Contradicciones y conflictos del proceso bolivariano en Venezuela: La alternativa socialista en las elecciones 2012
Por Carla Ferreira, Doctora en Historia. Porto Alegre,
Brasil - Investigadora del Núcleo de Historia Económica de la
Dependencia Latinoamericana (HEDLA/UFRGS). Ex-coordinadora del Foro Social
Mundial 2001, 2002 y 2003.
Las elecciones venezolanas de 2012 se polarizan entre el
candidato del Gran Polo Patriótico, Hugo Chávez, y la Mesa de Unidad Democrática,
Henrique Capriles Radonski. Estas elecciónes ocurren en un momento de viraje en
el curso histórico de Venezuela. Elproceso
bolivariano que tiene lugar desde 1989 es absolutamente novedoso y es en esta
novedad que buscamos su comprensión y límites, así como una alternativa
positiva en defensa de los trabajadores y el pueblo para la construcción del
Socialismo del Siglo XXI.
Las elecciones en Venezuela son similares a las que
hemos experimentado en Brasil. La polarización PT-PSDB haciendo cada
vez menos sentido por cuanto sus proyectos en macroeconomia se reducen
a algo muy similar. Si, por un lado, el liderazgo de Chávez resulta de
un amplio y legítimo movimiento radical de masas, similar a las huelgas
en ABC y la lucha por la democratización en Brasil, que dio lugar al
PT; por otra parte, su prolongada estancia en el aparato estatal lo
convirtió en un muro de contención a las demandas de los trabajadores.
Así, aquél Movimiento expresó en la escena política nacional a los
trabajadores venezolanos residentes de los barrios de las principales
ciudades en su alianza con los militares reformistas, conformando un
proyecto policlasista que alcanzó el aparato del Estado venezolano en
1999. Pero hoy, a diferencia de aquél movimiento bolivariano radical de
masas original, el Gobierno Bolivariano creado sobre su basis no logra manejar las
contradicciones que la lucha de clases lanza sobre la mesa en Venezuela.
Todos debemos reconocer que el movimiento político de que
Chávez es la síntesis más completa repuso en la agenda latinoamericana el
tema dela revolución. Inicialmente como una revolución en general. A partir
de 2005, como revolución socialista del siglo XXI. Así que Chávez há
sido apreciado entre los revolucionarios por encima de cualquier otro
líder en la última década. Pero después de 13 años ocupando una
posición privilegiada en el aparato del Estado, lo cierto es que el
gobierno bolivariano, además de reponer niveles de redistribución de la
renta petrolera en patamares observados en los años 1980, ha hecho poco
para un cambio más profundo en la situación de vida de la mayoría de
la población trabajadora venezolana.
Chávez, personificando la alianza policlasista del Gobierno
Bolivariano a través de un tipo de liderazgo de carácter pequeño-burgués
oscila pendular y constantemente entre los intereses de los trabajadores y la
burguesía. Eso explica las razones porque ha perdido
numerosas oportunidades para avanzar en un modelo productivo basado en el
poder efectivo de los trabajadores libremente asociados. Así, el 11 de
abril de 2002, cuando un golpe lo sacó del puesto más alto del ejecutivo
nacional y abolió todos los derechos constitucionales en el país, a partir
de una dictadura que fue bautizada en sus primeras horas con sangre,
Chávez, al recibir de las manos del pueblo movilizado su puesto y
la constitucionalidad, en lugar de ampliar los poderes del pueblo con
más democracia directa hizo todo lo contrario y preservó a golpistas
y privilegios.
Nuevamente, en 2003, cuando los trabajadores petroleros, así
como otros sectores de la industria y la educación profesional en una
parte importante de las escuelas del país se enfrentaron a la burocracia
de PDVSA y las empresas - frente al cierre prolongado de las
actividades productivas promovido por la oposición conservadora entre el
10 de diciembre 2002 y febrero de 2003, Chávez falló otra vez. La victoria
de los trabajadores petroleros sobre el corte promovido por
la administración superior y intermedia de la empresa Petróleos
de Venezuela (PDVSA) permitió por primera vez en la historia el control efectivo
de la petrolera nacional y sus ingresos, principal fuente de divisas en el
país. Por lo tanto, los trabajadores petroleros, después de recuperar
PDVSA para el Gobierno a través del control directo de la producción,
asistieron al gobierno devolver el poder sobre la empresa a la burocracia
que los había saboteado.
