Rafael Uzcátegui
El sábado 8 de diciembre, a las 9 y media
de la noche, el presidente venezolano Hugo Chávez realizaba otra de sus
acostumbradas cadenas presidenciales (alocuciones televisadas de obligatoria
difusión por todos los medios de comunicación públicos y privados), después de
pasar algunos días en Cuba en tratamiento médico por su enfermedad. Durante su
intervención, su discurso tomó un giro que cayó como una bomba en las redes
sociales del país: “es absolutamente necesario, es absolutamente imprescindible
someterme a una nueva intervención quirúrgica. Y eso debe ocurrir en los
próximos días (…) si se presentara alguna circunstancia sobrevenida, así dice
la Constitución, que a mí me inhabilite, óigaseme bien, para continuar al
frente de la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, bien sea
para terminar, en los pocos días que quedan (…) Y sobre todo para asumir el
nuevo período para el cual fui electo por ustedes, por la gran mayoría de
ustedes, si algo ocurriera, repito, que me inhabilitara de alguna manera,
Nicolás Maduro no sólo en esa situación debe concluir, como manda la
Constitución, el período; sino que mi opinión firme (…) es que en ese escenario que obligaría a convocar
como manda la Constitución de nuevo a elecciones presidenciales ustedes elijan
a Nicolás Maduro como presidente de la República Bolivariana de Venezuela”.
Las palabras de Hugo Chávez eran
trascendentales por varias razones: 1) Por primera vez reconocí la gravedad de
su enfermedad –cáncer-, y la posibilidad que por razones de salud deba
retirarse de la vida política; 2) Designaba a Nicolas Maduro como su sucesor en
su movimiento, acabando con las pugnas internas sobre el tema; 3) Ordenaba que
en caso de cualquier imprevisto que significara la ausencia indefinida del
presidente se aplicara el procedimiento establecido en la Constitución; por
último, el anuncio se realizaba una semana antes de las elecciones a
gobernadores.
Enfermedad y política
La enfermedad del presidente Chávez, hasta
el momento en que esto se escribe, ha sido un secreto de Estado. Salvo las
especulaciones, no ha existido un parte médico oficial que difunda las
características de la dolencia. A comienzos del 2012, al inicio de la campaña
electoral por la presidencia, la enfermedad era el centro del debate público.
La campaña del candidato opositor de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),
Henrique Capriles Randonsky, comenzó intentando antagonizar a un candidato joven
y saludable, con capacidad para recorrer el país, contra un candidato débil que
tenía sus días contados. Incluso algunos voceros opositores sugirieron que un desenlace
fatal era inminente, lo cual no ocurrió y contribuyó a la disipación de los
rumores sobre su estado de salud. Como buen comunicador, Chávez respondió con
la frase “Viviremos y venceremos”, la cual se convirtió en una de sus consignas
electorales. El candidato-presidente capitalizó el hecho de ser una persona
afectada de salud que trasciende de sí mismo por el bienestar de las mayorías,
lo cual contribuyó –a pesar de los descontentos existentes con su gobierno- a mantener
la cohesión sus seguidores.
Tras la victoria de Hugo Chávez para un
tercer período presidencial, con dos millones de votos de diferencia sobre su
contendor, se intentó promover un “proceso constituyente” que legitimara su
proyecto de gobierno, denominado “plan socialista 2013-2019”, convocando a un
debate público y amplio. Esta iniciativa tenía dos propósitos: Por un lado
mantener la euforía electoral bolivariana de cara a las elecciones regionales
del 16-D. Por otro, como ha confirmado las recientes declaraciones, intentar
revertir un proyecto político basado en el culto a la personalidad con un
proceso de dirección colectiva que diera continuidad al proyecto bolivariano
ante la hipotética ausencia de su líder. Ninguno de los objetivos se cumplió.
Ante la ausencia pública de Hugo Chávez la falta de entusiasmo popular era
notable, salvo en la convocatoria popular para la creación de comunas ante la
expectativa de canalizar recursos estatales. Si bien era conocido que el
presidente estaba quebrantado de salud, la versión oficial era que su ausencia
era producto de los tratamientos médicos, los cuales estaban “fortaleciendo su
salud”. El clima electoral no era de entusiasmo, y cada uno de los bandos
intentaba minimizar los efectos de la previsible abstención de sus seguidores.
Las preocupaciones de la gente eran otras, entre ellas la de proteger su dinero
ante el anuncio de una inminente devaluación para el año 2013. Diciembre era testigo
de una feroz orgía de consumo por quienes invertían en todo lo comprable sus
utilidades y bonificaciones de fin de año. El anuncio presidencial tomó por
sorpresa a todos, especialmente a los propios funcionarios y seguidores
bolivarianos, reincorporando la salud de Hugo Chávez como principal preocupación
del debate público.
La designación del heredero
Siguiendo la caracterización de Rodolfo A.
