¿Quién puso la bomba?
“Si no
tuviéramos una sorpresa enorme hoy –decía Fernando Londoño el 15 de mayo a las
11 de la mañana– en la Cámara de Representantes se aprueba el proyecto de
reforma constitucional que se llama Marco Jurídico para la Paz”. Terminó su
acostumbrada alocución en Radio Súper declarando que dicha reforma
tiene un único propósito; la impunidad para los jefes guerrilleros: “Una
facultad plena para darle a las FARC la bienvenida no solamente a la sociedad
normal, sino la bienvenida al ejercicio de la política con las armas en la
mano, con certificados de impunidad para ponernos a los colombianos en manos de
las FARC. Ése es el progreso, ése es el ciclo nuevo, ésos son los avances que
nos promete éste gobierno y que nos dará el Congreso de la República, salvo una
inmensa sorpresa en el día de hoy” [1]
Veinte
minutos más tarde, el doctor Londoño tuvo una desagradable sorpresa: un bombazo
descomunal fundió en chatarra su camioneta blindada, mató sus dos escoltas y no
se lo llevó a él “gracias a un milagro de Dios”. La derecha de ultratumba, al
unísono, vociferó apenas unos minutos después que era irrealizable aprobar un
Marco Jurídico para la Paz.
Sincronizados, José Félix Lafourie de la Federación
de Ganaderos, Francisco Santos “el electrocutador”, Nicolás Uribe, el
congresista de la U Juan Carlos Vélez, Alfredo Rangel y el propio ex presidente
Álvaro Uribe embistieron contra el proyecto de Ley. Es inaudito, afirman, que
los autores de tan macabro atentado tengan la posibilidad de llegar al Congreso
de la República.
Horas más
tarde, el Marco Jurídico para la Paz era aprobado por la Cámara al tenor de los
aullidos en contra por parte de la bancada parlamentaria seguidora de Uribe. La
derecha purasangre vislumbraba una hecatombe: los terroristas que
pusieron la bomba estarán sentados a su lado muy pronto en el Congreso, tras
ganar las próximas elecciones. Al tanto, desde la clínica Fernando Londoño
hacía poesía Greco-Quimbaya: “Estoy herido en el Alma”.
Sin embargo,
cabe preguntar: ¿Quiénes son los autores del macabro atentado? ¿De dónde sabe
el Uribismo, a los cinco minutos de estallada una bomba, quién es su autor y
cuáles son sus móviles? La política en Colombia es un oficio repugnante, que no
respeta cuna ni Partido, que puede llevarse por delante a cualquiera. La
política es una compleja proyección del crimen. Detrás de ese atentado se
mueven fuerzas y tensiones tan grandes que amenazan con romper la estabilidad
frágil lograda por Juan Manuel Santos desde el 2010.
Un delincuente “polémico”
¿Quién es
Fernando Londoño Hoyos? Los medios de comunicación se refieren a él como un
“personaje polémico”. Tanto servilismo da lástima. Londoño es mucho más que
polémico, es realmente un delincuente de cuello blanco. Como abogado de grandes
consorcios y empresas multinacionales acumuló una fortuna entablando cuantiosas
demandas contra la Nación, aunque él mismo se defina paradójicamente como un
férreo defensor de la Patria con mayúscula, el Estado y las instituciones. Pero
su patriotismo de bolsillo es una sucia versión de privilegios personales
logrados a base de trampas. Luego realizó un desfalco con dineros públicos para
comprar millonarias acciones de INVERCOLSA [2] , una filial de la
petrolera estatal ECOPETROL, tras una maniobra ilegal que le resultaría en una
condena de inhabilidad para ocupar cargos públicos, condena que está en firme
al día de hoy.
Sin embargo,
fue designado como Ministro del Interior y Justicia por Uribe Vélez durante su
primer periodo en 2002, a pesar que el proceso en su contra por el caso
INVERCOLSA estaba en marcha en ese entonces. Cuando salió a flote la
problemática de los cultivos de coca que reemplazaron el café en Caldas (su
tierra natal), Londoño amenazó los campesinos diciendo que les iba a “llover
glifosato” si continuaban colaborando con la insurgencia [3] .
Éste era uno de los que
en el 2002 aseguraba en público que ellos, los machos de la mano dura y la moto
sierra, acabarían con la guerrilla en seis meses. De eso hace ya diez años.
Santa paloma, cachorro de Leopardo
La imagen
que se pinta de Londoño es una imagen falsa. Se le presenta como un agudo líder
de opinión de “centro derecha”, periodista quizá un poco aguerrido, quizá un
poco fuerte en las palabras, inofensivo en todo caso. Una santa paloma.
Evidentemente se relaciona el brutal hecho del martes con un ataque a la
libertad de prensa y opinión, pues Londoño es al lado de Francisco Santos, el
vocero oficial de la ultraderecha colombiana. Su programa radial “la hora de la
verdad” es muy popular entre las Fuerzas Militares.
