Por: Miguel
Ángel Hernández*
Atalaya
revolucionaria
Tomado de laclase.info
Tomado de laclase.info
Desde que el
pueblo tunecino se alzó contra la dictadura proimperialista de Ben Alí, un
poderoso proceso revolucionario se puso en marcha en todo el Mahgreb y el
Oriente Medio, colocando en jaque a las dictaduras y monarquías de la región.
Con la caída del dictador Mubarak en Egipto, la revolución da un salto
importante, y se tambalea aún más el maltrecho poder del imperialismo, en pleno
proceso de repliegue en Irak y Afganistán. Protestas masivas e insurrecciones
populares estallan en Bahrein, Yemen, Jordania, Siria y Libia. La mayoría de
las organizaciones obreras y de izquierda árabes se colocan del lado de los
pueblos en lucha y defienden sus demandas. En todo este proceso, sólo el
chavismo y una parte del estalinismo se atreven a colocarse del lado de las
dictaduras. Por esa razón, el debate sobre las revoluciones árabes, y
particularmente sobre la revolución libia, adquiere mucha importancia en
Venezuela.
Kadafi, un
lacayo del imperialismo
Recordemos
que la primera reacción de Chávez ante el estallido revolucionario fue
consultar a los dictadores de Libia y Siria sobre la situación regional. En el
caso de Egipto incluso hizo un llamado a canalizar los reclamos populares por
la vía de la institucionalidad de la dictadura. Una posición reaccionaria en
toda la línea. Al igual que Chávez, el dictador libio Muammar El Kadafi,
condenó los levantamientos populares en Túnez y Egipto, diciendo que el pueblo
debió esperar por la realización de elecciones en esos países, para resolver
sus exigencias. Evidentemente, los jefes de Estado burgueses son alérgicos a la
revolución. No tardó en estallar la revolución en Libia, y las manifestaciones
populares fueron reprimidas con salvajismo por la dictadura. Hubo un
resquebrajamiento del aparato represivo y administrativo del Estado libio, lo
cual dio paso a una guerra civil. Este es el origen del conflicto que esta
semana alcanza su punto culminante en las calles de Trípoli y Sirte.
Hay que
aclarar una vez más que Kadafi no es el "Simón Bolívar del África",
como lo bautizara Chávez al condecorarlo con una réplica de la espada de El
Libertador, en Caracas. Más bien es "el Calígula de Libia", un
dictador enloquecido que abandonó sus posiciones independientes de los años 70
y 80 para dar un giro en la última década y entregar su país a las
transnacionales imperialistas. Además de desnacionalizar el petróleo y el gas,
dio la espalda a la lucha palestina, cooperó con la "lucha contra el
terrorismo" de los yanquis, y convirtió a su país en un campo de
concentración de inmigrantes africanos detenidos en su ruta hacia Europa.
Tantos méritos contrarrevolucionarios acumuló, que en pocos años se convirtió
en socio de connotados derechistas europeos como Berlusconi, Blair, Zapatero y
Sarkozy. Hasta Condolezza Rice, la asesina de los pueblos afgano e irakí, lo
visitó en Trípoli.
¿Revolución
popular o "invasión"?
La
continuidad que guarda la revolución libia con el conjunto del proceso
revolucionario árabe es inocultable. La movilización popular en ese país
africano estalla al mismo tiempo que en casi todo el mundo árabe, estimulado
por el triunfo popular en Túnez, y además con las mismas consignas sociales y
políticas que en el resto de los países de la región que son sacudidos por la
llamada "primavera árabe". Desde reivindicaciones políticas de
carácter democrático como la liberación de los presos políticos, la libertad
para organizar sindicatos, gremios independientes y partidos políticos, hasta
reivindicaciones sociales como mayor igualdad en la distribución del ingreso,
contra el desempleo, contra el alto costo de los alimentos. Ciertamente un
cuadro que no corresponde en nada a la caricatura dibujada por el gobierno
venezolano, el cual sostiene que la revuelta libia no sería una genuina
insurrección popular sino la obra de "mercenarios al servicio del
imperialismo", cuyo propósito sería "entregar el petróleo libio a las
transnacionales".
La actual
ministra venezolana de la Juventud, Mary Pili Hernández, entrevistó el primero
de marzo de este año, a través de Unión Radio, al corresponsal de Reed Lindsay,
de Telesur, quien dejó un contundente testimonio acerca del carácter popular y
antiimperialista del levantamiento popular en Libia. Dijo Lindsay: "Hay
evidencia abrumadora de que el gobierno de Kadafi ordenó a sus fuerzas de
seguridad disparar a los manifestantes desarmados, y disparar a matar... Lo que
nos preguntó alguien es por qué el presidente de Venezuela apoya a este
gobierno de Muamar Kadafi. Es algo que nos han preguntado en varios lados, por
qué el presidente venezolano y otros mandatarios de América Latina que están a
favor de los procesos sociales estarían apoyando a un dictador que dispara
contra su propio pueblo. (Los rebeldes) no quieren la intervención de EEUU, dicen
que morirán luchando contra la dictadura de Gadafi o contra los EEUU... Los
mismos protagonistas de la rebelión dicen que no tienen nada que ver con EEUU,
no quieren nada con Europa. Es algo muy importante destacarlo, porque aquí se
ve en la calle a gente de todas las clases sociales, trabajadores,
profesionales, médicos, ingenieros, mujeres, niños, es sin lugar a dudas una
rebelión popular".
