernos de Turquía o Qatar, que no quieren nuevas revoluciones triunfantes. Y en oposición a ellos han proliferado entre la izquierda y las organizaciones juveniles y sindicales las corrientes de conciliación de clases y reformistas, tanto islámicas como laicas.

El movimiento juvenil egipcio Tamarod es la máxima expresión de esta profunda debilidad. Reclamando correctamente contra la falta de respuesta a sus demandas por parte del gobierno islámico, cayeron en la trampa mortal de apoyar a los militares y a justificar su represión, junto con el minoritario Partido Comunista y el nasserismo, integrando el Frente de Salvación Nacional.

En Túnez, el gobierno del partido islámico Ennahda se ha visto enfrentado a huelgas y movilizaciones por reclamos populares. Ha dejado en la impunidad a grupos criminales que asesinan a luchadores. Pero la oposición, entre ella la conducción de la UGTT y sectores de la izquierda, nucleados en el Frente Popular, caen en posturas de conciliación de clases, como unirse a elementos del antiguo régimen como Nidaa Tounes o proponiendo un gobierno de salvación nacional. Lo que genera nuevas confusiones.

El proceso sigue abierto

En la actualidad hay una lucha encarnizada entre la revolución y la contrarrevolución en toda la región, pero no está dicha la última palabra. Sigue la movilización y la voluntad de lucha de las masas. Siendo así, es posible derrotar esta ofensiva de la contrarrevolución. Esta es la tarea más importante del momento. Y que en ese camino vayan surgiendo nuevos dirigentes y organizaciones que impulsen consecuentemente la lucha contra las burguesías, sus fuerzas armadas y el imperialismo. Estratégicamente está planteado seguir avanzando para conquistar auténticos gobiernos obreros y populares, que impulsen la independencia política de las masas, la ruptura con el imperialismo y las medidas anticapitalistas que permitan satisfacer las inmensas demandas de estos pueblos. Una vez más se está demostrando que no hay “etapas” en las cuales haya que limitarse a las demandas “democráticas”, ni posibilidades de progreso sosteniendo gobiernos burgueses, ni islámicos ni laicos. Y menos aún pactando con los restos de las viejas dictaduras o apoyando golpes militares proimperialistas. Hay un único proceso de revolución permanente y regional que es el que los militares, los gobiernos burgueses árabes, el imperialismo y el sionismo pretenden derrotar.

Llamamos a todos los luchadores antiimperialistas y anticapitalistas, a la juventud árabe, a todos los pueblos y la izquierda del mundo, a apoyar la rebelión siria y en, lo inmediato, a movilizarse contra el gobierno militar egipcio, llamando a los jóvenes que lo apoyan a romper de inmediato y a sumarse a la lucha por derrotar a la contrarrevolución




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