Los orígenes
de Londoño se remontan a Manizales, epicentro de la reacción clerical
conservadora. Su padre, Fernando Londoño Londoño, fue un combativo político que
junto al poeta Silvio Villegas y otros jóvenes disidentes del Partido
Conservador fundaron el grupo “los leopardos”. Más adelante durante los años 30
derivarían en la “Acción Nacional Derechista”, un partido simpatizante de los
Nazis en Alemania, de Mussolini y de la Falange Española. Al final, “los
leopardos” regresaron igual que hijos predilectos al Partido Conservador para
convertirse en figuras prominentes de la derecha Colombiana, ensanchando al
lado de Laureano Gómez, de Gilberto Álzate Avendaño, la virulencia fatal que
institucionalizó el atentado personal y la matanza colectiva como herramienta
favorita del ejercicio del poder. Fueron desde arriba los principales
instigadores de la violencia política de los años 50 [4] .
Heredero del
legado de su padre, Fernando Londoño es hoy por hoy el vocero más importante de
la ultraderecha colombiana después de Uribe Vélez. Mientras éste último es un
advenedizo, Londoño es hijo de cuna noble, proviene de élites con una tradición
que ajusta un siglo: el fascismo católico criollo. No ha dejado un solo día de
defender sus ideas con disciplina y agresividad característica desde la Radio y
desde su columna periodística en El Tiempo.
Las maniobras tras el atentado
Un perfil
como aquel despierta los odios más profundos de la subversión, que en numerosas
ocasiones lo ha declarado objetivo militar. Las FARC son acusadas
inmediatamente de ser las principales sospechosas del atentado por ser su
enemigo “natural”. Pero hay que reconocer aquella como una hipótesis fácil,
mediocre y demasiado superficial, aunque no debe ser descartada. Algunos
elementos tiran más bien para otro lado.
El método
utilizado por los delincuentes, la bomba “lapa”, es un artefacto muy
sofisticado de altísimo poder destructivo, que queda adherido en la superficie
que pretende impactar. Es la primera vez que un artefacto así es utilizado en
Colombia, a pesar de los miles de atentados con bomba que registra nuestra
historia reciente. Contrario a los métodos usados por la guerrilla, que usualmente
implican falta de precisión y explosivos artesanales, el atentado contra
Londoño fue rigurosamente planeado y ejecutado. Datos milimétricos hacen que
parezca una operación encubierta de inteligencia más que un ataque guerrillero.
En una zona crucial de Bogotá los victimarios ejecutan su acción a pleno medio
día y huyen sin ningún problema por la capital, la ciudad más vigilada del
país.
Los medios
de comunicación se empeñan estúpidamente en buscar relaciones con la
organización Vasca ETA, pues antes sus acciones han implicado la utilización de
explosivos similares. Pero no es verosímil que ETA, que lleva varios años sin
realizar acciones armadas y que además anunció en octubre el cese de sus
actividades, pueda estar ni remotamente implicada en un ataque sin concordancia
alguna con la coyuntura actual de sus objetivos. Tampoco es verosímil la
versión que supone que en años anteriores miembros de ETA entrenaron
guerrilleros colombianos en el manejo de este tipo de explosivos, pues no sería
comprensible de que manera la modalidad de ataque apenas aparece hoy.
Esos medios
omitieron de forma deliberada datos muy importantes: las bombas tipo lapa han
sido artefactos de utilización periódica por la Central de Inteligencia
Americana y por la Inteligencia Israelí para matar “objetivos de alto valor” en
operaciones encubiertas, siempre en terceros países.
Los
científicos del programa nuclear Iraní asesinados por Israel fueron víctimas de
ataques exactamente iguales. Los atentados contra los diplomáticos Israelíes en
países asiáticos, que fueron catalogados por muchos analistas como “autogolpes”
de la Inteligencia Hebrea para justificar ante la opinión pública una agresión
contra Irán, contaron circunstancias idénticas a las del crimen cometido el
martes en Bogotá: sujetos en motocicleta se acercan rápidamente, adhieren las
bombas a los vehículos y escapan segundos antes de la explosión. Esos hechos
sucedieron a mediados de Febrero, hace apenas tres meses [5] .
Tales datos
indican que los autores del crimen poseen inteligencia privilegiada para
realizar un operativo de tanta complejidad, por un lado, así como tecnología de
punta, de la que no hay evidencias para creer que esté en poder de una
insurgencia obligada a fabricar bombas artesanales con pipetas de gas. Es muy
llamativo que un sujeto tan hermético y prudente como el Ministro de la Guerra
Juan Carlos Pinzón haya insinuado la implicación de “países extranjeros”
pidiendo la colaboración de otras Agencias de Inteligencia. La revista SEMANA
señaló a agentes del DAS o a paramilitares pero ni se le ocurrió mencionar a la
subversión [6] . Un especialista en el
conflicto como León Valencia, que no es para nada cercano a los intereses de la
guerrilla, indica que tiene fuertes sospechas para creer que realmente el atentado
es fraguado desde la misma derecha. En tal caso habría tres hipótesis que no
han sido reseñadas en los medios.
