Tomado de Palabra de Mujer. septiembre 4, 2011
En la década 1940, hombres, mujeres y niños, fueron las víctimas
El Presidente Obama se disculpó en enero 2011 con el gobierno de Guatemala al revelarse que experimentos patrocinados por el gobierno norteamericano en la década de 1940, infectaron aproximadamente a 1.500 de guatemaltecos, hombres mujeres, niños, niñas, con sífilis y gonorrea sin su consentimiento, para estudiar los efectos de la penicilina en estas enfermedades. Recientemente, el lunes 29 de agosto, agencias de noticias internacionales difundieron información inédita sobre un alcance más devastador de este genocidio.
Por: Teresa Sosa
La gravedad de los experimentos médicos dirigidos por científicos estadounidenses -en donde fueron inoculados con sífilis y gonorrea prisioneros, niñas, niños huérfanos, enfermos mentales, mujeres prostituidas, en Guatemala durante los años 40-, es mayor que la primera información que circuló en Internet en enero de este año, que habla de 1.500 personas infectadas. La nueva información que difunden las agencias de noticias internacionales esta semana, es que el presidente del Colegio de Médicos de Guatemala, doctor Carlos Mejía, dice que hasta los momentos la cifra de infectados podría alcanzar a 2.500, después de haber revisado los archivos históricos guatemaltecos en los que se citan dichos experimentos.
Mejía forma parte de la comisión para el esclarecimiento de los experimentos, puesta en marcha por el gobierno de este país, en la que también participan varios ministerios del ejecutivo del presidente Álvaro Colom, así como la fiscalía general y la procuraduría nacional de Derechos Humanos.
Aunque esta comisión presentará su informe definitivo en octubre próximo, Mejía adelantó que ya “hay suficiente evidencia para concluir que hubo colaboración entre las autoridades estadounidenses y guatemaltecas” a la hora de realizar las pruebas. Al menos nueve doctores guatemaltecos estuvieron implicados en estos experimentos, aseguró. Ocho de ellos ya han fallecido, pero las autoridades aún desconocen del paradero del noveno, que tendría ahora más de 90 años.
Mujeres prostituidas, soldados, prisioneros, niños
El objetivo de los experimentos genocidas hechos en los cuerpos de mujeres prostituidas, prisioneros, soldados, niñas, niños huérfanos y enfermos mentales de Guatemala, era encontrar un modelo humano de infecciones de transmisión sexual que les permitiera a los investigadores evaluar la capacidad de prevención que tenía la penicilina para las tropas estadounidenses desplegadas en distintas partes del mundo.Se inocularon concentrados de bacterias en los ojos, en el sistema nervioso central y en los genitales de las víctimas guatemaltecas.
Carlos Mejía, asegura: “Se realizó en un contexto en el que ellos mismos (Estados Unidos) estaban juzgando a los doctores alemanes que habían estado haciendo experimentos de tifus y malaria con prisioneros de guerra. Los alemanes utilizaron a polacos, rusos y judíos, y los estadounidenses hicieron prácticamente lo mismo en Guatemala”. De acuerdo con las autoridades de ambos países, estas pruebas se hicieron sin el consentimiento de los pacientes.
También sus hijos e hijas
Aunque han pasado más de seis décadas desde entonces, Guatemala aún padece las consecuencias de los experimentos. En la Unidad de Enfermedades Infecciosas del Hospital Roosevelt de Ciudad de Guatemala se ha examinado ya a cinco ancianos, de los cuales cuatro presentaron evidencias de haber sido víctimas de los estudios llevados a cabo en los años 40.
”También hemos empezado a documentar algunos hijos de los afectados que han estado infectados. Aunque no tienen síntomas de sífilis, la enfermedad todavía está activa en ellos”, explica Carlos Mejía. El gobierno de Guatemala sostiene que hay además otra decena de personas con vida que podrían haber sido inoculadas y que aún no fueron estudiadas en detalle.
Paralelamente, dos firmas de abogados han iniciado sendas demandas colectivas en contra del gobierno de EE.UU. por los problemas de salud derivados de los experimentos.