Y no se detiene allí. En 2005, el gobierno bolivariano
(refletiendo los límites de un aparato históricamente tallado por los
intereses del capital) desmonta la cogestión revolucionaria que había
inaugurado una nueva experiencia de poder compartido entre los
trabajadores y el Estado, garantizando creces de productividad y mejoras
en los salarios, además de haber fomentado el desarrollo local por parte
del Estado a partir de la empresa de aluminio CVG-ALCASA, bajo el mando de
Carlos Lanz Rodríguez. Y cuando, en 2008, cediendo a la presión de los
trabajadores del acero que durante meses se enfrentaron en una huelga
sin precedentes a nivel nacional, inicialmente en defensa de su
contrato colectivo, después por la nacionalización de la empresa, el
gobierno finalmente aceptó re estatizar Siderúrgica del Orinoco (SIDOR)
poco o nada ha cambiado en la situación de los empleados. SIDOR
fue renacionalizada sin responder a la principal demanda de los
trabajadores: abandonar la práctica de la contratación externa que afecta
a cerca de 8.000 de los 12.000 trabajadores del acero sidoristas,
llamados contratistas. Año tras año, experiencia tras experiencia, los
trabajadores han estado siendo frustrados.
Así que entre el golpe de Estado de 2002 y 2007, cuando del
rechazo del proyecto de reforma constitucional que propuso el Presidente,
el cual centralizaba el poder en manos del ejecutivo, cinco largos años
se pasaron sin que el aparato estatal haya encontrado una posición y
una acción firme y decidida en defensa de los trabajadores y del pueblo.
En cambio, fue indulgente y no pudo evitar la persecución y el asesinato
de decenas de dirigentes sindicales, como denunciado en una declaración
de la central que reúne sindicatos simpáticos al gobierno, la Unión
Nacional de Trabajadores de Venezuela (UNETE), el 2 de marzo de 2011
(www.aporrea.org). El Estado criminaliza con creces las huelgas en el
sector público, alegando que son estratégicos. Bajo este gobierno, la vida
de los campesinos que luchan por la tierra está siendo cortada. Ya son más
de 200 líderes campesinos asesinados. Y hoy en Venezuela se vive bajo
el riesgo de ver degenerar toda la pelea hasta ahora acumulada por
las luchas libradas por los trabajadores desde el año 1989, en las
fábricas y barrios, así como en la Sierra de Perijá, donde los yukpas
están siendo asesinados por la codicia de las mineradoras.
La dolorosa verdad es que el liderazgo policlasista de
Chávez, después de haber completado un rol importante en todas las grandes
luchas ideológicas que tuvieron lugar en América Latina a principios de
este siglo, no logra romper las cadenas del aparato del Estado burgués y
la dependencia de Venezuela con el imperialismo que echa raíces
en nuestras formaciones sociales. Este gobierno ha mostrado
una incapacidad recurrente para operar las rupturas políticas necesarias.
En el campo democrático, a su vez, el Gobierno Bolivariano
ha sujeto a todos a una lógica plebiscitaria, oprimiendo a los
trabajadores con la propia democracia liberal burguesa que impone sus
agendas electorales y que carecen de la capacidad de centrarse en las
cuestiones pertinentes a todo el pueblo. Por lo tanto, en las Comunas y en
las consultas populares no entran en discusión y decisión temas como el
presupuesto público nacional, las inversiones que se harán con los
ingresos del petróleo, la política económica (especialmente el cambio),
controles de precios, la promoción de la diversificación de la industria
no petrolera que genera riqueza orgánica, la construcción de una soberanía
alimentaria en la agricultura, la política de romper las patentes de todo
el conocimiento que se ha transformado en una mercancía privando la salud
y el bienestar de la mayoría, el fin de la especulación inmobiliaria en
Caracas que es una de las ciudades más difíciles del mundo para alquilar o
comprar una habitación, como también el control de las empresas por los
trabajadores.
Mientras tanto, refuerza la idea de que Chávez es la única
solución. Nada más falso. Es precisamente en los impases de esa dirección
política vacilante que la vivacidad del movimiento bolivariano y del
bravo pueblo esta siendo secuestrada en todos los espacios.
En 13 años, el gobierno encabezado por Chávez no logró
mejorar de forma sustentable las condiciones de vida de los trabajadores.
Hoy, como antes, alrededor del 70% de los alimentos de la canasta de
los venezolanos son importados. Esto significa que sigue la dependencia de
la producción petrolera venezolana para poder comprar estos productos. Depende,
pues, doblemente, del precio del petróleo y los alimentos en el mercado
mundial, manteniendo la soberanía de Venezuela en grandes dificultades.
