No me inscribo entre los que adhieren a alguna fe religiosa. Sin embargo la elección de un nuevo Papa, cabeza de más de mil millones de creyentes no puede ser un hecho ignorado. Más cuando por primera vez en la historia ese Papa es jesuita y americano, argentino para mayor precisión, que conoce al dedillo nuestras fortalezas y debilidades. Por supuesto que no voy a hacer una nueva versión del ombliguismo latinoamericano, como Maduro que adjudicó a Chávez y su influencia en Cristo para que lo nombraran, o a los argentinos que dicen tener a Dios-Maradona, el Mesías-Messi y ahora al Papa-Bergoglio, o a Dilma diciendo que si bien el Papa es argentino, Dios es brasilero, sin hablar de otras por el estilo que pululan en todos los medios. Pero no cabe duda que la actuación de Francisco I va a influir en estas tierras porque las conoce, aunque no conozcamos mucho de lo que hay en su cabeza. Recordemos que en la iglesia católica hay tres grandes misterios: cuántas congregaciones de monjas hay, cuál es la riqueza de los salesianos y qué hay en la mente de un jesuita.
Después del Concilio Vaticano II una parte del catolicismo hizo su opción por los pobres siguiendo, más o menos de cerca, las banderas de la Teología de la Liberación, nacida precisamente en Latinoamérica. Entre ellos estaban los jesuitas. A juicio de la curia romana muchos se pasaron de maraca y hubo que llamarlos a botón, de lo cual se hicieron cargo Juan Pablo II con su asistente Ratzinger, luego Benedicto XVI, y medio pararon el empuje. Pero entonces sucedió que varios líderes de la región vieron que el terreno estaba sembrado y aprovecharon el discurso a favor de los pobres, que tanto escuchamos entre nosotros en boca de los jesuitas más connotados, y lo hicieron suyo. Y lo promovieron de la misma manera que los jesuitas, mucho discurso, muchas promesas del cielo en la Tierra, pero con apenas algunas obritas para justificar. En esto mantenían la exitosa tradición de la iglesia tipo aspiradora, mucho entra y poco o nada sale. Como lo que salió de los políticos fue más que lo que salía de la iglesia, fácilmente los pobres siguieron a estos nuevos embaucadores. Los teólogos de la liberación y sus consignas, como resultado de sus propias contradicciones y de haberles robado el discurso, tuvieron que llamarse a silencio o a una labor de hormiga.
De esta forma el principal público de estos prometedores de oficio pasó de la iglesia a engrosar las filas de los populistas como Chavez el Delirante, Ortega El Pervertido, Correa El Falso, Cristina la Fashion y hasta el Peluche Tupamaro disfrazados de progresistas de izquierda. Pero es claro que no iban a ir muy lejos y paulatinamente la gente, aunque los siguiera apoyando políticamente, empezó a ver que no es oro todo lo que brilla. Entonces en muchos lugares de América, un grupo de curas y obispos entre los que estaba Bergoglio el Jesuita, retomaron, o reactivaron, la defensa de los pobres y volvieron a ocupar lugares que la ineficiencia, corrupción y ansias de poder de los líderes populistas dejaban desocupadas. Y se volvieron a colocar, aunque no tanto en Venezuela pero si en otros lugares como Argentina.
Bergoglio ha criticado a todos los últimos presidentes de Argentina desde Menem hasta los K. De hecho los K, ni Nestor ni Cristina, jamás atendieron las invitaciones a actos donde hablaba el Cardenal Bergoglio y nunca respondieron a las 14 solicitudes de audiencia que les hizo.
No creo que este aspecto haya sido el determinante de su elección, aunque puede haber estado influido. Ciento y pico de cardenales de todo el mundo deben haber sopesado muchos otros aspectos para elegir a Bergoglio como Papa. Pero sin duda que su imagen de obispo villero, de cardenal de los pobres, hombre austero, que predica con su ejemplo, que está en estrecho contacto con los necesitados, ayuda mucho a cambiar la deteriorada imagen de buena parte del clero muy golpeado por sus propios errores. El afán de mercadeo farandulero de Juan Pablo II no ayudó mucho a corregir estos errores y puede que Benedicto XVI no haya sabido, o podido, hacerlo. Y entra Francisco I en escena y, entre los que lo conocen, como los cristinistas de Argentina, cundió al pánico. Este populismo, que por su permanencia en el poder y aunque haya mantenido el discurso, se ha ido alejando de las realizaciones, se topa con un Papa que hace unos cuantos años los viene atacando y sabe golpear donde duele.