Experimentos del demonio
Marta Orellana, una guatemalteca de 74 años, asegura haber padecido constantes experimentos cuando, con 9 años, se encontraba en el hospicio nacional para huérfanos de Ciudad de Guatemala. Aunque no se encuentra entre los 15 sobrevivientes analizados hasta ahora por la comisión oficial guatemalteca, ella sostiene que sufrió pruebas médicas abusivas durante su estancia en el orfanato a manos de doctores guatemaltecos y extranjeros.
Su hijo, Luis Vázquez, cuenta que nunca habían imaginado que su madre pudiera encontrarse entre los afectados.”Cuando hacíamos algo mal, ella nos decía de la suerte que teníamos de no haber pasado por lo que ella sufrió de niña. Fue cuando escuchamos el perdón solicitado por el presidente Obama cuando relacionamos el caso de mi madre. Y todo coincidía: las inyecciones en sus genitales, las pruebas médicas continuas, la enfermedad…”
Al menos 83 de los guatemaltecos víctimas en los experimentos murieron antes de 1953. De acuerdo con la presidenta de la comisión de investigación en Washington, Amy Gutmann, los doctores involucrados en aquellos estudios “ni siquiera mostraron un respeto mínimo por los derechos humanos y la moral”.
El hallazgo de la profesora Reverby
De esta aberración científica médica los medios de comunicación internacionales conocieron por la difusión a través de Internet y redes sociales de la ponencia (2010) presentada en un congreso por la historiadora norteamericana Susan M. Reverby, de la Universidad de Pisttburgh.
La Doctora Susan M. Reverby, norteamericana, Catedrática en Historia de las Ideas y Catedrática en Estudios de Género y de la Mujer, logró sacar de los archivos de la Universidad de Pittsburgh, donde estaban, a los informes del experimento genocida de Guatemala.
La profesora Reverby se encontró con los archivos el año pasado y ofreció un discurso sobre los contenidos de su ponencia en un congreso de historiadores de medicina en mayo de 2010; un funcionario de salud del gobierno federal de EE.UU. presente en el evento la escuchó.
La profesora Reverby compartió su hallazgo con el gobierno estadounidense en junio de 2010, lo que dio inicio a una investigación que culminó con las disculpas oficiales a Guatemala por parte del presidente Obama en enero de 2011.
Según los archivos, que reposan en la Universidad de Pittsburgh, el gobierno guatemalteco de esa época otorgó permiso para realizar la “investigación”. No nos olvidemos que Guatemala forma parte de los países denominados “comunidad periférica imperial de EE.UU” y que para la década de los 40 la United Fruit Company era dueña y controlaba casi toda Guatemala, la “república bananera” por excelencia del neocolonialismo norteamericano en Latinoamérica y el Caribe en el siglo XX.
La práctica genocida
El doctor John C. Cutler, quien fue el responsable del experimento humano en Guatemala entre 1946-1948, es el mismo investigador del gobierno norteamericano que encabezó un estudio donde 600 hombres afroestadunidenses en Alabama fueron infectados con sífilis, entre 1932 y 1972, sin jamás ofrecerles tratamiento, algo que se convirtió en un escándalo nacional. Sin embargo, Cutler culminó su carrera, según un obituario escrito en 2003, cuando murió, como “un profesor altamente estimado tanto en el Colegio de Graduados de Salud Pública como en el Colegio de Graduados de Asuntos Públicos e Internacionales” en Pittsburgh.
Lo que está claro es que los investigadores del estudio de Alabama infectaron secretamente y deliberadamente a afrodescendientes pobres. Al respecto, señala la profesora Reverby en su ponencia: “En un país altamente racializado y racista, la posibilidad de que científicos del Gobierno, emborrachados con el poder que tenían sobre jornaleros vulnerables, hubieran infectado a hombres negros de manera deliberada y secreta con una enfermedad debilitadora y a veces letal, pareciera ser posible”.
Lo conclusivo en este hecho monstruoso, es que en Guatemala los investigadores norteamericanos, tras aprender lo que deseaban saber de cada exposición, supuestamente usaron la penicilina para curar la infección. Es obvio que el fuerte imperativo de esta investigación fue obtener mayores conocimientos, y de hecho ofrecerlos al gobierno norteamericano para proteger y curar a “su gente”, por ejemplo, a los soldados de las tropas estadounidenses desplegadas en distintas partes del mundo.
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