Este
testimonio retrata de manera impecable el sentimiento del pueblo insurrecto,
que esperaba contar con el apoyo de los gobiernos latinoamericanos que dicen
ser "antiimperialistas", pero que por el contrario se encontraron a
un Chávez que apoyó y sigue apoyando de manera incondicional al dictador
proimperialista Kadafi. No puede perderse de vista que las mismas masas que se
levantaron en febrero y tomaron las armas, son las que siguen combatiendo hoy.
Esta aclaratoria se hace necesaria en vista de que algunas organiozaciones de
izquierda sostienen que el carácter de la rebelión libia cambió y desapareció
todo elemento progresivo en ella, a partir de la intevención imperialista.
¿Acaso la intervención imperialista desapareció a los combatientes libios, o
esfumó sus motivaciones originales? Por supuesto que no, pero tal es la versión
sostenida por algunas organizaciones que incluso se reclaman marxistas, todo un
lamentable ejemplo de sectarismo y esquematismo.
Los
revolucionarios estamos obligados a ir más allá de una superficial y falsa
identificación entre los movimientos de masas y sus direcciones. De esta
manera, por ejemplo, respaldamos la lucha del pueblo hondureño contra el golpe
de Estado y exigimos la restitución de las libertades democráticas en ese país,
y acompañamos el reclamo de que fuera restituido en la presidencia Manuel
Zelaya, a pesar de que sabemos que Zelaya es un terrateniente liberal a quien
no apoyamos políticamente en lo absoluto. También luchamos en las calles el 13
de abril de 2002 para derrotar al golpe fascista, sin que nos lo impidiera
hacerlo el programa nacionalista burgués de Chávez, que no compartimos.
Análogamente, en Libia llamamos a apoyar la lucha del pueblo que se alzó contra
la dictadura, sin confiar en la dirección del Consejo Nacional de Transición
(CNT) y rechazando rotundamente la intervención imperialista de la Otan.
La intervención
imperialista y el petróleo libio
Los
socialistas revolucionarios rechazamos clara y contundentemente, desde el
primero momento, la intervención imperialista en Libia, pues ésta tiene un
propósito contrarrevolucionario. No podía ser de otra manera. Sin embargo, es
importante desmontar las mentiras de aquellos que apoyan a Kadafi con el
argumento de que el imperialismo quiere apoderarse del petróleo libio. En su
columna de opinión, "Reflexiones", del 4 de marzo de este año, el
propio Fidel Castro retrata a Kadafi como un aliado del imperialismo que se
encargó de privatizar el petróleo y las más importantes empresas públicas:
"Es un
hecho irrebatible que las relaciones entre Estados Unidos y sus aliados de la
OTAN con Libia en los últimos años eran excelentes, antes de que surgiera la
rebelión en Egipto y en Túnez. En los encuentros de alto nivel entre Libia y
los dirigentes de la OTAN ninguno de estos tenía problemas con Gaddafi. El país
era una fuente segura de abastecimiento de petróleo de alta calidad, gas e
incluso potasio. Los problemas surgidos entre ellos durante las primeras
décadas habían sido superados. Se abrieron a la inversión extranjera sectores
estratégicos como la producción y distribución del petróleo. La privatización
alcanzó a muchas empresas públicas. El Fondo Monetario Internacional ejerció su
beatífico papel en la instrumentación de dichas operaciones. Como es lógico,
Aznar se deshizo en elogios a Gaddafi y tras él Blair, Berlusconi, Sarkozy,
Zapatero, y hasta mi amigo el Rey de España, desfilaron ante la burlona mirada
del líder libio. Estaban felices".
Lejos de
permitir al imperialismo apoderarse de unos recursos que ya Kadafi había
entregado, la rebelión libia supone grandes pérdidas para las transnacionales:
la producción petrolera de las empresas imperialistas en Libia no volverá al
nivel de 1,6 millones de barriles diarios, índice de producción previo a la
rebelión, sino hasta dentro de dos o tres años, según los estimados más
optimistas. Y eso en el caso de que el gobierno que suceda a Kadafi mantenga en
pie los convenios suscritos por el dictador.
Va contra
toda lógica el planteamiento de que la rebelión fue "fabricada" por
el imperialismo para "apoderarse del petróleo". A este argumento
falaz se suman otros, como la falacia de que Kadafi se convierte en
antiimperialista debido a los bombardeos de la Otan, o que los mismos
bombardeos convierten a las milicias rebeldes en "la infantería de la
Otan".
