domingo, 9 de diciembre de 2012

Vzla: La salud de Chávez en 4 razones


Rafael Uzcátegui

El sábado 8 de diciembre, a las 9 y media de la noche, el presidente venezolano Hugo Chávez realizaba otra de sus acostumbradas cadenas presidenciales (alocuciones televisadas de obligatoria difusión por todos los medios de comunicación públicos y privados), después de pasar algunos días en Cuba en tratamiento médico por su enfermedad. Durante su intervención, su discurso tomó un giro que cayó como una bomba en las redes sociales del país: “es absolutamente necesario, es absolutamente imprescindible someterme a una nueva intervención quirúrgica. Y eso debe ocurrir en los próximos días (…) si se presentara alguna circunstancia sobrevenida, así dice la Constitución, que a mí me inhabilite, óigaseme bien, para continuar al frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea para terminar, en los pocos días que quedan (…) Y sobre todo para asumir el nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera, Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la Constitución, el período; sino que mi opinión firme (…) es que  en ese escenario que obligaría a convocar como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales ustedes elijan a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.

Las palabras de Hugo Chávez eran trascendentales por varias razones: 1) Por primera vez reconocí la gravedad de su enfermedad –cáncer-, y la posibilidad que por razones de salud deba retirarse de la vida política; 2) Designaba a Nicolas Maduro como su sucesor en su movimiento, acabando con las pugnas internas sobre el tema; 3) Ordenaba que en caso de cualquier imprevisto que significara la ausencia indefinida del presidente se aplicara el procedimiento establecido en la Constitución; por último, el anuncio se realizaba una semana antes de las elecciones a gobernadores.
 
Enfermedad y política

La enfermedad del presidente Chávez, hasta el momento en que esto se escribe, ha sido un secreto de Estado. Salvo las especulaciones, no ha existido un parte médico oficial que difunda las características de la dolencia. A comienzos del 2012, al inicio de la campaña electoral por la presidencia, la enfermedad era el centro del debate público. La campaña del candidato opositor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Henrique Capriles Randonsky, comenzó intentando antagonizar a un candidato joven y saludable, con capacidad para recorrer el país, contra un candidato débil que tenía sus días contados. Incluso algunos voceros opositores sugirieron que un desenlace fatal era inminente, lo cual no ocurrió y contribuyó a la disipación de los rumores sobre su estado de salud. Como buen comunicador, Chávez respondió con la frase “Viviremos y venceremos”, la cual se convirtió en una de sus consignas electorales. El candidato-presidente capitalizó el hecho de ser una persona afectada de salud que trasciende de sí mismo por el bienestar de las mayorías, lo cual contribuyó –a pesar de los descontentos existentes con su gobierno- a mantener la cohesión sus seguidores.

Tras la victoria de Hugo Chávez para un tercer período presidencial, con dos millones de votos de diferencia sobre su contendor, se intentó promover un “proceso constituyente” que legitimara su proyecto de gobierno, denominado “plan socialista 2013-2019”, convocando a un debate público y amplio. Esta iniciativa tenía dos propósitos: Por un lado mantener la euforía electoral bolivariana de cara a las elecciones regionales del 16-D. Por otro, como ha confirmado las recientes declaraciones, intentar revertir un proyecto político basado en el culto a la personalidad con un proceso de dirección colectiva que diera continuidad al proyecto bolivariano ante la hipotética ausencia de su líder. Ninguno de los objetivos se cumplió. Ante la ausencia pública de Hugo Chávez la falta de entusiasmo popular era notable, salvo en la convocatoria popular para la creación de comunas ante la expectativa de canalizar recursos estatales. Si bien era conocido que el presidente estaba quebrantado de salud, la versión oficial era que su ausencia era producto de los tratamientos médicos, los cuales estaban “fortaleciendo su salud”. El clima electoral no era de entusiasmo, y cada uno de los bandos intentaba minimizar los efectos de la previsible abstención de sus seguidores. Las preocupaciones de la gente eran otras, entre ellas la de proteger su dinero ante el anuncio de una inminente devaluación para el año 2013. Diciembre era testigo de una feroz orgía de consumo por quienes invertían en todo lo comprable sus utilidades y bonificaciones de fin de año. El anuncio presidencial tomó por sorpresa a todos, especialmente a los propios funcionarios y seguidores bolivarianos, reincorporando la salud de Hugo Chávez como principal preocupación del debate público.