La primera reacción fue de ataque a su pasada convivencia con los militares genocidas (dudosa, pero es jesuita); eso no fue suficiente y en términos de una semana casi pasaron a considerarlo guerrillero, arriaron banderas y una Cristina muy nerviosa corrió a verlo. Ahora el cardenal despreciado desde el 54 % de los votos era un poder poderoso. Hay que tratar de conquistarlo para el bando de los muchachos del ALBA. Esto me parece difícil (aunque un nunca se sabe) porque todo parece señalar que, sin ocuparse específicamente del populismo latinoamericano, el Papa va a hacer sus jugadas para poner en evidencia lo hueco del discurso, lo falso de las promesas, la manipulación de las necesidades, que este grupo de anacrónicos progresistas ha venido haciendo. Y lo va a hacer desde el mercado que se disputan, el favor de los pobres para recuperarlo para la Iglesia de Roma.
Si los anteriores dejaron hacer a estos grupos en América Latina, Francisco no va a ser igual. Puede que no sea un tema prioritario para la Iglesia de Roma, pero Francisco no va a perder oportunidad de atacar y a tratar de recuperar posiciones perdidas que han caído en manos de estos oportunistas políticos, sectas cristianas y no cristianas, sincretismos de todo pelaje. No le auguro una vida tranquila a ninguno de ellos con un Papa que hasta hace un par de meses tomaba mate con los habitantes en las villas y viajaba en metro. Es mucho mérito personal frente a los supuestos defensores del pueblo que ocupan habitaciones de 6.000 dólares la noche, pagan 250 dólares el desayuno, tienen 500 guardaespaldas y se han robado miles de millones. Como siempre tardes, puede que en estas tierras renovemos las disputas de hace 20 años en el ámbito político-religioso. Mientras, los hermanos Castro siguen en Cuba.
No creo que este aspecto haya sido el determinante de su elección, aunque puede haber estado influido. Ciento y pico de cardenales de todo el mundo deben haber sopesado muchos otros aspectos para elegir a Bergoglio como Papa. Pero sin duda que su imagen de obispo villero, de cardenal de los pobres, hombre austero, que predica con su ejemplo, que está en estrecho contacto con los necesitados, ayuda mucho a cambiar la deteriorada imagen de buena parte del clero muy golpeado por sus propios errores. El afán de mercadeo farandulero de Juan Pablo II no ayudó mucho a corregir estos errores y puede que Benedicto XVI no haya sabido, o podido, hacerlo. Y entra Francisco I en escena y, entre los que lo conocen, como los cristinistas de Argentina, cundió al pánico. Este populismo, que por su permanencia en el poder y aunque haya mantenido el discurso, se ha ido alejando de las realizaciones, se topa con un Papa que hace unos cuantos años los viene atacando y sabe golpear donde duele.
La primera reacción fue de ataque a su pasada convivencia con los militares genocidas (dudosa, pero es jesuita); eso no fue suficiente y en términos de una semana casi pasaron a considerarlo guerrillero, arriaron banderas y una Cristina muy nerviosa corrió a verlo. Ahora el cardenal despreciado desde el 54 % de los votos era un poder poderoso. Hay que tratar de conquistarlo para el bando de los muchachos del ALBA. Esto me parece difícil (aunque un nunca se sabe) porque todo parece señalar que, sin ocuparse específicamente del populismo latinoamericano, el Papa va a hacer sus jugadas para poner en evidencia lo hueco del discurso, lo falso de las promesas, la manipulación de las necesidades, que este grupo de anacrónicos progresistas ha venido haciendo. Y lo va a hacer desde el mercado que se disputan, el favor de los pobres para recuperarlo para la Iglesia de Roma.
Si los anteriores dejaron hacer a estos grupos en América Latina, Francisco no va a ser igual. Puede que no sea un tema prioritario para la Iglesia de Roma, pero Francisco no va a perder oportunidad de atacar y a tratar de recuperar posiciones perdidas que han caído en manos de estos oportunistas políticos, sectas cristianas y no cristianas, sincretismos de todo pelaje. No le auguro una vida tranquila a ninguno de ellos con un Papa que hasta hace un par de meses tomaba mate con los habitantes en las villas y viajaba en metro. Es mucho mérito personal frente a los supuestos defensores del pueblo que ocupan habitaciones de 6.000 dólares la noche, pagan 250 dólares el desayuno, tienen 500 guardaespaldas y se han robado miles de millones. Como siempre tardes, puede que en estas tierras renovemos las disputas de hace 20 años en el ámbito político-religioso. Mientras, los hermanos Castro siguen en Cuba.
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