Desta forma, subordina el país a una doble dependencia a las economías del
capitalismo central, a pesar del discurso antiimperialista de Chávez. De
hecho, el gobierno bolivariano nunca fue capaz de contrarrestar la
tendencia de las fuerzas productivas hacia atrás en la industria no
petrolera y la agricultura, centrales para la independencia del país. El
empleo industrial ha sufrido una espiral descendente en el empleo total
desde 1988. Esta tendencia no se ha contenido en años del gobierno
bolivariano. La misma tendencia se encuentra en la participación de la
producción industrial en el PIB.
Venezuela desperdicia la mayor parte de su fuerza de
trabajo, saquea los recursos naturales y vive ahogándose en petrodólares
que no tienen la capacidad de romper con la lógica perversa de una
economía dependiente deformada históricamente por la subordinación a los intereses
imperialistas. Salir de esto sólo será posible desde el momento en que se
permita un verdadero y nuevo flujo de poder de los trabajadores, que se
insinúa insistentemente como parte de la vida venezolana desde el Caracazo
o Sacudón de 1989 y más decisivamente desde 2003, cuando la clase obrera
despertó y pasó a poner en la agenda la cuestión del poder directo de los
trabajadores en PDVSA, en ALCASA, en SIDOR y en un sinnúmero de otros
espacios. En cambio, los trabajadores están sometidos a las mismas
condiciones de inestabilidad que marcaron los años difíciles de 1980 y
1990, con tasas de desempleo de alrededor del 8% (entre 2010 y 2012). Un
índice que sigue siendo superior a la tasa experimentada por Venezuela en
1980 (6%) y el promedio de América Latina de la última década,
incluyendo aquellos países que tienen graves indicadores de dependencia,
como registran de los datos oficiales dados a conocer por la
Comisión Económica para América Latina - CEPAL.
Los trabajadores precarios son otro indicador de que la
situación de la fuerza laboral en Venezuela no está mejorando. Por
ejemplo, la mayor parte de la fuerza de trabajo está ocupada en sectores
de baja productividad (lo que, en términos generales, significa trabajo
precario en el sector informal como ambulantes, autónomos, jornaleros,
etc.) El trabajo precario en los países dependientes se caracteriza por
una sobreexplotación del trabajo. Es decir, las jornadas laborales
extendidas más allá de lo normal, la intensificación del trabajo (más
trabajo en menos tiempo), los salarios por debajo del valor de la
reproducción de la fuerza de trabajo, la restricción al acceso a derechos
históricos adquiridos por la clase obrera. En 2008, estos trabajadores
representan el 49,8% de los ocupados urbanos - el índice más bajo alcanzado
en los años del gobierno bolivariano, ya que, en 2002, tuvo un 54,9% de
los trabajadores en esta situación en las ciudades. Sin embargo, esta
tasa "baja" del 49,8% sigue siendo 10 puntos porcentuales más
alta que la más elevada de los últimos 20 años, el cual fue registrado en
1990 (el año siguiente al Sacudón) con un 39,1%, según la CEPAL. Es decir,
lo que ocurre es que las políticas compensatorias sociales representadas
por Misiones y otras iniciativas governamentales precariamente suturan
una herida que sigue sangrando: aquella referida a la situación
estructural de los trabajadores venezolanos sobre explotados y cuyas
condiciones de vida se ven amenazadas, excepto por los subsidios
estatales.
Es en este contexto que una mayor distribución de la renta per
cápita comprobada durante este gobierno representa reducido alcance, ya
que está determinada por el aumento del precio del petróleo en el
mercado mundial, el cual experimenta grandes oscilaciones. Los ingresos
petroleros han sido utilizados para subsidiar el consumo de
los trabajadores, especialmente de los más pobres, cuyos salarios
son erosionados por la inflación y cuya canasta también depende de
los precios internacionales de importación. Es decir, cualquier cambio en
los precios del mercado mundial produce un efecto inmediato en
las condiciones de vida de los habitantes de los barrios y otros
trabajadores venezolanos y les puede hacer cruzar de forma rápida el
umbral de la pobreza o miseria mediante la reducción de las subvenciones sin
la cual no pueden acceder a los bienes básicos para su supervivencia. Se
trata de una frágil arquitectura sobre la que se asienta la distribución
de los ingresos del gobierno bolivariano.
Además de la renta artificial, el Gobierno promueve
proyectos productivos que no tienen la capacidad de activar un nuevo
modelo productivo, a pesar de que son eficientes en la tarea de consumir
la energía revolucionaria de los residentes de los barrios, ya que
las comunas o consejos comunales son ordenados desde arriba hacia abajo.