La primera es
que se trata de un autogolpe de Uribe y los suyos buscando generar un impacto
mediático contra el Marco Jurídico para la Paz (lo que evidentemente sucedió
sin que impidiera su aprobación) y aquello explicaría que el día del siniestro
coincidiera con la discusión de la ley en el Congreso. Igualmente eso explicaría
por qué la bomba fue puesta en la parte delantera de la camioneta y no en la
parte trasera dónde se encontraba Londoño, pues la intención real no sería
asesinarlo.
La segunda
hipótesis es que se trata de una maniobra desde el gobierno Santos para
“ablandar” por la fuerza al sector opositor de Uribe Vélez del cuál Londoño es
fiel escudero. El atentado se interpretaría como una señal directa por parte
del ejecutivo, señal que no dejaría dudas sobre la voluntad de Santos de aislar
por todos los medios al ex presidente y sus seguidores. En esa misma línea se
inscribe el cerco jurídico y político que acorraló a todas las fichas de Uribe
Vélez; adicionalmente su gabinete y gran parte de sus congresistas se
encuentran presos o sujetos de investigaciones judiciales. Sería la respuesta
contundente del bloque dominante contra los sectores de la derecha que han
boicoteado el gobierno Santos de manera violenta desde su posesión (el
Presidente llevaba una semana en el cargo cuando un carro bomba voló la sede de
Caracol Radio en Bogotá, también se acusó inicialmente a la guerrilla pero
quedó luego en evidencia que la responsabilidad provino de sectores afines a
las Fuerzas Militares).
La tercera hipótesis
indicaría que detrás hay narcotraficantes que buscan desestabilizar al gobierno
generando una sensación de inseguridad, a través de golpes resonantes con
grandes dimensiones. Aquello no concuerda con que se escoja como blanco
precisamente a Londoño, un político que no tiene ningún peso en el gobierno
Santos, siendo más una figura simbólica de la ultraderecha, pero si concuerda
con un plan similar frustrado que pretendía asesinar a Piedad Córdoba y al
Alcalde de Bogotá Gustavo Petro, apenas una semana antes del suceso contra
Londoño.
Y la última
hipótesis es, lógicamente, que se trata de un ataque de las FARC. Pero no es
muy plausible que justo ahora con la proximidad de negociaciones y la discusión
del Marco Jurídico para abrir cauces políticos a la incorporación de los
insurgentes a la vida civil, los comandantes guerrilleros decidan alterar la
opinión pública en su contra con un hecho de estas magnitudes. Hace una década
hubiera sido natural. La insistencia fantasiosa en la conexión con ETA y unas
supuestas orientaciones encontradas en el computador de Alfonso Cano para
impactar las ciudades aparecen como cortina mediática que busca encubrir los
verdaderos autores del crimen.
Finalmente
es posible una mezcla, a cualquier nivel, de las hipótesis anteriores: una
colaboración antinatural entre paramilitares y guerrilleros; una
omisión por parte del ejecutivo para “dejar la vía libre” a los enemigos de
Londoño; o incluso una retaliación del paramilitarismo contra Uribe y los suyos
por haber traicionado los acuerdos de Ralito.
La hipótesis
simplista que más conviene a todos para lavarse las manos señala la
responsabilidad guerrillera: permite a la insurgencia vengarse de uno de sus
más acérrimos enemigos aunque sea sólo en modo simbólico, limpia la
responsabilidad del ejecutivo en caso que se encuentre implicado y brinda a la
ultraderecha argumentos para pedir el regreso triunfal del Mesías
antiterrorista bloqueando una negociación con la subversión. Pero esa
hipótesis, la de los buenos contra los malos, es la más débil en concordancia
con los hechos.
Algo muy turbio se mueve en la política colombiana sin que
apenas podamos ver sus repercusiones confusas y aparentes. El trasfondo indica
que el pacto maltrecho entre las clases dominantes se encuentra deteriorado,
acercándose cada vez más a la ruptura. Independientemente de los autores del
crimen, todas las posibilidades tienen su parte de verdad en la medida que
reflejan contradicciones muy fuertes en el panorama nacional. La verdadera
pregunta no es ¿Quién puso la bomba? Sino más bien ¿Quiénes son los que quiere impedir
a cualquier costo la llegada de la paz?
NOTAS DEL AUTOR:
[1] Editorial del programa radial “la
hora de la verdad” dirigido por Fernando Londoño. Audio disponible en: http://wwww.lahoradelaverdad.com.co/post/detail/post=7296&_id=8
[4] “Los leopardos y el fascismo en
Colombia”, José Ángel Hernández, Universidad de la Sabana, Bogotá.
[5] “Ataques en India y Georgia a
diplomáticos de Israel”, Publico 13 de Febrero de 2012, Disponible en:
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