Hemos visto
que estamos ante una rebelión popular genuina, que objetivamente afecta los
negocios imperialistas, que tiene un contenido subjetivo antiimperialista. A
esto debemos añadir que en la agenda del pueblo rebelde se encuentra la
nacionalización del petróleo.
Tal y como
explicaba en febrero el periodista Robert Dreyfuss, del diario inglés The
Nation: "Con Bahrein, la base de la presencia militar de los EEUU en el
Golfo Pérsico, siendo sacudido, y las semillas de la rebelión sembradas en
Kuwait, la rebelión en Libia podría provocar un resurgimiento del nacionalismo
árabe que apunte al control de los recursos petroleros en el Oriente Medio. Con
Trípoli, la capital libia, en llamas y Bengasi y la mayor parte del este libio
ya en manos rebeldes, hay reportes de que las propiedades de ENI y otras
empresas petroleras que operan en Libia podrían ser nacionalizadas por un nuevo
gobierno".
Dichos
reportes desde los territorios liberados por los rebeldes crearon un enorme
nerviosismo en los gobiernos europeos y el yanqui. Además de descartar que la
intervención fuera para "apoderarse del petróleo libio", también
podemos desechar las excusas cínicas esgrimidas en la resolución 1973 del
Consejo de Seguridad de la ONU, acerca de la "protección a la población
civil". El sentido de la intervención imperialista fue evitar dos escenarios
catastróficos para los intereses de las transnacionales: el primero, una guerra
prolongada que impidiera la normalización en el mediano plazo de los negocios
que anteriormente garantizaba la dictadura de Kadafi; el segundo escenario,
mucho peor, el de una revolución triunfante que bajo el avasallante impulso de
las milicias populares nacionalizara el petróleo y terminara con la era de
entreguismo abierta por Kadafi. En cuanto a la forma de la intervención,
valiéndose de bombardeos y no de una invasión terrestre, esto tiene que ver con
dos elementos muy importantes: el rechazo abierto en las filas rebeldes a la
presencia invasora; y el debilitamiento político, económico y militar del
imperialismo, que atraviesa una aguda crisis económica, inestabilidad social en
sus propios países, y viene de derrotas importantes en Irak y Afganistán.
Alto a la
injerencia imperialista, todo el poder a las milicias populares
La evolución
de la guerra civil libia en la última semana indica que es inminente la
destrucción de las fuerzas de la dictadura y el derrumbamiento del kadafismo.
Sin embargo, la revolución no termina con la salida del dictador. Se
profundizará la pugna a lo interno de las filas rebeldes por el destino que
tendrá la revolución. La dirección del Consejo Nacional de Transición (CNT)
está conformada por la oposición burguesa y por ex funcionarios del régimen de
Kadafi, quienes buscan mantener las relaciones con el imperialismo en los
mismos términos de entreguismo que caracterizaron a la dictadura. Esto lo
tienen claro muchos combatientes, tal y como lo demuestra el siguiente
testimonio de un corresponsal militante en las filas rebeldes, en el mes de
junio: "En nuestro grupo tenemos claro que si la derecha llegase a
tomar el control, junto a las tropas de la OTAN, cuando termine esta batalla,
sería el comienzo de otra. Este sentimiento ésta muy arraigado en los
compañeros, es que acá sabemos que en la línea de fuego no hay ni uno solo de
esos ex funcionarios que salen en los medios. Ninguno de ellos está con su
cuerpo, enfrentándose con las tropas kadafistas…"
Ante el
derrocamiento de la dictadura proimperialista por parte del pueblo, es
necesario que los revolucionarios nos solidaricemos con el pueblo rebelde,
denunciando sin ninguna ambigüedad que las intenciones del CNT serán la de
secuestrar y congelar la revolución la revolución, pactar con el imperialismo,
e impedir que se materialicen las reivindicaciones democráticas, sociales, económicas
y antiimperialistas del pueblo combatiente que heroicamente terminó con la
pesadilla kadafista. Planteamos con claridad que quienes deben gobernar son las
milicias populares, que son necesarias las más amplias libertades de
organización sindical y partidista para los trabajadores y el pueblo,
disolución de la guardia pretoriana de la dictadura y desarrollar un juicio
popular a sus jefes; control absoluto por parte del Estado los recursos
petroleros y gasíferos entregados a las transnacionales imperialistas por la
dictadura y colocar esa industria en manos de los trabajadores y técnicos;
repatriar las reservas internacionales que Kadafi entregó a los países europeos
y desconocer las deudas adquiridas por éste con la banca internacional.
Como dicen
muchos combatientes libios, el fin de la batalla contra Kadafi es el comienzo
de otra batalla, esta vez contra la injerencia imperialista y la política
conciliadora y negociadora del CNT. El rol de los revolucionarios es seguir
apoyando la justa lucha del pueblo libio, para que su ejemplo se extienda a
Bahrein, Yemen, Marruecos, Siria, y el resto del mundo árabe.
* Secretario
General del partido Unidad Socialista de Izquierda
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