Así, bajo la sombra del consumo subsidiado y
"islas" productivas comunales son creadas las ilusiones que
juegan el papel de confundir a los trabajadores y residentes de los
barrios.
El hecho es que sin una ruptura con las estructuras de poder
del Estado burgués y de sus normas que protegen el mercado, el poder
comunal no es más que una quimera. Es necesario que el Poder Comunal y el
control obrero de la producción se configuren como verdaderos poderes
duales revolucionarios que integren los ámbitos político y económico,
ejercidos directamente por los trabajadores en sus lugares de trabajo y
vivienda.
La construcción de tal poder directo por lo tanto significa
negar las indicaciones a "dedazo" que dominan el Partido
Socialista Unido de Venezuela, PSUV, organización sin instancias
efectivamente democráticas, que se impuso a la pluralidad del movimiento
bolivariano sin incorporar sus prácticas de democracia desde abajo.
Construir el poder directo de los trabajadores significa desvanecer el
peso relativo del Estado sobre la vida social. Implica el despertar de
los luchadores sociales de los ilusionismos de la renta que coopta la
imaginación de la gente. También es necesario poner fin a la situación de
vulnerabilidad de una parte significativa de la clase trabajadora precaria
que depende de donaciones, subsidios y funciones subordinadas del Estado
en prácticas que alimentan el clientelismo. Es decir, debemos acabar con
todos los mecanismos objetivos que contribuyen a la confusión ideológica
de los trabajadores.
El actual gobierno ha seguido la tendencia a una economía
exportadora de especialización productiva, al igual que todos los demás
países de la región en las últimas décadas. No fue una excepción. La
política de apreciación o depreciación de la moneda nacional, el Bolívar,
ha favorecido a los sectores especulativos, ya sea en el comercio, ya sea
en finanzas, y causó altas tasas de inflación, siempre haciendo daño a
los asalariados. Reedita, casi 40 años después, los mismos errores
cometidos por la experiencia de la Unidad Popular en Chile de Allende.
Es doloroso observar que una nueva facción burguesa, vinculada al
sistema financiero y los contratos de suministro de bienes y servicios al
Estado que administra el ingreso petrolero, surgió durante estos años, con
el apoyo del gobierno, a costa de sacrificios impuestos a los trabajadores
venezolanos. Una tragedia completa para todos aquellos que, como
el dirigente sindical Orlando Chirino, que desde hace años,
apoya firmemente el proceso bolivariano y, como él, ayudaron a construir
ese proceso, dando la bienvenida a Chávez desde 1992 en el seno
del movimiento de masas.
Sin embargo, incluso los líderes más queridos del pueblo
juegan un papel determinado en la historia. A Chávez, como a Bolívar, cupo
un rol en la historia. Chávez ayudó a amalgamar un movimiento de
masas heterogéneas en un proyecto que articuló a los trabajadores
precarios residentes en los barriosy hizo despertar a los trabajadores
industriales, poniendo en marcha la idea de una revolución socialista. Pero
tenemos que avanzar hacia un poder directo de los trabajadores. Y para
esta tarea es necesario reconocer que, después de 2007, ya no se observa
una orientación progresiva en el gobierno bolivariano. Ni este gobierno
ni el liderazgo de Chávez han demostrado tener la capacidad de operar
el avance del proceso hasta su máximo potencial. Es decir, se necesita
un nuevo liderazgo y una nueva organización para llevar adelante un
experimento socialista que, con libertad y igualdad substantivas,
los trabajadores y el pueblo puedan hacer de sus demandas más
que promesas, una realidad. Así es necesario construir una
alternativa política que pueda ayudar a romper esos límites. Orlando
Chirino, en este sentido, es hoy día quien representa la vanguardia
de esta posibilidad histórica.
Muchos evitan criticar al gobierno de Chávez por el peligro
que significaría una eventual victoria electoral del candidato de
la ultraderecha, Henrique Capriles Radonski. De hecho, Capriles es
parte de la antigua elite venezolana que ha sido desplazada por el
surgimiento del Proceso Bolivariano desde 1989. Capriles trata de
presentarse como un candidato moderado por obra del especialista brasileño
en marketing Renato Pereira, que organizó un programa de campaña basado en
los postulados y tácticas electorales del PT de Lula da Silva y
Dilma Rousseff. Estructurado en las propuestas del "Hambre Cero"
venezolana, asociaciones público-privadas en la industria petrolera y en
el plagio a la idea de que "ha llegado el momento de la esperanza
triunfar sobre el miedo" (slogan de la campaña electoral de Lula en
2002), la campaña de Capriles Radonski se asemeja a un
"Frankenstein" de segunda categoría.