La designación del heredero

Siguiendo la caracterización de Rodolfo A. Rico, el movimiento bolivariano puede separarse en dos grandes tendencias: El chavismo partidista y el chavismo popular. El chavismo partidista se encuentra concentrado, mayoritariamente, en el Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), “militantes con experiencia partidaria del MVR, Podemos, el PPT o el PCV que tiene cultura de cuadros y formación política”. El chavismo popular, por otra parte, “es el de numerosos personas vinculadas a organizaciones populares preexistentes (algunas incluso criticas pero que lo apoyan, otras menos) al actual gobierno, pero también el de gente que tiene con Chávez (y puede ser que sólo con él) un acto de fe”. En la parte civil Chávez ha gobernado basado en el chavismo partidista, y es dentro de este sector que, a raíz de la enfermedad presidencial, comenzó una soterrada pugna entre las diferentes tendencias, o más que tendencias grupos de influencia liderizados por personas, de ser los herederos del capital político de Hugo Chávez en su ausencia. Tres nombres sobresalían del resto: Diosdado Cabello, militar, empresario y representante del sector conocido como la “boliburguesía”, actual presidente de la Asamblea Nacional; Nicolas Maduro, modelo de la disciplina partidista del PSUV y actual vicepresidente de la república y, por último, Elías Jaua, quien ha ejercido diferentes cargos dentro del alto gobierno y actualmente es el candidato a la gobernación de Miranda. Ubicándolos en el mapa político Cabello es un socialdemócrata moderado, Maduro un socialdemócrata radical y Jaua un socialista revolucionario. Su designación oficial como heredero pone fin, nominalmente por lo menos, a la pugna interchavista por la hegemonización del movimiento, conocido el feroz enfrentamiento entre los sectores, especialmente entre los agrupados detrás de Cabello y Jaua. Maduro intenta ser la figura de continuación y consenso, no sólo a lo interno del chavismo partidario, sino también con el sector militar y el chavismo popular.

Si bien en el mapa teórico de las estrategias políticas suena sensato, ¿es transferible el carisma de Chávez a alguno de sus herederos?, ¿es posible la continuación orgánica de un movimiento basado en el culto a la personalidad ante la ausencia del caudillo? Maduro comenzó su carrera política participando en el sindicato del Metro de Caracas y todo su capital político es consecuencia de su fidelidad a Hugo Chávez y de su cabal cumplimiento de las funciones burocráticas que le han sido asignadas. Su relación con el chavismo popular es nula.

Gobernaciones y transición

En su declaración Chávez ordenara que ante una posible ausencia fueran activados los mecanismos establecidos en la Constitución, alejando los pronósticos que sugerían que existía una tercera finalidad de la convocatoria a un proceso constituyente: modificar la Carta Magna para, en caso de ausencia del presidente, no fueran convocadas nuevas elecciones. El anuncio oficial, aunque parece un sobreentendido, es de importancia capital: Asegura un proceso de transición con un mínimo de traumas. El anuncio, realizado 7 días antes de las elecciones regionales modifica todo el panorama pre-electoral e introduce un elemento polémico, que movilizará a los votantes chavistas y antichavistas. ¿El chavismo se desmoralizará o logrará convertir la posible ausencia del líder para movilizar, una vez más, a su electorado?, ¿La oposición se atreverá a usar el delicado estado de salud de Chávez para desmovilizar al chavismo y a su vez para recomponerse de la derrota el pasado 7 de octubre? Las principales encuestas de opinión, hasta la semana pasada, sugerían que la victoria bolivariana en las presidenciales se traduciría en victorias en los principales estados del país, incluso en algunos que eran controlados por la oposición, como consecuencia, entre otras razones, de una alta abstención opositora. ¿La enfermedad de Chávez será un estímulo para el voto opositor?, ¿Qué sucederá si la intervención quirúrgica del presidente es exitosa?

Los resultados de las elecciones regionales eran prescindibles si avanzaba el proyecto del estatismo comunal, que convertiría en accesorias estas instancias de gobierno local. Con el anuncio presidencial, y ante el escenario de una posible ausencia del primer mandatario, las gobernaciones se convertirán en piedra angular y escenario estratégico de la convocatoria de nuevas elecciones nacionales. Por tanto sus resultados pueden sugerir el mapa político del primer gobierno post-chavista de la historia.

La ausencia del líder avisora la fragmentación de lo que hoy conocemos como movimiento bolivariano, aunque esto no significa mecánicamente que el vacío vaya a ser ocupado por la oposición de la Mesa de la Unidad Democrática. La desaparición de Hugo Chávez, cuya figura ha signado el escenario político venezolano en la última década recompone todo el panorama. Salvo por su adhesión o repulsa a la figura de Hugo Chávez, el oficialismo y la oposición comparten la ausencia de una identidad propia o un proyecto político claro para los días post-chavistas, construido sobre otras referencias. Por ello es predecible que, a pesar de cualquier tipo de desaparición (física o del escenario político), un Chávez ausente siga protagonizando la política en Venezuela en los últimos años: Unos intentando mostrarse como los “verdaderos” herederos del chavismo. Los otros, movilizando a su electorado en base a un mensaje predominantemente antichavista –y revanchista-. El nuevo escenario será testigo de alianzas políticas impensables con un Chávez vivo. Su ausencia también hará potencial la despolarización pendiente de la sociedad venezolana, y la posibilidad cierta de construir movimientos políticos alternativos, antagónicos y diferentes a lo que hoy conocemos como “chavismo” y “oposición”. Si este escenario ocurre, en lo personal esta será mi apuesta.

Caracas 09.12.12

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