Rico, el movimiento bolivariano puede separarse en dos grandes tendencias: El
chavismo partidista y el chavismo popular. El chavismo partidista se encuentra
concentrado, mayoritariamente, en el Partido Socialista Unido de Venezuela
(PSUV), “militantes con experiencia partidaria del MVR, Podemos, el PPT o el
PCV que tiene cultura de cuadros y formación política”. El chavismo popular,
por otra parte, “es el de numerosos personas vinculadas a organizaciones
populares preexistentes (algunas incluso criticas pero que lo apoyan, otras
menos) al actual gobierno, pero también el de gente que tiene con Chávez (y
puede ser que sólo con él) un acto de fe”. En la parte civil Chávez ha
gobernado basado en el chavismo partidista, y es dentro de este sector que, a
raíz de la enfermedad presidencial, comenzó una soterrada pugna entre las
diferentes tendencias, o más que tendencias grupos de influencia liderizados
por personas, de ser los herederos del capital político de Hugo Chávez en su
ausencia. Tres nombres sobresalían del resto: Diosdado Cabello, militar,
empresario y representante del sector conocido como la “boliburguesía”, actual
presidente de la Asamblea Nacional; Nicolas Maduro, modelo de la disciplina
partidista del PSUV y actual vicepresidente de la república y, por último,
Elías Jaua, quien ha ejercido diferentes cargos dentro del alto gobierno y
actualmente es el candidato a la gobernación de Miranda. Ubicándolos en el mapa
político Cabello es un socialdemócrata moderado, Maduro un socialdemócrata
radical y Jaua un socialista revolucionario. Su designación oficial como
heredero pone fin, nominalmente por lo menos, a la pugna interchavista por la
hegemonización del movimiento, conocido el feroz enfrentamiento entre los
sectores, especialmente entre los agrupados detrás de Cabello y Jaua. Maduro
intenta ser la figura de continuación y consenso, no sólo a lo interno del chavismo
partidario, sino también con el sector militar y el chavismo popular.
Si bien en el mapa teórico de las estrategias
políticas suena sensato, ¿es transferible el carisma de Chávez a alguno de sus
herederos?, ¿es posible la continuación orgánica de un movimiento basado en el
culto a la personalidad ante la ausencia del caudillo? Maduro comenzó su
carrera política participando en el sindicato del Metro de Caracas y todo su
capital político es consecuencia de su fidelidad a Hugo Chávez y de su cabal
cumplimiento de las funciones burocráticas que le han sido asignadas. Su
relación con el chavismo popular es nula.
Gobernaciones y transición
En su declaración Chávez ordenara que ante
una posible ausencia fueran activados los mecanismos establecidos en la
Constitución, alejando los pronósticos que sugerían que existía una tercera
finalidad de la convocatoria a un proceso constituyente: modificar la Carta
Magna para, en caso de ausencia del presidente, no fueran convocadas nuevas
elecciones. El anuncio oficial, aunque parece un sobreentendido, es de
importancia capital: Asegura un proceso de transición con un mínimo de traumas.
El anuncio, realizado 7 días antes de las elecciones regionales modifica todo
el panorama pre-electoral e introduce un elemento polémico, que movilizará a
los votantes chavistas y antichavistas. ¿El chavismo se desmoralizará o logrará
convertir la posible ausencia del líder para movilizar, una vez más, a su
electorado?, ¿La oposición se atreverá a usar el delicado estado de salud de
Chávez para desmovilizar al chavismo y a su vez para recomponerse de la derrota
el pasado 7 de octubre? Las principales encuestas de opinión, hasta la semana
pasada, sugerían que la victoria bolivariana en las presidenciales se
traduciría en victorias en los principales estados del país, incluso en algunos
que eran controlados por la oposición, como consecuencia, entre otras razones,
de una alta abstención opositora. ¿La enfermedad de Chávez será un estímulo
para el voto opositor?, ¿Qué sucederá si la intervención quirúrgica del
presidente es exitosa?
Los resultados de las elecciones regionales
eran prescindibles si avanzaba el proyecto del estatismo comunal, que
convertiría en accesorias estas instancias de gobierno local. Con el anuncio
presidencial, y ante el escenario de una posible ausencia del primer
mandatario, las gobernaciones se convertirán en piedra angular y escenario
estratégico de la convocatoria de nuevas elecciones nacionales. Por tanto sus
resultados pueden sugerir el mapa político del primer gobierno post-chavista de
la historia.
La ausencia del líder avisora la
fragmentación de lo que hoy conocemos como movimiento bolivariano, aunque esto
no significa mecánicamente que el vacío vaya a ser ocupado por la oposición de
la Mesa de la Unidad Democrática. La desaparición de Hugo Chávez, cuya figura
ha signado el escenario político venezolano en la última década recompone todo
el panorama. Salvo por su adhesión o repulsa a la figura de Hugo Chávez, el
oficialismo y la oposición comparten la ausencia de una identidad propia o un
proyecto político claro para los días post-chavistas, construido sobre otras
referencias. Por ello es predecible que, a pesar de cualquier tipo de
desaparición (física o del escenario político), un Chávez ausente siga
protagonizando la política en Venezuela en los últimos años: Unos intentando
mostrarse como los “verdaderos” herederos del chavismo. Los otros, movilizando
a su electorado en base a un mensaje predominantemente antichavista –y revanchista-.
El nuevo escenario será testigo de alianzas políticas impensables con un Chávez
vivo. Su ausencia también hará potencial la despolarización pendiente de la
sociedad venezolana, y la posibilidad cierta de construir movimientos políticos
alternativos, antagónicos y diferentes a lo que hoy conocemos como “chavismo” y
“oposición”. Si este escenario ocurre, en lo personal esta será mi apuesta.
Caracas 09.12.12
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