Sale Paraguay, entra Venezuela. El Mercosur --Brasil, Argentina y
Uruguay–- quiere el petróleo de Caracas y castiga al nuevo Gobierno de
Asunción por haber destituido, el pasado junio, al amigo Fernando Lugo.
La entrada del socio bolivariano se formalizó el martes en Brasilia. Y
las reacciones, como era de esperarse, van del júbilo al rechazo.
Empecemos por los contentos. El primero, Hugo Chávez, que ha
encontrado en el Mercosur el remedio a "200 años" de subdesarrollo
"impuesto": la integración ayudará a "superar el modelo petrolero e impulsará el desarrollo agrícola". Otra frase: "El Mercosur es nuestro sitio, nuestra esencia. Nuestro norte es el sur".
Y aquí entra el diario argentino Página 12 con un entusiasmo sin ambages. “Todas las manos todas”,
titula en primera, retomando la canción convertida por Mercedes Sosa
en himno a la unidad latinoamericana. La entrada de Venezuela en el
bloque comercial del sur es, en palabras de uno de sus columnistas, el "descalabro de los planes del imperio" (Estados Unidos, por si hace falta aclararlo).
Chávez quiere superar el modelo petrolero, pero sus nuevos socios
tienen los ojos puestos en el petróleo venezolano y en el mercado de
ese país netamente importador (compra en el exterior el 70% de los
productos que consume). Ellos también están muy contentos. Sobre todo
Brasil, que el mismo martes formalizó la venta a Caracas de seis aviones
Embraer por 271 millones de dólares y ha reservado otras 14 aeronaves,
explica La Folha de São Paulo. Argentina selló una alianza estratégica
con la petrolera estatal venezolana PDVSA, que abre la Faja del Orinoco
a YPF, recién expropiada a la española Repsol. Y Uruguay celebró la
entrada "estratégica" de Venezuela, tercer destino de sus exportaciones.
Toda esa felicidad se torna en desaliento entre empresarios y
economistas venezolanos críticos con el chavismo: una inflación del 23%,
una moneda sobrevaluada, un estricto control de precios y las trabas
burocráticas ponen a la industria local en clara inferioridad de
condiciones. El sector automotriz pide ser excluido del acuerdo, informa El Universal,
porque no tiene forma de competir: la brecha con las fábricas de
Argentina y Brasil "es hoy mayor que hace 20 años". El mismo diario
recogía la víspera unas declaraciones de Henrique Capriles, el rival de Chávez en las elecciones presidenciales de octubre: "El Mercosur será bueno cuando Venezuela produzca".
¿Qué gana Venezuela en el Mercosur? se pregunta el economista Luis Oliveros en su análisis en El Nacional. Este diario habla en su editorial
de un "ingreso atropellado". Los tres miembros del Mercosur, dice,
violaron los estatutos y relegaron los protocolos de democracia,
derechos humanos y protección de inversiones. "Fantasías de poderío,
dependencia del grifo petrolero, ahogo de la producción y el empleo
nacional, desacato de acuerdos internacionales. Por ahí está la pista
de lo que hay que cambiar desde aquí, con urgencia".
Es inevitable que se vinculara el ingreso de Venezuela en el Mercosur
con su decisión de salir de la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos. María Teresa Romero señala en el portal Infolatam que los intereses comerciales de Brasil y Argentina les han llevado a ignorar esta "patada a la institucionalidad hemisférica".
Claro que tal vez, sugieren algunos columnistas brasileños como Clóvis Rossi,
en lugar de amoldar el Mercosur al Socialismo del Siglo XXI, el bloque
regional y sobre todo Brasil tal vez puedan ejercer una "vigilancia
efectiva" para evitar futuras acciones antidemocráticas del nuevo socio.
Dolidos, los paraguayos hablan de "atropello inaceptable” y “agravio a la dignidad nacional”. Para el diario Abc Color, “el ingreso venezolano es nulo”.
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