La referencia a Lula y el PT no es casual. Se trata de una
estrategia funcional construida para ocultar el verdadero rostro de
Capriles, un hombre de la extrema derecha que participó directamente de la
violenta invasión y el asedio a la embajada cubana en Caracas con
escenas horrendas que pueden ser verificados en el documental La revolución
no será televisada, de la irlandesa Kim Bartley. Al mismo tiempo, pone
de manifiesto que la clase dominante venezolana está tratando de
refinarse, tratando de ocultar su abierta adesión al imperialismo
estadounidense en sus manifestaciones coloridas por la bandera Yanque y
pobladas con carteles y discursos directamente al Inglés, para actuar de
una manera más velada, pero sin cambiar su carácter sumiso y
reaccionario.
Así que es en este verdadero desierto del real que Orlando
Chirino surge como una alternativa política de los trabajadores. Trae
consigo el ventaja de ser un líder sindical que se ha mantenido
independiente y que representa el movimiento autónomo de los trabajadores
en un país cuyo sindicalismo históricamente ha sido subordinado a los partidos
y al Estado. Chirino significa la posibilidad concreta de construir un
poder directo de los que trabajan y luchan en los barrios y en las calles,
en los campos y industrias. Pues, para llevar a cabo el proyecto de
un socialismo del siglo XXI el ecosocialismo, el respeto a los pueblos
y culturas indígenas y la igualdad de género, a su vez, deben componer un
todo orgánicamente articulado por el trabajo emancipado.
DEBEMOS CONSTRUIR DE INMEDIATO EL PODER DIRECTO DE LOS TRABAJADORES.
Sin esto, cualquier promesa no es más que demagogia. Con la liberación de
las fuerzas productivas y libertarias de los trabajadores es posible no
solamente inaugurar una nueva era para lo venezolanos, sino encender la
luz para millones de latinoamericanos.
Mucho se ha repetido que, sin una eventual reelección de
Chávez, el ALBA y proyectos alternativos serán abandonados. A los que
temen la truculencia de la vieja derecha y piensan que todavía
estamos acumulando fuerzas con el gobierno venezolano es el momento de
decir que la mucha de los pueblos por la superación del capitalismo
requiere afrontar las viejas clases dominantes, así como las direcciones
políticas que ponen la fuerza creativa del movimiento de masas bajo el
control de una camisa de fuerza. El proyecto antimercado es incompatible con
el estándar actual de fortalecimiento del capitalismo exportador
de especialización productiva. El ALBA no es más que una idea si
los gobiernos que lo empujan siguen actuando contra los pueblos
indígenas de TIPNIS en Bolivia, Sierra del Perijá en Venezuela o el
Amazonas ecuatoriano. Si los países del ALBA, liderados por el gobierno
de Chávez, no sólo vacilan para criticar el IIRSA, pero implementan
ese proyecto devastador por otros medios, el ALBA no va a pasar de
un discurso vacío o una declaración de buenas intenciones. La
Revolución Cubana, a su vez, necesita más que apenas petróleo venezolano,
necesita de una revolución latinoamericana para ser vivificada. Esta es
nuestra respuesta a todos y todas que temen con razón los reveses históricos:
la Venezuela bolivariana debe avanzar operando una ruptura con
los actuales límites impuestos por la dinámica del aparato y el liderazgo.
El apoyo y voto en Chirino representa esa ruptura necesaria.
Mucho más que la abstención o votar en blanco o nulo, eligir Chirino es
afirmar un programa positivo, responsable y coherente con el avance y
la superación de los límites del actual Proceso hacia el socialismo del
siglo XXI. Es por eso que las mujeres y los luchadores que siempre han
estado a la vanguardia de los barrios, los jóvenes insurgentes que
conducen a la comunicación alternativa y comunitaria, los trabajadores de
los dos principales centros industriales del país, en el sector petrolero
y en las fábricas de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG),
los campesinos y los pueblos indígenas afectados por la codicia de
las corporaciones estatales y transnacionales contra sus territorios
deben cerrar filas en apoyo de la candidatura de Orlando Chirino. Él no
cederá a las alfombras rojas de Miraflores. Estará al servicio de la
voluntad de los productores y de aquéllos trabajadores que, en los
países dependientes del sur del planeta, constituyen un sector que ni
siqueira pueden participar en la producción porque comprenden una porción
de la humanidad que fue descartada por el capital. Pues, con la
revolución socialista todos serán parte de la humanidad liberada que
construye permanentemente la riqueza y la felicidad de todos y todas.
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